Llegamos a la estación de policías. Tenía la piel de gallina y el estómago completamente revuelto.Nos sentaron en una sala y ahí esperamos a que la agenteThomas llegara. Era una mujer morena, su piel era perfecta. Me habría atrevido a decir que era mulata. Estatura promedio y una dura mirada.—Buenas tardes, soy la agente Thomas. —Estiró la mano para saludarnos—. Me disculpo por haberlos molestado un sábado.—No hay problema —contesté.—Bien, iré directo al grano. —Abrió una carpeta y me mostró una carta—. Esta carta estaba en un sobre dirigido a usted en las manos de Andrés Schneider. Lógicamente, porque se transformó en parte de la investigación, no pudimos entregársela, pero sí me interesa que la lea.Asustada, tomé la hoja que estaba adentro de una bolsa plástica y la leí.“Emilia, no hay nada en la vida que nos haga más felices que el amor, sé que tú lo tienes. ¿Imaginas que pasaría si te lo quitaran? Te encontraré, aunque estés en la oscuridad”.Leí la última estrofa y de inme
Sentía cómo mi sexo gritaba para que despertara y mis pezones reclamaban por atención. Me sentía mojada, completamente excitada. Poco a poco y con un gemido fuidespertando.—¡Ah...! —Ahogué un gemido en una de mis almohadas. La espalda se me encorvaba y rápidamente abrí los ojos parasaber qué me pasaba.—¿Em, estás bien? —preguntó mi sexi rubio al escucharmegemir.—Estaba soñando.Se acercó con la toalla en la cintura y su cuerpo mojado.Venía saliendo de la ducha y se veía tan sexi que lo único que quería era montarme sobre él.—Creo que necesito una ducha, estoy un poco caliente —me levanté, desvistiéndome para que viera lo duro que tenía mis pezones. Vio la hora en su reloj de pulsera y con un suspiro dijo:—Llegaré tarde, pero no me importa.Solté una risita al recibirlo nuevamente, entre nuestras sábanas.Teníamos poco tiempo. Rápidamente, lo tumbé en la cama y con una risita maliciosa, bajé hasta su pene. Lo introduje en mi boca y lo succioné. Le gustaba, podía escuchar su re
Llevábamos horas viendo fotografías, era imposible reconocer a alguien. Me entregaron un control y nos dejaron solos, mirando las caras de los presos. En la parte deatrás de la sala en que nos dejaron, había un espejo gigante. Imaginé que era para espiarnos. ¿Éramos sospechosos de algo que aún no me enteraba? Era lógico, también me habría puesto en la lista de las principales personas que querían ver a Andrés muerto.—Esto es ridículo —comenté mientras seguía pasando fotografías de personas que nunca en mi vida había visto.—Ya estamos aquí, hagamos lo que nos piden.—Tengo que contarte algo —le dije a Nicholas mientras seguía haciendo clic al botón para pasar las fotos.—Te escucho.Iba a empezar a contarle lo de la bolsa con el test de embarazo, pero una cara de las de las fotografías se me hizo familiar. La detuve, me acerqué y aunque sabía que en alguna parte había visto al hombre que estaba ahí, no pude identificarlo.—¿Sabes quién es? —pregunté.—Quizá si le sacáramos la barba,
—Su nombre es Steve Lennox, nacido en la ciudad de Washington DC, en el año 1970. Trabajó con usted por veinte años como chofer y guardaespaldas, señor McDowell. Conocido como su brazo derecho. ¿Por qué lo despidió? —Mirófijamente a mi rubio, esperando una respuesta.—Despedí a todo mi personal luego del secuestro de Emilia.No confiaba en nadie —respondió Nicholas, seguro y sin pensar en la respuesta.—¿Despidió al hombre que por años estuvo con usted? ¿Sabía usted que este hombre tenía un cáncer terminal? ¿Sabía que se dedicaba a traficar? —Replicó la policía, enfadada.—No tenía idea —respondió mi rubio.—¡¿Por qué hay un depósito desde su cuenta de un millón de dólares?! —Exclamó, golpeando la mesa.—Usted lo dijo, fue mi brazo derecho por veinte años y tuve que despedirlo. ¿Qué esperaba? Lo mínimo era remunerarlo por sus años de trabajo. En cuanto a las otras preguntas que usted está haciendo, mi respuesta es no.—Las muestras de sus huellas y las que fueron encontradas en el cu
Pedí un taxi y me fui a un hotel con mi pequeña Alice. Gracias a la tecnología pude comprar todo lo necesario para estar bien y pasar la noche con ella.A diferencia de las últimas veces que había arrancado, en esemomento sí podía costearme un lugar para dormir y pensar bien las cosas antes de regresar.Mi teléfono, con llamadas entrantes de Nicholas y Renato no paraba de sonar. Nuevamente, había sido impulsiva al llegar e irme, pero hablamos de un asesinato.Mi pequeña rubia se había quedado dormida en el taxi, así que eso me dio tiempo para poder pensar en qué hacer.La noche había llegado, me sentía angustiada. Normalmente, tenía a mi italiano para que me abrazara y aconsejara, en ese momento estaba completamente sola. Nicholas me había enviado un WhatsApp y mi cabeza me decía que no lo leyera, porque lo único que conseguiría era convencerme de regresar con él.Finalmente, ganó mi corazón y ansiedad.«Em, por favor, dime, ¿dónde están? No nos alejes nuevamente. Estamos juntos y es
Todo parece volver a la normalidad en la vida de Emilia. Después de lo ocurrido —y un final un poco confuso para ella—, decide seguir su vida junto a Nicholas, hasta que una llamada inesperada y muchas mentiras la obligan a llegar a la verdad. Sin saber qué es lo que encontrará y las consecuencias de su decisión, sigue involucrándose en la oscuridad de un juego que parece interminable.Te encontraré es la secuela de No me busques, en donde las fantasías de Emilia y Nicholas cobrarán vida, sin imaginar que todo lo que hacen, está siendo observado por una persona que está dispuesta a todo, con tal de conseguir lo que quiere.¿Te atreves a jugar?
Las pesadillas no me dejaban dormir. Todas las noches veía los rostros de quienes me hicieron tanto daño. Fue el peor mes de mi vida. Nicholas intentaba hacer todo lo posible, pero mi ansiedad iba en aumento. La situación era incontrolable. Necesitaba con urgencia un tratamiento psiquiátrico. Voluntariamente me interné en un centro de rehabilitación. Manejar mis traumas, ansiedad y crisis era un gran trabajo.Quería estar bien, por mí y mi esposo. Necesitaba poder acompañarlo en sus viajes sin ser una molestia o que tuviese que estar pendiente de su esposa loca. Marqué cada día en el calendario, saliendo de ese lugar me iría de gira por el país con mi esposo. Confiaba en los médicos y en que volvería a ser la Emilia feliz que era antes.
Me encontraba en la ciudad de Nueva York.Mi rubio favorito estaba terminando su gira por el país, lo había acompañado a todo lo que pude, ya que era la única forma de verlo. Me aprendí a la perfección las coreografías y me di el tiempo para que Ryan, el nuevo guitarrista, me enseñara lo básico del instrumento. Era un excelente profesor y con una paciencia única. Todos los días me daba clases de una hora en el horario de almuerzo, pero de esa hora usábamos, con suerte, treinta minutos, porque el resto del tiempo era para reírnos y burlarme de su cabello, el cual, según yo, estaba muy mal cortado y según él, era un corte carísimo que estaba a la moda. Sus grandes ojos marrones hablaban mucho de él, ya que se reía con ellos. Cada vez que teníamos un tiempo nos mofábamos de Renato, quien pasaba todo el día gritando y mandando a su equipo. Esa parte del día era la mas entretenida, siempre fue un poema verle la cara cuando lo imitábamos. Trataba de olvidar todo lo que había ocurrido h