CAPÍTULO 34. BESO ROBADO

Subí a la habitación que me habían asignado, me desvestí y me puse un pijama, no podía dormir, me sentía quebrantada de salud, aparte de que mi estado de ánimo no era el mejor, por más que trataba de que no me afectara por deferencia a mi bebé.

Acaricié mi vientre con emoción, porque ese pedacito de vida que estaba allí lo había amado desde que supe de su llegada. Comencé a estornudar y minutos después me sentí afectada por fuertes temblores que hicieron castañar mis dientes, también creía que me había dado fiebre porque tenía la sensación de que estaba hirviendo, gemidos comenzaron a salir de mi boca y me fui engullendo en una tenebrosa oscuridad.

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Sophía estaba hospedada en una habitación contigua a la mía, estaba preocupado

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