CAPÍTULO 39. LA GOLPIZA

Cuando caí al suelo llorando por los remordimientos, poco me importaba que todos me vieran; quienes dicen que los hombres no lloran, tal vez no han amado, no han sentido ni padecido el peso de la culpa. El guardia de seguridad se me acercó y me ayudó a levantarme.

—Tranquilo señor, vaya a la clínica donde le dije y tenga fe de que todo estará muy bien.

Le di las gracias en un tono apenas perceptible, tenía miedo, dolor, eran tantas las emociones que por primera vez me dejé dominar de ellas; amablemente el guardia de seguridad me acompañó hasta fuera, no quise movilizarme en mi auto porque me sentía demasiado afectado y podía provocar un accidente, así que tomé un taxi y le di el nombre de la clínica donde me llevó con rapidez.

Tenía la terrible sensación de que la angustia atenazaba mi pecho, al llegar al centro hospit

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