Fuimos corriendo tras la persona que se levantó rápidamente de la silla cuando terminamos de cantar. Salimos del bar y tomados de la mano miramos para todos lados, pero no había rastros de Andrés.Subimos a nuestro auto, el cual estaba estacionado justo en la salida y Nicholas encendió el motor para irnos a casa. —Cariño, no pagamos la cuenta —dije, preocupada.Nicholas, llamó a alguien de su equipo y pidió que, por favor, llamaran al lugar he hiciera transferencia de lo que habíamos consumido. Estaba en la llamada y un auto deportivo negro hizo sonar descaradamente su motor.Nicholas, dobló el volante y salió tras de él. —Nicholas, por favor, maneja con cuidado. —¡Ese idiota me va a escuchar! —Gritó, golpeando con ambas manos el volante.Estaba muy enojado, irreconocible, me daba miedo hablarle, porque cualquier cosa lo podía enfurecer aún más. —Nicholas, por favor, maneja con cuidado —repetí, asustada al ver que la velocidad aumentaba cada vez más.Saqué mi celular y le escribí
Habían pasado cuatro meses desde que desperté, poco a poco me fui familiarizando con mi hogar y familia.El neurólogo dijo que tarde o temprano iré recuperando algunos recuerdos. Que eso dependía en un gran porcentaje del apoyo de mi esposo.Andrés, además de ser un hombre muy guapo era un excelente marido. Todos los días llegaba de su trabajo a saludar a nuestra bebé que venía en camino y eso provocaba tanta ternura en mí que intentaba ser feliz e imaginarme una vida junto a él.Con mucho esfuerzo y constancia del equipo médico que tenía en casa, logré volver a caminar. Prácticamente tuve que aprender de nuevo, pero siempre tenía a mi mano derecha, alentándome para salir adelante.La bebé iba creciendo, y con ello también lo hacía mi barriga, pero mi ginecólogo estaba muy preocupado por mi peso. No lograba aumentarlo, al contrario. Estaba pesando muy poco y era preocupante, ya que la bebé tenía que alimentarse.Cada día que pasaba intentaba recordar algo, pero nada de lo que había en
Mi barriga de treinta y seis semanas ya estaba muy grande y pesada. Me costaba caminar y sentía que la bebé venía pronto, porque cada día que pasaba, las contracciones aumentaban más y más.Estaba cansada de estar encerrada en la casa, ya me sabía de memoria cada rincón. En estos meses solo habían aparecido vagas imágenes de mi vida: un auto deportivo color negro no dejaba de rodearme la cabeza y mis sueños con unos bellos ojos azules no me dejaban pasar el día sin pensar en que había algo que yo aún no estaba viendo.El nombre de Nicholas McDowell me sonaba en la conciencia cada vez que tenía sexo con Andrés, pero no lograba tener recuerdos sobre él.Por lo que Andrés me dijo, el nombre Nicholas era de mi ex, así que solo asumí que el apellido era el que Sofía me había dicho, pero, ¿por qué me llamaría señora? Andrés no me daba pistas sobre nada, solo contaba historias muy bonitas de nosotros, las cuales tampoco lograba mantener en mis recuerdos.Una contracción fuerte me detuvo mien
Una bonita guitarra me esperaba en casa, la tomé y de inmediato supe que sabía tocarla. —Puedo tocarla —le dije con una sonrisa a Andrés mientras hacía sonar algunos acordes.La imagen de él aplaudiendo y sonriendo en un lugar que parecía un bar, se me vino a la mente. Mi primer recuerdo. Quien estaba en frente mío me había ido a ver tocando en ese lugar.Con dulzura le di un beso en forma de agradecimiento. Agradecí el recuerdo que había llegado a mí, ya que me hacía acercarme más a quien tenía en frente.Los días pasaron, Alice cada vez estaba más grande y sus lindos ojos verdes y cabello rubio brillaban al ver a su papá y mamá. —Andrés, necesito empezar a hacer una vida fuera de casa. Tener un celular, computador, televisión, algo que me comunique con el mundo exterior. —Tienes que pensar en Alice, ella te necesita, Esas cosas son una distracción.La guitarra ayudaba a que me desconectara, muchas de las canciones que me sabía aparecían de forma instantánea al tocar. Seguramente
—No me gustan los marcos, había pensado darte una sorpresa y cambiarlos. Lo siento, no pensé que te molestaría. —No me molesta para nada, pero podrías haberme pedido ayuda.Le sonreí, me acerqué a él y le di un beso. —Voy a bañar a Alice. —¿Me estás evadiendo? —preguntó con cara de confundido. —¿Cómo se te ocurre? Estoy feliz por lo que hicimos hoy, y un poco cansada también, por eso quiero bañar a la bebé pronto. Para irnos a dormir. —¿Y para que me modeles tus compras?Nuevamente fingí una sonrisa. Tendría que tener sexo con él, tenía que llegar al fondo del asunto, y preguntarle directamente a Andrés no era buena idea, porque solo conseguía que me confundiese más.Estiró los brazos a la bebé y dijo que iría a darle un paseo mientras yo me preparaba para la noche. —Emilia, Sofía la bañará, no tienes de que preocuparte. —Está bien —respondí, entregando a Alice con temor.Una vez que ya se alejaron, fui al baño y me metí dentro de la tina, ya que en ese lugar no había cámaras.
A la mañana siguiente desperté con el movimiento de Andrés, pero me hice la dormida para no tener que besarlo.Sentí cómo me tomó en brazos y me llevó a la que era nuestra habitación.Seguía siendo muy dulce, pero todo el daño que había causado no era perdonable. Me había encerrado, se había hecho pasar por el padre de mi hija, y por lo poco que podía recordar, había sido un hombre muy violento. La pregunta era: ¿por qué hacía todo eso?Me incorporó a nuestra cama y me tapó con una cobija. El plan había salido a la perfección. Seguro que él pensaba que habíamos tenido buen sexo toda la noche.Pude escuchar cómo hablaba con alguien en el teléfono, pero no comprendía bien las frases completas, ya que su voz era muy baja.Me levanté y cautelosamente me acerqué para escuchar. —Creo que está recordando, pero no me lo ha dicho. —Hizo una pausa—. Necesito a alguien que la vigile las veinticuatro horas del día. Quedo tranquilo sabiendo que no ha tenido contacto con el exterior.Todo lo que e
Ya habían pasado tres semanas desde el cambio de casa. Cada vez me sentía más sola, confundida y sin ganas de hacer cosas.Trataba de fingir en mi día a día lo máximo posible, pero había veces que no podía disimular el asco que me daba tener sexo con un hombre al que no quería.Revisé nuevamente cada rincón para intentar recordar más cosas, pero no había nada.Andrés venía llegando, así que me acerqué a él para saludarlo y conversar sobre algún permiso para siquiera poder ir a comprarme ropa, ya que todo me quedaba demasiado grande, y eso me hacía sentir incómoda y muy desaliñada. La respuesta fue inmediata, un no rotundo. —Pero, ¿no hay alguna tienda privada como la de ropa interior? —No lo sé, Emilia, pero no puedo acompañarte ni salir contigo, podrían encontrarme. Ya saben que estoy vivo. —¿Cómo es eso? ¿Alguna vez no lo estuviste? —Me hice la desentendida con mis recuerdos.Su cara de asombro, y de que había metido la pata hasta el fondo no fue posible de esconderla, eso me dio
No sé cuánto tiempo habré estado dormida, pero desperté con la habitación oscura y con un dolor de cabeza horrible. No era por el golpe que me había dado, si no por lo que había tomado, seguramente.Me senté y escuché a Andrés hablar por teléfono. Sin emitir ningún ruido me acerqué.—Está bien, lo quiero mañana a primera hora aquí. Quien entra no sale. Espero que estés claro con eso. Tú y yo la conocemos bien. Si recuerda, no descansará hasta salir de acá.Fue muy duro oír esas palabras. Sobre todo, porque me confirmó lo que ya sabía. Si no hacía bien las cosas, mi hija quedaba sin madre. Así de sencillo.Volví a la cama y resignada, decidí bloquear el pasado e intentar un futuro con Andrés. Vi su sombra sentada a mi lado y, haciéndome la que venía recién despertando, le dije:—¿Por qué hiciste eso?—Porque me estás mintiendo.—No lo hago, no sé a qué te refieres. Yo te amo a ti.— ¿Y por qué me dijiste Nicholas, entonces?—No lo sé, tienen que haber sido las drogas. Es imposible que