Cuando la puerta sonó esa noche ya sabía que era él, pero estaba tan sumamente histérica que pregunté por el telefonillo.
Sonreí, tímidamente, invitándole a entrar. Pero él, en lugar de entrar, tan sólo se quedó allí, mirándome, haciéndome enmudecer y bajar la cabeza, avergonzada.
Un escalofrío me recorrió entera, él cogió las copas y se marchó a la mesa, despreocupado, como si lo que hubiese echo fuese lo más normal del mundo. Yo me quedé allí, un poco atolondrada, sin poder reaccionar, durante un momento.
No quería pelear, no quería reclamarle, no quería discutir con él. Aunque había muchas cosas que aclarar no quería hacerlo, no cuando llevaba tanto sin verle, no cuando había deseado durante meses su cercanía.
Caminé hacia la mesa y me senté junto a él, mientras él sacaba la comida de la bolsa, para luego coger el abridor y comenzar a abrir el vino. Levanté mi copa para que me echase vino, y él lo hizo.
Me levanté de la silla y caminé hacia el enorme piano que había en el salón, mi lugar favorito de la casa. Me senté en el banco y miré hacia él, observando cómo bebía vino, para luego limpiar su boca y caminar hacia mí, sentándose entonces a mi lado.
Comenzó a tocar los primeros acordes, sin dejar de mirarme, provocándome una tierna sonrisa. Movía sus dedos con tanta sensualidad, que me provocaba una enorme ternura verle tocar así.
*Canción real de Pablo Alborán*
“Deja que hable” – Comenzó, sin dejar de mirarme – “Deja que hoy te cuente” “Cómo quema que te vayas entre lágrimas, me duele” – entonaba, mientras yo recordaba aquel momento en el que él limpiaba mis lágrimas, aquella noche, nuestra última noche juntos. Bajó la cabeza, mirando hacia el piano, y luego la levantó antes de seguir la siguiente estrofa.
“Déjame verte, una despedida, y ya me quedo en este infierno al ver que hoy me olvidas”
“Párale los pies a ese reloj que nos controla” – cantaba, refiriéndose por supuesto al tiempo, a lo rápido que me había marchado, lo rápido que todo había acabado, lo poco que le gustaba aquella situación – “que no nos deja ser, que apaguen el sol de una vez”
“Recuérdame, ahora que ya decidiste ir con él” – rompía el estribillo, mientras yo pensaba en ese momento en el que le comunicaba que elegía quedarme junto a Miguel Ángel, a pesar de que él me había confesado que me amaba. – “que sea lo que deba ser, aunque a mí me toque perder” – en esa frase denotaba su dolor, todo lo que había sufrido a causa de mi estúpida decisión de elegir a otro en vez de quedarme a su lado.
“Recuérdame, ahora que tu piel ya se fundió con su piel” “Su mundo gira en torno a ti y tú no piensas volver” – concluía, recordando el momento en el que él me había dicho que no podría ser sólo mi amigo, y todo había quedado zanjado entre nosotros. Dolía pensar en eso, dolía demasiado, aún dolía.
Durante esos minutos en los que sólo había música me arrimé un poco a él, y aproveché el momento en el que miraba al piano para dejar caer mi cabeza sobre su hombro, provocando que él se sintiese arropado, y siguiese la canción con más ilusión, aunque con la misma melancolía que esta denotaba.
“¿Dónde te marchas? ¿Dónde piensas irte? Vayas dónde vayas se que ya no voy a perseguirte” – aseguraba, mientras mi corazón dolía dentro, dándome cuenta de que había vuelto a dejar caer aquella coraza que lo rodeaba, recordando aquel momento, en el que él había dejado de aferrarse a mí, el momento en el que me había deseado lo mejor con Miguel Ángel y me había dejado marchar - ¿Cuánto le amas? – preguntó, intentando aún adivinar si lo que había sentido por mi exnovio era más grande que lo que sentía por él - ¿besa como beso? Dime que aún no te ha tocado cómo hicieron mis dedos – proseguía, dándome cuenta de que se había estado martirizando con todo aquello durante mucho tiempo.
“Párale los pies a ese reloj que nos controla, que no nos deja ser …” – y ahí continuaba el estribillo, con mucho sentimiento, mientras yo seguía allí, incapaz de moverle, queriendo escuchar la parte que venía después, aquella que él había terminado justo ese día, aquella parte que aún desconocía.
Levanté la cabeza y le miré tan pronto como escuché sus próximas palabras, entonadas por aquella hermosa canción, haciendo que mi corazón se detuviese y que mis lágrimas saliesen en ese justo instante, admirando como las suyas lo hacían también.
“Si supieras la agonía, decir adiós, quererte, y no volver a verte más” – eso era lo que él había sentido al dejarme atrás, al estar separado de mí durante esos últimos seis meses, esos meses en los que nos habíamos echado de menos cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo…
“Si puedieras revivirme, prométeme buscarme como una vez lo hiciste” – rogó, sin dejar de mirarme, mientras yo limpiaba mis lágrimas y miraba hacia él, con el corazón en vilo, por la forma tan desesperada en la que él me estaba pidiendo aquello, como si todo aquello para él hubiese sido como un infierno. Y al escuchar su próxima frase supe que era cierto, todo aquello para él había sido un infierno – “¿por qué te vas? Si yo te pierdo, mi cuerpo entero, en llamas”
Acerqué mi rostro al suyo, y apreté mi frente contra la suya, mientras mis lágrimas volvían a caer, y él dejaba de prestar atención al piano, para posar sus manos sobre mis mejillas, secándome aquellas lágrimas.
“Recuérdame” – rogó, con sus manos aún sobre mis mejillas, sin dejar de mirarme, entonando aquella canción que estaba a punto de terminar – “Ahora que ya decidiste ir con él. Que sea lo que deba ser, aunque a mí me toque perder” – proseguía, calmado, para luego terminar la segunda parte del estribillo, quedándose allí, sin dejar de mirarme – ““Recuérdame, ahora que tu piel ya se fundió con su piel” “Su mundo gira en torno a ti y tú no piensas volver”
Tomábamos vino en el salón, sentados en el sofá, mientras hablábamos de cosas varias, de las actuaciones, de cómo habíamos continuado nuestras vidas, aunque siempre sin meternos en conversaciones muy íntimas.Él, por ejemplo, se había dedicado en cuerpo y alma a componer, a su trabajo, a sus conciertos, a su gira, sus proyectos, y apenas le quedaba tiempo para nada más.Le conté sobre como la relación con mi madre había mejorado, y en aquel momento le hablaba de Juan (mi mánager) y lo cercano que se había convertido en los últimos meses.… y entonces Juan aseguró que no habría inconveniente en que mi abuela y yo interpretásemos esa canción juntas, en el concierto que tenemos en Granada, así que… - le explicaba, mientras él me escuchaba con atención, dejando
Mis lágrimas volvieron a caer, lo que provocó que él se separase un poco, limpiase estas con el dorso de la mano, y me acariciase la mejilla para intentar calmarme. Y lo hizo, no os podéis imaginar como lo hizo. Él acercó su rostro a mi frente y la besó con suavidad, para luego abrazarme, aferrándose a mí, sin querer dejarme ir aún.Nos mantuvimos así por varios minutos, dejándonos embriagar por el olor del otro, sin querer pensar en nada más, disfrutando de aquel momento por última vez, mientras mi corazón comprendía algo, la razón por la que él no podía aferrarse a mí, y entonces lo entendí todo: su negativa de vernos con la llegada de Camile, el insistir en que Camile podía hacerle olvidar, el fingir que ese beso no había pasado, el aferrarse a la idea de volver a separarnos, &eacu
Mantenía su mano entrelazada a la mía, mientras caminábamos con sigilo por los pasillos de mi casa, intentando evitar a mi madre, que estaba sentada en el salón viendo la tele, con una amplia sonrisa en nuestros rostros, sin dejar que nada más nos afectase. Acabábamos de aceptar continuar con aquella locura, comenzar una relación juntos, aferrarnos el uno al otro sin que importase nada más. No podía evitarlo, estaba feliz y no me importaba nada más.Reímos al llegar al jardín, cerca de la puerta de la calle, y nos miramos con complicidad. Y entonces se acercó a mí, besó mi mejilla, sonrió con calma, y se despidió:Te llamaré mañana – aseguró, para luego separarse de mí un poco, abriendo la puerta de la calle, aún sin soltar mi mano – ten dulces sueñ
Pablo.El mundo se volvió loco al día siguiente, cuando una fotografía en la que aparecía con Camile en Barcelona se filtró a los medios, y se hizo viral en cuestión de minutos.Temía por ella, por lo que pudiera estar pensando de mí, pero no tenía tiempo de pararme para avisarla, para calmarla. Tenía miles de periodistas en los alrededores del hotel, y mi mánager no hacía otra cosa que hablar por teléfono junto a mí, mirándome de vez en cuando con cara de malas pulgas.¿No podías haber sido un poco más precavido con esta situación? – preguntó molesto, cuando hubo colgado el teléfono – te dije que liarte con esa bailarina te traería problemas.¿Quién ha filtrado la fotografía? – fue lo &ua
Apreté la mano de aquella mujer que se aferraba a la mía, haciendo que esta dejase de llorar y mirase hacia mí, que abría y cerraba los ojos, despacio, intentando acostumbrar mi vista hacia aquella luz resplandeciente de hospital.Alicia – me llamó mi madre, mientras el dolor llegaba a mí, y comenzaba a sentir como me quemaba el pecho y la cabeza, además del resto del cuerpo que le tenía muy dolorido – no – rogó mi madre al ver mi intención de moverme – no te muevas, llamaré al doctor – aseguró, para luego pulsar un botón sobre la cama, para indicar que necesitábamos algo.¿qué ha pasado? – pregunté extrañada, intentando recordar cómo había llegado allí, pero por más que lo intentaba no podía, mi cabeza dolía
Al fin estaba en casa, había logrado convencerlos a todos de volver a mi hogar. Odiaba el hospital, aquel olor fuerte, la comida, e incluso la forma tan deprimente en la que la gente me tratase, como si tuviese un problema, como si estuviese enferma.Lo primero que hice al llegar a mi habitación fue cerrar la puerta y llorar, con fuerza, con todo el dolor de mi corazón. Pero no sirvió de nada, no podía escucharme, no podía oír absolutamente nada.El silencio me golpeaba duramente y apenas podía respirar, pero no podía morir, tan sólo vivir en un mundo sin sonidos, un mundo sordo donde aquel aplastante silencio me ahogaba.Pasé la mayor parte del día encerrada en mi habitación, y cuando salí a comer algo, mi madre me estaba esperando sentada en el sofá, y me hizo una señal para que me acercase.He pensado tomarme
Mis abuelos vinieron a verme en esa semana, a dos días antes de la operación y se quedaron conmigo todo el día, intentando animarme, pero se sorprendieron bastante al verme de tan buen humor.Hablé con Pablo ayer – me informaba mi abuela, mientras mi abuelo hablaba con el enfermero que acababa de entrar en la habitación, haciendo que le mirase extrañada, pues sabía que aquel día le tocaba a Joel, pero no había ni rastro de él ¿le habrían cambiado el turno – me dijo que intentaría escaparse para estar presente en la operación.No debería hacerlo – reconocí hacia mi abuela – si hablas con él dile que no le necesito aquí, su trabajo y el paripé con su novia deben ser más urgentes para él – mi abuela me miró sorprendida, no por mis
Volví a casa al día siguiente, con una enorme sonrisa en el rostro, y miles de flores que me había enviado Pablo.Aun así, el médico quería que le visitara en una semana para asistir a una revisión pro-operación.Ese chico – comenzó mi madre, mientras almorzábamos junto a mis abuelos, en el salón – parece que realmente le importas.Puede que tengas razón – afirmé, mientras tragaba el trozo de lechuga que me había metido en la boca – pero por mucho que le importe, ante los ojos de todos los demás, ahora mismo, sólo sería la otra. – puntualicé – y no pienso volver a ser eso nunca más.La situación ahora mismo es complicada, Alicia – me aseguró mi abuela, que parecía ser la &uacu