La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo las calles en sombras inquietantes. En la mansión de los Armone, la tensión era palpable. Enrico caminaba de un lado a otro en su estudio, su mente trabajando a toda velocidad mientras intentaba anticipar el próximo movimiento de sus enemigos.Inés lo observaba desde el sofá, su rostro una máscara de preocupación.—Enrico, necesitas descansar —dijo suavemente. —No puedes seguir así.Él se detuvo y la miró, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de determinación y agotamiento.—No puedo descansar, Inés. No, mientras mi familia esté en peligro —, respondió, pasándose una mano por el cabello con frustración.En ese momento, el teléfono de Enrico sonó. Miró la pantalla y frunció el ceño al ver un número desconocido.—¿Hola? —, contestó con cautela.“Enrico Armone”, dijo una voz femenina al otro lado de la línea. "Qué gusto escucharte".El rostro de Enrico se endureció al reconocer la voz.—Liliana —, gruñó. —¿Qué demonios quieres?La ri
Las horas fueron pasando, la tensión era palpable incluso a kilómetros de la finca Armone. En una lujosa mansión, Liliana King discutía acaloradamente con su padre y Ugo Armone. El ambiente estaba cargado de una mezcla de planes oscuros y egos enfrentados.—Entrar directamente es un error, Liliana, —dijo su padre con severidad, sus manos cruzadas frente a él mientras la miraba con preocupación. —Sabes tan bien como yo que Enrico no es un hombre que se tome las amenazas a la ligera. Tiene todo bajo vigilancia, y exponer a nuestros hombres sería suicida.Liliana lo fulminó con la mirada, sus labios curvándose en una sonrisa fría.—¿Qué propones entonces, papá? ¿Qué nos quedemos sentados esperando a que Enrico contraataque? No. Esta es nuestra oportunidad. No estoy dispuesta a dejar que ese bastardo siga creyendo que puede ganar. Lo quiero hundir… verlo de rodilla suplicándome y arrepentido de haberme rechazado. Deseo destruirlo, y Dante es la clave.Ugo, sentado en un sillón con su habi
El silencio de la noche fue roto por el sonido de disparos y gritos. Enrico y Leandro se pusieron en acción de inmediato, coordinando a sus hombres a través de los comunicadores mientras observaban el caos que se desarrollaba en las pantallas de seguridad.—¡Están entrando por el ala norte! —gritó uno de los guardias a través de la radio. —¡Necesitamos refuerzos!Enrico apretó los dientes, su mente trabajando a toda velocidad. —Vamos, tenemos que ir a ayudarlos —expresó Leandro, pero mientras iba caminando hacia allí, una idea cruzó en la mente de Enrico, reaccionó y negó con la cabeza.—Hay algo que no me cuadra —murmuró. —Liliana es más inteligente que esto, la conozco. Se quedó pensativo y luego agregó sin dudarlo.—Es una distracción —enseguida regresó a la sala de seguridad y comenzó a ver en las pantallas.Como si confirmara sus sospechas, otra alarma sonó, esta vez desde el ala este de la mansión, cerca de donde estaban los niños.—¡Mierda! —exclamó Enrico. —Leandro, encárgat
Mientras tanto, en un rincón de la ciudad, dentro de una de las vans que se desplazaba silenciosamente, Izan abría los ojos, lentamente temiendo ser visto. No estaba inconsciente, porque apenas vio a los hombres entrar y colocarle un trapo en la nariz a su hermanita y hacerla desmayar. Supuso que eso tenía alguna sustancia para dormir, por eso retuvo la respiración.Miró a su alrededor y vio a Dante, su primo, dormido junto a él, y de inmediato sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de que algo no iba bien. Había escuchado los murmullos de los hombres a su alrededor, y la sensación en el aire lo hizo contener la respiración.El niño empezó a sentirse más alerta. El par de hombres a su alrededor parecían distraídos, ajenos a la lucidez creciente en Izan.Con un esfuerzo visible, Izan se incorporó lo suficiente como para observar mejor. Con un giro de cabeza, vio a los dos hombres que los acompañaban: uno estaba sentado en el asiento delantero, el otro detrás de ellos. La sensaci
Enrico sintió que el aire se le escapaba de los pulmones ante la declaración de Liliana. Su mente trabajaba a toda velocidad, tratando de encontrar una salida a esta situación imposible.El aire parecía pesado y denso, como si la misma tensión que envolvía a Enrico y Liliana hubiera solidificado el espacio entre ellos. Enrico mantenía los puños apretados, sintiendo cómo la rabia y la impotencia hervían en su interior. Pero tenía que mantenerse controlado, por sus seres queridos. La situación había alcanzado su punto más crítico, y no podía perder la cabeza ahora.Liliana observaba cada uno de sus movimientos; su sonrisa arrogante nunca se desvanecía. Para ella, todo esto era solo un juego. Un juego con reglas que ella misma había impuesto y que Enrico, como siempre, debía seguir si quería que su familia sobreviviera.“Una noche”, pensó Enrico, su mente trabajando frenéticamente. “Una noche para salvar a mi familia”. La oscuridad parecía tragarse sus pensamientos. Sabía que no tenía m
Enrico, con su corazón palpitando fuertemente en su pecho, pensó en lo que tendría que sacrificar si las cosas se complicaban. “Nada de esto tendría sentido si Liliana no cumplía su parte del trato”, pensó.—Voy a matarte, Liliana —murmuró, casi en un susurro, sin que ella lo escuchara. Pero en ese momento, Enrico sabía que solo tenía un camino hacia la redención, luchar con todo lo que tenía. Aunque las cartas estuvieran en su contra.Cuando lo empujaron dentro. Las puertas se cerraron detrás de él, y en ese momento, Enrico se dio cuenta de algo: este juego estaba a punto de tomar un giro aún más oscuro. Sabía que esa mujer era capaz de todo. ¿Qué estaba dispuesto a hacer por venganza? Las preguntas eran muchas, y el reloj estaba corriendo en su contra.Entretanto, en la finca de Enrico, la casa estaba a punto de estallar en caos. Mientras tanto, la verdadera trampa de Liliana se cerraba, y nadie sabía a ciencia cierta cuántos pagarían el precio de haber subestimado a Liliana King.
Enrico intentó calmarse, pero sus palabras salieron entrecortadas, casi doloridas.—Están bien, Inés, están a salvo por ahora —dijo rápidamente, pero sus palabras no pudieron aliviar la tensión en su voz. —Solo… necesito hacer algo para liberarlos, algo que Liliana exige.Inés no respondió de inmediato, pero Enrico pudo escuchar cómo su respiración se volvía más pesada, más acelerada, a medida que procesaba lo que acababa de decir.“¿Qué es lo que ella quiere, Enrico?”, preguntó, ahora más ansiosa, casi exigiendo respuestas. “¿Qué te ha hecho prometerle?”Enrico sintió un nudo en el estómago, como si las palabras se le atragantaran. Sabía que no podía mentirle a Inés, pero también sabía que las consecuencias de su confesión no serían fáciles de asumir.“¿Por qué te quedas callado, Enrico? Habla de una vez por todas”, exigió en un tono que no admitía discusión.—Quiere que me acueste con ella, Inés —dijo finalmente, con voz grave, como si cada palabra le costara una parte de su alma. —
Carolina Laredo se encontraba en la puerta de la iglesia, vestida con un traje de novia blanco inmaculado que brillaba bajo el sol. Su cabello castaño estaba recogido en un elegante moño, pero a pesar de su apariencia perfecta, una oleada de ansiedad la invadía. Sus dedos temblaban como hojas otoñales a punto de caer, sosteniendo a duras penas el delicado ramo de rosas blancas. El sol de la tarde proyectaba un halo sobre su cabello oscuro, simbolizando una pureza que ahora parecía más una burla que una bendición. Al lado de ella, su madre, María, la miraba con preocupación, su ceño fruncido, revelando la inquietud que ambas compartían, después de tener más de una hora esperando al novio, al punto de que los invitados salieron de la iglesia impaciente para observarla. —¿Por qué no llega mamá? ¿Y tampoco Lina? — Su voz tembló, cortando los susurros que se arremolinaban a su alrededor. El sudor brillaba tenuemente en su frente, delatando su agitación interior. Lina era su mejor a