Habían pasado algunos meses desde que había alejado de mi vida a los únicos hombres que había amado de verdad en toda mi vida.
No me permití a mí misma aferrarme a ninguno de los dos, el primero porque mis sentimientos hacia él habían cambiado, porque me había dado cuenta de que para mí ya no era suficiente tenerle si no podía tener a esa otra persona, a ese segundo que había apareciendo en mi vida. Y a ese segundo, porque ... sinceramente, ni siquiera aún sabía la razón por la que no había corrido a sus brazos después de dejar a mi ex novio. Supongo que fue porque me sentía herida, porque él había herido mi orgullo al dejarme atrás definitivamente.
Así que allí estaba, dándolo todo en mi carrera artística, sin dejar que nada, absolutamente nada más me afectase.
Lo cierto es que había coincidido con Pablo en un par de ocasiones más, pero justo como habíamos quedado con anterioridad, ni siquiera nos saludamos, tan sólo actuamos como dos desconocidos.
Recuerdo que después de esa última vez había forjado una enorme coraza alrededor de mi corazón, y ahora no dejaba que nadie entrase en su interior. Nadie volvería a hacerme daño jamás, no lo permitiría.
Aquel día era como otro cualquiera, actuaba cantando a pleno pulmón en un programa de televisión, dejándome llevar por la música que era todo lo que llenaba mi vida en aquellos días. Sabía que después de la actuación me harían preguntas, pues la entrevista que tenía acordada lo requería, pero yo misma había leído las preguntas y les había dado el visto bueno, no había nada que temer, no estaba nerviosa ni asustada.
La canción terminó y sonreí hacia el público, con aquel desparpajo que había heredado de mi madre, la cual me había acompañado a aquella actuación.
Lo cierto era que desde que había decido dejar el amor fuera de mis planes, mi madre y yo estábamos mucho más unidas, y solíamos contárnoslo casi todo. Como su último ligue, al que adoraba, y él único que me parecía bueno y suficiente para ella. Su nombre era Paul, y era un hombre excepcional del que os hablaré en otra ocasión.
La presentadora del programa salió al escenario, y sonrió hacia mí, antes de hablar, haciendo que los aplausos y los silbidos cesasen.
- Alicia – me llamó – la maravillosa Alicia, ven a sentarte conmigo – me dijo, para luego caminar a mi lado hacia los dos butacones que había junto al escenario – dime, ¿cómo te sienta la fama?
- La verdad, María, me sienta muy bien, estoy muy feliz – aseguré, al pensar en el maravilloso amor que los fans solían procesarme – quiero agradecer a todas esas personas que me ayudaron a estar hoy aquí, a todas aquellas personas que creyeron en mí...
- Tengo entendido que fue tu abuela la que te ayudó a salir a la luz – comenzaba la mujer, mientras yo sonreía hacia ella.
- Sí, así fue, mi abuela fue una de esas personas, Juan, mi mánager fue otra...
- ¿y Pablo? – Preguntó, haciendo que me quedase sin habla, pues aquella pregunta no estaba en el guion que me habían pasado en la mañana – Tengo entendido que la canción que grabasteis juntos tuvo mucho éxito.
- Si – fue lo único que pudo salir de mis labios, me sentía nerviosa y afectada con todo aquello.
- Bueno, pero volvamos a lo que nos interesa – me decía la mujer, intentando calmarme, pues me veía algo nerviosa con aquel tema – porque estoy segura de que más de uno en este plató se estará preguntando, ¿tienes novio? – reí al escuchar aquella pregunta, que sí era una de las que estaban en el guión.
- No – aseguré – ahora mismo no tengo tiempo para centrarme en una relación, la música y el cariño de la gente es todo lo que necesito, por el momento.
- Es una pena oírte decir eso, pero aún eres joven, así que estoy segura de que habrá tiempo para el amor.
- Claro, aún tengo muchas cosas por hacer antes de echarme novio – bromeé – tenemos una gira por España que empieza a finales de semana, y estamos cerrando algunos proyectos para el extranjero, así que ...
- Eso he oído, además de la grabación de tu segundo single, titulado "Tan sólo una mirada".
- Sí, es una canción preciosa, mi favorita de todo el disco.
- Es la única en la que apenas se escucha música, tan sólo tu voz.
- Sí, yo misma quería que tuviese ese efecto, esa canción la escribí con mucho cariño, esa canción...
- Es preciosa, también es mi favorita.
- Gracias – agradecí, mientras la mujer sonreía, y ambas dabamos por finalizada la entrevista.
- Muchas gracias a ti por estar aquí esta noche con nosotros. Deseo de corazón que todo te salga estupendamente.
- Muchas gracias, María.
- Pero antes de marcharte del todo, quería pedirte un favor – rogó hacia mí, haciendo que mi calma volviese a marcharme y mirase hacia la mujer, sin comprender que era lo que pretendía – esto no estaba planeado, como bien sabes, pero, esta noche, tenemos en nuestro programa una visita de última hora... - proseguía, mientras mi corazón agitado latía desbocado – y esa persona, la cual nos ha confirmado a una última hora, quería estar aquí con nosotros, para cantar una canción contigo. Es alguien que todos conocemos bien – decía en ese momento hacia el público, y yo sabía, o más bien, sospechaba quién era la persona de la que hablaba – Hablo por supuesto, de Pablo...
El público irrumpió en aplausos y silbidos, mientras me temblaba todo el cuerpo al volver a verle. Estaba guapísimo, aunque evité, en la medida de lo posible cruzarme con su mirada.
Su barba había crecido, y le quedaba realmente bien. Tenía el cabello alborotado hacia arriba, y lucía tan apuesto como de costumbre.
Unas mariposas se alojaron en mi estómago y era imposible hacerlas marchar.
Ambas nos levantamos de nuestro asiento para recibir al recién llegado. Este saludó a su amiga, la presentadora, con un par de besos en sus mejillas, y luego, como si fuese la cosa más común del mundo, me agarró de la cintura e hizo lo mismo conmigo.
- ¿Os conocéis no? – Preguntó María, mientras el asentía y yo me quedaba embobada mirándole.
- Somos buenos amigos – aseguró él, para luego sentarse junto a mí, en el sillón, esperando a que nosotras dos lo hiciéramos también.
- ¿Cómo es eso de que hayas hecho un hueco en tu apretada agenda para venir a vernos?
- Tengo una firma de discos aquí en Madrid, dentro de un par de días – aseguró él – y cuando Fer (su mánager) me dijo que Alicia estaba aquí, quise venir a saludar – aseguró, cogiendo mi mano, para entrelazarla con la suya, mientras yo me quedaba en shock con todo aquello, no entendía nada.
- Veo que os lleváis muy bien.
- Somos colegas, y además ella es la nieta de una de mis mejores amigas, Rosario.
- Bueno amigos – comenzó hacia el público, mirando hacia su cámara – en tan sólo un ratito volvemos, y seguiremos hablando con estas dos bellezas de la música, sin contar con la actuación que ambos nos ofrecerán en tan sólo unos minutos.
El cámara hizo una señal, indicándonos que estábamos en publicidad, y yo solté su mano de malos modos, haciendo que él volviese a agarrarla, en el justo instante, en el que el cámara nos indicaba que volvíamos a estar en el aire.
- Ya estamos todos aquí. ¿Qué canción vas a cantarnos hoy, Pablo?
- Quería cantar la que Alicia y yo cantamos juntos, si a ella le parece bien.
- Claro – sonreí, con toda la calma que pude – será un placer.
- Bueno, pues vamos a escuchar esa canción, y luego seguimos charlando contigo Pablo, que Alicia tiene que marcharse.
Agarré el micrófono que uno de los colaboradores me cedía y caminé hacia el escenario, nuevamente, con la mano de Pablo tirando de mí. Mi corazón estaba a mil por hora de tenerle tan cerca. Pero no podía huir, no en ese momento, no era lo correcto.
Los primeros acordes de la canción sonaron, mientras yo cerraba los ojos y me dejaba llevar por aquel sentimiento, cuando él y yo no éramos nada, tan sólo un colega de trabajo.
Comenzó a cantar, con aquella dulce voz que tanto añoraba, provocando que abriese los ojos de golpe y mirase hacia él idiotizada.
Levanté el micro y comencé a cantar, entrelazando mi voz con la suya, admirando como él me sonreía y apretaba mi mano con cariño. Sonreí hacia él mientras seguía llevándome por aquella hermosa melodía, con nuestras voces tocándose la una a la otra.
Me acarició suavemente la mejilla con cariño cuando hubimos terminado la primera parte, provocando que me dejase llevar por la canción y cantase mucho más calmada.
Terminamos la canción mirándonos el uno al otro, con una sonrisa en el rostro, y aquella complicidad que tanto extrañaba.
- Muchas gracias a todos – agradeció él, haciendo que el público estallase en aplausos y yo bajase la mirada y me calmase un poco – antes de que Alicia, se vaya, me gustaría cantar un trocito de una canción que he escrito hace poquito. Siempre que a María no le importe – aseguró, mirando hacia la presentadora, que asintió con la cabeza, en señal de que le daba el visto bueno – aún no está terminada, pero me gustaría compartirla con todos vosotros.
Caminamos hacia los sofás, él se sentó, agarró una guitarra que los de producción le proporcionaron y comenzó aquellos dulces acordes, pero rítmicos y llenos de sentimiento, mientras yo me quedaba cautivada por su voz, de nuevo.
La canción era preciosa, hablaba de nosotros, de lo que había perdido al estar lejos de mí, y me rogaba que le recordase a pesar de estar con otro hombre. Hablaba del olvido por mi parte hacia él, de lo mucho que le martirizaba imaginarme con otro hombre, pensar que nunca volvería a verme, no al menos de la forma en la que lo hacíamos en el pasado. Hablaba de lo mucho que le dolía imaginarme besándole, siendo tocada por él, ...
Pude darme cuenta de cuánto me había añorado, de cuánto se había arrepentido de no aferrarse a mí, de cuánto odiaba mi decisión de haber elegido a otro hombre.
Mi corazón se detuvo tan pronto como cesó y aseguró que aún no la había terminado. Pero yo sólo podía mirarle, atontada, con una enorme sonrisa en el rostro. Él me había escrito una canción.
- Ha sido preciosa – aseguró María, mientras yo seguía allí mirándole, incapaz de pronunciar palabra alguna – Bueno, y ahora, nos toca despedir a Alicia. – anunció, provocando que él dejase de prestarle atención y mirase hacia mí, con un atisbo de melancolía en aquellos hermosos ojos marrones – Muchas gracias por venir.
- Muchas gracias a vosotros, por invitarme – agradecí, con una amplia sonrisa mirando a ambos – y por haberme hecho pasar un rato tan agradable - me levanté, observando como Pablo dejaba la guitarra a un lado y se levantaba también. Sonreí hacia él - Me ha encantado esto - aseguré hacia él, muy consciente de que no podía decir nada más que fuese comprometido pues estábamos en directo - Gracias.
Corrí entre bastidores, hacia el camerino, donde Juan y mi madre me esperaban, mirando hacia la pantalla del televisor, donde ahora Pablo y María hablaban sobre los proyectos de este.
- No sabía que Pablo y tú estabais tan unidos – fue lo primero que me dijo mi madre al entrar en la habitación.
- Bueno, ¿podemos irnos ya? – fue lo único que pude responder, no quería bajo ningún concepto volver a cruzarme con él, ni en los pasillos, ni entre bastidores, ni en el plató. Tenía demasiado miedo de mí misma, me había sentido demasiado bien junto a él, demasiado vulnerable, y eso no era bueno para mí, para aquella coraza que había construido a base de bien.
Cogí el abrigo y mi bolso, y salí de la habitación, ante la atónita mirada de mi madre y Juan, que no tenían ni idea de por qué actuaba de aquella manera.
Saqué el móvil y pensé en Miguel Ángel, ¿cómo le estarían yendo las cosas?
No debía llamarle, lo sabía. Lo cierto es que no había vuelto a hacerlo desde que un par de meses después de hablar con él, me había enterado por su hermana, que se marchaba a Estados Unidos. No tenía ni idea de qué era lo que iba a hacer allí, no tenía ni idea de sí volvería, de sí iba a buscar a Amara porque se había dado cuenta que conmigo todo había acabado o sí...
Fue desde ese día en el que decidí que no quería saberlo, no quería saber nada que pudiese dañar mi orgullo o mi corazón, así que dejé de llamarle, y cuando él lo hacía simplemente no lo contestaba. Y ni siquiera leía sus mensajes, simplemente les daba a borrar antes de leerlo.
Quería huir de todo lo que pudiese dañarme.
Aún no había decidido lo que haría, caminaba por los largos pasillos de aquella cadena televisiva, cuando un mensaje llegó a mi bandeja de entrada. Era un número que no conocía, así que lo abrí y leí lo siguiente:
"Soy Pablo, tuve que cambiar mi número por un asunto de las redes sociales. Volvemos de publicidad en cinco minutos, así que seré breve. Ante todo, quería darte las gracias por tu actuación, me ha encantado volver a cantar contigo y ... Sé que no tengo derecho a pedirte nada después de tanto tiempo, pero... ¿podemos vernos luego?"
"Sé porque cambiaste tú número" Aseguré, pues me enteré por las redes sociales que alguien lo había filtrado y lo había colgado en las redes. "se hizo viral"
"No has contestado a mi pregunta" Insistió.
"No es una buena idea"
"Lo sé, pero aun así... quiero verte. Pero si me dices que no te apetece, que no quieres verme, no insistiré. Lo sabes ¿verdad?"
Pablo acababa de terminar su entrevista, y caminaba hacia su camerino, para recoger sus cosas antes de marcharse, pero se detuvo tan pronto como reconoció a Juan y a una señora que estaba junto a él.¿Juan? – preguntó tan pronto como hubo llegado hasta él - ¿Alicia está bien? – añadió al recordar la forma tan rápida en la que me había ido – Espero que las cosas entre ella y su novio vayan bien…¿No te has enterado? – preguntó Juan, sin comprender aquello, pues sabía que aquellos dos eran grandes amigos, no entendía la razón por la que ella no le había dicho la verdad a Pablo – ya no están juntos.¿Qué? – preguntó él, atónito - ¿por qué?&nbs
Estaba histérica aquel día, tengo que admitirlo, no dejaba de mirarme en el espejo, de repasar la casa observando si todo estaba en su lugar, aún no podía creer que él volviese a querer saber de mí, no podía creer que fuese cierto lo de que íbamos a volver a vernos.Me llevé toda la mañana intentando alejar los pensamientos negativos, intentando esconder aquella parte de mí que tenía miedo y que temía que algo malo sucediese. Todo parecía demasiado irreal, pero aun así quería creer en ello, era la única luz de esperanza a la que podía aferrarme.Casi faltaban veinte minutos para que llegase, cuando recibí un mensaje suyo.“Alicia, lo siento, pero no voy a poder ir hoy. Se me ha presentado un imprevisto y me va a ser imposible asistir a tu casa”“¿
Cuando la puerta sonó esa noche ya sabía que era él, pero estaba tan sumamente histérica que pregunté por el telefonillo.Soy yo, abre – aseguro él, y al abrir la puerta volví a verle, al fin, volví a sentir aquella mirada sobre la mía, y mi coraza se tambaleó un poco. Era increíble que él, con tan sólo una mirada pudiese hacerme temblar de aquella forma – he traído un poco de shushi para cenar y un vino.Sonreí, tímidamente, invitándole a entrar. Pero él, en lugar de entrar, tan sólo se quedó allí, mirándome, haciéndome enmudecer y bajar la cabeza, avergonzada.Estás preciosa – aseguró, agarrando mi mano para atraerme un poco hasta él, pero me solté antes de que lo hubiese hecho, estaba cansada de
Tomábamos vino en el salón, sentados en el sofá, mientras hablábamos de cosas varias, de las actuaciones, de cómo habíamos continuado nuestras vidas, aunque siempre sin meternos en conversaciones muy íntimas.Él, por ejemplo, se había dedicado en cuerpo y alma a componer, a su trabajo, a sus conciertos, a su gira, sus proyectos, y apenas le quedaba tiempo para nada más.Le conté sobre como la relación con mi madre había mejorado, y en aquel momento le hablaba de Juan (mi mánager) y lo cercano que se había convertido en los últimos meses.… y entonces Juan aseguró que no habría inconveniente en que mi abuela y yo interpretásemos esa canción juntas, en el concierto que tenemos en Granada, así que… - le explicaba, mientras él me escuchaba con atención, dejando
Mis lágrimas volvieron a caer, lo que provocó que él se separase un poco, limpiase estas con el dorso de la mano, y me acariciase la mejilla para intentar calmarme. Y lo hizo, no os podéis imaginar como lo hizo. Él acercó su rostro a mi frente y la besó con suavidad, para luego abrazarme, aferrándose a mí, sin querer dejarme ir aún.Nos mantuvimos así por varios minutos, dejándonos embriagar por el olor del otro, sin querer pensar en nada más, disfrutando de aquel momento por última vez, mientras mi corazón comprendía algo, la razón por la que él no podía aferrarse a mí, y entonces lo entendí todo: su negativa de vernos con la llegada de Camile, el insistir en que Camile podía hacerle olvidar, el fingir que ese beso no había pasado, el aferrarse a la idea de volver a separarnos, &eacu
Mantenía su mano entrelazada a la mía, mientras caminábamos con sigilo por los pasillos de mi casa, intentando evitar a mi madre, que estaba sentada en el salón viendo la tele, con una amplia sonrisa en nuestros rostros, sin dejar que nada más nos afectase. Acabábamos de aceptar continuar con aquella locura, comenzar una relación juntos, aferrarnos el uno al otro sin que importase nada más. No podía evitarlo, estaba feliz y no me importaba nada más.Reímos al llegar al jardín, cerca de la puerta de la calle, y nos miramos con complicidad. Y entonces se acercó a mí, besó mi mejilla, sonrió con calma, y se despidió:Te llamaré mañana – aseguró, para luego separarse de mí un poco, abriendo la puerta de la calle, aún sin soltar mi mano – ten dulces sueñ
Pablo.El mundo se volvió loco al día siguiente, cuando una fotografía en la que aparecía con Camile en Barcelona se filtró a los medios, y se hizo viral en cuestión de minutos.Temía por ella, por lo que pudiera estar pensando de mí, pero no tenía tiempo de pararme para avisarla, para calmarla. Tenía miles de periodistas en los alrededores del hotel, y mi mánager no hacía otra cosa que hablar por teléfono junto a mí, mirándome de vez en cuando con cara de malas pulgas.¿No podías haber sido un poco más precavido con esta situación? – preguntó molesto, cuando hubo colgado el teléfono – te dije que liarte con esa bailarina te traería problemas.¿Quién ha filtrado la fotografía? – fue lo &ua
Apreté la mano de aquella mujer que se aferraba a la mía, haciendo que esta dejase de llorar y mirase hacia mí, que abría y cerraba los ojos, despacio, intentando acostumbrar mi vista hacia aquella luz resplandeciente de hospital.Alicia – me llamó mi madre, mientras el dolor llegaba a mí, y comenzaba a sentir como me quemaba el pecho y la cabeza, además del resto del cuerpo que le tenía muy dolorido – no – rogó mi madre al ver mi intención de moverme – no te muevas, llamaré al doctor – aseguró, para luego pulsar un botón sobre la cama, para indicar que necesitábamos algo.¿qué ha pasado? – pregunté extrañada, intentando recordar cómo había llegado allí, pero por más que lo intentaba no podía, mi cabeza dolía