Estaba histérica aquel día, tengo que admitirlo, no dejaba de mirarme en el espejo, de repasar la casa observando si todo estaba en su lugar, aún no podía creer que él volviese a querer saber de mí, no podía creer que fuese cierto lo de que íbamos a volver a vernos.
Me llevé toda la mañana intentando alejar los pensamientos negativos, intentando esconder aquella parte de mí que tenía miedo y que temía que algo malo sucediese. Todo parecía demasiado irreal, pero aun así quería creer en ello, era la única luz de esperanza a la que podía aferrarme.
Casi faltaban veinte minutos para que llegase, cuando recibí un mensaje suyo.
“Alicia, lo siento, pero no voy a poder ir hoy. Se me ha presentado un imprevisto y me va a ser imposible asistir a tu casa”
“¿imprevisto? Podemos quedar más tarde, puedo ir a tu hotel más tarde si quieres o algo”
“Camila está aquí”
Sentí que me faltaba el aire en aquel momento, y esa parte de mí que estaba escondida salió a gritarme un alto y claro “TE LO DIJE”, provocando que mis lágrimas saliesen al darme cuenta de que nada había cambiado, de que aquella esperanza no había significado nada, tan sólo estaba viendo agua en el desierto, un espejismo que no tenía pies ni cabeza.
Él seguía con ella – me gritaba mi subconsciente - ¿qué esperabas? ¿qué te esperase a pesar de saber que habías elegido a otro?
Mis lágrimas salieron en ese instante, haciéndome comprender cuanto me dolía todo aquello, haciéndome comprender que, a pesar de haberlo negado, a pesar de haberlo escondido de todos, a pesar de no haber pensado en ello… yo… aún le amaba.
No respondí a su mensaje, no podía, era incapaz de ver nada con aquellas lágrimas, era imposible que nada tuviera sentido para mí en aquel momento.
Pero no podía quedarme en casa llorando por él, no, eso no me aliviaría en lo absoluto, no. Al contrario, me hundiría aún más en la miseria.
Me vestí con ropa cómoda y llamé a mi madre, intentando calmarme antes de hacerlo, pues no quería que notase que estaba mal.
Me pasé el resto de la tarde con mi madre, bailando flamenco y riendo sin parar, hasta que Paul vino a buscarla. Ella ni siquiera me preguntó sobre qué era lo que me había puesto en ese estado, creo que una parte de ella ya lo sabía. Pero sospecho que era porque no quería hacerme recordar, tan sólo quería distraerme y hacerme sentir mejor.
Volvía al coche para volver a casa, cuando cogí el teléfono por primera vez, tenía cinco llamadas perdidas y al menos diez mensajes suyos.
Me metí en el auto y comencé a leer los mensajes, pues estaba algo más fuerte, de nuevo con aquella coraza cubriéndome mi corazón, ya no dejaría que él entrase, jamás bajaría la guardia de nuevo, no valía la pena hacerlo.
MENSAJES:
Sonreí con melancolía al leer el último mensaje y luego respondí a este.
“Estoy bien. Pasé la tarde en la academia, bailando con mi madre, por eso no leí ni escuché ninguna de tus llamadas”
Arranqué el auto, y conduje hasta casa, ignorando el último mensaje que acababa de llegarme.
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Aparqué en mi postigo y caminé hacia casa, con una sonrisa en el rostro, estaba calmada, en paz. Mi madre a veces lograba cosas maravillosas.
Saqué el teléfono del bolso y leí sus dos últimos mensajes.
“Siento el plantón de hoy”
“Pero al menos ahora estamos en paz, tú ya me diste uno el otro día”
Sonreí divertida, para luego ponerme a contestar aquel mensaje.
“Ósea que lo has hecho a propósito, para vengarte” >_< ¬¬
“xD” “Me apetecía mucho verte, Alicia”
“Creo que no deberíamos volver a vernos Pablo. Lo hemos intentado dos veces, y el universo no ha querido que sea posible. Creo que lo correcto sería dejar de intentarlo”
“No lo creo, no aún. A la tercera, es la vencida. Si la próxima vez el universo vuelve a interferir, entonces me rendiré, pero no ahora”
“Pablo, de verdad, creo que …”
“¿Tu madre está en casa?”
“No ella ha salido con un amigo a cenar, y sospecho que tardará en llegar, así que me tocará cenar sola xD”
“Voy ahora, a tu casa. Camile ya se ha ido”
No quería que viniese, pero no sabía que decirle para que no viniese sin resultar tosca. Tan sólo quería preguntar por él y Camila, pero no lo hice. Tan sólo no volví a contestar.
Cuando la puerta sonó esa noche ya sabía que era él, pero estaba tan sumamente histérica que pregunté por el telefonillo.Soy yo, abre – aseguro él, y al abrir la puerta volví a verle, al fin, volví a sentir aquella mirada sobre la mía, y mi coraza se tambaleó un poco. Era increíble que él, con tan sólo una mirada pudiese hacerme temblar de aquella forma – he traído un poco de shushi para cenar y un vino.Sonreí, tímidamente, invitándole a entrar. Pero él, en lugar de entrar, tan sólo se quedó allí, mirándome, haciéndome enmudecer y bajar la cabeza, avergonzada.Estás preciosa – aseguró, agarrando mi mano para atraerme un poco hasta él, pero me solté antes de que lo hubiese hecho, estaba cansada de
Tomábamos vino en el salón, sentados en el sofá, mientras hablábamos de cosas varias, de las actuaciones, de cómo habíamos continuado nuestras vidas, aunque siempre sin meternos en conversaciones muy íntimas.Él, por ejemplo, se había dedicado en cuerpo y alma a componer, a su trabajo, a sus conciertos, a su gira, sus proyectos, y apenas le quedaba tiempo para nada más.Le conté sobre como la relación con mi madre había mejorado, y en aquel momento le hablaba de Juan (mi mánager) y lo cercano que se había convertido en los últimos meses.… y entonces Juan aseguró que no habría inconveniente en que mi abuela y yo interpretásemos esa canción juntas, en el concierto que tenemos en Granada, así que… - le explicaba, mientras él me escuchaba con atención, dejando
Mis lágrimas volvieron a caer, lo que provocó que él se separase un poco, limpiase estas con el dorso de la mano, y me acariciase la mejilla para intentar calmarme. Y lo hizo, no os podéis imaginar como lo hizo. Él acercó su rostro a mi frente y la besó con suavidad, para luego abrazarme, aferrándose a mí, sin querer dejarme ir aún.Nos mantuvimos así por varios minutos, dejándonos embriagar por el olor del otro, sin querer pensar en nada más, disfrutando de aquel momento por última vez, mientras mi corazón comprendía algo, la razón por la que él no podía aferrarse a mí, y entonces lo entendí todo: su negativa de vernos con la llegada de Camile, el insistir en que Camile podía hacerle olvidar, el fingir que ese beso no había pasado, el aferrarse a la idea de volver a separarnos, &eacu
Mantenía su mano entrelazada a la mía, mientras caminábamos con sigilo por los pasillos de mi casa, intentando evitar a mi madre, que estaba sentada en el salón viendo la tele, con una amplia sonrisa en nuestros rostros, sin dejar que nada más nos afectase. Acabábamos de aceptar continuar con aquella locura, comenzar una relación juntos, aferrarnos el uno al otro sin que importase nada más. No podía evitarlo, estaba feliz y no me importaba nada más.Reímos al llegar al jardín, cerca de la puerta de la calle, y nos miramos con complicidad. Y entonces se acercó a mí, besó mi mejilla, sonrió con calma, y se despidió:Te llamaré mañana – aseguró, para luego separarse de mí un poco, abriendo la puerta de la calle, aún sin soltar mi mano – ten dulces sueñ
Pablo.El mundo se volvió loco al día siguiente, cuando una fotografía en la que aparecía con Camile en Barcelona se filtró a los medios, y se hizo viral en cuestión de minutos.Temía por ella, por lo que pudiera estar pensando de mí, pero no tenía tiempo de pararme para avisarla, para calmarla. Tenía miles de periodistas en los alrededores del hotel, y mi mánager no hacía otra cosa que hablar por teléfono junto a mí, mirándome de vez en cuando con cara de malas pulgas.¿No podías haber sido un poco más precavido con esta situación? – preguntó molesto, cuando hubo colgado el teléfono – te dije que liarte con esa bailarina te traería problemas.¿Quién ha filtrado la fotografía? – fue lo &ua
Apreté la mano de aquella mujer que se aferraba a la mía, haciendo que esta dejase de llorar y mirase hacia mí, que abría y cerraba los ojos, despacio, intentando acostumbrar mi vista hacia aquella luz resplandeciente de hospital.Alicia – me llamó mi madre, mientras el dolor llegaba a mí, y comenzaba a sentir como me quemaba el pecho y la cabeza, además del resto del cuerpo que le tenía muy dolorido – no – rogó mi madre al ver mi intención de moverme – no te muevas, llamaré al doctor – aseguró, para luego pulsar un botón sobre la cama, para indicar que necesitábamos algo.¿qué ha pasado? – pregunté extrañada, intentando recordar cómo había llegado allí, pero por más que lo intentaba no podía, mi cabeza dolía
Al fin estaba en casa, había logrado convencerlos a todos de volver a mi hogar. Odiaba el hospital, aquel olor fuerte, la comida, e incluso la forma tan deprimente en la que la gente me tratase, como si tuviese un problema, como si estuviese enferma.Lo primero que hice al llegar a mi habitación fue cerrar la puerta y llorar, con fuerza, con todo el dolor de mi corazón. Pero no sirvió de nada, no podía escucharme, no podía oír absolutamente nada.El silencio me golpeaba duramente y apenas podía respirar, pero no podía morir, tan sólo vivir en un mundo sin sonidos, un mundo sordo donde aquel aplastante silencio me ahogaba.Pasé la mayor parte del día encerrada en mi habitación, y cuando salí a comer algo, mi madre me estaba esperando sentada en el sofá, y me hizo una señal para que me acercase.He pensado tomarme
Mis abuelos vinieron a verme en esa semana, a dos días antes de la operación y se quedaron conmigo todo el día, intentando animarme, pero se sorprendieron bastante al verme de tan buen humor.Hablé con Pablo ayer – me informaba mi abuela, mientras mi abuelo hablaba con el enfermero que acababa de entrar en la habitación, haciendo que le mirase extrañada, pues sabía que aquel día le tocaba a Joel, pero no había ni rastro de él ¿le habrían cambiado el turno – me dijo que intentaría escaparse para estar presente en la operación.No debería hacerlo – reconocí hacia mi abuela – si hablas con él dile que no le necesito aquí, su trabajo y el paripé con su novia deben ser más urgentes para él – mi abuela me miró sorprendida, no por mis