Me sentaron en una oficina llena de espejos. Había vivido muchas cosas, pero eso realmente era lo más tenebroso que había pasado.Jamás pensé estar presa, y mi inglés aún era insuficiente para entender todo lo que entraba a decirme la gente. De una u otra manera lo agradecí. Estaba bloqueada, pero eso me ayudó con tiempo para que Nicholas me buscara un abogado.Un hombre con traje, moreno y con acento latino entró al lugar. Se sentó frente a mí y empezó a hablar:—¿Usted sabe por qué está aquí? —preguntó con una voz muy amable.—No —respondí.—¿Usted conoce esta arma? —Puso en la mesa el arma que supuestamente había hecho desaparecer.—No.—Entonces, ¿cómo explica usted que esa arma tiene sus huellas? Y, además, que es la misma arma que mató a su padre.—No lo se.—Señora McDowell, le recomiendo que nos haga más fácil el trabajo, si no se pudrirá en la cárcel.—Es que de verdad no entiendo lo que me está diciendo. Además, tengo derecho a hablar con un abogado.—Así es, pero ni el mejo
No paraba de sospechar de todo el mundo, pero Nicholas tenía razón, ya era momento de dejar las cosas hasta ese momento.Por lo menos eso me dejaba tranquila, pensando que Andrés podría haber quedado vivo de alguna forma. Él solo tenía nacionalidad británica y chilena.¿Cómo podría conseguir la información del otro nombre en la policía? Sabía que estaba muy complicado, pero, como siempre, mi cabeza no paraba de darme ideas.Estaba en nuestra habitación, sentada en la sala de estar, viendo la tele basura y escuchando todo lo que hablaban de nosotros. Era gracioso cómo tenían tanta imaginación los periodistas. En cosa de minutos pase de ser una delincuente asesina a una drogadicta adicta al crack que estaba llevando por el mal camino al cantante favorito de las noventeras.Mientras pensaba en eso, Nicholas me despertó. —Me voy, Em, tengo reuniones. Renato vendrá a acompañarte. —Solo espero no haberte causado problemas en tu trabajo. —Hice un puchero. —Al contrario, todo esto me está
Entramos corriendo a la urgencia, preguntamos por el italiano y nos hicieron pasar a verlo.Estaba tirado en una cama, llorando y completamente angustiado.—¡Llegaron! —exclamó. Tenía cara de dolor.—Renato, ¿qué paso? ¿Estás bien? —pregunté, preocupada. Le tomé la mano.—¡No lo estoy, miren! —Se bajó la frazada que lo tapaba y nos mostró su pene completamente inflamado y morado.Ambos con Nicholas, cerramos los ojos, sintiendo su dolor.—¿Qué fue lo que te paso? —preguntó Nicholas, aguantando la risa y las ganas de burlarse.—Fui donde un amigo para que me recomendara algo, porque mi aparato acá abajo no había caso que reaccionara. Quería darle una sorpresa a mi polli polli, pero resultó todo mal. Había pedido mucho sushi para esperarlo en nuestra mesa, tapado de rolls y, obviamente, listo para que tuviéramos acción.Fue imposible no reírnos a carcajadas de la situación.—No les pedí que vengan para que se rían, par de calientes. Ya los quiero ver cuando empiecen con problemas o cuan
Nuevamente miraba para todos lados sin tener un rumbo definido. Mi impotencia era tanta que ya me daba lo mismo qué hacer o dónde ir.Mientras lloraba y estilaba por la lluvia, la gente empezó a mirarme y sacar fotografías. Me volví loca, gritándoles que, por favor, se detuvieran y me dejaran tranquila.—¡Tienen que parar! ¡Déjenme tranquila, por favor! —grité.Nadie me escuchaba ni hacía caso, al contrario, mientras más les gritaba más gente llegaba a ver el circo.Me sentí ahogada, así que salí corriendo sin rumbo y sin pensar en las consecuencias que eso podría traerme.Cuando ya logré divisar que nadie me seguía con su teléfono o cámara, recordé que andaba con guardaespaldas, pero al mirar para todos lados me di cuenta que también lo había perdido.¿Qué diablos se suponía que tenía que hacer? Mi cartera la llevaba él por precaución. En ella tenía todo: dinero, teléfono, documentos.Nuevamente observé a mi alrededor, muy desorientada. No sabía para dónde estaba caminando ni cómo sa
El hombre que se hizo pasar por mi hermano estaba recibiendo un cheque de Renato o, mejor dicho, de mi esposo, ya que al quitárselo me di cuenta que la firma era de él.El hombre me vio, recogió su cheque de mis manos y se largó sin decir nada.—Renato, subiremos a la habitación y tendrás que explicarme porqué tú y Nicholas le pagaron a ese hombre.—Em, no es lo que crees. ¿Dónde estabas y quien es esta? O este... —preguntó, al ver que Amanda me acompañaba.—Ella es Amanda, me perdí y me salvó de ser comida por cocodrilos nocturnos.—¿Hay cocodrilos en Madrid? No sabía —bromeó, nervioso.—Renato, es una metáfora, ahora camina, si no quieres que haga un show aquí mismo.Llegamos a la habitación y todo el equipo de Nicholas estaba ahí. Desesperados, llamando a medio mundo para encontrarme. Mi rubio al verme en mi versión de the walking dead, se acercó rápidamente.—Em, ¿dónde estabas? Estás helada —dijo al abrazarme. Se sacó su jersey y luego de quitarme el abrigo que estaba empapado, m
Me encontraba mirando por la ventana el amanecer, sentada y abrazada a una manta.Nicholas, tenía que cumplir con contratos, así que luego de contarle todo lo que me había ocurrido y cómo había logrado llegar al hotel, se fue a la ducha para partir su día. —¿Estarás bien? ¿Quieres venir conmigo? —susurró en mi oído, mientras yo miraba a través de la ventana. —No, cariño, necesito estar a solas —respondí, llorando. —Renato me llamó, en un rato vendrán a dejarte ropa nuevamente.—Gracias.—Me tienes preocupado.—No me dejes caer, Nicholas, te lo ruego —contesté, sollozando y muy angustiada.—No lo haré. No quiero dejarte sola. Puedo decir que estoy enfermo y quedarme contigo. —Me abrazó.—Necesito pasar por esto. La soledad me ayudará a pensar.Me dio un tierno beso y se alejó, pero antes de que llegara a la puerta para irse le dije: —Saldré de compras cuando me sienta mejor, siento que tengo que devolverle la mano a Amanda. —Puedes usar mi tarjeta. —Nicholas, anoche vi a Andrés.
—Em, no veo a nadie más que esos dos en la barra. ¿A quién te refieres? —Apuntó a la barra con la mirada.Miré para todos lados y efectivamente la imagen que yo había visto ya no estaba.—¿Me estaré volviendo loca? —Miré a Nicholas a los ojos.—No sé a quién viste, Em.—A Andrés.—No creo que te estés volviendo loca, pero sí sé que necesitas descansar. Estás estresada.—Tienes razón. Tengo que olvidarme de todo. Es imposible que esté acá.—Vamos a la cama, mañana es un nuevo día. —Me tomó de la mano.Ya tumbados, abrazados y listos para dormir, le conté de mi nueva contratación.—No quiero involucrar más a Renato en mi vida. Lo necesito lejos, por lo mismo me llevo a Amanda.—Em, vienes recién conociendo a esa mujer. Está bien regalarle cosas y ayudarla, pero de ahí a llevarla a trabajar con nosotros, creo que es mucho.—Nicholas, por favor, confía en mi instinto, es una buena persona.—Está bien, pero tienes que dejarle claro que no puede consumir drogas mientras esté trabajando y me
—El ánfora siempre la tuve yo. Se enterró, pero después entré en dudas.—¿Y por qué guardarías a un muerto? Y que más encima, es el ex de tu esposa... —preguntó Renato.—No lo guardé por ser el ex de mi esposa, Renato. Lo guardé pensando en que en algún minuto alguien iba a querer tenerlo, pero me equivoqué. Nunca nadie vino por él.—¿Cómo te enteraste que fuimos al cementerio? —pregunté.—Fácil, contrataron al mismo hombre que tengo contratado para que espíe quién va a esa tumba. Son los únicos que lo han visitado.—Lo siento, Nicholas, debería habértelo contado.—No sé por qué me lo ocultas, si desde un principio te dije que iría contigo y que te ayudaría.—Porque me dices que estoy obsesionada.— ¿Y crees que desenterrar a un muerto no es obsesión? —Se tomó la cabeza con ambas manos, tratando de controlar su enojo.—Bien, yo me largo, tener a ese hombre justo en frente mío hace que se me revuelva el estómago. Incluso muerto me da miedo.Nos despedimos de Renato y la conversación co