Carlos entra al cuarto y abre la persiana. Me despierta con el ruido y le miro.—Buenos días, preciosa.—¡Vete a la mierda! —respondo cabreada, poniéndome de rodillas en la cama.—¿Qué has dicho? —pregunta con cara de asombro.—Que… te… vayas… a la mierda —le deletreo para que se entere mejor.Se sienta de repente en la cama, tira de mis brazos, peleo como puedo con él y, en pocos segundos, me echa boca abajo sobre su regazo.—¿Quieres más? —pregunta, dándome un azote fuerte en el trasero.—No —respondo llorando.—Como no dejes de contestarme así, voy a seguir azotándote —dice, mientras acaricia mi trasero.—Suéltame.—No. Me gusta mucho este culo, y lo voy a tocar hasta que me apetezca y siempre que quiera.Sube el camisón a mi cintura, para dejar el trasero al aire, adornado por las cuerdas del mini tanga.—Me gusta cómo te queda el tanga, hace que tu culo sea perfectamente visible para mí, a partir de ahora usarás siempre tanga —dice, mientras pasa su mano.Separa un poco el tanga
Estoy tan cansada que solo me apetece relajarme. Me encuentro sola en casa, cojo una copa y me echo un poco de vino tinto de una botella que me regaló Sandra para una ocasión especial; creo que esta lo es, Carlos es mi primer novio.Doy un sorbo, me voy al baño, lleno la bañera de agua, apoyo la copa en el borde de la bañera y me meto dentro. Necesito reflexionar un poco sobre lo que me dijo Carlos. Pienso en Carlos, en Esthela y en cómo puede llegar a cambiar mi vida estando con Carlos.Cuando ya estoy más arrugada que una pasa, salgo de la bañera y me voy a mi cuarto, me meto en la cama, y empiezo a pensar en los orgasmos que tuve con Carlos y resurge un dolor en mi vientre de excitación.Decido tocarme un poco, pero no consigo nada más que mojarme un poco. Aburrida de ello me acuerdo del tanga blanco, lo busco en la maleta y me lo pongo para probarlo, me meto en la cama y le doy al mando.Nivel uno, la vibración es muy lenta. Nivel dos, ummm, vamos mejorando con algo más de alegría
Se sube a la cama y me abraza contra su pecho para relajarme con sus besos. Mi dolor desaparece pronto, y dejo de llorar.—¿Te ha dolido mucho?—Sí.—Lo siento, tenía que hacerlo de forma que no te dieras cuenta, de lo contrario no me habrías dejado. ¿Me perdonas?—¡NOOO! —exclamo, frunciendo mi ceño.—Sé que, me perdonarás. Te prometo que lo peor ya ha pasado, tenía que deshacerme de tu virginidad, quiero que te entregues a mí por completo, ve al baño y lávate la cara, no me gusta verte así.Asiento con la cabeza, voy al baño, me limpio y me meto en la cama. Lo abrazo con todas mis fuerzas, coge mi pierna y la pasa por su cintura, rodeándome con sus brazos, besa dulcemente mi frente.Cierro mis ojos. Su ternura me llena de felicidad por dentro. Carlos me quiere, me cuida, se preocupa por mí, sé que vendrá siempre que pueda a verme. Tengo que esforzarme más en quererle, cierro mis ojos y estoy tan relajada que enseguida entro en un profundo sueño.Percibo un pequeño hormigueo recorrer
Por unos instantes me hipnotizo al ver el movimiento tan sexy que hacen sus labios; creo que retarlo esta noche ha sido una buena jugada, su fuego se va calmando y algo de dulzura se va apoderando de él. Pongo mi mano en su muslo, y subo despacio a su entrepierna.—¡Para! —dice en un golpe seco de voz.—No. Esta noche mando yo —digo, poniendo cara de pícara.—¡Para! No puedes hacerme esto —dice, sujetando mi mano para poder tragar saliva.—Sí, sí que puedo, tú apuestas y yo te reto.—Eso me pone aún más.—Ya lo sé, yo soy una persona que toma sus propias decisiones y no voy a dejar que me domestiques como a un animal enjaulado. Creo que no me has mirado bien.—Sí, si lo he hecho.—Muy bien, ¡descríbeme!—¿Qué quieres de postre?—Un té —digo con una sonrisa sabiendo que no sabe describirme. Levanta su mano, se acerca al camarero, y pide el postre y té. Mete su mano en bolsillo y el tanga empieza a vibrar.—¿Dónde vas?—Ahora vengo, no tardo nada. Voy al baño, me quito el tanga, lo envu
Poniéndome en pie, cojo mi móvil y llamo a Carlos. No me coge el teléfono y decido llamar al de Esthela.—Hola, Keyla.—Hola. ¿Ya ha llegado Carlos? Le llamé a su teléfono, pero no me lo cogió.—Sí. Llegó y se quedó dormido.—Vale, muchas gracias, besos.—Besos, chao.Cuelgo el teléfono. Sandra y Rubén me miran atentamente.—Si tenéis algo que decir, podéis decirlo.—Te diría muchas cosas, pero prefiero callarme y que te des cuenta tú sola —dice Sandra.—¿Darme cuenta de qué?—No seas ciega y empieza a pensar —dice Rubén.—¿Qué debo pensar?—¿No lo ves?, esos dos están juntos.—Sandra, que no, no sé cómo puedes pensar así.—Porque Esthela vive con Carlos, y trabaja aún en su cafetería, hace todo lo que quiere. ¿No te das cuenta de que la maneja a su antojo? Pronto tú serás su próxima víctima —dice Sandra muy cabreada.Sandra se pone en pie, coge un papel y un bolígrafo.—¿Qué haces, Sandra?—Apuntar sus nombres, por si algún día los necesito. ¡Vamos, dámelo! —dice con impaciencia.—Es
Cuando me despierto por la mañana no puedo casi ni moverme por el dolor que tengo sobre mi cuerpo. Intento ponerme en pie para ir al baño. Caigo sobre mis rodillas.Carlos me ve desde la cama, y se viene corriendo a sujetarme.—¿Estás bien?—¿Qué te importa? —digo y me da una arcada.Me tapo enseguida la boca con la mano, me intento poner en pie lo antes posible para ir al baño derecha; pero antes de conseguirlo, vomito encima de la manta casi sin poderme mover.Carlos me sujeta, coge su almohada y apoya mi cabeza. Busca una toalla y limpia el vómito enseguida.—Quita, déjame —digo, quitándole la toalla de las manos, mientras vuelvo a llorar.Sale un poco de la habitación y me deja aquí sola. Cuando me canso de llorar, salgo f
Estoy tan cansada, que no puedo ni moverme. Coge una toalla y me limpia despacio.—¿Te ha gustado? —pregunta, acostándose a mi lado y abrazándome.—Es un poco incómodo y doloroso.—Solo las primeras veces, luego es placentero.—¿Por qué has hecho eso?—Algún día, agradecerás todo lo que te estoy enseñando y si me obedecieras más lo llevarías mejor.—¿Llevar mejor el qué?, ¿de qué estás hablando ahora?—Te quiero, pero la vida tiene momentos difíciles.—¿Intentas decirme algo?—Hoy es sábado, iremos al Infinite Night —dice, levantándose de la cama.—¿Dónde vas?
Un hilo de voz sale de mi boca llamando a Carlos. Quiero que me ayude, abro mis ojos todo lo que puedo y no veo nada, solo oscuridad.Me despierto aturdida, mareada y con sabor a vómito en la boca. Siento frío. Me incorporo un poco, quedándome sentada en el suelo. Intento recordar cómo he llegado hasta aquí.Aturdida y sin poder reaccionar, llamo a Carlos para que me ayude. Quiero saber lo que está pasando, ¿por qué esta vez no viene?Muevo mi cabeza y algo se clava en mi garganta, pongo mis manos sobre ella y siento un collar de cuero cerrado por un candado, enganchado a una cadena. Me pongo en pie y tiro tan fuerte como puedo hasta que el frío del cemento se clava en ellos.Pasando las manos por mi cuerpo me doy cuenta de que estoy desnuda, miro a mi alrededor y veo un rayo de sol atravesando una pared. Intento llegar a ella, pero la ca