Tal vez debería hablar del tema más tarde, pero no sabía si para entonces tendría la voluntad para hacerlo. Inhalé profundamente, tratando de prepararme para abordar este delicado tema.—Pensé que lo tenías bajo control, pero hoy llegué a la conclusión de que no es así —fruncí el ceño, buscando las palabras adecuadas—. ¿Siempre tienes que asesinar a alguien antes de que hagas el amor conmigo?Él entrecerró los ojos, escrutándome detenidamente, y finalmente asintió.—Tengo todo bajo control. La manera en que lo hago no es relevante; además, hay muchos factores que influyen. No siempre implica quitarle la vida a alguien; a veces, simplemente no hago nada. ¿Por qué la pregunta?—Es en serio, ¿crees que podré vivir sabiendo que, para compartir intimidad con mi esposo, alguien tiene que morir? —pregunté, dejando que la preocupación resonara en mi voz—. No soy egoísta, y las vidas humanas son importantes para mí. ¡Maldición, soy médico!Sus ojos se ablandaron ante mi angustia, y un suspiro
POV DARKO ROMANOV Varios golpes resonaron en la puerta, sacándome de mi ensimismamiento. Mis ojos se abrieron con rapidez y parpadeé varias veces, agradeciendo mentalmente a quienquiera que estuviera al otro lado. Estaba a punto de cometer una locura de la que probablemente me arrepentiría amargamente si mi amada Isa salía lastimada. Con una mezcla de sorpresa y molestia, me disponía a cubrir mi dolorosa polla mientras dejaba escapar un par de maldiciones, pero antes de que pudiera siquiera reaccionar, las manos de Isa me detuvieron con fuerza. Fruncí el ceño, observándola con desconcierto. —¿Quién es? —preguntó. En cuestión de segundos, sus dedos se aferraron con firmeza alrededor de mi polla y suspiré. —Soy yo, Masha, señora Isabella. Lamento interrumpir, pero Lia ha despertado —anunció con respeto, aunque la urgencia tintaba su tono. Isa asintió, aun cuando sabía que no la vería. Sentí cómo sus manos continuaban su camino, explorando con destreza mi falo. Mi ceño se frunció a
Desperté al percibir unos murmullos susurrantes a mi lado. Quise maldecir en voz alta, pero la pequeña conversación entre estos dos individuos atrapó mi atención de inmediato. Opté por fingir que continuaba sumida en un sueño ligero, ocultando mi observación detrás de mis párpados entrecerrados.—¿Qué me darás de cumpleaños? —preguntó mi esposo con un matiz de expectación.—No tengo, papá —se quejó Artem en un tono infantil.—¿No tienes qué? Tacaño.Pude imaginar que en esos momentos mi bebé hacía un puchero adorable.—Dinero —susurró.—Oye, eres pequeño y tal vez aún no entiendas la magnitud de lo que diré, pero trata de entender —musitó con una ternura que me conmovió.—Sí, papá —respondió obediente.—Lo mío es tuyo, y soy dueño de muchos... castillos y un país muy, muy grande. Ciudades, hombres que nos cuidan de los malos y poseo dinero infinito. Así que lo que quieras, papá te lo comprará. ¿Está bien?Un silencio tenso se apoderó del ambiente, como si el peso de la oferta fuera de
Artem nos empezó a hablar de un programa de muñecos que vio la otra noche y de cómo le gustaba tanto que quería que Santa se lo trajera para tenerlos en su habitación. Sus ojitos brillaban con emoción, contagiándonos con su entusiasmo infantil.Darko, con su característica atención paternal, sacó su teléfono y lo mostró.—¿Cuál de estos programas es? —preguntó.Artem, entusiasmado por la atención de su padre, señaló emocionado en la pantalla con una risa juguetona, sus ojos brillaban con pura alegría.—¡Paw patrol! ¡Mira, son perritos! —exclamó con un brillo travieso en su mirada.—¿Qué más deseas que te traiga Santa? —inquirí, buscando alimentar la magia del momento.—Tres carros, dos motos, dos cuatrimotos, una casa en el árbol, montones de juguetes y ropa como la tuya, papá. Pero no de niño —añadió, frunciendo ligeramente su pequeño ceño, lo cual me hizo derretir de ternura—. También quiero...—¿Tienes más deseos, pequeño? —exclamé, genuinamente sorprendida por la extensión de su l
Había sido una idea estupenda. No habíamos tenido la oportunidad de disfrutar de una cita romántica, y sentía que era el mejor regalo que le podría dar, especialmente en un lugar tan mágico como Grecia. Para la ocasión, había alquilado un lugar privado con una impresionante vista al mar. Contaba con una piscina y todo el espacio había sido decorado meticulosamente con pequeñas velas, luces titilantes y esparcidos pétalos que conferían al ambiente un encanto mágico.Darko era tan diferente cuando estaba con las personas que le importaban, mostrándose más suelto, más relajado, más humano. Cuando vi el brillo en sus ojos al descubrir mi sorpresa, supe que había logrado crear un momento único.Nos sumergimos en una atmósfera encantadora, disfrutando de la cena a la luz de las velas mientras las olas rompían suavemente en la costa. Me sentía agradecida por la oportunidad de compartir este instante especial con él, lejos de las tensiones y el caos del día a día.Como otra sorpresa, había or
—100 razones para amarte —susurré, leyendo el pequeño cartel frente a mí.Una sonrisa iluminó mi rostro mientras negaba al contemplar el camino de carteles que se extendía ante mí. Comencé a caminar, sumergiéndome en la lectura de cada uno de ellos.Porque pudiste ver más allá de lo que todos veían en mí.Porque me aceptas como soy.Porque a tu lado aprendí a tener control de mis demonios.Me tienes paciencia.Porque haces las mejores mamadas.Reí sin poder evitarlo, porque sé que no es Darko si no agrega un toque de humor inesperado y provocativo.Porque eres una mujer fuerte, luchadora y soñadora, y admito que disfruto presumir de ti ante todos, lo hago casi siempre.¿Cómo me puedo pasar de reír a llorar en solo un segundo?Por tu voz, porque me alegra todos los días cuando la escucho.Por ser mi amiga.Por ser mi esposa.Por ser la madre de mis hijos.Por no dejarme, aunque no puedes, iría tras de ti.Por los buenos momentos que compartimos.Y por los malos momentos.Porque eres ca
La alarma sonó, llenando todo mi cuarto de ese sonido tan estresante y horroroso que tenía. Di un bufido cuando salí de la cama, recordando cambiar cuanto antes aquel sonido del demonio. No podía levantarme de mal humor siempre, además, odiaba tener que despertarme temprano, más si era un lunes a las cuatro de la mañana.Caminé hacia el baño pausadamente, debía prepararme para otro turno más.Era residente de segundo año de cirugía.Sabía desde un principio en donde me estaba involucrando, que no sería para nada fácil, pero siempre me había gustado todo lo que se vivía en un quirófano o en una sala de urgencias. Las decisiones que se tiene que tomar en el instante, el conocimiento que debe ser puesto en práctica, la serenidad con la que se debía manejar todo y el saber que pudiste salvar una vida o mejorar un estilo de vida, eran sucesos los cuales amaba y por los que quería vivir.Llegué hasta el baño en donde realicé mi aseo personal. Al terminar, me vestí con mi uniforme de hospita
—¿Cuándo va a despertar? —preguntó Francesco, algo impaciente.Había pasado ya media hora desde que termínanos la cirugía y hace apenas unos minutos, Emilia les había informado. Quería reunir la fuerza suficiente para soportar estar junto con ellos nuevamente.—Tal vez en unas horas. —Respondí—. Pero tiene que ir a un hospital, puede que tenga cualquier complicación.—Ya cumplimos con lo que pediste. No nos necesitan, así que Isabella y yo nos vamos —rápidamente su mano agarró la mía.Empezaba a ver la luz al final del túnel cuando nos acercábamos a la puerta, pero un amenazador "No" se escuchó en la habitación. Nos detuvimos de inmediato, girando a ver a Romanov.—Quiero que despierte ahora mismo.Desconocía la razón, pero volteé a mirar a Francesco, no sé qué quería lograr, porque parecía que le estaba pidiendo ayuda a la persona que hasta hace algunas horas, me parecía la más temible.Se encogió de hombros.—Es... Es muy riesgoso, señor Romanov.Estaba paralizada en mi lugar, tenía