Nuevamente miraba para todos lados sin tener un rumbo definido. Mi impotencia era tanta que ya me daba lo mismo qué hacer o dónde ir.Mientras lloraba y estilaba por la lluvia, la gente empezó a mirarme y sacar fotografías. Me volví loca, gritándoles que, por favor, se detuvieran y me dejaran tranquila.—¡Tienen que parar! ¡Déjenme tranquila, por favor! —grité.Nadie me escuchaba ni hacía caso, al contrario, mientras más les gritaba más gente llegaba a ver el circo.Me sentí ahogada, así que salí corriendo sin rumbo y sin pensar en las consecuencias que eso podría traerme.Cuando ya logré divisar que nadie me seguía con su teléfono o cámara, recordé que andaba con guardaespaldas, pero al mirar para todos lados me di cuenta que también lo había perdido.¿Qué diablos se suponía que tenía que hacer? Mi cartera la llevaba él por precaución. En ella tenía todo: dinero, teléfono, documentos.Nuevamente observé a mi alrededor, muy desorientada. No sabía para dónde estaba caminando ni cómo sa
El hombre que se hizo pasar por mi hermano estaba recibiendo un cheque de Renato o, mejor dicho, de mi esposo, ya que al quitárselo me di cuenta que la firma era de él.El hombre me vio, recogió su cheque de mis manos y se largó sin decir nada.—Renato, subiremos a la habitación y tendrás que explicarme porqué tú y Nicholas le pagaron a ese hombre.—Em, no es lo que crees. ¿Dónde estabas y quien es esta? O este... —preguntó, al ver que Amanda me acompañaba.—Ella es Amanda, me perdí y me salvó de ser comida por cocodrilos nocturnos.—¿Hay cocodrilos en Madrid? No sabía —bromeó, nervioso.—Renato, es una metáfora, ahora camina, si no quieres que haga un show aquí mismo.Llegamos a la habitación y todo el equipo de Nicholas estaba ahí. Desesperados, llamando a medio mundo para encontrarme. Mi rubio al verme en mi versión de the walking dead, se acercó rápidamente.—Em, ¿dónde estabas? Estás helada —dijo al abrazarme. Se sacó su jersey y luego de quitarme el abrigo que estaba empapado, m
Me encontraba mirando por la ventana el amanecer, sentada y abrazada a una manta.Nicholas, tenía que cumplir con contratos, así que luego de contarle todo lo que me había ocurrido y cómo había logrado llegar al hotel, se fue a la ducha para partir su día. —¿Estarás bien? ¿Quieres venir conmigo? —susurró en mi oído, mientras yo miraba a través de la ventana. —No, cariño, necesito estar a solas —respondí, llorando. —Renato me llamó, en un rato vendrán a dejarte ropa nuevamente.—Gracias.—Me tienes preocupado.—No me dejes caer, Nicholas, te lo ruego —contesté, sollozando y muy angustiada.—No lo haré. No quiero dejarte sola. Puedo decir que estoy enfermo y quedarme contigo. —Me abrazó.—Necesito pasar por esto. La soledad me ayudará a pensar.Me dio un tierno beso y se alejó, pero antes de que llegara a la puerta para irse le dije: —Saldré de compras cuando me sienta mejor, siento que tengo que devolverle la mano a Amanda. —Puedes usar mi tarjeta. —Nicholas, anoche vi a Andrés.
—Em, no veo a nadie más que esos dos en la barra. ¿A quién te refieres? —Apuntó a la barra con la mirada.Miré para todos lados y efectivamente la imagen que yo había visto ya no estaba.—¿Me estaré volviendo loca? —Miré a Nicholas a los ojos.—No sé a quién viste, Em.—A Andrés.—No creo que te estés volviendo loca, pero sí sé que necesitas descansar. Estás estresada.—Tienes razón. Tengo que olvidarme de todo. Es imposible que esté acá.—Vamos a la cama, mañana es un nuevo día. —Me tomó de la mano.Ya tumbados, abrazados y listos para dormir, le conté de mi nueva contratación.—No quiero involucrar más a Renato en mi vida. Lo necesito lejos, por lo mismo me llevo a Amanda.—Em, vienes recién conociendo a esa mujer. Está bien regalarle cosas y ayudarla, pero de ahí a llevarla a trabajar con nosotros, creo que es mucho.—Nicholas, por favor, confía en mi instinto, es una buena persona.—Está bien, pero tienes que dejarle claro que no puede consumir drogas mientras esté trabajando y me
—El ánfora siempre la tuve yo. Se enterró, pero después entré en dudas.—¿Y por qué guardarías a un muerto? Y que más encima, es el ex de tu esposa... —preguntó Renato.—No lo guardé por ser el ex de mi esposa, Renato. Lo guardé pensando en que en algún minuto alguien iba a querer tenerlo, pero me equivoqué. Nunca nadie vino por él.—¿Cómo te enteraste que fuimos al cementerio? —pregunté.—Fácil, contrataron al mismo hombre que tengo contratado para que espíe quién va a esa tumba. Son los únicos que lo han visitado.—Lo siento, Nicholas, debería habértelo contado.—No sé por qué me lo ocultas, si desde un principio te dije que iría contigo y que te ayudaría.—Porque me dices que estoy obsesionada.— ¿Y crees que desenterrar a un muerto no es obsesión? —Se tomó la cabeza con ambas manos, tratando de controlar su enojo.—Bien, yo me largo, tener a ese hombre justo en frente mío hace que se me revuelva el estómago. Incluso muerto me da miedo.Nos despedimos de Renato y la conversación co
Fuimos corriendo tras la persona que se levantó rápidamente de la silla cuando terminamos de cantar. Salimos del bar y tomados de la mano miramos para todos lados, pero no había rastros de Andrés.Subimos a nuestro auto, el cual estaba estacionado justo en la salida y Nicholas encendió el motor para irnos a casa. —Cariño, no pagamos la cuenta —dije, preocupada.Nicholas, llamó a alguien de su equipo y pidió que, por favor, llamaran al lugar he hiciera transferencia de lo que habíamos consumido. Estaba en la llamada y un auto deportivo negro hizo sonar descaradamente su motor.Nicholas, dobló el volante y salió tras de él. —Nicholas, por favor, maneja con cuidado. —¡Ese idiota me va a escuchar! —Gritó, golpeando con ambas manos el volante.Estaba muy enojado, irreconocible, me daba miedo hablarle, porque cualquier cosa lo podía enfurecer aún más. —Nicholas, por favor, maneja con cuidado —repetí, asustada al ver que la velocidad aumentaba cada vez más.Saqué mi celular y le escribí
Habían pasado cuatro meses desde que desperté, poco a poco me fui familiarizando con mi hogar y familia.El neurólogo dijo que tarde o temprano iré recuperando algunos recuerdos. Que eso dependía en un gran porcentaje del apoyo de mi esposo.Andrés, además de ser un hombre muy guapo era un excelente marido. Todos los días llegaba de su trabajo a saludar a nuestra bebé que venía en camino y eso provocaba tanta ternura en mí que intentaba ser feliz e imaginarme una vida junto a él.Con mucho esfuerzo y constancia del equipo médico que tenía en casa, logré volver a caminar. Prácticamente tuve que aprender de nuevo, pero siempre tenía a mi mano derecha, alentándome para salir adelante.La bebé iba creciendo, y con ello también lo hacía mi barriga, pero mi ginecólogo estaba muy preocupado por mi peso. No lograba aumentarlo, al contrario. Estaba pesando muy poco y era preocupante, ya que la bebé tenía que alimentarse.Cada día que pasaba intentaba recordar algo, pero nada de lo que había en
Mi barriga de treinta y seis semanas ya estaba muy grande y pesada. Me costaba caminar y sentía que la bebé venía pronto, porque cada día que pasaba, las contracciones aumentaban más y más.Estaba cansada de estar encerrada en la casa, ya me sabía de memoria cada rincón. En estos meses solo habían aparecido vagas imágenes de mi vida: un auto deportivo color negro no dejaba de rodearme la cabeza y mis sueños con unos bellos ojos azules no me dejaban pasar el día sin pensar en que había algo que yo aún no estaba viendo.El nombre de Nicholas McDowell me sonaba en la conciencia cada vez que tenía sexo con Andrés, pero no lograba tener recuerdos sobre él.Por lo que Andrés me dijo, el nombre Nicholas era de mi ex, así que solo asumí que el apellido era el que Sofía me había dicho, pero, ¿por qué me llamaría señora? Andrés no me daba pistas sobre nada, solo contaba historias muy bonitas de nosotros, las cuales tampoco lograba mantener en mis recuerdos.Una contracción fuerte me detuvo mien