Su rostro pálido daba la impresión de que se desvanecería en cualquier momento, se quedó estática por unos segundos y cuando reaccionó, hizo amago de zafarse de mi agarre, pero la sostuve con más fuerza.
—Nick, me estás haciendo daño—manifestó con una expresión de preocupación.
—¿Daño Sophía? ¿Y qué hay de lo que me estás haciendo a mí? Te fuiste de la casa sin que nadie se percatara ¿Y para qué? Para venirte...—allí me interrumpí porque mi enojo estaba saliéndose de control, inhalé por la nariz y exhalé por la boca seguido, buscando la manera de apaciguar mis demonios y continué hablando—O vienes conmigo en este momento o juro que le destrozaré el rostro y la vida al maldito desgraciado ese—. Espeté con vi
Yo lo observaba a la expectativa, eran tantos los sentimientos encontrados que se agitaban en mi interior. Por una parte, me aliviaba que supiera la verdad sobre el hijo que esperábamos, pero también en mi ignorancia creía que se tornaría más posesivo, sin embargo, jamás imaginé que sucedería lo que llegó a continuación.—¿En serio Nick? ¿Lo sabes?—Inquirí entre sorprendida y aliviada, sin embargo, mi sexto sentido se activó y me indicó que las cosas no estaban resueltas de buena manera como yo esperaba, pero yo hice caso omiso y deseché esos pensamientos y para demostrar que esa corazonada no era cierto, agregué—, como ya lo sabes entonces te mostraré los ecos.Caminé hacia la sala donde había dejado mi cartera cuando llegué, Nick me siguió de cerca y al tenerla en mis ma
La rabia me carcomía por dentro, entré a mi despacho y comencé a tirar todo, estaba ciego del enojo, lo veía todo rojo, otra vez había sido engañado por una mujer. Y aún sabiendo que ninguna era confiable, intenté creer en Sophía, pensé que esta vez sí era la indicada, me dejé llevar por su apariencia de chica buena e inocente, pero no era más que la peor zorra de todas.—Maldita, ¿cómo se atreve a siquiera pensar en hacer pasar por mío un bastardo que no lo es?—Expresé en voz alta, mientras caminaba como un animal enjaulado en mi despacho y en algunos momentos golpeaba con fuerza la pared.Hice bien en no contarle esos detalles de mi vida, porque seguro nunca habría descubierto sus artimañas, porque ella se hubiese cuidado de preñarse de otro hombre.El dolor en mi cabez
Subí a la habitación que me habían asignado, me desvestí y me puse un pijama, no podía dormir, me sentía quebrantada de salud, aparte de que mi estado de ánimo no era el mejor, por más que trataba de que no me afectara por deferencia a mi bebé.Acaricié mi vientre con emoción, porque ese pedacito de vida que estaba allí lo había amado desde que supe de su llegada. Comencé a estornudar y minutos después me sentí afectada por fuertes temblores que hicieron castañar mis dientes, también creía que me había dado fiebre porque tenía la sensación de que estaba hirviendo, gemidos comenzaron a salir de mi boca y me fui engullendo en una tenebrosa oscuridad.**********************Sophía estaba hospedada en una habitación contigua a la mía, estaba preocupado
Al ver a mi primo besando a Sophía la rabia me inundó, no sé por qué me sentía así, tenía ganas de brincarle arriba y romperle la cara por descarado y abusador ¿Cómo se atrevía a aprovechar que ella estaba dormida para besarla?—Dime: ¡¿Qué carajo crees que estás haciendo?! —Espeté muy enfadado.—Siento mucho molestarte, pero Sophía me gusta y, ya que su marido la desdeñó y no fue capaz de apreciarla, yo estoy dispuesta a conquistarla —declaró con firmeza.—Te estás aprovechando de todo y pretendes pescar en río revuelto, pero no lo voy a permitir. Nick cometió un error, pero cuando piense todo en frío se dará cuenta de su equivocación y de la gran mujer que perdió al echar a Sophía y cuando haga eso volver
Llegamos al Aeropuerto Barcelona-El Prat Josep Tarradellas ubicado a doce kilómetros al suroeste de la ciudad, luego de aterrizar fuimos a la zona de taxis y en media hora ya estábamos llegando a casa de mis padres.Al entrar a la casa estaban reunidos mis hermanos Enrique, Juan y mis padres, quienes al verme, no pudieron ocultar su rostro de tristeza. A mi mamá se le salieron unas lágrimas que se las limpió con premura, pensando que no me había dado cuenta.Ninguno saludó y nosotros tampoco lo hicimos, porque en el ambiente reinaba una desolación y una tensión que no nos pasó desapercibida.Mauro fue el primero en hablar — ¿Qué está pasando? ¿Por qué esas caras?— El día de ayer Nick tomó posesión de nuestra constructora —comenzó a hablar Enrique mien
¡Por Dios! No podía creer que me hubiese equivocado de esa manera, sentí mi sangre helarse en mis venas cuando vi el tercer nombre —¡No puede ser! —Exclamé con desesperación.Revisé los informes posteriores, las fotografías, mi corazón se estrujó cuando vi la verdad expuesta ante mí. Estaba sorprendido, aterrado, continué leyendo el archivo que me habían enviado el día que corrí a Sophía de mi casa donde mencionaban a Mauro Madrid.En ese entonces no leí, porque cuando apenas vi las fotos, me dejé cegar por la rabia y el día de la discusión ella me lo iba a decir, pero no quise escucharla, ¡No podía ser! Mauro no era su amante sino su hermano Andrecito.¡Por Dios! ¿Qué había hecho? Destruí a mi esposa, a la mujer que amaba a su
Cuando la vi convulsionando la cargué inmediatamente y la llevé al sofá, mientras Dante llamaba a un número de emergencia para pedir una ambulancia. Once minutos más tarde ya estaba el equipo de emergencia llegando al edificio. Pedí que la trasladaran al Hospital Privado de Salud de Barcelona. Mauro se fue en la ambulancia mientras los demás nos fuimos en nuestros respectivos autos.Al llegar al hospital ya Sophía había sido ingresada. Todos permanecimos sentados en la sala de espera, aguardando impacientes que algún médico saliera y nos diera el diagnóstico. Un rato más tarde, que a decir verdad habían parecido horas, un hombre cubierto por una bata blanca apareció frente a nosotros.—¿Familiares de la señorita Sophia Madrid? —Tras indicarle que éramos sus familiares, el doc
Cuando caí al suelo llorando por los remordimientos, poco me importaba que todos me vieran; quienes dicen que los hombres no lloran, tal vez no han amado, no han sentido ni padecido el peso de la culpa. El guardia de seguridad se me acercó y me ayudó a levantarme.—Tranquilo señor, vaya a la clínica donde le dije y tenga fe de que todo estará muy bien.Le di las gracias en un tono apenas perceptible, tenía miedo, dolor, eran tantas las emociones que por primera vez me dejé dominar de ellas; amablemente el guardia de seguridad me acompañó hasta fuera, no quise movilizarme en mi auto porque me sentía demasiado afectado y podía provocar un accidente, así que tomé un taxi y le di el nombre de la clínica donde me llevó con rapidez.Tenía la terrible sensación de que la angustia atenazaba mi pecho, al llegar al centro hospit