Capítulo 31. Rabia y rencor.

Andrea siguió sigilosamente a la pequeña Trina hacia el baño, su corazón latiendo con fuerza mientras planeaba cómo llevar a cabo el secuestro. Entró al baño, y mientras la niña estaba en uno de los cubículos, y esperó pacientemente que saliera. Cuando la niña salió, Andrea se acercó con una sonrisa forzada.

—Hola pequeña, ¿eres la hija de Carolina? —preguntó con fingida amabilidad.

Trina la miró con desconfianza.

—Sí, ¿quién eres tú? No puedo hablarte, porque mamá, la abuela y la tía Inés, me han prohibido hablar con desconocidos.

—Ah, eso está muy bien, aunque yo no soy ninguna desconocida. Soy una amiga de tu mamá. Ella me pidió que te llevara con ella, está esperándote afuera en el carro, con su amigo —mintió Andrea.

La niña dudó por un momento.

—No sé... debo buscar a mi hermano también, no me gustaría dejarlo solo.

Andrea sintió que el pánico crecía en su interior. No podía permitir que la niña escapara. En un movimiento rápido, agarró a Trina del brazo.

—No, ya tu hermano es
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