Sin rastro.

El señor Cabianca reviso cada rincón del departamento de una manera minuciosa, logre conseguir su satisfacción, y eso me emociono. Ese instante en que sus ojos estaban tan cerca, descubrí una tristeza profunda, ese dolor tan obscuro que carga me conmovió, sentí una conexión con él, y un deseo inexplicable de protegerlo.  Como si ese hombre necesitara algo de mí.

Estoy demente.

No estaba dentro de mi planes quedarme aquí, bien puedo conseguir algo en otro lado, pero no creo que sea mejor que esto y por mi hijo haría lo que fuera necesario.

La habitación que me ofrece es mucho mejor de lo que le he ofrecido a mi pequeño Callisto. La observo es cómoda, cálida, y tiene cosas necesarias, como cambios de ropa, toallas y cosas de aseo personal. Debo hablarle de mi hijo. 

—Te suce... —el timbre suena parece que se inquieta —¡Quédate aquí, no salgas!— me exige

No entiendo, no debería ir yo a abrir la puerta. Me indica que guarde silencio antes de cruzar la puerta, me hace desconfiar, saco de mi mochila un viejo revolver de mi padre. 

Espere como me ordeno después de unos minutos escucho todo en calma, al salir a ver que sucedía, en el departamento no se encontraba nadie.  Lo mejor que puedo hacer es acatar su orden de no salir, desconocía cuánto iba demorar; en que momento acepte trabajar con él un hombre más misteriosos.

En su despacho, siempre lo observaba en silencio, algo en él me atraía. Esa soledad en la que siempre se mantenía, era como una esfera de cristal impenetrable. Siempre con ese rostro de piedra, sus labios no sabían sonreír, y sus ojos no conocían el brillo de un hombre vivo.

 Cabianca no volvió hasta la hora de la cena, me fue difícil salir. La noche era peligrosa para ir a ver a mi hijo, tendría que quedarme aquí. Ni siquiera tenía un teléfono para avisar a la mujer que cuidaba de él, mientras yo regresaba a casa. por suerte la noche paso en un abrir y cerrar de ojos.

En la madruga escuche ruidos, faltaban cinco a las cinco, me levante despacio, y como debo pasar por la cocina para llegar a la sala, tome un sartén. “Bueno, señor Archi ha ganado también una vigilante y además una guardaespaldas”

 Se escuchaban como pujidos, claro imagine una escena erótica, andar sin zapatos por ese piso me hacía silenciosa. Pude volver a la habitación sin que me notara, pero la curiosidad fue muy fuerte.

¿Qué clase de mujeres le gustaban a ese hombre? más que eso… ¿qué clase de mujer aceptara estar con un ogro como Cabianca?

Al llegar, ahí estaba el hombre sin camisa, bañado en sudor pero solo, levantando unas pesas, no pienso negar que esto provoco sensaciones placenteras en mí. Me gire y recargue sobre la pared desviando mi mente de fantasías que estaban llenado mis pensamientos.  Aprete el mango del sartén, me estaba gustando mucho ese hombre.

Con el sartén en la mano, decidí preparar el desayuno.

Cuando el salió para el bufet tome mi bolsa de mano y corrí a ver a Callisto, aún era temprano llegue a tiempo para ver a mi hijo antes de despertar, darle el desayuno y alistarlo para la escuela.

 Me senté en la cama y besé su frente, verlo me llenaba de una voluntad inquebrantable.

—Por qué no llegaste a dormir estaba muy preocupado por ti mamá

Se incorpora frotándose los ojos, es un príncipe despeinado y muy adormilado.

—Lo siento cariño, no pude avisarles, recuerdas que te dije algo de cambios, te contare en el camino mientras vamos a la escuela ¿está bien? ponte los zapatos, ven a la mesa.

Mientras Callisto terminaba de arreglarse, yo tome una pequeña maleta y comencé a guardar su ropa, le agradecí a la señora Isabella que cuidara de mi pequeño, le di un poco de dinero por las molestias que le ocasiones, la mujer era un pan de Dios.

Lo lleve al colegio y le explico un poco de los cambios que han surgido.

—¿Iremos a vivir a donde mamá?

—A la casa de mi nuevo jefe.

Sueno bastante convencida de que no estoy haciendo nada malo aunque sé que sí, mi hijo de polisón, espero le sea divertido. No sé cuánto tiempo pueda mantener esta situación, pero mientras trabajare para ganarme su confianza.

Estoy segura que a mi pequeño le encantara estar ahí, la cama es mucho mejor que en la que duerme.

—Archi te despidió, creí que era tu amigo —balbucee, es la clase de mentiras que no debería decirle a mi hijo, nunca había cruzado palabra con el hasta que lo hice resbalar con agua sucia.

—Si y no, seguiré trabajado con el directamente, antes mi jefa inmediata era Grace, ¿Lo recuerdas?

—Si. Ella no me agrada mamá

—A mí tampoco —es un niño demasiado sincero.

Me provoca un poco de culpa mentirle de esta manera, es mejor que nunca supiera las humillaciones que he vivido, ese no es el ejemplo que quiero darle, él debe ser un niño fuerte y muy valiente, debe aprender a defenderse, siempre con palabras y razonamiento.

Me inclino a su estatura cuando llegamos al colegio, le beso la mejilla, es fresca y tersa. Sus brazos delgados me rodean el cuello, es un hijo muy afectuoso.

—Pasare por ti a la salida, pórtate bien y aprende mucho. Recuerda que tus calificaciones y tu esfuerzo, es mi premio

—Lo se mamá.

Es mi vida, todo lo que hago y todo lo que he sufrido ha valido la pena, ahora que me abraza tiernamente, cada vez que lo hace es un recargue de batería que me dice “levántate y sigue”.

Voy al supermercado y compro todo lo de la lista. Vuelvo al departamento y meto la pequeña maleta con la ropa de Callisto, la escondo bajo la cama, me apresuro a guardar todo en la alacena y a realizar mi trabajo, es demasiado gruñón pero es tolerable ¿Por qué nadie lo soporta?

Había una habitación cerrada, ahora que pasaba junto a ella me encontré que estaba abierta, la pequeña rendija me seducía a curiosear…  Mi trabajo era limpia así que no vi nada malo en entrar aquí. El piso se notaba sucio, y un fuerte olor a tabaco y a licor emanaba en ese lugar.

Este era seguro una habitación que llaman rojo. No quiero creer que Archi sea un adicto al placer de este tipo. Encendí la luz.

Que alivio, solo había una mesa larga, de unos tres metros, sillas bien colocadas por debajo, esto era una sala de juntas tal vez aquí mantenía reuniones con los otros abogados de su bufete.

Entraba muy poca luz era la habitación más oscura de toda la casa. En la mesa había papeles enrollados, largos y bastante gruesos. A un lado pegado en la pared un mueble donde había más papeles enrollados.

Coloque la cubeta con agua en el piso y saque de mi bolsa un pañuelo para comenzar a sacudir, el lugar tenía capaz de polvo, la luz de la lampara era muy tenue y apenas podía comprobar que hiciera bien mi trabajo.

Me sentia muy satisfecha de agradar a Archi, de complacerlo con la cena y el desayuno y el aseo. Era un reto para mi soportarlo y ganarme su confianza, entonces le confesaría sobre mi hijo.

Jale un libro, no pude evitar que cayera hasta el piso, todos esos libros estaban empolvados y con telarañas, un crujido me alerto que el mueble estaba por caerse, así que me moví atrás unos pasos, pero el ruido provenía de la madera del fondo del libero, se recorrió sola y otra madera se extendió al frente descubriendo sobre una mesa una fila interminable de armas, de distintos tamaños, fusiles de precisión, había armas muy antiguas, largas, grandes, rodeado de varis luces, exhibidas esto como una colección. Me acerque tentada a tocar un objeto tan antiguo.

 Una mano me cubrió la boca y me apunto en la cabeza con un arma. La sangre se helo en mis venas, me paralice por completo.

—¿Qué Demonios estás haciendo aquí?—un poco de calma me relajo, al escuchar esa voz, sentí escalofríos correr por toda mi espalda, cuando se dio cuenta de quien era me libero, di la vuelta, —Te hice una pregunta.

Me aturdí al sentir la punta del cañón sobre mi mejilla, elevé las manos indicando rendición.

Tomo mi muñeca y me saco a jalones;

—¿Como entraste?, ¿Quién eres?

—La puerta… la puerta estaba abierta, es mi trabajo señor limpiar la casa, soy solo la sirvienta.

Su rostro de molestia se suavizo de poco en poco. Sabía que no estaba mintiéndole. Su apretada mano soltó mi muñeca me mantuve junte a la pared, no le temía a nadie, pero era tanto tiempo sin estar en contacto con un arma que me provocó parálisis de cada extremidad de mi cuerpo.

Algo estaba claro nadie volvería a lastimarme, no se lo permitiría. Ahora tenía un ángel que cuidar.

Coloco el seguro al arma y la guardo detrás de su espalda.

—No vuelvas a entrar aquí. entendiste. Este lugar no es para ti. —saque mis cosas y las llaves se agitaron cuando él se aseguró que estuviera cerrada.

Su actitud cambio, parecía estar atormentado por alterarme de esta manera.

—Lo lamento. —dije con la cabeza abajo.

—Si todo el tiempo estarás cometiendo errores y disculpándote está relación será bastante tediosa, haces un buen trabajo, en un solo día pasaste la prueba pero esto… —guarde silencio, el rubor en mis mejillas se elevó, —Lo siento, me exalte cuando vi alguien adentro.

No debía preguntar que era ese lugar, no era de mi incumbencia.

—Hada D’Angeli —me intimidaba cuando él pronunciaba mi nombre, era una forma tan peculiar como mi nombre se deslizaba por su labios, alce la vista y él estaba mirándome, —, ya que nuestra relación será estrictamente laboral, quiero que me cuentes de ti, dime ¿quién eres?

Me desconcierta, y el brillo perverso en sus ojos me intimido. Cabianca se acerca yo doy un muy ligero paso atrás, e intuitivamente me pongo en alerta,  se mantiene a tan solo medio metro de distancia, su mirada esta sobre mí, no puedo desvía mi vista.

Me susurra, el corazón se desordena. Siempre he sentido algo por él no soy ingenua me gusta. Archie me gusta mucho, ese hombre reservado me atrae como un imán.

—Todo lo que debe saber está en mi currículo—era tal vez el momento de hablarle de Callisto, pero no me sentia capaz

—No, no todo está ahí, sé que algo me estas escondiendo, ¿Dime que es?

—Si yo le cuento mis secretos usted me contar los suyos. 

Le saco una sonrisa y una mirada llena de diversión, diversión, jamás había visto que su rostro se relajara de esa manera.  

—Podríamos hacer un trato, ¿qué quieres saber? —me sorprendió esa disposición, o era solo un juego de su parte.

Su ojos siguen sobre mi impasibles, se acerca aún más y yo me alejo, he cometido una imprudencia.

Me arrepiento de abrir la boca, veo a cualquier parte menos los ojos de Cabianca. Siento su acercamiento con otras intenciones.

Su teléfono suena y me pide que guarde silencio, se aleja. ¿Como fui tan imprudente? Siento la cara llena de color, cuando termina su llamada vuelve, me encuentra en la cocina. Sentir su presencia me turba más que antes.

—No hemos terminado de hablar, “Hada” —recalca mi nombre —me trasmites un escalofrió, pero necesito saber quién eres.

Estoy demente, pero creo que ese hombre puede leerme, o desea entrar en mi mente para descubrir todo lo que mi boca no es capaz de decir.

No dejo de pensar en esto durante todo el día, y dude por un momento si era la mejor decisión traer aquí a un niño tan pequeño, la única seguridad que tenía era que aquella habitación oscura esta cerra con llave, reviste toda la casa para saber dónde guardaba más armas.

Encontré un par de Magnum, escondidas en los rincones menos pensados. Estaban cargadas,  y listas para usarse, podría creer que es un hombre expuesto todo el tiempo, un arma estaba bien, pero esto. quien es este hombre y por qué se protege tanto.

Ese departamento era unan fortaleza, encontré detrás de la alacena otro panel secreto, lleno de espadas, esto era una locura, había armas en cada rincón, pero había una curiosa afinidad por armas antiguas.

Encontraba peligros para Callisto en cada rincón, pero era un lugar seguro, mi pequeño revolver no es suficiente, y moverme de una casa a otra era ideal para borrar mi rastro. Es un niño listo sé que sabrá entenderlo.

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