El aire estaba cargado de tensión cuando Carolina se paró enfrente de Eliot, su corazón latiendo con fuerza. La decisión que acababa de tomar, aunque la llenaba de miedo, al mismo tiempo le daba un poco de alivio, porque Lisandro no se acercaría a ella.Eliot, aún en estado de shock, finalmente logró articular algunas palabras. Su expresión pasando de la sorpresa a una sonrisa radiante que iluminó su rostro.—¿Estás segura? —preguntó, su voz temblando ligeramente—. Esto es… inesperado.Carolina sintió que la mirada de todos se centraba en ella, como si estuvieran esperando una explicación, pero no la daría, necesitaba alejar de su vida a Lisandro y esa era la única manera de hacerlo.Respiró hondo, sintiendo el peso de las miradas sobre ella. Sabía que su decisión era impulsiva, pero en ese momento le parecía la única salida."No puedo dejar que Lisandro vuelva a entrar en mi vida", pensó, apretando los puños. "Esto es lo mejor para todos."—Sí, estoy segura —respondió finalmente, su
Lisandro miró con desprecio la tarjeta de invitación, su ira burbujeando en su interior, como la fuerza de un volcán.—¡No puedo creerlo! —exclamó con una expresión de sorpresa, sintiendo cómo la rabia le nublaba la razón.La tarjeta cayó de sus manos, aterrizando suavemente sobre el escritorio. Lisandro se quedó inmóvil, sintiendo como si la tierra se moviera bajo sus pies."Carolina... se va a casar", pensó, la idea lo golpeó con la fuerza de un mazo. Una mezcla de emociones lo invadió: rabia, dolor, celos... y algo más que no quería admitir. Se levantó de golpe, su silla cayendo al suelo con un estruendo. Comenzó a caminar de un lado a otro en su oficina, su mente un torbellino de pensamientos. Se acercó al bar y se tomó varios tragos seguidos, sintiendo como el calor de la bebida se agitaba en su interior.—No voy a dejarte casar con ese hombre ni con nadie Carolina —, dijo mientras la ira burbujeaba en su interior, lleno de celos. —Si mi vida es un infierno… me niego a que tú s
El ambiente en el restaurante se tornó tenso, como si el aire estuviera cargado de electricidad. Eliot, con el corazón latiendo con fuerza, se levantó de su asiento, su mirada fija en Lisandro. La rabia burbujeaba en su interior, no podía permitir que ese hombre hablara así de Carolina.Su mirada se posó en Lisandro, quien se había atrevido a señalar a Carolina con desdén.—¡No puedes hablar así de Carolina! —exclamó Eliot, su voz resonando en el aire como un trueno. El enojo burbujeaba en su interior, convirtiéndose en un fuego incontrolable. Lisandro lo miró, escaneando su expresión con un aire de desafío.Lisandro, con una sonrisa despectiva, se cruzó de brazos, disfrutando del momento.—Tengo todo el derecho a hacerlo —respondió Lisandro, con una sonrisa sarcástica que dejaba claro su desprecio—. Porque ella no es la buena persona que aparenta ser, es una traidora que asesinó a nuestro…Pero no pudo terminar la frase, porque Eliot se paró para enfrentarlo, pero apenas llegó al fr
Carolina y Eliot salieron del restaurante, y subieron al auto. La tensión entre ellos era palpable. Ella estaba aterrada, porque ver a esa mujer había sido una impresión muy grande, además le había revuelto recuerdos demasiado doloroso… y si no dijo nada es porque una parte de ella, deseaba hacerse invisible para que el daño de esa arpía no alcanzara a sus hijos. Vio a Eliot de reojo, era evidente que él quería reclamarle, pero no se atrevía, por eso suspiró. —Sé que me quieres decir algo… dímelo de una vez, si quieres retractarte de casarte conmigo, lo voy a aceptar de la mejor manera —expresó, sintiendo que las lágrimas quemaban en sus ojos. Eliot respiró profundo, y, con una mirada inquisitiva, rompió el silencio. —¿Estuviste casada con Lisandro? ¿Qué pasó con eso de aplicación de citas, Carolina? ¿En verdad buscabas hombres allí? Carolina suspiró, recordando la noche en que se vio en la necesidad de crear un perfil, y buscar un hombre para salvar la vida de su madre. Sin emb
Carolina sintió cómo un torrente de celos la invadió cuando Lisandro anunció en su propia fiesta, el compromiso con la misma mujer que había sido cómplice de la madre de él en lo que hicieron.Las palabras resonaron en su mente como un eco ensordecedor, y no pudo evitar que su voz se alzara, cargada de ironía.—No sé si deba felicitarte o compadecerme, porque tu presencia aquí me dice que tu prometida no te entretiene lo suficiente, porque sigues pendiente de lo que hago —, le respondió, su corazón latiendo con fuerza.La tensión en el aire era palpable, y las chispas parecían saltar entre ellos, iluminando la oscuridad de sus emociones reprimidas.Lisandro miró a Carolina con una sonrisa burlona, sus ojos brillando con un desafío apenas contenido.—No te confundas, querida, —dijo, su voz cargada de sarcasmo. —Mi presencia aquí no tiene nada que ver contigo. Simplemente, quería ser testigo de cómo arruinas la vida de otro hombre.Carolina sintió que la rabia burbujeaba en su interior.
El caos estalló en el salón cuando Lisandro levantó a Carolina sobre su hombro y salió apresuradamente. Los gritos de sorpresa y confusión llenaron el aire mientras Eliot y los invitados quedaban paralizados por la conmoción.—¡Suéltame, Lisandro! ¡Estás loco! —gritó Carolina, golpeando la espalda de Lisandro con sus puños. Pero él no cedía, su agarre firme mientras salía de allí.—¡No hasta que me digas la verdad! —respondió Lisandro, su voz cargada de determinación.Mientras salía no le importó Andrea, la dejó olvidada como si fuera un objeto desechado.Afuera, al llegar al auto, Lisandro, metió a Carolina en el asiento trasero y se subió junto a ella, cerrando la puerta con fuerza.—¡Arranca! —le ordenó al chofer, quien obedeció de inmediato sin hacer preguntas.Carolina miró por la ventana trasera, viendo cómo Eliot y algunos invitados salían corriendo del edificio, pero ya era tarde. El auto se alejaba velozmente por las calles de la ciudad.—¡Esto es secuestro! ¡Detén el auto a
Andrea siguió sigilosamente a la pequeña Trina hacia el baño, su corazón latiendo con fuerza mientras planeaba cómo llevar a cabo el secuestro. Entró al baño, y mientras la niña estaba en uno de los cubículos, y esperó pacientemente que saliera. Cuando la niña salió, Andrea se acercó con una sonrisa forzada.—Hola pequeña, ¿eres la hija de Carolina? —preguntó con fingida amabilidad.Trina la miró con desconfianza. —Sí, ¿quién eres tú? No puedo hablarte, porque mamá, la abuela y la tía Inés, me han prohibido hablar con desconocidos.—Ah, eso está muy bien, aunque yo no soy ninguna desconocida. Soy una amiga de tu mamá. Ella me pidió que te llevara con ella, está esperándote afuera en el carro, con su amigo —mintió Andrea.La niña dudó por un momento. —No sé... debo buscar a mi hermano también, no me gustaría dejarlo solo.Andrea sintió que el pánico crecía en su interior. No podía permitir que la niña escapara. En un movimiento rápido, agarró a Trina del brazo.—No, ya tu hermano es
Carolina se quedó sola en la habitación, sintiendo cómo las lágrimas corrían por sus mejillas. El silencio que siguió a la salida de Lisandro era ensordecedor. Se sentó en el borde de la cama, tratando de procesar todo lo que había pasado."¿Cómo llegamos a esto?", pensó, recordando aquellos pocos, pero felices momentos que alguna vez compartieron. Carolina se revisó buscando su móvil, pero luego recordó que se lo había dado a su madre, suspiró con impotencia. Cerró los ojos, maldiciendo su mala suerte Se puso de pie y comenzó a recorrer la habitación, buscando alguna forma de salir o comunicarse con alguien. Intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. —¡Desgraciado! Me dejó encerrada como si fuera una prisionera… déjalo que llegue, ¡Se las voy a cobrar una a una! —gruñó con enfado, sin poder contener el llanto.Trataba de estar calmada, pero sentía una angustia en el pecho, que le producía muchísima ansiedad, y se lo oprimía, poniéndola en un estado de absoluta zozobra