Un año atrás.
Derek.
Mi móvil suena con una llamada de la mansión. Contesto, y lo primero que oigo es el llanto de mi princesa.
—Kelly —digo alterado —. ¿Por qué lloras, cariño?
Escucho sus sollozos.
—Es mamá, Derek. Está encerrada en el baño, y llora demasiado —grita hipeando —. Por favor, ven, tengo mucho miedo.
Salgo de la empresa como alma que lleva al diablo. Me subo a mi coche, y arranco a toda velocidad. A los quince minutos llego, estaciono mi auto y bajo sin importarme nada.
Al entrar a la habitación de madre, me quedo en shock. Mi corazón empieza a retumbar con fuerzas.
Kelly...
Mi pequeña hermana está al lado de su cuerpo inerte, y llora a gritos.
No. No. No.
Me acerco cayendo de rodillas a su lado. Toco su pulso y al notar que ya no tiene vida, grito con todas mis fuerzas.
—¡¿Qué has hecho, mamá?! —Mi voz es frenética —. ¡¿Cómo pudiste ser capaz?!
—Mamá... —Kelly también está llorando.
Todo lo que hago es abrazar al cuerpo inerte de mi madre. Ella fue capaz de abandonarnos. Lo hizo por él. Todo esto lo hizo por él...
***
Ha pasado un año desde su muerte, y aún me cuesta superarlo. Kelly sufrió mucho, y yo también. Nos hizo falta todos los días, pero salimos adelante a pesar de todo. Mi pequeña hermana retomó sus clases de ballet, y yo trabajo sin parar en las empresas.
Es una buena forma para olvidar mis problemas.
La puerta de mi despacho se abre, y Ana entra con su coquetería habitual.
—Buenos días, señor Hall. Estos son los informes de hoy.
Ignoro su tono meloso.
—Déjalos sobre mi escritorio, quiero que anules todos mis compromisos —Replico serio—. Ahora retírate.
—Cómo usted diga, señor.
Sin más sale de mi despacho, contoneando su hermoso trasero. Si no fuera mi secretaria, tal vez la follaría. Ha trabajado conmigo durante mucho tiempo, y no quiero arruinarlo. Ana es muy eficiente e inteligente. Ella confesó que le gusto, pero le respondí que no estoy para enamoramientos. Mi vida se la dedico a mi hermanita, y al trabajo.
Alrededor de una hora después, estoy sosteniendo la mano de Kelly, y juntos caminamos por el cementerio.
—Hoy es un año de su muerte.
Su rostro adquiere un destello de tristeza, y asiente.
—La extraño mucho.
—Yo también la extraño, Kelly —respondo amargamente.
Kelly apenas es una jovencita de quince años. Es la luz de mis ojos, y pronto cumplirá los dieciséis. Sólo espero que ningún idiota se le acerque porque soy capaz de matarlo. Ella es todo lo que tengo. Aprieto su mano mientras nos acercamos a la tumba de mi madre. Duele estar aquí, pero a pesar de todo la sigo amando.
—Derek... —Kelly sacude mi mano —. Alguien dejó flores en la tumba de mamá, ¿quién será?
Mi ceño se frunce.
—Seguro una de sus amigas vino a visitarla.
Deseo llorar, y reprocharle a mi madre. Me contengo porque no quiero verme débil frente a Kelly. ¿Cómo pudo quitarse la vida?, ¿no pensó en nosotros? Fue un acto egoísta. Kelly todo lo que ha hecho fue llorarle. Entró en depresión, y tuve que enviarla con una psicóloga. Gracias al cielo, el ballet la ayuda bastante. Sé que mamá le dijo algo antes de suicidarse, pero mi pequeña hermana no ha querido decirme. Quisiera borrar ese momento de su mente, pero es imposible.
Toda la fortuna que tenemos, le pertenecía a mamá. Mi abuelo antes de morir, le heredó todo; hoteles, empresas. Mamá tenía mucho dinero. Era el cebo perfecto para muchos interesados.
Mi padre era uno.
—¿Ella nos quiso? —pregunta Kelly, y veo una lágrima resbalar por su mejilla.
—Por supuesto que sí, princesa. Nunca lo dudes.
Juntos miramos fijamente la tumba. No hay días que no eche de menos a mi madre. El único culpable de su muerte fue papá, pero ya nos veremos la cara.
—¿Entonces por qué se suicidó?
Alboroto su cabello, y respondo:
—Porque mamá es humana como todos. Cometió un error.
Amó con su vida a papá. Ese fue su gran error.
***
Hoy tengo ganas de salir, y olvidarme de todo. Dejo a Kelly en casa, y tras bañarme, subo a mi auto. Pongo la llamada de Javier en altavoz mientras conduzco.
—Dime que estás listo. Esto se está poniendo buenísimo.
Ruedo mis ojos fastidiado.
—Estoy cerca del local.
—Uff, hombre, hay unas mujeres...
Cuelgo antes de que pueda decir algo más. No estoy dispuesto a escuchar las tonterías de Javier.
Llego al club cerca de veinte minutos. Un enorme cartel ilumina su nombre "Diva". Nunca he venido a estos lugares. Estoy aquí sólo para no quedar mal con Javier, y para relajarme un rato. Una vez que pago, los guardias me dejan entrar.
—¡Por fin llegas! —espeta eufórico, y me da una palmada en la espalda.
—No grites.
Él sonríe, y empezamos a caminar hacia la pista de baile. La música electrónica está dejándome sordo, y aprieto mis dientes claramente molesto. Odio sitios como éste.
—¿Qué te parece el lugar?
—Vulgar —respondo, y Javier se ríe.
—Cambia esa cara, hombre. No te arrepentirás de venir aquí.
Ruedo los ojos posando la mirada en la tarima en la cual aparece un hombre moreno con un micrófono. La luz se enciende con bujías de colores y en ella se ve los tubos para strippers.
—¿Bailan mujeres en esa cosa? —pregunto con curiosidad.
Su sonrisa aumenta.
—Sí, así parece.
—¡DAMAS Y CABALLEROS SEAN BIENVENIDOS AL CLUB DE DIVA, CON USTEDES LA MEJOR BAILARINA DE STRIPER... ISABELLLA!
En la tarima aparece una chica muy linda. Mis ojos no se despegan de ella. Su trasero empieza a menearse de la manera más sensual, y muerdo mi labio sin poder evitarlo. Su largo cabello rubio cae como cascadas por su espalda, y veo a su mano acariciar su estómago plano. Todos los hombres aplauden como dementes, gritando palabras obscenas, pero ella sólo se limita bailar. ¿Acaso nunca han visto una mujer semidesnuda? ¡Idiotas! Bufo mirando a muchos locos pervertidos, actúan como perros en celo.
—Mierda, esa mujer es jodidamente linda —comenta Javier, y se centra en la chica.
Tiene razón. Ella se ve lindísima, provocativa, usa un sostén ajustado, mostrando su vientre plano y unos bikinis muy ajustados a su trasero, calza bota altas. Esta mujer se ve demasiado caliente, y de pronto las ganas de tenerla me abruman.
Dos hombres se unen a ella en el escenario, acariciando su cintura, y tocando su trasero. Ella se ve algo incómoda, como si no le gustara que la tocarán. ¿Por qué no le gustaría? De pronto sus ojos se encuentran con los míos, y trago saliva.
La rubia en ningún momento deja de mirarme mientras baila. En este momento me gustaría ser yo el bastardo afortunado que la tocara.
—Sé que te gusta —afirma Javier sonriente.
Me encojo de hombros.
—¿Para qué negarlo? Ella me ha puesto duro.
Su carcajada atrae la atención de muchas personas.
—Pues ve por ella, campeón.
Al acabar la música, la chica desaparece del escenario. Luego el tipo moreno toma el micrófono y grita con euforia que habrá noche de elección. Me pregunto qué mierda es eso.
—Quisiera conocerla —digo antes de que pueda detenerme.
—Es la primera vez que te veo muy entusiasmado.
Choco mis puños con él, y luego nos dirigimos a la barra para beber. En algún momento una pelirroja lo invita a bailar, y él acepta encantado.
—Amigo, iré a divertirme un rato.
Levanto mi copa en su dirección.
—No olvides usar condón.
Me guiña un ojo.
—Siempre —dice desapareciendo de mi campo de visión.
Alguien acaricia mis brazos, y veo a una morena sonriéndome.
—¿Qué tal si hacemos lo mismo?
Aparto sus garras de mis brazos.
—No estoy interesado.
Me mira con una sonrisita.
—¿Acaso te gustan los hombres?
Es mi turno de sonreír.
—Las mujeres me encantan, cariño, pero tú no.
Hago una mueca cuando noto cuerpos sudorosos, música ruidosa, y mujeres fáciles. Definitivamente éste lugar no es de mi agrado. Sé que Javier va a demorarse, así que decido irme. Una vez fuera, un par de gritos llama mi atención. Hay dos mujeres discutiendo en una esquina. Mi aliento se detiene cuando veo a la rubia de la tarima. Miro mi entorno, y me doy cuenta que me equivoqué de salida.
La rubia luce tan pequeña, y asustada. Me quedo quieto, escuchando la conversación. No parece la misma chica de hace minutos.
—Te dije que te acostaras con él, estúpida. Iba a darte mucho dinero.
—¿Por qué no te acuestas tú con él, y me dejas en paz? —pregunta la pequeña rubia.
La mujer adulta levanta una mano propinándole una bofetada.
—Maldita malagradecida —La pobre se queda quieta sin defenderse. Me gustaría defenderla, pero no es de mi incumbencia —. ¿Crees que nunca he estado con hombres?
—Yo elijo con quién estar, Rosalie. Ese viejo decrépito sólo me causa asco.
—¿Cómo demonios vas a pagarme la habitación, las ropas, y la comida que te ha dado? —replica la tal Rosalie —. ¿Cómo? Piénsalo muy bien, estúpida.
—Encontraré una forma, pero no acostándome con ese viejo.
La mujer asiente, y se dirige al local, pero luego regresa nuevamente, y dice:
—Dame las llaves y busca donde dormir. Si no me traes el dinero que he gastado en ti, te largas. ¿Entiendes, estúpida?
Sin decir nada más, entra al local hecha una furia. La chica se deja caer en la pared. Coloco sus manos en su rostro, y llora de la forma más lamentable. Tengo que admitir que me da mucha pena de esta manera. ¿Tiene que soportar eso para sobrevivir? Sin dudarlo, me acerco a ella en un intento de consolarla.
—Déjame ayudarte —susurro.
Ella levanta su rostro, y estoy sin aliento cuando veo sus ojos. Son tan increíblemente azules. Su piel es pálida a la luz de la luna, y su cabello brilla como el oro. Es preciosa.
—¿Cuánto me pagarás por una noche? —pregunta.
Parpadeo confundido.
—Yo... no me refería a sexo —aclaro —. Pero si quieres, puedo darte mucho dinero por una noche.
Una lágrima resbala por su mejilla, y asiente.
—¿Cuánto?
—¿Quinientos dólares te parece bien? Supongo que es suficiente para pagar esa habitación.
Se pone de pie rápidamente, y limpia sus lágrimas antes de suspirar.
—De acuerdo.
Sus ojos se abren ampliamente cuando la abrigo con mi chaqueta.
—No es necesario —musita nerviosa.
—Estás temblando de frío. No digas nada.
Luego entrelazo su pequeña mano con la mía, y nos dirigimos a mi auto. Le abro la puerta, pero ella no entra. Parece tensa, y nerviosa.
—¿Estás segura?
Ella asiente sin mirarme a los ojos. Definitivamente se nota tan inocente, pero es obvio que no lo es.
—Terminemos con esto de una vez.
Me siento mal por aprovecharme de su situación, pero no voy a mentir. Tengo ganas de devorarla ésta noche, y haré que sea inolvidable.
Isabella.¿En qué demonios estaba pensando cuando acepté venir con éste hombre? Tal vez la enfermedad se me subió a la cabeza, pero fue mi mejor opción. Mejor éste chico elegante, y sexy que ese viejo decrepito. Cuando lo miro, me doy cuenta que fue mi mejor elección. Es alto, su cabello es castaño, y sus ojos de un rico marrón. Su cuerpo bien atlético, y sus labios son húmedos. Huele muy bien, y de pronto la idea de intimar con éste desconocido no es tan mala. Debo hacerlo, o la maldita de Rosalie me echará a patadas de su club.—Puedes bajar, Isabella —dijo abriéndome la puerta del auto. Lo miro confundida.—¿Cómo sabes mi nombre? — se ríe.—Cuando diste el espectáculo, dijeron tu nombre. —me sonrojo.—Oh.Miro la enorme mansión frente a mis ojos. Este hombre realmente es adinerado, mejor dicho, multimillonario. Hay varios hombres encorbatados vistiendo un tra
Isabella.Despierto en los brazos de Derek. Su respiración se siente muy tranquila, y se aferra a mi cuerpo como si no quisiera soltarme nunca. Un nudo se instala en mi garganta, y cierro mis ojos. Me acosté con él por dinero.Vendí mi cuerpo.Me siento sucia, y trato de no llorar. Me convertí en lo que Rosalie quería.Una puta.El dolor entre mis piernas palpita, y debo admitir que estoy muy adolorida. Siento que desgarró algo en mí, pero a la vez estoy complacida. Derek fue dulce conmigo. No me puedo quejar, pero ahora sólo deseo irme.Trato de apartar sus brazos de mi cintura, pero él se niega.—¿Dónde vas, preciosa? —Su voz ronca provoca escalofríos en mi piel.—Es hora de irme.—¿Tan pronto?—Sí.Me posiciona debajo de él en la cama, y estoy sin aliento. Su cabello está alborota
Isabella.Despierto con un dolor fuerte en el estómago.Me retuerzo en la cama, y no aguanto más. Las lágrimas están cayendo de mis ojos, y sollozo. Me pongo de pie con dificultad, y busco las pastillas que me recetaron meses atrás para controlar el dolor en mi estómago. Las busco dentro de las gavetas, pero no están. ¿Qué haré?Caigo De rodillas, sintiéndome que moriré aquí mismo. El dolor es insoportable. Todo lo que hago es llorar, y pedir ayuda, pero nadie viene. Siento que moriré de dolor, y cierro mis ojos.***Rosalie.Escucho como Isabella llora, y pide ayuda. Quizás está sintiendo dolor nuevamente, pero todo lo que hago es sonreír, y encogerme de hombros. Por mi esa pobre tonta puede morirse.—¡Rosalie! —grita, y ruedo mis ojos fastidiada.Entro al asqueroso cuarto que le presté, y me acerco. Está ahí en
Derek.No puedo borrar la sonrisa de mi rostro. Ella accedió venir conmigo, y todo lo que quiero es besarla, y sostenerla. Es preciosa, y su dulce olor está en cada parte de mí. No suelto su mano en ningún momento cuando ingresamos al departamento, y cierro la puerta con llave.—¿Dónde estamos? —pregunta tímidamente, y con los ojos bien abiertos.—Es mi departamento, aquí tendremos más privacidad —Le digo —. En mi casa no la tenemos. Kelly entra y sale de mi habitación cuando quiere. Es muy curiosa.Me dedica una pequeña sonrisa.—Ella es adorable.Este departamento la compré hace un año, pero jamás lo usé hasta ahora. Isabella mira nuestro entorno bastante sorprendida. Puedo notar por sus reacciones que jamás ha estado en lugares tan lujosos.—Es muy bonito.—Lo compré hace un año.—¿Aquí vienes con otras chicas?
Derek.Despertar a su lado es la sensación más reconfortante del mundo.Admito que no he dormido toda la noche. Lo único que he hecho fue contemplarla, y preguntarme qué oculta realmente. No puedo olvidar esa expresión de dolor en su rostro. Ella ha dicho que no significa nada, pero miente.Isabella está mintiéndome.La idea de ella con otro hombre me vuelve loco. Espero que acepte pronto mi propuesta. Quiero tratarla como a una reina, darle lo que ella se merece.Acaricio cada detalle de su cuerpo, y soy compensado cuando suspira. Esta mujer está calando hondo, y esa idea me aterra. No volveré a ser el mismo si ella me aleja.Mi celular empieza a vibrar en la mesita de luz, y ruedo los ojos fastidiado cuando noto que se trata de Javier. ¿Qué quiere ahora?—¿No crees que es muy temprano para molestar? —bufo.—Mierda, lo siento, pe
Derek.Despierto por la calidez que desprende su cuerpo, y la abrazo con fuerza. Definitivamente estoy acostumbrándome a esto, y es una mala señal.Sus largas pestañas rubias acarician sus mejillas, y su rostro se ve pálido bajo las luces que entran por la ventana. Esta mujer es un ángel, y me niego a dejarla ir pronto.Me dejó claro que firmó un contrato, pero no estará en ese bar de mala muerte por mucho tiempo.—¿Isabella? —susurro intentando despertarla.Nada.Parece agotada, y decido dejarla dormir un poco más mientras me doy una ducha. Cuando termino de bañarme, me dirijo al comedor para desayunar. Kelly ya está en la mesa comiendo sus cereales.—Buenos días, señor Derek.—Buenos días, María. Sírveme una taza de café por favor.—Cómo usted diga, señor.María se retira, y miro a Kelly con una s
Isabella.Despierto sin ganas. Mis ojos se posan en el pequeño calendario, y suspiro cansada. Hoy es mi cumpleaños número diecinueve. Un día más para mí. Un día dónde aborrezco mi existencia, y mis ganas de desaparecer aumentan. Además, debo ir al médico, y no tengo ganas.Todavía recuerdo al imbécil que Rosalie me presentó ayer. ¿En serio quería acostarse conmigo? Espero no volver a verlo. Eso jamás sucederá. Yo sólo quiero estar con Derek de esa manera.Hoy será la última vez que dormiré aquí. Seguiré trabajando en el bar hasta que el contrato termine, pero pasaré mis noches en el departamento de Derek. Sonrío ante esa idea, y miro la llave que sostengo en mis manos.Él me ha dado las llaves de su departamento a sólo días de haberme conocido. ¿Quién hace eso? La imagen de la sonrisa de Derek no se borra de mi mente, y me levanto de la cama un poco más animada.Decido darme un
Isabella.Mi día ha mejorado considerablemente gracias a Derek. Siento que estoy aprovechándome de él. Me ha comprado un iPhone, y ahora me hará el amor. ¿Qué está pasando realmente entre nosotros?, ¿esto es sólo sexo? Lo dudo.Me concentro en sus caricias, su lengua lamiendo mi cuello, y su mano bajando lentamente el cierre de mi falda. Estoy contra la puerta, gimiendo suavemente. Mis pechos ahora están expuestos, y puedo ver la admiración en sus ojos.—Eres preciosa —jadea —. Realmente eres preciosa.—Derek...Se pone de rodillas, y pone una de mis piernas sobre su hombro. Mi rostro está rojo, y el sudor recorre mi piel. Sé lo que hará, y no lo detengo en ningún momento. Enredo mis dedos en su sedoso cabello, y tiro con fuerza cuando empieza a chupar mi clítoris. Mi cabeza golpea la puerta, y gimo en voz alta.—Eres una droga para mí —Me mira por un breve segu