—¿Qué? —preguntó desconcertado.—La única manera de sacarte de esas esposas es rompiendo tu dedo pulgar. —Mi voz tembló, consciente de la brutalidad de la sugerencia. Sabía que no había otra opción si queríamos liberarlo antes de que todo se viniera abajo.Darko asintió, aceptando el precio que tendría que pagar para su libertad. Con manos temblorosas, busqué un objeto que pudiera servir para la tarea, mientras el tiempo seguía su marcha inexorable.Agarré una barra de metal que encontré cerca y regresé hacia Darko. Sabía que este acto sería agonizante, pero no había tiempo para la duda. Él me miró con una mezcla de gratitud y pesar, como si lamentara ponerme en esta posición.—Isabella, hazlo —dijo con voz entrecortada. Sus ojos nunca se apartaron de los míos, buscando consuelo en medio de la inevitable tortura—. Puedo aguantar otro hueso roto.Respiré hondo, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con escapar nuevamente. Con un movimiento rápido y preciso, apliqué la fuerza
POV DARKO ROMANOVMi cuerpo yacía adormecido, atrapado entre el borde de la conciencia y el sueño profundo, mientras una presión constante se cernía sobre mí, un peso que se intensificaba y empezaba a despertar cierta inquietud. A pesar de mis esfuerzos, abrir los ojos se convirtió en una tarea agotadora, cada intento resonando en el dolor que se esparcía por mi ser.Maldición. El ambiente familiar de un hospital envolvió mis sentidos: el murmullo lejano de máquinas, el aroma a desinfectante impregnado en el aire. Era un recordatorio tangible de que, de alguna manera, había llegado a salvo. Lo logró, mi Zayka lo logró.El recuerdo de esos momentos se avivó, desatando un fuego interno que ardía en mi pecho. Isabella había cruzado límites impensables por mí, demostrando una valentía y amor que desafiaban la lógica. En medio de mi adormecimiento, me asaltaron pensamientos tumultuosos. ¿Cómo debería sentirme al respecto? ¿Era un acto de amor incondicional o una locura compartida entre am
—Le hablaré de nuestra iniciación, tranquilo.Asentí al tiempo en que entraba un médico.Después de que me permitieran levantarme y finalmente poder ir a ver a mi esposa, no sin antes darme el anuncio de que ya habían pasado dos días desde esa fatídica noche. Había sido difícil de digerir, golpeó como un martillo en mi pecho.Mis pensamientos se convirtieron en un torbellino al entrar finalmente en su habitación. Agradecí mentalmente estar en una silla de ruedas, ya que temía que mis piernas no me sostuvieran al enfrentar esa vista tan desgarradora. Mi mente se desbordaba con la imagen de su cuerpo maltrecho, conectado a los zumbantes y parpadeantes artefactos médicos. La palidez de su piel contrastaba con la intensidad de los moretones que decoraban su cuerpo.La habitación del hospital se volvió un remolino de emociones contenidas y pensamientos inquietantes mientras permanecía junto a la cama de Isabella. Su respiración era constante, pero no podía evitar preguntarme qué sueños o p
POV DARKO ROMANOV—Mis últimos días han sido tan volátiles como una tormenta en el mar embravecido. Todo este caos solo confirma lo que ya sé: la única manera de apaciguar, aunque sea un poco mi sadismo, es Isabella. Cuando no está a mi lado, no hay un solo destello de luz en mi existencia, es como si la oscuridad se apoderara de todo. Maldita sea. —Suspiré con frustración, dejando que el suspiro escapara como un lamento contenido—. Quiero que despierte, que ya esté a mi lado, pero al mismo tiempo, una parte retorcida de mí disfruta de la libertad que experimento cuando no está presente. Es como si pudiera ser completamente yo mismo, un verdadero hijo de puta sin restricciones.Volteé a mirarla con una sonrisa sutil.—¿Tú qué crees? —pregunté.Jesús, en ese momento, se encontraba en un estado deplorable, su figura temblaba como una hoja en medio de una tempestad. El sudor le pegaba el cabello a la frente, evidenciando la intensidad del momento. Tenía que asegurarme de mantenerla hidra
POV DARKO ROMANOVMe alejé lentamente de mi hija, dirigiéndome hacia el pequeño asador que había traído. —Oksana, ¿tienes idea de lo que les hago a los traidores? —pregunté, lanzándole una mirada de desprecio. Noté que hacía esfuerzos por mantenerse consciente. La estúpida no resistiría mucho, y esto solo había sido el comienzo. —Lo…lo que… me hiciste… —gimió débilmente.—Lo que te hice fue por mi propio placer, no porque me hayas traicionado. —Me encogí de hombros, disfrutando de su sufrimiento—. Quería ver cómo lucias en este estado… sin dedos. El odio llenó su mirada, y no pude evitar sonreír.—Maldito.—Lo soy, pero deberías agradecer. Ya no tendrás que volver a preocuparte por esas mierdas de manicura.Continuaba moviendo el carbón, cuando Lia comenzó a sollozar. Inmediatamente volteé a mirarla. —¿En qué quedamos? —pregunté, ganándome otro sollozo como respuesta—. Lia Romanova, deja de ser egoísta con una moribunda. Tendrás toda mi atención cuando termine.—¿Crees…que el
Parpadeé rápidamente, tratando de adaptar mis ojos a la luz de la habitación, mientras luchaba por enfocarlos en cada figura presente. En cuanto mis ojos conectaron con los de él, desvió la mirada hacia el suelo.¿Por qué? Volví mi atención a la doctora, queriendo obtener respuestas. Intenté moverme, pero mi cuerpo parecía adormecido, una sensación que se extendía desde mis extremidades hasta el núcleo de mi ser. Ni siquiera mis manos respondían a mi voluntad.—Señora Romanova, sé que es médico cirujano y entenderá muy bien lo que diré a continuación. —Inhalé hondo y asentí. La impotencia se apoderó de mí mientras escuchaba sus palabras—. Llevaba un embarazo de dos meses, pero por su condición es imposible que llegara a término, en su anterior accidente las lesiones en su útero fueron graves. Estas lesiones son irreversibles y por ello tuvo un aborto.Mis ojos buscaron nuevamente a mi esposo en busca de consuelo o apoyo. Lo necesitaba en este momento, necesitaba escucharlo decir que
—Siento que dormí por un año. Han pasado tantas cosas —murmuré, mi voz apenas más que un susurro en la calma de la habitación.Nos habíamos levantado hace dos horas, pero el tiempo parecía dilatarse en ese momento íntimo que compartíamos. Habíamos dedicado ese tiempo a hablar de todo lo que había sucedido y estaba aconteciendo en nuestras vidas.—Me di cuenta de que te necesito cada día de mi vida, Isabella. —Sus palabras eran un susurro cargado de confesión, y me apreté más a su pecho como si buscara refugio en su calor—. Mantienes a raya a mis demonios, y cuando no estás, todo se sumerge en una oscuridad que solo tú puedes iluminar. No es que me queje, pero...—Por el bien de la humanidad, no debo alejarme de ti, entonces —bromeé, permitiendo que mi voz se deslizara con una mezcla de picardía y ternura, mientras escuchaba su risa que resonaba en su pecho como una melodía embriagadora.Amaba ese sonido. —Lo digo en serio, no nos volveremos a alejar. Te despertarás conmigo cada maldi
Un día después—Prefiero estar torturándome viendo por quinta vez esa película favorita de Artem, que estar aquí —se quejó por milésima vez, y su queja resonó en el bullicio del centro comercial. Bufé, consciente de la impaciencia que destilaba en cada palabra.Debido a que supe con poco tiempo sobre nuestro viaje, me vi en la necesidad de salir a comprar ropa tanto para los niños como para mí. Así que llevábamos más de dos horas inmersos en el bullicioso centro comercial, explorando las tiendas y adquiriendo todo lo que pudiera necesitar durante nuestra estancia en Grecia.—¿En serio? Porque no quiero quejas si después compro algún traje de baño demasiado revelador —bromeé, provocando un fruncimiento en su ceño mientras me miraba confundido.—¿Por qué me quejaría? Es tu cuerpo. Aunque sea mío, lo vistes como tú quieras —respondió con un tono de voz que dejaba traslucir su seguridad y posesión.—¿Y las miradas? —quise saber, girándome para buscar un traje de baño de dos piezas. Sentí