No puedo dejar de pensar en todo el desayuno, estoy de los nervios. ¿Por qué he tenido ese sueño con Carlos? Será que me gustó el beso de anoche, qué vergüenza estoy pasando; el chico, que era el novio de mi amiga, me besó anoche y encima tengo sueños eróticos con él.
Al terminar, recogemos la mesa y dejamos a Carlos solo en la cocina para que friegue la loza.
Nosotras nos vamos al cuarto de Esthela para hablar. Ella no para de pintarme el mundo de color de rosa con Carlos y doy por finalizada la conversación.
Después de comer, hemos ido a ver la cafetería que tiene Carlos, en Castelo Blanco (Portugal). Se llama Pequeño Placer. Es bastante grande, con doce empleados, casi todos son chicas y una de sus empleadas es Esthela. Carlos prepara un chocolate con churros delicioso y echa el cierre por hoy al local.
De regreso a casa, suena el móvil de Carlos; creo que son sus amigos, quieren quedar con él para salir esta noche.
—Esta noche nos vamos de fiesta, Gatita —dice Carlos, muy decidido.
—Ok, Ratoncito —contesta Esthela.
No doy crédito a lo que escucho «Gatita, Ratoncito», buff, resoplo para mí.
Sigo escuchando cómo planifican todo entre ellos para salir esta noche de fiesta; en realidad, me da igual, yo lo que quiero es pasarlo bien.
Llegamos a casa, dormimos un poco para descansar y sobre las siete de la tarde empezamos a ducharnos y vestirnos para salir de marcha.
Yo me pongo un top blanco y unos pantalones vaqueros, recojo mi cabello en una coleta y me maquillo un poco.
Cuando voy andando por el pasillo, Esthela y Carlos se ríen de mí.
—¿De que os reís?, ¿me podéis contar el chiste?
—El chiste eres tú, así no puedes ir, esta noche vamos al Infinite Night, es un pub de lujo —dice Esthela.
Sin darme tiempo a contestar me lleva a rastras a su cuarto y comienza a sacar ropa de su armario. Carlos nos ayuda a elegir.
Cansada de probarme tanta ropa, opto por un top palabra de honor blanco con pequeñas flores rosas y una falda blanca.
Me miro al espejo para ver cómo voy vestida y… ¡Oh, Dios!, la falda es tan corta que falta poco para que se me vea el trasero, deberé tener cuidado esta noche.
Ahora, Esthela suelta la goma de mi cabello y lo llena de tirabuzones con la plancha del pelo, también me limpia el maquillaje de la cara, y me maquilla. Me da la sensación de que soy una muñeca para ella, con la que puede jugar.
Ufff, por fin salgo del cuarto de Esthela. Voy caminando por el pasillo y choco con Carlos, que acaba de salir del baño.
—Perdón —digo, mientras me doy cuenta de que casi se cae la toalla de su cintura.
Continuamos nuestros caminos cruzando nuestras miradas. «Carlos tiene unos abdominales impresionantes», pienso para mí. Me doy la vuelta para mirar y veo cómo él también me mira, me pongo roja en un momento. ¡Qué calor me acaba de entrar!
—¿Está bueno? —pregunta Esthela.
—La verdad es que sí —le digo.
—¿Te gusta? Puede ser tuyo por el módico precio de que seas su novia.
—No pienso firmar un pacto con el diablo, los hombres así solo traen problemas.
—Qué tonta eres, se ve que te gusta y mucho —dice, mientras me hace cosquillas.
Esthela y yo nos vamos al comedor haciéndonos cosquillas la una a la otra; al escuchar el jaleo que hemos montado, Carlos sale del cuarto en bóxer.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Creéis que podéis dar voces, y correr por la casa como dos crías? —dice bastante enfadado.
—Perdón —dice Esthela, agachando la cabeza al suelo.
—No creo que sea para tanto, solo estábamos jugando un poco —digo sacando la lengua para burlarme de él.
—Encima me saca la lengua —dice, mientras se va acercando a mí.
Carlos me sujeta por los brazos y me acorrala contra la pared mirándome con furia; lo miro desafiándole. Aprieta sus manos, retrocedo un poco para soltarme de él, me zarandea y dice:
—¡Estate quieta!
—No quiero, me haces daño.
—Estás preciosa —dice, mirándome a los ojos.
Afloja sus manos sobre mis brazos y yo me relajo un poco, separa un mechón de pelo de mi frente y la besa. En este momento, me lleno de sensaciones; siento que algo dentro de mí se mueve. No sé qué demonios me pasa.
Llega la hora de irse. Esthela se ha puesto muy guapa. Lleva un vestido rosa precioso y Carlos se ha puesto un traje gris, con una camisa blanca y corbata roja.
Nos bajamos a la calle para esperar a que llegue Carlos con el coche. Esthela lo ve de lejos, nos acercamos a él, montamos y nos vamos al pub ese que dicen ellos.
De lejos, se ven los colores de las luces del pub. Tiene un cartel enorme: «Infinite Night».
Carlos nos deja en la puerta y nos dice que le esperemos allí mientras él se va a aparcar. Bajamos del coche y se acerca un chico a nosotras rápidamente.
—Hola, Pedro —dice Esthela.
—¡Hola, Esthelita! ¿Me presentas a tu amiga? —contesta él muy amable.
—Hola —digo, mientras se acerca a mí y me da dos besos para saludarme.
—Carlos viene ahora —dice Esthela a Pedro.
—Bien, cuando llegue entramos dentro —dice Pedro.
Esthela y Pedro parecen conocerse de antes, se aprecia la confianza que hay en ambos. Cuando llega Carlos, entramos en el pub.
Carlos viene con bebidas para los cuatro y mientras me tomo mi copa de Dyc con coca cola, observo el pub detenidamente. Es bastante grande, tiene una pista de baile enorme, y tres barras para pedir, alrededor de la pista.
Hay mucha gente aquí dentro y comienzo a agobiarme un poco, me siento un poco mareada.
—Voy fuera —le digo a Esthela.
Carlos se da cuenta de que no me siento muy bien, me retira la copa de las manos y se acerca a mi oído para poder hablarme.
La música está muy alta y de lejos no se escucha nada.
—¿Qué te pasa, preciosa?
—No sé, me da vueltas todo, voy a la calle… a tomar el aire.
—Voy contigo —dice cogiéndome de la mano para sacarme de aquí, abriéndose paso entre la gente.
—Qué alivio. Puedo respirar aire fresco —digo, colocando la mano en mi pecho.
—Sí, pero… creo que estaríamos mejor, si nos alejamos un poco.
—Está bien, ¿dónde vamos?
—En aquel callejón tengo el coche. Si quieres, vamos y te sientas dentro.
—Venga, de acuerdo —digo, caminando hacia el frente.
Al llegar al coche nos montamos. Carlos baja los cristales y entra un poco de aire.
—¿Estás mejor ya? —pregunta Carlos, al pasar unos diez minutos.
—Sí, gracias, cuando quieras nos vamos.
—Si ya estás mejor, vámonos.
Salimos del coche. Carlos echa la llave, se acerca y me coge por la cintura colocándose por detrás de mí.
—Estás muy guapa esta noche —me susurra al oído, de camino al pub.
Volteo un poco mi cabeza, le miro, y le dedico una sonrisa. Me gira hacia él y besa mis labios de nuevo. Me quiero separar, pero me sujeta rápidamente la cintura. Estoy atrapada entre sus brazos, echo la cabeza hacia atrás muy nerviosa, intento abrir un poco de hueco entre nosotros.
—Shhhh, shhh, tranquila, no pasa nada, muñequita. Esthela está feliz de que te quiera junto a mí, mientras que estés conmigo no te pasará nada.
—¡Eeeh! Yo no estoy contigo, no sé por qué me besas cuando te da la gana —digo muy cabreada mientras le empujo.
No acepta mi rechazo, en sus ojos se transparenta el fuego que nace en su interior. Me vuelve a sujetar con más fuerza que antes, y me besa otra vez, vuelvo a separarme de él, y le doy una bofetada.
La situación empeora, me coge por los brazos y me acorrala contra la pared que hay detrás de mi espalda. Me doy un golpe en la cabeza, intentando esquivar su boca. Intento esquivarle al ver cómo aprieta su cuerpo contra el mío, mis fuerzas flaquean, y consigue besarme de una forma tan brusca, que introduce toda su lengua dentro de mi boca; cuando separa sus labios de los míos, se da cuenta de que estoy llorando.
Mi cuerpo empieza a temblar por el miedo que siento, chillo pidiendo ayuda. Me tapa la boca y pega su frente a la mía. —Perdóname, no debí hacer eso —dice, mientras huele mi pelo. —¡SUÉLTAME! —repito llorando, llena de rabia e indefensa. —Cuando estés tranquila te soltaré poco a poco, no quiero que nadie piense que soy un depravado —dice, mientras limpia las lágrimas que recorren mi cara, a medida que me va soltando. —Que me dejes en paz —le digo empujándolo. Carlos me abraza, acaricia mi pelo y me pide perdón otra vez. No me va a dejar ir hasta que no me tranquilice, y deje de llorar. Pasó un ratito y volvimos al pub con Pedro y Esthela. A lo largo de la noche, Pedro me trae las copas. Antes de terminar la que tengo en la mano, con el paso de la noche me voy notando contentilla, en realidad, no sé cuántas copas llevo, creo que unas tres o cuatro quizás. Salimos todos a la calle, para que Pedro pueda fumarse un cigarro, y Carlos se da cuenta de que me río demasiado. —Mírame a
Recuperando el aliento, casi sin poder moverme, me doy cuenta de que tuve un orgasmo brutal en su boca. Está tan impresionado, que sigue mirando mi entrepierna, pasa sus dedos, los moja, y se los lleva a la boca para saborear mi dulce néctar; al terminar, cierra mis piernas y tira del camisón para sacarlo de mi cuerpo, levanto un poco mis caderas y lo ayudo a sacarlo. Me pongo de lado, tapándome con la sábana, él me acurruca. Estoy tan sofocada, que me vuelvo a quedar dormida. Busco a Carlos en la cama para abrazarlo y me doy cuenta de que no está. Miro el reloj; son las doce del mediodía. Me tapo bien al escuchar que se abre la puerta del cuarto. —Buenos días, preciosa. —Buenos días —contesto muy feliz. Carlos se arrima a la cama, e intenta besarme mientras escondo mi cara en la almohada. —¿Qué pasa, muñequita?, ¿por qué te escondes? —No me mires, me da mucha vergüenza. —¡Eeeh! Ni se te ocurra. Cuando te miro, me gustas entera, te quiero solo para mí. Sus palabras son músi
Hacemos una parada en un puesto de kebab. Me fijo en cómo el rollo de carne da vueltas y con un cortador sacan láminas muy finas de él. —¿Pollo o ternera?, ¿qué prefieres? —me pregunta Carlos. —Pollo, pero… no lo he comido nunca, no sé si me gustará. —Keyla, confía en nosotros, sabemos lo que comemos — dice Esthela. —Dos de ternera, uno de pollo y tres coca colas —pide Carlos al chico. —Sí, señor —le contesta el camarero. El chico es guapísimo. Creo que es de raza turca. Moreno, y sus ojos de color café son preciosos. Es bastante resultón, percibo cómo me contesta con la mirada cuando le miro. —Deja de mirarle —dice Carlos al darse cuenta del cruce de miradas. —Qué dices. Solo lo miraba, no voy a tener nada con él. —Por eso, vete a aquella mesa, siéntate y espera a que yo lleve la comida. —¡NO! —Esthela, llévatela de aquí. Esthela me coge del brazo y tira de mí hasta la mesa, separa una silla y dice: —Siéntate. —No pienso sentarme, pareces un soldado, siempre haces lo qu
Carlos entra al cuarto y abre la persiana. Me despierta con el ruido y le miro.—Buenos días, preciosa.—¡Vete a la mierda! —respondo cabreada, poniéndome de rodillas en la cama.—¿Qué has dicho? —pregunta con cara de asombro.—Que… te… vayas… a la mierda —le deletreo para que se entere mejor.Se sienta de repente en la cama, tira de mis brazos, peleo como puedo con él y, en pocos segundos, me echa boca abajo sobre su regazo.—¿Quieres más? —pregunta, dándome un azote fuerte en el trasero.—No —respondo llorando.—Como no dejes de contestarme así, voy a seguir azotándote —dice, mientras acaricia mi trasero.—Suéltame.—No. Me gusta mucho este culo, y lo voy a tocar hasta que me apetezca y siempre que quiera.Sube el camisón a mi cintura, para dejar el trasero al aire, adornado por las cuerdas del mini tanga.—Me gusta cómo te queda el tanga, hace que tu culo sea perfectamente visible para mí, a partir de ahora usarás siempre tanga —dice, mientras pasa su mano.Separa un poco el tanga
Estoy tan cansada que solo me apetece relajarme. Me encuentro sola en casa, cojo una copa y me echo un poco de vino tinto de una botella que me regaló Sandra para una ocasión especial; creo que esta lo es, Carlos es mi primer novio.Doy un sorbo, me voy al baño, lleno la bañera de agua, apoyo la copa en el borde de la bañera y me meto dentro. Necesito reflexionar un poco sobre lo que me dijo Carlos. Pienso en Carlos, en Esthela y en cómo puede llegar a cambiar mi vida estando con Carlos.Cuando ya estoy más arrugada que una pasa, salgo de la bañera y me voy a mi cuarto, me meto en la cama, y empiezo a pensar en los orgasmos que tuve con Carlos y resurge un dolor en mi vientre de excitación.Decido tocarme un poco, pero no consigo nada más que mojarme un poco. Aburrida de ello me acuerdo del tanga blanco, lo busco en la maleta y me lo pongo para probarlo, me meto en la cama y le doy al mando.Nivel uno, la vibración es muy lenta. Nivel dos, ummm, vamos mejorando con algo más de alegría
Se sube a la cama y me abraza contra su pecho para relajarme con sus besos. Mi dolor desaparece pronto, y dejo de llorar.—¿Te ha dolido mucho?—Sí.—Lo siento, tenía que hacerlo de forma que no te dieras cuenta, de lo contrario no me habrías dejado. ¿Me perdonas?—¡NOOO! —exclamo, frunciendo mi ceño.—Sé que, me perdonarás. Te prometo que lo peor ya ha pasado, tenía que deshacerme de tu virginidad, quiero que te entregues a mí por completo, ve al baño y lávate la cara, no me gusta verte así.Asiento con la cabeza, voy al baño, me limpio y me meto en la cama. Lo abrazo con todas mis fuerzas, coge mi pierna y la pasa por su cintura, rodeándome con sus brazos, besa dulcemente mi frente.Cierro mis ojos. Su ternura me llena de felicidad por dentro. Carlos me quiere, me cuida, se preocupa por mí, sé que vendrá siempre que pueda a verme. Tengo que esforzarme más en quererle, cierro mis ojos y estoy tan relajada que enseguida entro en un profundo sueño.Percibo un pequeño hormigueo recorrer
Por unos instantes me hipnotizo al ver el movimiento tan sexy que hacen sus labios; creo que retarlo esta noche ha sido una buena jugada, su fuego se va calmando y algo de dulzura se va apoderando de él. Pongo mi mano en su muslo, y subo despacio a su entrepierna.—¡Para! —dice en un golpe seco de voz.—No. Esta noche mando yo —digo, poniendo cara de pícara.—¡Para! No puedes hacerme esto —dice, sujetando mi mano para poder tragar saliva.—Sí, sí que puedo, tú apuestas y yo te reto.—Eso me pone aún más.—Ya lo sé, yo soy una persona que toma sus propias decisiones y no voy a dejar que me domestiques como a un animal enjaulado. Creo que no me has mirado bien.—Sí, si lo he hecho.—Muy bien, ¡descríbeme!—¿Qué quieres de postre?—Un té —digo con una sonrisa sabiendo que no sabe describirme. Levanta su mano, se acerca al camarero, y pide el postre y té. Mete su mano en bolsillo y el tanga empieza a vibrar.—¿Dónde vas?—Ahora vengo, no tardo nada. Voy al baño, me quito el tanga, lo envu
Poniéndome en pie, cojo mi móvil y llamo a Carlos. No me coge el teléfono y decido llamar al de Esthela.—Hola, Keyla.—Hola. ¿Ya ha llegado Carlos? Le llamé a su teléfono, pero no me lo cogió.—Sí. Llegó y se quedó dormido.—Vale, muchas gracias, besos.—Besos, chao.Cuelgo el teléfono. Sandra y Rubén me miran atentamente.—Si tenéis algo que decir, podéis decirlo.—Te diría muchas cosas, pero prefiero callarme y que te des cuenta tú sola —dice Sandra.—¿Darme cuenta de qué?—No seas ciega y empieza a pensar —dice Rubén.—¿Qué debo pensar?—¿No lo ves?, esos dos están juntos.—Sandra, que no, no sé cómo puedes pensar así.—Porque Esthela vive con Carlos, y trabaja aún en su cafetería, hace todo lo que quiere. ¿No te das cuenta de que la maneja a su antojo? Pronto tú serás su próxima víctima —dice Sandra muy cabreada.Sandra se pone en pie, coge un papel y un bolígrafo.—¿Qué haces, Sandra?—Apuntar sus nombres, por si algún día los necesito. ¡Vamos, dámelo! —dice con impaciencia.—Es