Un coche nos espera en la puerta. Montamos y nos dirigimos a un aeropuerto privado que tiene Yurik, para irnos a Portugal a buscar a Caroline.
Las horas en el avión parecen interminables. Necesito llegar a España ya mismo.
Me pongo en pie y veo cómo Yurik habla con sus hombres, para trazar un plan.
—¿Sabes cómo encontrar a alguno de ellos? —me dice al verme de pie a su lado.
—Sí, sé dónde vive Carlos, y también está el pub de Pedro.
—Ok, necesito las direcciones —me suelta, dándome un papel y un bolígrafo.
—No las sé, pero sí sé cómo llegar hasta ellos. ¿Qué vamos a hacer? —pregunto a Yurik interesándome en el plan.
—Tengo mis contactos, la encontraremos.
—Llamaré a la policía una vez que estemos allí —le digo a Yurik
Salen todos a buscar en las direcciones recibidas. Sandra sigue buscando más información.—Yo voy contigo —le digo a Yurik, muy decidida.—No, es mejor que esperes aquí. Quédate con Nicoletta —dice Rubén.—Quiero salir a buscar mi hija —le digo a Rubén.—No puedes, tienes que esperar a que llamen, si sales de aquí no podremos localizar la llamada, y aún tienen que decirte el sitio y la hora —dice Yurik.—Pero… yo quiero ir —le digo llorando.—Keyla, creo que Yurik tiene razón —dice Rubén.—Toma mi télefono, Keyla, yo saldré con ellos, si ocurre algo, sea lo que sea, debes llamarme, no hagas nada sola, puede ser muy peligroso para ti —dice Yurik.Todos van saliendo de la habitación a su tiempo, hasta que nos quedamos solas Nicoletta y yo.Llev
Yurik y los demás regresan al hotel. Creen que los estamos esperando. Al entrar en la habitación se dan cuenta de que no es así.—¿Qué ha pasado? —pregunta, al ver las copas encima de la mesa y a los vigilantes.—No lo sabemos, nos dieron algo y nos dejaron dormidos, hemos despertado sin pistolas y las llaves de los coches. También se han llevado nuestros teléfonos —le comenta uno de los guardaespaldas.—¿Dónde han ido? ¿Cómo las voy a encontrar ahora? —dice Yurik enloquecido.Despidiendo a sus guardaespaldas, Rubén le sujeta, e intenta tranquilizarle como puede. Sandra pide el número de teléfono y el modelo a Yurik, e intenta localizarlo por el GPS.Sin obtener resultados, les pide los teléfonos y modelos a los hombres de Yurik, y vuelve al acecho, pero sigue sin conseguir resultados.Sandra trabaja to
La claridad del día va entrando por las ranuras de la puerta. Primero se estira Nicoletta y después yo. La cadena es tan corta para las dos, que casi no podemos movernos.—¿Crees que Yurik nos encontrará? —pregunto a Nicoletta.—No lo sé, pero espero que sí.—Perdóname, yo no quería que esto pasara —le digo llorando.—Lo sé, pero la culpa de esto es mía, fui yo quien abrió la puerta sin mirar, los matones de Mareck entraron y se llevaron a la niña.—Shhh, calla, creo que viene alguien —le comento muy bajito, abrazándome a ella.Nicoletta me abraza con fuerza, mientras escuchamos cómo se abre la puerta. Sus voces son tan conocidas, que sé quién es Carlos y quién es Pedro.—Buenos días, mascotas —dice Pedro para humillarnos.—¡Buff!, &
Un mes después…Me encuentro en la habitación con la niña y Nicoletta viene de visita a vernos. Una vez más estamos juntas las tres, tomando té al lado del estanque.—Chicas, necesito que me hagáis un favor una de las dos.—¿Qué necesitas? —dice Natasha.—Necesito un predictor.—¿Qué?, ¿de verdad? —pregunta Nicoletta, poniéndose muy nerviosa.—Sí, pero no os hagáis muchas ilusiones, no quiero que Yurik se entere.—Te lo conseguiré yo —dice Natasha.Al caer la tarde, Yurik regresa a casa. Sale a buscarnos al jardín y se acerca a nosotras, me da un beso y…—Cierra los ojos —dice sacando un pañuelo de seda de su bolsillo.—¿Qué tienes preparado ya? —pregunto al ver la emoción de sus ojos.<
Ser adolescente es complicado. Los sentimientos fluyen cada día como un torrente y se adquiere un aluvión de experiencias que pueden llegar a ser abrumadoras.A mis quince años, creía saber muchas cosas de la vida, pero estaba equivocada, mi historia empieza ahora. Bajo mi actitud de niña indefensa, descubro que se esconde una gran luchadora de carácter fuerte. Mis experiencias vividas me envuelve en gran parte de mis problemas, problemas que tendré que aprender a solucionar yo sola. Creo que tengo los mejores padres del mundo. Decidieron ponerme Keyla, un nombre que me encanta, tiene algo de exótico y peligroso a la vez. Actualmente tengo veinte años, me considero una persona muy normal, mi cabello es rizado, largo y de color naranja, mis ojos son verdes, grandes y muy llamativos. El color de mi piel es como la porcelana, lo que hace que mis mejillas se tiñan de color rosado enseguida. Tengo unas pecas espantosas, alrededor de mi pequeña nariz, las cuales odio y tapo todos los dí
Lo más importante de toda esta historia que les voy a contar es cuando comienza a cambiar mi vida de verdad, enseguida empezaré a narrarlo. Todo comienza cuando retomo el contacto con mi amiga Esthela, a la que hacía tiempo que no veía, no sé cómo, ni de qué manera consiguió mi número de teléfono, me llamó y empezamos entablando una conversación. La cosa fue cambiando, a medida que íbamos hablando, teníamos más confianza. Esthela no paraba de contarme sus encuentros sexuales con su novio. Un día, hablando por teléfono, nos intercambiamos los e-mails para poder hablar de forma gratuita. Una semana después, recibo un correo electrónico de Esthela: Hola, Keyla, espero que estés muy bien y que cuando leas este e-mail, me contestes enseguida. Seguramente te estarás preguntando si sigo con el mismo chico. ¡PUES SÍ! Sigo con él y soy la mujer más feliz del mundo. El martes de la semana pasada me llevó a una tienda de lencería que hay aquí, y una vez dentro, comencé a probarme algunas
A la semana siguiente me llama para quedar y lo hacemos en una cafetería, que está un poco lejos de mi casa. Es sábado, son las cuatro de la tarde y llueve a mares. Llego a la puerta de la cafetería, sacudo el agua de mi paraguas, lo cierro y entro a la cafetería. Voy directa al baño a recolocar mi cabello, con la humedad de la calle se me ha encrespado. Al salir del baño, diviso una mesa con dos personas, un chico y una chica, me acerco despacio y me doy cuenta de que es Esthela. —¿Esthela? —Hola, Keyla. —Hola, ¡qué cambio has dado!, estás guapísima. Cuando Esthela se fue de aquí, tenía apenas quince años, era el patito feo de la clase; su cara estaba llena de granos. Ha cambiado mucho desde entonces, mide sobre metro sesenta, es rubia, con los ojos azules, lleva el cabello a media melena, y es bastante delgadita. Enseguida los dos se ponen de pie para saludarme. Esthela me presenta a su novio Carlos. Carlos es del montón, tirando a feíllo; es el típico chico de unos treinta
Pasado un mes, y después de hacerme algunas visitas más, Carlos y Esthela me invitan a pasar un fin de semana en su casa. Me costó mucho tomar la decisión, pero al final, me atreví y fui a Portugal. Un poquito antes de llegar allí, llamo a Esthela para que vengan a recogerme a la estación de autobuses. Una vez en Portugal, bajo a toda prisa del bus, y le pido mi maleta al chófer; antes de darme la vuelta, veo que Carlos y Esthela están detrás de mí por el reflejo del autobús. —Hola, Esthela. —Hola, Keyla. —Hola, Carlos —le digo sin mostrar mucho interés, cuando termino de abrazar a Esthela. —Hola, preciosa. ¿Nos vamos a casa? —dice dándome dos besos. —Sí, vámonos, pero… necesito estirar mis piernas un poco —les digo entre risas. Carlos coge la maleta de mis manos, nos guía hasta el coche, introduce la maleta en el maletero, y abre la puerta para que monte. Esthela va con él de copiloto. Al cabo de unos treinta minutos, llegamos al parking donde Carlos deja su coche, lo detie