CAPÍTULO 5

No puedo dejar de pensar en todo el desayuno, estoy de los nervios. ¿Por qué he tenido ese sueño con Carlos? Será que me gustó el beso de anoche, qué vergüenza estoy pasando; el chico, que era el novio de mi amiga, me besó anoche y encima tengo sueños eróticos con él. 

Al terminar, recogemos la mesa y dejamos a Carlos solo en la cocina para que friegue la loza. 

Nosotras nos vamos al cuarto de Esthela para hablar. Ella no para de pintarme el mundo de color de rosa con Carlos y doy por finalizada la conversación. 

Después de comer, hemos ido a ver la cafetería que tiene Carlos, en Castelo Blanco (Portugal). Se llama Pequeño Placer. Es bastante grande, con doce empleados, casi todos son chicas y una de sus empleadas es Esthela. Carlos prepara un chocolate con churros delicioso y echa el cierre por hoy al local. 

De regreso a casa, suena el móvil de Carlos; creo que son sus amigos, quieren quedar con él para salir esta noche. 

—Esta noche nos vamos de fiesta, Gatita —dice Carlos, muy decidido. 

—Ok, Ratoncito —contesta Esthela. 

No doy crédito a lo que escucho «Gatita, Ratoncito», buff, resoplo para mí. 

Sigo escuchando cómo planifican todo entre ellos para salir esta noche de fiesta; en realidad, me da igual, yo lo que quiero es pasarlo bien. 

Llegamos a casa, dormimos un poco para descansar y sobre las siete de la tarde empezamos a ducharnos y vestirnos para salir de marcha. 

Yo me pongo un top blanco y unos pantalones vaqueros, recojo mi cabello en una coleta y me maquillo un poco. 

Cuando voy andando por el pasillo, Esthela y Carlos se ríen de mí. 

—¿De que os reís?, ¿me podéis contar el chiste? 

—El chiste eres tú, así no puedes ir, esta noche vamos al Infinite Night, es un pub de lujo —dice Esthela. 

Sin darme tiempo a contestar me lleva a rastras a su cuarto y comienza a sacar ropa de su armario. Carlos nos ayuda a elegir. 

Cansada de probarme tanta ropa, opto por un top palabra de honor blanco con pequeñas flores rosas y una falda blanca. 

Me miro al espejo para ver cómo voy vestida y… ¡Oh, Dios!, la falda es tan corta que falta poco para que se me vea el trasero, deberé tener cuidado esta noche. 

Ahora, Esthela suelta la goma de mi cabello y lo llena de tirabuzones con la plancha del pelo, también me limpia el maquillaje de la cara, y me maquilla. Me da la sensación de que soy una muñeca para ella, con la que puede jugar. 

Ufff, por fin salgo del cuarto de Esthela. Voy caminando por el pasillo y choco con Carlos, que acaba de salir del baño. 

—Perdón —digo, mientras me doy cuenta de que casi se cae la toalla de su cintura. 

Continuamos nuestros caminos cruzando nuestras miradas. «Carlos tiene unos abdominales impresionantes», pienso para mí. Me doy la vuelta para mirar y veo cómo él también me mira, me pongo roja en un momento. ¡Qué calor me acaba de entrar! 

—¿Está bueno? —pregunta Esthela. 

—La verdad es que sí —le digo. 

—¿Te gusta? Puede ser tuyo por el módico precio de que seas su novia. 

—No pienso firmar un pacto con el diablo, los hombres así solo traen problemas. 

—Qué tonta eres, se ve que te gusta y mucho —dice, mientras me hace cosquillas. 

Esthela y yo nos vamos al comedor haciéndonos cosquillas la una a la otra; al escuchar el jaleo que hemos montado, Carlos sale del cuarto en bóxer. 

—¿Qué está pasando aquí? ¿Creéis que podéis dar voces, y correr por la casa como dos crías? —dice bastante enfadado. 

—Perdón —dice Esthela, agachando la cabeza al suelo. 

—No creo que sea para tanto, solo estábamos jugando un poco —digo sacando la lengua para burlarme de él. 

—Encima me saca la lengua —dice, mientras se va acercando a mí. 

Carlos me sujeta por los brazos y me acorrala contra la pared mirándome con furia; lo miro desafiándole. Aprieta sus manos, retrocedo un poco para soltarme de él, me zarandea y dice: 

—¡Estate quieta! 

—No quiero, me haces daño. 

—Estás preciosa —dice, mirándome a los ojos. 

Afloja sus manos sobre mis brazos y yo me relajo un poco, separa un mechón de pelo de mi frente y la besa. En este momento, me lleno de sensaciones; siento que algo dentro de mí se mueve. No sé qué demonios me pasa. 

Llega la hora de irse. Esthela se ha puesto muy guapa. Lleva un vestido rosa precioso y Carlos se ha puesto un traje gris, con una camisa blanca y corbata roja. 

Nos bajamos a la calle para esperar a que llegue Carlos con el coche. Esthela lo ve de lejos, nos acercamos a él, montamos y nos vamos al pub ese que dicen ellos. 

De lejos, se ven los colores de las luces del pub. Tiene un cartel enorme: «Infinite Night». 

Carlos nos deja en la puerta y nos dice que le esperemos allí mientras él se va a aparcar. Bajamos del coche y se acerca un chico a nosotras rápidamente. 

—Hola, Pedro —dice Esthela. 

—¡Hola, Esthelita! ¿Me presentas a tu amiga? —contesta él muy amable. 

—Hola —digo, mientras se acerca a mí y me da dos besos para saludarme. 

—Carlos viene ahora —dice Esthela a Pedro. 

—Bien, cuando llegue entramos dentro —dice Pedro. 

Esthela y Pedro parecen conocerse de antes, se aprecia la confianza que hay en ambos. Cuando llega Carlos, entramos en el pub. 

Carlos viene con bebidas para los cuatro y mientras me tomo mi copa de Dyc con coca cola, observo el pub detenidamente. Es bastante grande, tiene una pista de baile enorme, y tres barras para pedir, alrededor de la pista. 

Hay mucha gente aquí dentro y comienzo a agobiarme un poco, me siento un poco mareada. 

—Voy fuera —le digo a Esthela. 

Carlos se da cuenta de que no me siento muy bien, me retira la copa de las manos y se acerca a mi oído para poder hablarme. 

La música está muy alta y de lejos no se escucha nada. 

—¿Qué te pasa, preciosa? 

—No sé, me da vueltas todo, voy a la calle… a tomar el aire. 

—Voy contigo —dice cogiéndome de la mano para sacarme de aquí, abriéndose paso entre la gente. 

—Qué alivio. Puedo respirar aire fresco —digo, colocando la mano en mi pecho. 

—Sí, pero… creo que estaríamos mejor, si nos alejamos un poco. 

—Está bien, ¿dónde vamos? 

—En aquel callejón tengo el coche. Si quieres, vamos y te sientas dentro. 

—Venga, de acuerdo —digo, caminando hacia el frente. 

Al llegar al coche nos montamos. Carlos baja los cristales y entra un poco de aire. 

—¿Estás mejor ya? —pregunta Carlos, al pasar unos diez minutos. 

—Sí, gracias, cuando quieras nos vamos. 

—Si ya estás mejor, vámonos. 

Salimos del coche. Carlos echa la llave, se acerca y me coge por la cintura colocándose por detrás de mí. 

—Estás muy guapa esta noche —me susurra al oído, de camino al pub. 

Volteo un poco mi cabeza, le miro, y le dedico una sonrisa. Me gira hacia él y besa mis labios de nuevo. Me quiero separar, pero me sujeta rápidamente la cintura. Estoy atrapada entre sus brazos, echo la cabeza hacia atrás muy nerviosa, intento abrir un poco de hueco entre nosotros. 

—Shhhh, shhh, tranquila, no pasa nada, muñequita. Esthela está feliz de que te quiera junto a mí, mientras que estés conmigo no te pasará nada. 

—¡Eeeh! Yo no estoy contigo, no sé por qué me besas cuando te da la gana —digo muy cabreada mientras le empujo. 

No acepta mi rechazo, en sus ojos se transparenta el fuego que nace en su interior. Me vuelve a sujetar con más fuerza que antes, y me besa otra vez, vuelvo a separarme de él, y le doy una bofetada. 

La situación empeora, me coge por los brazos y me acorrala contra la pared que hay detrás de mi espalda. Me doy un golpe en la cabeza, intentando esquivar su boca. Intento esquivarle al ver cómo aprieta su cuerpo contra el mío, mis fuerzas flaquean, y consigue besarme de una forma tan brusca, que introduce toda su lengua dentro de mi boca; cuando separa sus labios de los míos, se da cuenta de que estoy llorando. 

  

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