*GIOVANNI*
Entré a la comisaría con el corazón en un puño, y la Tablet aferrada a mi mano sudorosa.
La sola idea de ver a mi hermosa esposa detrás de unas rejas me partía el corazón. Sin embargo, apenas crucé el umbral, una nueva preocupación se materializó frente a mí al instante: el rostro furioso de mi suegro.
Él me recibió con un desprecio palpable en sus ojos.
Estaba acostumbrado a que el padre de Antonella me tratara con la punta del pie, pero en esta ocasión, su desprecio había desbordado todos los límites.
—Será mejor que te largues, pedazo de basura. No tienes nada que hacer aquí después de haber dejado sola a mi hija toda la noche —me espetó con frialdad, sus ojos parecían a punto de saltar de sus cuencas de la rabia—. ¡Maldito desgraciado!
Un hombre de traje se acercó a mi suegro y en voz baja dijo algo para apaciguar su furia. Tragué saliva, intentando mantener la compostura ante su furia.
—Antone
*CANDICE*Mis ojos se posaron en las imágenes en blanco y negro que sostenía entre mis manos. Era increíble cómo algo tan pequeño podía llenarme de tanta alegría y esperanza en medio de toda la confusión y el caos que había experimentado en las últimas horas.Esta mañana, después de dar mi segunda declaración en la comisaría en beneficio de Antonella, decidí visitar a mi doctor para revisar el estado de mi embarazo. Sabía que necesitaba algo de paz y tranquilidad después de todo lo sucedido.El médico me había dado las primeras imágenes de mi bebé, apenas una pequeña mancha de no más de 4 milímetros en la ecografía. Pero para mí, era todo. Era mi luz en la oscuridad, mi razón para seguir adelante.Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras contemplaba esa pequeña vida creciendo dentro de mí.Sabía que el camino por delante sería difícil, pero también sabía que no estaría sola. Tenía a mi bebé, y eso era todo lo que importaba.Con una sonrisa en mi rostro, dejé las imágenes sobre la mes
*CANDICE*—Dime la verdad, Candice, ¿estás embarazada? —su voz resonó en la cocina.Caminé hacia él y tomé las imágenes en blanco y negro que sostenía en sus manos. La idea de que viera a mi bebé me incomodaba, pero no podía escapar de su mirada inquisitiva.—Ese no es asunto tuyo —respondí con firmeza, tratando de mantener la compostura. Pero él no se dejó disuadir.—Sí, lo es —dijo, mucho más calmado de lo que esperaba—. Porque ese bebé podría ser mío, así que, por favor, responde.La ira que trajo consigo cuando llegó a mi casa hace unos momentos desapareció repentinamente, como si se hubiera esfumado en un instante. Su tono de voz también cambió, revelando una nueva faceta en él.Al parecer, la idea de convertirse en padre le llenaba de ilusión. Tal vez nunca se lo había planteado antes, pero ahora que veía la posibilidad ante sus ojos, parecía decidido a no dejarla pasar.Suspiré profundamente, sintiendo
*CANDICE*A medida que me acercaba a la sala del tribunal, podía sentir la tensión en el aire.Los murmullos de la gente se mezclaban con el sonido de los pasos apresurados de los abogados y funcionarios judiciales. Traté de bloquear todo ese ruido y centrarme en mi tarea.Una vez dentro de la sala, tomé asiento en la fila de testigos y esperé mi turno. Marcus tomó asiento a mi lado y me tranquilizó ver que no había muchos asistentes a la audiencia.—Me sorprende que no haya reporteros en la sala —comentó Marcus con asombro en su voz—. Llegué hace una hora, cuando Antonella y sus padres arribaron y todo era un caos.—Uno de los miembros del equipo de defensa de Antonella pidió que el juicio no se tornara un circo mediático —añadí—. El señor Romano quiere alejar a su hija del esc&aacut
*GIOVANNI*Ha transcurrido un mes desde el día del juicio, y desde entonces muchas cosas han cambiado para mí.Me encontré frente a decisiones que nunca pensé que tendría que tomar; la primera fue abandonar el lugar que solía llamar hogar, ahora era solo una sombra de lo que fue cuando Antonella aún estaba a mi lado.Decidí mudarme finalmente al apartamento vacío que en su momento ofrecí a Candice. Para mí, fue una elección necesaria para comenzar a salir del oscuro agujero en el que se había convertido mi vida.Los primeros días me refugié en el alcohol, y cuando me di cuenta que eso jamás haría que mi esposa regresara a mi lado, tiré todo el contenido de las botellas por el desagüe.Tras renunciar a la idea de regresar a la compañía familiar, me vi obligado a buscar un nuevo rumbo profesional. Hablé con un viejo colega y él se ofreció a enseñarme todo lo que necesito saber para incursionar en el mundo inmobiliario.<
4 años después | New York.El mesero se acercó a mi mesa con un delicioso macchiato. Agradecida, tomé un sorbo mientras continuaba tecleando en mi laptop, organizando mi agenda para el resto de la semana.Esta cafetería era un refugio acogedor para mí, un lugar al que había venido fielmente desde que conseguí mi empleo en el área de Marketing de una reconocida editorial de moda en la ciudad.El aroma del café recién hecho se mezclaba con el suave murmullo de las conversaciones a mi alrededor. Era un lugar donde podía sumergirme en mi trabajo y, al mismo tiempo, disfrutar de la energía vibrante que emanaba.Desde mi rincón preferido, podía observar a las personas entrar y salir, cada una con su propia historia y propósito.Los estudiantes se agrupaban en mesas, compartiendo risas y apuntes, mientras que los profesionales aprovechaban el ambiente tranquilo para reuniones informales.Mi teléfono sonó y vi en l
* CANDICE *—¡Propongo un brindis!Todos quienes rodeaban la mesa, guardaron silencio cuando el gran jefe se puso de pie, y solicitó la atención de todos sus subordinados.Bebí un pequeño trago de mi copa de vino tinto, en cuanto mis ojos recorrían al grupo con el que convivía esta noche.Billy y Roger, dos pequeños y regordetes sujetos del equipo «A» del departamento de desarrollo, soltaron alaridos de júbilo, que pusieron en evidencia cuan pasados de copas ya estaban. El jefe elevó una ceja en dirección a ambos sujetos, quienes, a pesar de su grado de intoxicación, captaron la orden implícita en aquel pequeño y firme gesto.El hombre que lideraba esa mesa, era el responsable de firmar sus cheques a final de mes, así que se reincorporaron en sus asientos, y cerraron la boca.—Julian, Becky y Sofía, del equipo «D», han hecho un excelente trabajo con la campaña publicitaria para nuestros clientes de Lexo Airlines, ¡felicidades! —exclamó con una pequeña sonrisa de complacencia en sus
* GIOVANNI *Forcé una sonrisa.Detestaba la convivencia con los empleados, pero 'Un hombre tiene que hacer, lo que un hombre tiene que hacer'.Claramente, invitar todas esas rondas de bebidas fue un error, pero, al fin y al cabo, de los errores se aprende.Han pasado apenas dos años desde que asumí el cargo de presidente de la Compañía Mancini, luego de pasar otros cuatro liderando exitosamente el departamento de Recursos Humanos, y, nadie puede negar, que estoy cien por ciento comprometido con mi trabajo.Para los miembros de la junta directiva, tener apenas treinta años de edad, parecía ser motivo suficiente para subestimarme.No les tomó mucho tiempo darse cuenta, de cuan equivocados estaban.Esta noche, era una de tantas en las que invertía tiempo y dinero para ganarme la lealtad de mis subordinados.Asentí con satisfacción cuando los más veteranos del grupo incitaron a los más jóvenes a tomar todas sus cosas y retirarse del establecimiento. —¡Miren la hora! —Dijo el encargado
* GIOVANNI *—¿Por qué, Candy? —resoplé malhumorado.Verla en ese estado me hervía la sangre, ¿acaso estaba lidiando con una adolescente incapaz de controlar la cantidad de alcohol que puede tolerar su cuerpo?¿Qué habría pasado si yo me hubiese ido temprano esta noche?Ella, probablemente, estaría siendo sometida por aquel pervertido subordinado que planeaba llevársela consigo, hasta solo Dios sabe dónde. Todas las posibilidades eran vomitivas, y hasta ahora, el malestar en la boca de mi estómago continuaba haciendo estragos en mi humor.Subirla a mi auto fue una tarea titánica, y, a pesar de que secretamente disfrutaba la manera en la que sus manos acariciaban torpemente mi cuerpo mientras caminábamos hasta la entrada del establecimiento, saber que lo hacía solo porque el alcohol le restaba puntos a sus inhibiciones, no terminaba de llenarme.El valet llegó con mi vehículo y le ofrecí una generosa propina luego de que me entregó las llaves.Candice soltó un par de risas juguetonas