*CANDICE*
Me encontraba en la camioneta de Marcus, sumida en un silencio incómodo mientras la radio emitía música de fondo.
La noche caía sobre nosotros y el reloj marcaba las diez cuando una noticia rompió la calma del viaje.
«¡Atención a todos nuestros oyentes! Nos acaba de llegar un reporte de última hora:
Se ha producido un asesinato en la casa productora de la famosa familia Mancini.
Según nuestras fuentes, la empresa, antes bajo el liderazgo del empresario Giovanni Mancini, ahora se encontraba bajo la administración de Carlo Mancini, su hermano mayor, quien lamentablemente ha sido reportado como fallecido, producto de un ataque con arma blanca.
Se desconoce el móvil de este asesinato».
El sonido de la noticia llenó la cabina de la camioneta, y se
*GIOVANNI*Desperté a causa de la luz que se filtraba por la ventana, giré mi rostro y vi las cajas con archivos junto a mí.No me sorprendió el dolor en mi espalda por haber dormido sobre la alfombra de la sala. Al llevar una mano a mi rostro, no pude evitar mi mueca de disgusto al sentir mi barba rasposa y descuidada.Ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que me paré frente a un espejo para afeitarme. Me sentía como un despojo humano, y así lucía.Al estirarme y frotarme los ojos, miré mi celular y noté las llamadas perdidas.Una ráfaga de ansiedad recorrió mi cuerpo al ver el listado de notificaciones sin leer.Las llamadas provenían de mi suegro, mis padres y varios socios de la empresa. Una sensación de urgencia se apoderó de mí cuando me percaté de que algo grave hab&iacu
*GIOVANNI*Todavía me resulta difícil asimilar lo que supuestamente sucedió en este lugar, pero lo único que sé con certeza es que necesito ir a ver a Antonella para asegurarme de que esté bien.Observé a mi padre resoplar en cuanto me vio. Estaba furioso y decepcionado, pero eso no me sorprendió en lo absoluto. Dudo mucho que la muerte de Carlo haya movido alguna fibra sensible en su interior.Lo que más le importa, o más bien, lo que más le preocupa, es cuán manchado quedará nuestro apellido luego de este escándalo familiar de proporciones bíblicas.—Finalmente llegas. ¿Dónde diablos estabas? —inquirió mi padre entre dientes, tan tenso como una cuerda—. ¿Acaso sabes el nivel de problemas en los que nos ha metido tu esposa?Aún sin poder creer lo que acababa de escuchar del oficial, tomé asiento y me sentí incapaz de responder a sus reclamos.Lo último que necesito en este momento es entrar en una discusión con él. Mi prior
*GIOVANNI*Entré a la comisaría con el corazón en un puño, y la Tablet aferrada a mi mano sudorosa.La sola idea de ver a mi hermosa esposa detrás de unas rejas me partía el corazón. Sin embargo, apenas crucé el umbral, una nueva preocupación se materializó frente a mí al instante: el rostro furioso de mi suegro.Él me recibió con un desprecio palpable en sus ojos.Estaba acostumbrado a que el padre de Antonella me tratara con la punta del pie, pero en esta ocasión, su desprecio había desbordado todos los límites.—Será mejor que te largues, pedazo de basura. No tienes nada que hacer aquí después de haber dejado sola a mi hija toda la noche —me espetó con frialdad, sus ojos parecían a punto de saltar de sus cuencas de la rabia—. ¡Maldito desgraciado!Un hombre de traje se acercó a mi suegro y en voz baja dijo algo para apaciguar su furia. Tragué saliva, intentando mantener la compostura ante su furia.—Antone
* CANDICE *—¡Propongo un brindis!Todos quienes rodeaban la mesa, guardaron silencio cuando el gran jefe se puso de pie, y solicitó la atención de todos sus subordinados.Bebí un pequeño trago de mi copa de vino tinto, en cuanto mis ojos recorrían al grupo con el que convivía esta noche.Billy y Roger, dos pequeños y regordetes sujetos del equipo «A» del departamento de desarrollo, soltaron alaridos de júbilo, que pusieron en evidencia cuan pasados de copas ya estaban. El jefe elevó una ceja en dirección a ambos sujetos, quienes, a pesar de su grado de intoxicación, captaron la orden implícita en aquel pequeño y firme gesto.El hombre que lideraba esa mesa, era el responsable de firmar sus cheques a final de mes, así que se reincorporaron en sus asientos, y cerraron la boca.—Julian, Becky y Sofía, del equipo «D», han hecho un excelente trabajo con la campaña publicitaria para nuestros clientes de Lexo Airlines, ¡felicidades! —exclamó con una pequeña sonrisa de complacencia en sus
* GIOVANNI *Forcé una sonrisa.Detestaba la convivencia con los empleados, pero 'Un hombre tiene que hacer, lo que un hombre tiene que hacer'.Claramente, invitar todas esas rondas de bebidas fue un error, pero, al fin y al cabo, de los errores se aprende.Han pasado apenas dos años desde que asumí el cargo de presidente de la Compañía Mancini, luego de pasar otros cuatro liderando exitosamente el departamento de Recursos Humanos, y, nadie puede negar, que estoy cien por ciento comprometido con mi trabajo.Para los miembros de la junta directiva, tener apenas treinta años de edad, parecía ser motivo suficiente para subestimarme.No les tomó mucho tiempo darse cuenta, de cuan equivocados estaban.Esta noche, era una de tantas en las que invertía tiempo y dinero para ganarme la lealtad de mis subordinados.Asentí con satisfacción cuando los más veteranos del grupo incitaron a los más jóvenes a tomar todas sus cosas y retirarse del establecimiento. —¡Miren la hora! —Dijo el encargado
* GIOVANNI *—¿Por qué, Candy? —resoplé malhumorado.Verla en ese estado me hervía la sangre, ¿acaso estaba lidiando con una adolescente incapaz de controlar la cantidad de alcohol que puede tolerar su cuerpo?¿Qué habría pasado si yo me hubiese ido temprano esta noche?Ella, probablemente, estaría siendo sometida por aquel pervertido subordinado que planeaba llevársela consigo, hasta solo Dios sabe dónde. Todas las posibilidades eran vomitivas, y hasta ahora, el malestar en la boca de mi estómago continuaba haciendo estragos en mi humor.Subirla a mi auto fue una tarea titánica, y, a pesar de que secretamente disfrutaba la manera en la que sus manos acariciaban torpemente mi cuerpo mientras caminábamos hasta la entrada del establecimiento, saber que lo hacía solo porque el alcohol le restaba puntos a sus inhibiciones, no terminaba de llenarme.El valet llegó con mi vehículo y le ofrecí una generosa propina luego de que me entregó las llaves.Candice soltó un par de risas juguetonas
* CANDICE *—Anoche llegaste ebria —mencionó Marcus como saludo, mientras yo me adentraba a la cocina por una taza de café.Me dolía mucho la cabeza, así que no hice más que dedicarle una mirada vacía. Eran las seis de la mañana, así que mi esposo ya se encontraba listo para salir a la oficina con su maletín y su porta planos.Él me miró de pies a cabeza y negó en un gesto desaprobatorio.—¿Cómo diablos llegaste a casa? No veo tu auto en la entrada.Marcus tomó la bolsa de papel con su desayuno, y aguardó por una respuesta de mi parte.—Tomé un taxi —dije, simplemente.La mirada penetrante de Marcus provocó una extraña reacción en mi cuerpo, de repente, sentí comezón.Rasqué mi codo, visiblemente incómoda, pues, lo último que necesitaba hoy, era ahondar en los eventos de anoche.Él negó por última vez, antes de hacer un ademán con su mano que denotaba su poco o nulo interés en saber si lo que acababa de decir era cierto o no.—Como sea, recuerda que mañana tenemos una cita con la ter
* CANDICE *El señor Mancini se dirigió hasta la pequeña área para refrigerios que instaló en su oficina y sirvió dos tazas de café.Durante todo ese tiempo, entre ambos reinó el silencio, pues, estaba claro que a mi jefe no le agradó ni un poco que mi primera reacción —al escucharlo decirme que trabajaríamos juntos en un gran proyecto— fuera el rechazo.—Ten —dijo, dejando una taza de humeante café frente a mí en su escritorio.Él bebió un corto trago del suyo mientras se dirigía hasta su lugar. Lo vi adoptar una pose seria y profesional cuando finalmente se puso cómodo y se preparó para escuchar mis motivos para no ir con él a Viena. —No puedo dejar Nueva Orleans, no por ahora… —dije, cautelosa.—¿Y el motivo es…? —inquirió con esa mirada penetrante que me hacía temblar las piernas.—Terapia.—¿Terapia?—Sí, de parejas… ya sabe… Marcus y yo… intentamos mejorar las cosas en casa.La expresión de mi jefe se oscureció. Y estoy segura de que, si rodar sus ojos frente a mí no fuera un a