A la semana siguiente decidimos ir al funeral de mi madre biológica, no estaba asistiendo a ese lugar precisamente por cariño, sino porque quería ver quienes irían a despedirse, y probablemente mi hermano podría aparecer en el lugar.Nos hicimos cargo de todo, incluso de darle una sepultura digna. Después de todo, me gustara o no, ella era una parte de mi vida de la que no podría arrancar.Solo estábamos Nicholas y yo, claramente era una mujer bien solitaria.Una vez enterrada, mi esposo me dejó a solas para poder despedirme. Me agaché para dejarle un bello ramo de rosas y cuando me levanté, me encontré frente a frente con mi versión masculina.Era alto, delgado, estaba muy bien vestido y evidentemente muy sorprendido de verme.Le estiré la mano para saludar y me presenté.—Emilia McDowell.—Tomas Rodríguez, sé quién eres, te he visto en revistas. ¿Me puedes decir qué haces tú en el entierro de mi madre? —Levantó una ceja.—Despidiéndola, al igual que tú.—Lo siento, Emilia, estoy con
Al rato el hotel estaba completamente revolucionado, buscando al autor de los hechos.Para variar, mi cuerpo solo reaccionaba temblando. Nicholas, me había ayudado a vestirme y me puso su jersey sobre mi ropa para quitarme el frío.Estaba sentada junto a mi esposo en el sofá con un té que me habían llevado, no sabía cómo explicarle a mi rubio que estaba temblando así no por el frío, sino porque ese beso me arrastró a recuerdos que creí que ya tenía superados y olvidados.Su abrazo me reconfortaba, pero ya le temía hasta a mi sombra.—Em, tranquila. —Me besó una de mis manos.—Nicholas, necesito que vayas a hablar para que no despidan al guardia. Lo están retando por dejarme entrar y es mi culpa. Tú y yo lo sabemos.—No te dejaré sola, pero apenas se acerque alguien de la administración, diremos que entraste escondida y que él se comportó a la altura del problema, para que no sufra las consecuencias.Ambos mirábamos cómo todo se movilizaba hasta que llegó la administradora a conversarn
Ya estábamos acostados y abrazados. Los hombres que nos cuidarían estaban afuera de la habitación. El equipo de trabajo estaba revolucionado en Estados Unidos, intentando aclarar la situación en los medios.Vi los vídeos y claramente daba para pensar que la esposa del famoso cantante estaba engañándolo con el ex guitarrista en un hotel o, por lo menos, era lo que la prensa quería hacer creer al resto.No me importaba lo que la gente pensara de mí, pero sí que Nicholas perdiera todo lo que por años había conseguido en cosa de minutos por mi culpa. —Emilia, tranquila. Mi equipo sabe lo que tiene que hacer, por el momento sólo tenemos que mantenernos al margen de todo escándalo. La gente olvida rápido. —dijo, con voz suave. Estaba tranquilo. —¿Y qué pasó cuando fuiste detenido? —Bien, llegamos a la estación de policías, nos pidieron nuestros documentos y nos hicieron hablar sobre lo ocurrido. Conté todo, y que mi reacción había sido porque quien estaba a mi lado te había tocado y besa
Emilia:Qué bueno saber de ti, recién pude detenerme y ver lo que me enviaste. Reconozco muy bien a algunas de las personas. Te comento que estuve hace cuatro años en Chile, visitando a mi madre y ahí conocí a Andrés. A tu padre y madre también pude conocerlos.Con respecto a los demás, no tengo información.No puedo ayudarte más, lo lamento. Espero haber sido de ayuda para ti.Atte.: Tomas Rodríguez.Llegué al departamento, vi la cama y mi rubio sexi ya se había levantado. Fui al baño y desde la puerta me quedé mirando a lo que más amaba en el mundo. Era perfecto. —¿Piensas quedarte ahí espiando hasta que termine? —me habló sin voltearse. —¿Cómo supiste que estaba aquí? —Reí. —Tengo ojos en la espalda. —Se volteó y sonrió mientras el agua caía por su cuerpo.Me saqué la ropa y entré a la ducha con él. Un beso apasionado me recibió. —¿Dónde estabas? Me asusté al despertar y no verte —dijo mientras me besaba el cuello. —Olvidémonos por un momento de lo que ocurre afuera de esta du
Me sentaron en una oficina llena de espejos. Había vivido muchas cosas, pero eso realmente era lo más tenebroso que había pasado.Jamás pensé estar presa, y mi inglés aún era insuficiente para entender todo lo que entraba a decirme la gente. De una u otra manera lo agradecí. Estaba bloqueada, pero eso me ayudó con tiempo para que Nicholas me buscara un abogado.Un hombre con traje, moreno y con acento latino entró al lugar. Se sentó frente a mí y empezó a hablar:—¿Usted sabe por qué está aquí? —preguntó con una voz muy amable.—No —respondí.—¿Usted conoce esta arma? —Puso en la mesa el arma que supuestamente había hecho desaparecer.—No.—Entonces, ¿cómo explica usted que esa arma tiene sus huellas? Y, además, que es la misma arma que mató a su padre.—No lo se.—Señora McDowell, le recomiendo que nos haga más fácil el trabajo, si no se pudrirá en la cárcel.—Es que de verdad no entiendo lo que me está diciendo. Además, tengo derecho a hablar con un abogado.—Así es, pero ni el mejo
No paraba de sospechar de todo el mundo, pero Nicholas tenía razón, ya era momento de dejar las cosas hasta ese momento.Por lo menos eso me dejaba tranquila, pensando que Andrés podría haber quedado vivo de alguna forma. Él solo tenía nacionalidad británica y chilena.¿Cómo podría conseguir la información del otro nombre en la policía? Sabía que estaba muy complicado, pero, como siempre, mi cabeza no paraba de darme ideas.Estaba en nuestra habitación, sentada en la sala de estar, viendo la tele basura y escuchando todo lo que hablaban de nosotros. Era gracioso cómo tenían tanta imaginación los periodistas. En cosa de minutos pase de ser una delincuente asesina a una drogadicta adicta al crack que estaba llevando por el mal camino al cantante favorito de las noventeras.Mientras pensaba en eso, Nicholas me despertó. —Me voy, Em, tengo reuniones. Renato vendrá a acompañarte. —Solo espero no haberte causado problemas en tu trabajo. —Hice un puchero. —Al contrario, todo esto me está
Entramos corriendo a la urgencia, preguntamos por el italiano y nos hicieron pasar a verlo.Estaba tirado en una cama, llorando y completamente angustiado.—¡Llegaron! —exclamó. Tenía cara de dolor.—Renato, ¿qué paso? ¿Estás bien? —pregunté, preocupada. Le tomé la mano.—¡No lo estoy, miren! —Se bajó la frazada que lo tapaba y nos mostró su pene completamente inflamado y morado.Ambos con Nicholas, cerramos los ojos, sintiendo su dolor.—¿Qué fue lo que te paso? —preguntó Nicholas, aguantando la risa y las ganas de burlarse.—Fui donde un amigo para que me recomendara algo, porque mi aparato acá abajo no había caso que reaccionara. Quería darle una sorpresa a mi polli polli, pero resultó todo mal. Había pedido mucho sushi para esperarlo en nuestra mesa, tapado de rolls y, obviamente, listo para que tuviéramos acción.Fue imposible no reírnos a carcajadas de la situación.—No les pedí que vengan para que se rían, par de calientes. Ya los quiero ver cuando empiecen con problemas o cuan
Nuevamente miraba para todos lados sin tener un rumbo definido. Mi impotencia era tanta que ya me daba lo mismo qué hacer o dónde ir.Mientras lloraba y estilaba por la lluvia, la gente empezó a mirarme y sacar fotografías. Me volví loca, gritándoles que, por favor, se detuvieran y me dejaran tranquila.—¡Tienen que parar! ¡Déjenme tranquila, por favor! —grité.Nadie me escuchaba ni hacía caso, al contrario, mientras más les gritaba más gente llegaba a ver el circo.Me sentí ahogada, así que salí corriendo sin rumbo y sin pensar en las consecuencias que eso podría traerme.Cuando ya logré divisar que nadie me seguía con su teléfono o cámara, recordé que andaba con guardaespaldas, pero al mirar para todos lados me di cuenta que también lo había perdido.¿Qué diablos se suponía que tenía que hacer? Mi cartera la llevaba él por precaución. En ella tenía todo: dinero, teléfono, documentos.Nuevamente observé a mi alrededor, muy desorientada. No sabía para dónde estaba caminando ni cómo sa