El caos estalló en el salón cuando Lisandro levantó a Carolina sobre su hombro y salió apresuradamente. Los gritos de sorpresa y confusión llenaron el aire mientras Eliot y los invitados quedaban paralizados por la conmoción.—¡Suéltame, Lisandro! ¡Estás loco! —gritó Carolina, golpeando la espalda de Lisandro con sus puños. Pero él no cedía, su agarre firme mientras salía de allí.—¡No hasta que me digas la verdad! —respondió Lisandro, su voz cargada de determinación.Mientras salía no le importó Andrea, la dejó olvidada como si fuera un objeto desechado.Afuera, al llegar al auto, Lisandro, metió a Carolina en el asiento trasero y se subió junto a ella, cerrando la puerta con fuerza.—¡Arranca! —le ordenó al chofer, quien obedeció de inmediato sin hacer preguntas.Carolina miró por la ventana trasera, viendo cómo Eliot y algunos invitados salían corriendo del edificio, pero ya era tarde. El auto se alejaba velozmente por las calles de la ciudad.—¡Esto es secuestro! ¡Detén el auto a
Andrea siguió sigilosamente a la pequeña Trina hacia el baño, su corazón latiendo con fuerza mientras planeaba cómo llevar a cabo el secuestro. Entró al baño, y mientras la niña estaba en uno de los cubículos, y esperó pacientemente que saliera. Cuando la niña salió, Andrea se acercó con una sonrisa forzada.—Hola pequeña, ¿eres la hija de Carolina? —preguntó con fingida amabilidad.Trina la miró con desconfianza. —Sí, ¿quién eres tú? No puedo hablarte, porque mamá, la abuela y la tía Inés, me han prohibido hablar con desconocidos.—Ah, eso está muy bien, aunque yo no soy ninguna desconocida. Soy una amiga de tu mamá. Ella me pidió que te llevara con ella, está esperándote afuera en el carro, con su amigo —mintió Andrea.La niña dudó por un momento. —No sé... debo buscar a mi hermano también, no me gustaría dejarlo solo.Andrea sintió que el pánico crecía en su interior. No podía permitir que la niña escapara. En un movimiento rápido, agarró a Trina del brazo.—No, ya tu hermano es
Carolina se quedó sola en la habitación, sintiendo cómo las lágrimas corrían por sus mejillas. El silencio que siguió a la salida de Lisandro era ensordecedor. Se sentó en el borde de la cama, tratando de procesar todo lo que había pasado."¿Cómo llegamos a esto?", pensó, recordando aquellos pocos, pero felices momentos que alguna vez compartieron. Carolina se revisó buscando su móvil, pero luego recordó que se lo había dado a su madre, suspiró con impotencia. Cerró los ojos, maldiciendo su mala suerte Se puso de pie y comenzó a recorrer la habitación, buscando alguna forma de salir o comunicarse con alguien. Intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. —¡Desgraciado! Me dejó encerrada como si fuera una prisionera… déjalo que llegue, ¡Se las voy a cobrar una a una! —gruñó con enfado, sin poder contener el llanto.Trataba de estar calmada, pero sentía una angustia en el pecho, que le producía muchísima ansiedad, y se lo oprimía, poniéndola en un estado de absoluta zozobra
Cuando Andrea llegó al sitio que le había dicho Genoveva, tomó a la niña y la arrastró hacia el galpón destartalado, tanto que parecía que en cualquier momento podría caer encima de sus ocupantes.La mujer clavó sus dedos en el delicado brazo de la pequeña, quien chilló del dolor. El galpón estaba impregnado de un silencio inquietante, interrumpido solo por el llanto incesante y desgarrador de Trina.Andrea, furiosa y estresada, se sentía atrapada por la angustia de la niña. Cada grito resonaba en sus oídos como un tambor, agudizando su impaciencia, provocando que su cabeza palpitara con cada sollozo.—¡Cállate, mocosa, impertinente! — rugió Andrea, alzando la mano y abofeteando a la niña con fuerza un par de veces. La pequeña se tambaleó cayendo al suelo, sus ojos verdes abiertos de par en par por el shock y el miedo. Lágrimas frescas brotaron, rodando por sus mejillas sonrosadas. Nunca antes la habían golpeado, toda su vida había sido consentida, ella era la princesita de su famil
Lisandro sintió que las palabras de Carolina lo atravesaban como cuchillos afilados. La culpa y el remordimiento lo invadieron, pero sabía que no era momento de dejarse llevar por las emociones. Tenía que actuar rápido si querían recuperar a la niña.—Tienes razón, Carol. Esto es mi culpa, —admitió con voz grave. —Pero te juro que haré todo lo que esté en mi poder para encontrar a tu hija. No descansaré hasta que esté de vuelta contigo, sana y salva.Carolina lo miró, sus ojos aún llenos de lágrimas y furia. —¿Y cómo piensas hacer eso? La policía nunca hace nada… si le pasa algo a mi pequeña no voy a soportarlo, es tan indefensa.Lisandro apretó la mandíbula. —Yo tengo mis propios recursos. Haré algunas llamadas y pondré a toda mi gente a buscarla. Nadie en esta ciudad puede moverse por mucho tiempo sin que yo lo sepa, eso te lo puedo asegurar.Sacó su teléfono y comenzó a marcar números frenéticamente. Carolina lo observó, una mezcla de esperanza y desconfianza en su mirada. Mient
Lisandro observó a Carolina derrumbarse en el suelo del galpón abandonado, su cuerpo sacudiéndose con sollozos desgarradores. Sintió que el corazón se le encogía al verla así, tan vulnerable y destrozada. "Todo esto es mi culpa", pensó con amargura. Si no hubiera secuestrado a Carolina, si no hubiera dejado que sus celos y su orgullo lo cegaran, nada de esto estaría pasando. Se arrodilló junto a ella, dudando por un momento antes de poner una mano sobre su hombro tembloroso, tratando de trasmitirle toda su tranquilidad y consuelo, le partía el alma verla así. —Carolina, te juro que la encontraremos —dijo con voz grave—. No me detendré hasta que Trina esté de vuelta contigo, sana y salva, por favor, no te pongas así. Verla de esa manera, le hizo pensar que cómo una mujer que estaba sufriendo por su hija, hubiera sido capaz de abortar, eso no le pareció, algo no le cuadraba ahora en esa historia, sin embargo, antes de que pudiera continuar con esos pensamientos. Ella levantó la m
—¡No lo sé! —gritó Andrea, su voz quebrándose con dramatismo. —Solo me di cuenta de que había unas personas detrás de mí, muy tarde. No sé a dónde la llevaron, solo sé que me separaron de ella.Carolina dejó escapar un grito de frustración, el eco resonando en la habitación.—¡Esto es inaceptable! —exclamó—. ¡No te creo! ¿Cómo puedes ser tan egoísta y dejar que mi hija esté en peligro? ¡Es una niña! ¡No seas cruel!Lisandro sintió que su paciencia comenzaba a agotarse. La situación no avanzaba, y el tiempo seguía corriendo. Se acercó a Andrea, su rostro a solo unos centímetros del de ella.—Escucha, no tengo tiempo para tus juegos. Si no me dices lo que sabes, te haré responsable por lo que le pase a Trina —advirtió, la intensidad en su voz dejando claro que no estaba bromeando.Andrea tembló al ver la determinación en sus ojos.—No puedo decirte más, porque no sé dónde está —susurró, su voz llena de angustia.Carolina se pasó las manos por el cabello, intentando encontrar claridad en
Lisandro y Carolina se dirigieron rápidamente hacia el muelle mencionado en la llamada. La adrenalina corría por sus venas mientras él conducía a toda velocidad, porque cada segundo contaba.Cuando llegaron, aún los hombres no habían llegado, pero ellos dos empezaron la búsqueda.—Tú vas a la izquierda y yo a la derecha, en cinco minutos nos volvemos a encontrar aquí.Así lo hicieron, comenzaron a buscar, mientras no dejaban de llamar a la pequeña.—¡Trina! ¿Dónde estás? —gritó Lisandro mientras no dejaba de observar en cada rincón. Cada minuto que pasaba su ansiedad aumentaba.Lisandro y Carolina recorrían frenéticamente el muelle abandonado, sus voces resonando en la oscuridad mientras llamaban a Trina. El frío viento nocturno azotaba sus rostros, pero apenas lo notaban, concentrados únicamente en encontrar a la pequeña.—¡Trina! ¡Trina, mi amor! Mi pequeña princesa, grita algo ¿Dónde estás mi corazón? —gritó Carolina, su voz quebrándose por la desesperación. Lisandro escudriñaba c