María tomó la carta con manos temblorosas, como si sostuviera un pedazo del pasado que había intentado enterrar durante años. Sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente mientras deslizaba un dedo sobre su nombre escrito en la caligrafía firme de Domenico.Carolina y Enrico la observaron en silencio, respetando el momento. Finalmente, María abrió el sobre y sacó la hoja cuidadosamente doblada. Su respiración se volvió irregular mientras leía en voz baja."María, No sé si algún día leerás esto, pero si lo haces, quiero que sepas que nunca dejé de amarte. Decidí dejarte ir porque sabía que no tenía otra opción. Nuestro mundo es cruel, y yo nunca podría garantizarte la paz y la seguridad que tanto mereces. Mi único deseo era protegerte, a ti y a nuestra hija. Me destrozó el alma verte partir, pero sé que fue lo correcto. Siempre estuve vigilándote desde lejos, asegurándome de que estuvieras bien, aunque nunca tuve el valor de acercarme. No porque no quisiera, sino porque sabía que mi
Inés sentía que su corazón latía desbocado. La cercanía de Enrico, su mirada intensa, todo en él la abrumaba. Intentó dar un paso atrás, pero sus piernas parecían no responderle.—Porque es peligroso, —susurró finalmente, su voz apenas audible. —Tú... nosotros... esto no puede funcionar.Enrico dio otro paso hacia ella, acortando aún más la distancia entre ellos. Su mano se deslizó suavemente por su mejilla, enviando escalofríos por todo su cuerpo.—¿Por qué no? ¿Qué es lo que tanto temes, Inés? —preguntó, su voz baja y ronca.Inés cerró los ojos por un momento, luchando contra el torbellino de emociones que la invadía. Cuando los abrió de nuevo, había determinación en su mirada.—Temo esto, Enrico. Temo lo que siento cuando estoy cerca de ti. Temo perder el control. Temo… enamorarme de ti y que tú me manejes como quieras o termines haciéndome a un lado.La confesión quedó flotando entre ellos, cargada de tensión y deseo contenido. Enrico la miró fijamente, sus ojos oscurecidos por la
Enrico no perdió tiempo y se dirigió a la finca de su abuelo. El aire estaba cargado de una tensión palpable cuando Enrico cruzó las puertas principales. La noche se cernía pesada, y la imponente mansión de su abuelo se alzaba como un recordatorio del poder y las intrigas que habían moldeado su vida. Era conocido como heredero de los Armone, por eso nadie le impidió la entrada. Sus pasos resonaban en los pasillos, cada uno cargado de determinación. Sabía que enfrentarse a su abuelo sería como caminar hacia la boca de un león, pero no había vuelta atrás.Cuando llegó a la sala principal, Ugo Armone lo esperaba. Sentado en su majestuoso sillón de cuero, con un vaso de whisky en la mano, el anciano levantó la mirada hacia su nieto. Sus ojos eran fríos y calculadores, como los de un depredador midiendo a su presa.—Enrico, siempre tan dramático. ¿A qué debo el honor de tu visita a altas horas de la noche? —preguntó el anciano, su tono cargado de sarcasmo.Enrico no perdió el tiempo. Se p
Enrico salió de la mansión de su abuelo con la adrenalina corriendo por sus venas. Sabía que acababa de declarar la guerra abiertamente, y que las consecuencias no tardarían en llegar. Mientras conducía de vuelta a su propia finca, su mente trabajaba a toda velocidad, tratando de anticipar el próximo movimiento de Ugo.Apenas entró por la puerta, se encontró con Inés esperándolo en la sala. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y alivio al verlo.—¿Cómo fue? —preguntó ella, acercándose a él.Enrico suspiró profundamente antes de responder.—Peor de lo que esperaba. El viejo bastardo admitió todo. No solo quería matar a Carolina antes de que naciera, sino que también... —hizo una pausa, la ira volviendo a hervir en su interior—. Él fue quien entregó a mi padre para que lo mataran.Inés ahogó un grito, llevándose una mano a la boca.—Dios mío, Enrico... ¿Qué vas a hacer ahora? Ese hombre es un monstruo.Él la miró con determinación.—Proteger a nuestra familia. Ugo no se quedará
Enrico sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. La familia King ¿La familia de Liliana? No podía creer que hubiesen sido capaces de hacer eso. ¿Se atrevían a retarlo? Sabían que eran despiadados y sin escrúpulos, incluso para los estándares del mundo criminal en el que se movían.—¿Estás seguro de eso? —preguntó su voz, apenas un susurro, sintiendo la preocupación agitarse en su interior.Lisandro asintió gravemente.—Completamente. Mis fuentes son confiables. Al parecer, Ugo les ha prometido algunos negocios del territorio Armone a cambio de su ayuda para... —hizo una pausa, como si le costara decir las palabras— para eliminar a Carolina y a tu madre.Enrico se levantó de golpe, la furia, recorriendo su cuerpo como una corriente eléctrica por sus venas.—Ese maldito bastardo... —gruñó, sus puños apretados con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos y su mirada se endureció mientras apretaba los dientes con rabia —¿Tenemos pruebas? —inquirió con el entrecejo frunc
La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo las calles en sombras inquietantes. En la mansión de los Armone, la tensión era palpable. Enrico caminaba de un lado a otro en su estudio, su mente trabajando a toda velocidad mientras intentaba anticipar el próximo movimiento de sus enemigos.Inés lo observaba desde el sofá, su rostro una máscara de preocupación.—Enrico, necesitas descansar —dijo suavemente. —No puedes seguir así.Él se detuvo y la miró, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de determinación y agotamiento.—No puedo descansar, Inés. No, mientras mi familia esté en peligro —, respondió, pasándose una mano por el cabello con frustración.En ese momento, el teléfono de Enrico sonó. Miró la pantalla y frunció el ceño al ver un número desconocido.—¿Hola? —, contestó con cautela.“Enrico Armone”, dijo una voz femenina al otro lado de la línea. "Qué gusto escucharte".El rostro de Enrico se endureció al reconocer la voz.—Liliana —, gruñó. —¿Qué demonios quieres?La ri
Las horas fueron pasando, la tensión era palpable incluso a kilómetros de la finca Armone. En una lujosa mansión, Liliana King discutía acaloradamente con su padre y Ugo Armone. El ambiente estaba cargado de una mezcla de planes oscuros y egos enfrentados.—Entrar directamente es un error, Liliana, —dijo su padre con severidad, sus manos cruzadas frente a él mientras la miraba con preocupación. —Sabes tan bien como yo que Enrico no es un hombre que se tome las amenazas a la ligera. Tiene todo bajo vigilancia, y exponer a nuestros hombres sería suicida.Liliana lo fulminó con la mirada, sus labios curvándose en una sonrisa fría.—¿Qué propones entonces, papá? ¿Qué nos quedemos sentados esperando a que Enrico contraataque? No. Esta es nuestra oportunidad. No estoy dispuesta a dejar que ese bastardo siga creyendo que puede ganar. Lo quiero hundir… verlo de rodilla suplicándome y arrepentido de haberme rechazado. Deseo destruirlo, y Dante es la clave.Ugo, sentado en un sillón con su habi
El silencio de la noche fue roto por el sonido de disparos y gritos. Enrico y Leandro se pusieron en acción de inmediato, coordinando a sus hombres a través de los comunicadores mientras observaban el caos que se desarrollaba en las pantallas de seguridad.—¡Están entrando por el ala norte! —gritó uno de los guardias a través de la radio. —¡Necesitamos refuerzos!Enrico apretó los dientes, su mente trabajando a toda velocidad. —Vamos, tenemos que ir a ayudarlos —expresó Leandro, pero mientras iba caminando hacia allí, una idea cruzó en la mente de Enrico, reaccionó y negó con la cabeza.—Hay algo que no me cuadra —murmuró. —Liliana es más inteligente que esto, la conozco. Se quedó pensativo y luego agregó sin dudarlo.—Es una distracción —enseguida regresó a la sala de seguridad y comenzó a ver en las pantallas.Como si confirmara sus sospechas, otra alarma sonó, esta vez desde el ala este de la mansión, cerca de donde estaban los niños.—¡Mierda! —exclamó Enrico. —Leandro, encárgat