El ambiente en el restaurante se tornó tenso, como si el aire estuviera cargado de electricidad. Eliot, con el corazón latiendo con fuerza, se levantó de su asiento, su mirada fija en Lisandro. La rabia burbujeaba en su interior, no podía permitir que ese hombre hablara así de Carolina.Su mirada se posó en Lisandro, quien se había atrevido a señalar a Carolina con desdén.—¡No puedes hablar así de Carolina! —exclamó Eliot, su voz resonando en el aire como un trueno. El enojo burbujeaba en su interior, convirtiéndose en un fuego incontrolable. Lisandro lo miró, escaneando su expresión con un aire de desafío.Lisandro, con una sonrisa despectiva, se cruzó de brazos, disfrutando del momento.—Tengo todo el derecho a hacerlo —respondió Lisandro, con una sonrisa sarcástica que dejaba claro su desprecio—. Porque ella no es la buena persona que aparenta ser, es una traidora que asesinó a nuestro…Pero no pudo terminar la frase, porque Eliot se paró para enfrentarlo, pero apenas llegó al fr
Carolina y Eliot salieron del restaurante, y subieron al auto. La tensión entre ellos era palpable. Ella estaba aterrada, porque ver a esa mujer había sido una impresión muy grande, además le había revuelto recuerdos demasiado doloroso… y si no dijo nada es porque una parte de ella, deseaba hacerse invisible para que el daño de esa arpía no alcanzara a sus hijos. Vio a Eliot de reojo, era evidente que él quería reclamarle, pero no se atrevía, por eso suspiró. —Sé que me quieres decir algo… dímelo de una vez, si quieres retractarte de casarte conmigo, lo voy a aceptar de la mejor manera —expresó, sintiendo que las lágrimas quemaban en sus ojos. Eliot respiró profundo, y, con una mirada inquisitiva, rompió el silencio. —¿Estuviste casada con Lisandro? ¿Qué pasó con eso de aplicación de citas, Carolina? ¿En verdad buscabas hombres allí? Carolina suspiró, recordando la noche en que se vio en la necesidad de crear un perfil, y buscar un hombre para salvar la vida de su madre. Sin emb
Carolina sintió cómo un torrente de celos la invadió cuando Lisandro anunció en su propia fiesta, el compromiso con la misma mujer que había sido cómplice de la madre de él en lo que hicieron.Las palabras resonaron en su mente como un eco ensordecedor, y no pudo evitar que su voz se alzara, cargada de ironía.—No sé si deba felicitarte o compadecerme, porque tu presencia aquí me dice que tu prometida no te entretiene lo suficiente, porque sigues pendiente de lo que hago —, le respondió, su corazón latiendo con fuerza.La tensión en el aire era palpable, y las chispas parecían saltar entre ellos, iluminando la oscuridad de sus emociones reprimidas.Lisandro miró a Carolina con una sonrisa burlona, sus ojos brillando con un desafío apenas contenido.—No te confundas, querida, —dijo, su voz cargada de sarcasmo. —Mi presencia aquí no tiene nada que ver contigo. Simplemente, quería ser testigo de cómo arruinas la vida de otro hombre.Carolina sintió que la rabia burbujeaba en su interior.
El caos estalló en el salón cuando Lisandro levantó a Carolina sobre su hombro y salió apresuradamente. Los gritos de sorpresa y confusión llenaron el aire mientras Eliot y los invitados quedaban paralizados por la conmoción.—¡Suéltame, Lisandro! ¡Estás loco! —gritó Carolina, golpeando la espalda de Lisandro con sus puños. Pero él no cedía, su agarre firme mientras salía de allí.—¡No hasta que me digas la verdad! —respondió Lisandro, su voz cargada de determinación.Mientras salía no le importó Andrea, la dejó olvidada como si fuera un objeto desechado.Afuera, al llegar al auto, Lisandro, metió a Carolina en el asiento trasero y se subió junto a ella, cerrando la puerta con fuerza.—¡Arranca! —le ordenó al chofer, quien obedeció de inmediato sin hacer preguntas.Carolina miró por la ventana trasera, viendo cómo Eliot y algunos invitados salían corriendo del edificio, pero ya era tarde. El auto se alejaba velozmente por las calles de la ciudad.—¡Esto es secuestro! ¡Detén el auto a
Andrea siguió sigilosamente a la pequeña Trina hacia el baño, su corazón latiendo con fuerza mientras planeaba cómo llevar a cabo el secuestro. Entró al baño, y mientras la niña estaba en uno de los cubículos, y esperó pacientemente que saliera. Cuando la niña salió, Andrea se acercó con una sonrisa forzada.—Hola pequeña, ¿eres la hija de Carolina? —preguntó con fingida amabilidad.Trina la miró con desconfianza. —Sí, ¿quién eres tú? No puedo hablarte, porque mamá, la abuela y la tía Inés, me han prohibido hablar con desconocidos.—Ah, eso está muy bien, aunque yo no soy ninguna desconocida. Soy una amiga de tu mamá. Ella me pidió que te llevara con ella, está esperándote afuera en el carro, con su amigo —mintió Andrea.La niña dudó por un momento. —No sé... debo buscar a mi hermano también, no me gustaría dejarlo solo.Andrea sintió que el pánico crecía en su interior. No podía permitir que la niña escapara. En un movimiento rápido, agarró a Trina del brazo.—No, ya tu hermano es
Carolina se quedó sola en la habitación, sintiendo cómo las lágrimas corrían por sus mejillas. El silencio que siguió a la salida de Lisandro era ensordecedor. Se sentó en el borde de la cama, tratando de procesar todo lo que había pasado."¿Cómo llegamos a esto?", pensó, recordando aquellos pocos, pero felices momentos que alguna vez compartieron. Carolina se revisó buscando su móvil, pero luego recordó que se lo había dado a su madre, suspiró con impotencia. Cerró los ojos, maldiciendo su mala suerte Se puso de pie y comenzó a recorrer la habitación, buscando alguna forma de salir o comunicarse con alguien. Intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. —¡Desgraciado! Me dejó encerrada como si fuera una prisionera… déjalo que llegue, ¡Se las voy a cobrar una a una! —gruñó con enfado, sin poder contener el llanto.Trataba de estar calmada, pero sentía una angustia en el pecho, que le producía muchísima ansiedad, y se lo oprimía, poniéndola en un estado de absoluta zozobra
Cuando Andrea llegó al sitio que le había dicho Genoveva, tomó a la niña y la arrastró hacia el galpón destartalado, tanto que parecía que en cualquier momento podría caer encima de sus ocupantes.La mujer clavó sus dedos en el delicado brazo de la pequeña, quien chilló del dolor. El galpón estaba impregnado de un silencio inquietante, interrumpido solo por el llanto incesante y desgarrador de Trina.Andrea, furiosa y estresada, se sentía atrapada por la angustia de la niña. Cada grito resonaba en sus oídos como un tambor, agudizando su impaciencia, provocando que su cabeza palpitara con cada sollozo.—¡Cállate, mocosa, impertinente! — rugió Andrea, alzando la mano y abofeteando a la niña con fuerza un par de veces. La pequeña se tambaleó cayendo al suelo, sus ojos verdes abiertos de par en par por el shock y el miedo. Lágrimas frescas brotaron, rodando por sus mejillas sonrosadas. Nunca antes la habían golpeado, toda su vida había sido consentida, ella era la princesita de su famil
Lisandro sintió que las palabras de Carolina lo atravesaban como cuchillos afilados. La culpa y el remordimiento lo invadieron, pero sabía que no era momento de dejarse llevar por las emociones. Tenía que actuar rápido si querían recuperar a la niña.—Tienes razón, Carol. Esto es mi culpa, —admitió con voz grave. —Pero te juro que haré todo lo que esté en mi poder para encontrar a tu hija. No descansaré hasta que esté de vuelta contigo, sana y salva.Carolina lo miró, sus ojos aún llenos de lágrimas y furia. —¿Y cómo piensas hacer eso? La policía nunca hace nada… si le pasa algo a mi pequeña no voy a soportarlo, es tan indefensa.Lisandro apretó la mandíbula. —Yo tengo mis propios recursos. Haré algunas llamadas y pondré a toda mi gente a buscarla. Nadie en esta ciudad puede moverse por mucho tiempo sin que yo lo sepa, eso te lo puedo asegurar.Sacó su teléfono y comenzó a marcar números frenéticamente. Carolina lo observó, una mezcla de esperanza y desconfianza en su mirada. Mient