Cuando llegué a la oficina, después del fin de semana, él ya estaba allí, pero ni siquiera entré a saludarle como solía hacer cada tarde. Me preparé para recoger mis cosas y en cuanto llegó la nueva secretaria me dispuse a enseñarle todo lo que sabía, pues quería que fuese tan eficaz como lo era yo.
Llamé a mi madre desde la oficina y le dije que no me esperase para cenar, que cenaría fuera e iría a celebrar con los chicos, pero lo cierto era que sabía que si la veía me echaría a llorar como una magdalena y me pondría a llorar en su regazo, como solía hacer cada vez que uno de mis novios me abandonaba por otra.Colgué el teléfono, agarré mi chaqueta y mi bolso, dispuesta a marcharme, pues él aún estaba reunido con su futura esposa y no me parecía adecuado molestarle, ni siquiera quería imaginar que era lo que hacían allí metidos tanto tiempo.Caminé hacia el ascensor y me metí en él, sintiendo como me rugían las tripas, aquel día tenía demasiada hambre, pues apenas me había dado tiempo a almorzar por el exceso de trabajo, tuve que hacer mi trabajo y también ponerme al día
CAPÍTULO 23Acabábamos de llegar a su casa, estaba de pie frente a él, muy nerviosa, sin saber muy bien que era lo que él quería de mí, aún me sentía algo confusa y …Desnúdate – ordenó, mientras se sentaba sobre el sofá, aún con el platico, sin abrir – quiero ver lo que tienes debajo.¿no deberíamos ir a tu cuarto o algo? – pregunté con calma, intentando parecerlo, en realidad, porque estaba muerta de miedo.Aquí no vive nadie – aseguró.Me quité la camisa, que estaba medio rota, pues él ya había hecho saltar los botones, con anterioridad, al mismo tiempo que sentía su mirada sobre mí. Bajé los pantalones, despacio, observando como el me devoraba con su mirada.Se levantó y se detuvo frente a mí, acarici&
Llevaba más de dos años trabajando en la gran empresa de publicidad de los hermanos Duarte, mi labor era en el departamento de marketing, era la secretaria del jefe del departamento, y lo cierto es que me iba bastante bien, estaba bastante feliz en aquel lugar, tenía amigos y me llevaba súper bien con mi jefe, que tenía dos niñas y una mujer preciosa.Mi vida era bastante triste en cuanto a lo sentimental se refiere, aún vivía con mi madre, no por gusto, sino porque después de morir mi padre, mi madre se quedó tan sola y desubicada que me parecía una burrada dejarla sola o internarla en un lugar para ancianos. No, ella estaba mucho mejor conmigo, y eso sin contar que mi padre apenas le había dejado una buena pensión con la que sobrevivir.No tenía novios, ni nada que se le pareciese. Lo cierto era que estaba un poco harta de los hombres, aún no hab&iac
Había llegado el gran día, todos estuvimos bastante nerviosos en la oficina aquel día, algunos ya venían vestidos para la ocasión, pues les era imposible volver a casa a cambiarse para ir a la cena, y otros, como en mi caso, tenían el tiempo justo de llegar a casa, asearse un poco, cambiarse de ropa e ir al punto de encuentro.Quizás por eso llegué media hora tarde al restaurante, pagué al taxi y me bajé de este con mi vestido dorado y el cabello bien acicalado y con volumen, había sido toda una suerte que mi madre me hubiese ayudado a arreglarlo, pues ella solía ser peluquera antes del accidente, del que ya os hablaré en otro momento, en este momento centrémonos en mí, en lo maravillosa que iba, pues había estado ahorrando todo un mes para poder comprar ese hermoso traje.Caminé nerviosa hacia el restaurante, algo apurada por la hora que
CAPÍTULO 4Estaba literalmente helada, tocando mis brazos, intentando entrar en calor mientras él hacía unas llamadas, para solucionar el problema que él había provocado.“Iluso” pensé “¿crees que yo no he intentado llamar a los de dentro?” “pero están todos bailando y la música está muy alta”Tengo que reconocer que cada vez me caía peor aquel sujeto, cada vez estaba más de acuerdo con mi compañero Isaac, aquel tipo había sacado el carácter arrogante e insípido de su madre.Tal y como pensé, aquel tipo no se quitó la chaqueta para cedérmela en ningún momento, justo como esperaba, no era más que un patán como el resto de hombres que había conocido. Siempre pensando en ellos mismos. No podía ser de otra forma.¿puedes a
Cuando me levanté a la mañana siguiente, con una resaca de mil demonios, me aseé y salí a comprar el pan. Pues a pesar de que podría seguir durmiendo un poco más y dejar que se me pasara un poco aquella borrachera… tenía mil cosas que hacer. Así que aprovecharía que aquella mañana podía hacerlas con calma, pues tenía la mañana libre.Así que me entretuve más de lo que solía hacerlo en la panadería, probando algunos panes recién hechos que Gustavo, el dueño, me ofrecía a menudo, pero por tener siempre tanta prisa me era imposible aceptar. También me detuve más de la cuenta en el supermercado, a hablar con la cajera, sobre los productos que estaban de oferta ese día. Y al llegar al estanco a comprar tabaco para mi madre, también me detuve a charlar con Paquita, mi vecina, que casualmente hab&
Caminé con mis tacones por el largo pasillo hacia el despacho del nuevo subdirector, nerviosa, emitiendo un pequeño eco a cada paso que daba, al chocar contra el frío suelo de mármol.Miré hacia el escritorio de su secretaria, percatándome de que no había nadie en ese lugar, preguntándome si quizás ese sería mi nuevo puesto.Llamé pausadamente a su puerta, escuchando entonces un breve “adelante” que me hizo empujar la puerta y observar a un apuesto hombre detrás de su elegante escritorio, haciendo una llamada telefónica, mientras movía levemente su silla giratoria al mismo tiempo que apretaba lo que parecía ser una pelota de goma-espuma.Lo necesito para mañana – aclaraba con voz alta y clara hacia la persona que se encontraba al otro lado del teléfono, mientras yo, me sentía torpe e insegura al estar
Recogí el escritorio, me puse el abrigo y el bolso, y caminé a paso ligero hacia el ascensor. Debía ser la única que aún quedaba en el edificio, pues quería dejarlo todo preparado para el día siguiente.Sí así era yo, haciendo horas extras incluso cuando no debía, para adelantar trabajo para el día siguiente. Mi jefe hacía ya largo tiempo que se había marchado.Entré en el ascensor y pulsé la tecla cero, esperando pacientemente a que se cerraran las puertas, pero antes de haberlo hecho, una mano las detuvo, impidiendo que se cerraran.Las puertas se abrieron y admiré sorprendida a los dos señores Duarte. Ahora comprendía que mi jefe no se había marchado a casa, tan sólo había ido a recoger a su padre a su oficina.Señorita Castaño – saludó don Alfonso mientras yo s