Enrico subió las escaleras de la mano de su hijo, decidido a lograr que las cosas entre él e Inés mejoraran, y si su hijo podía ayudarlo mejor, después de todo era por la tranquilidad y felicidad de los tres.No pudo evitar esbozar una leve sonrisa, porque era la primera mujer que no caía de rodillas ante sus deseos. Inés era diferente, no le tenía miedo, le decía lo que pensaba y le resbalaba si él era mafioso, no lo trataba con temor, todo lo contrario vivía retándolo constantemente.Cada paso resonaba en el silencio de la casa, y aunque su mente estaba llena de posibles maneras de disculparse con Inés, sabía que nada funcionaría si ella no le daba una oportunidad. Al llegar frente a la puerta de su habitación, levantó la mano para tocar, pero se detuvo un instante, respirando hondo antes de golpear suavemente.Desde el otro lado de la puerta, la respuesta fue inmediata y cargada de furia.—¡Vete al diablo, Enrico! No quiero verte ni escucharte. Déjame en paz. ¡Vete con tu amante!L
Inés rodó los ojos, cruzó los brazos y miró a Enrico con una mezcla de enojo y frustración.—¿En serio, Enrico? ¿Ahora usas a nuestro hijo para manipularme? —preguntó, su tono lleno de reproche.—No fue manipulación, Inés. Solo necesitaba que me dieras una oportunidad para explicarme, y sabía que Dante es la única persona en el mundo que tú siempre escuchas —respondió, levantando las manos en señal de rendición.—Lo que sea, Enrico. Solo asegúrate de que Dante pase un buen rato. Porque si haces algo para arruinar esto, no solo tendrás que lidiar conmigo, sino también con tu hijo —dijo, antes de entrar en su habitación para cambiarse.Enrico la observó entrar, sin poder contener una sonrisa de satisfacción en su rostro. Sabía que aún quedaba mucho trabajo por hacer, pero al menos había dado un paso en la dirección correcta. Y todo gracias a su pequeño aliado. *****En el parque, Dante corría de un lado a otro, emocionado por estar con ambos padres. Enrico e Inés caminaban a cierta dis
Inés lo fulminó con la mirada, claramente furiosa por la situación en la que la estaba poniendo. Sin embargo, Dante la miraba con tanta esperanza que finalmente dejó escapar un suspiro de resignación.—¡Esto es solo por Dante! —aclaró, apuntándolo con un dedo antes de volverse hacia Enrico.Enrico asintió solemnemente, pero sus labios ya tenían una sonrisa contenida.Inés se acercó a él, y con rapidez, le dio un beso breve y seco en los labios. Pero antes de que pudiera retirarse del todo, él la tomó por la cintura y profundizó el beso dejándola casi sin aliento. Ella quería sumirse en el deleite de sus labios, sin embargo, se apartó como si quemara.—¿Contento, Dante? —preguntó, girándose hacia su hijo, quien ahora saltaba de alegría.—¡Sí! Ahora sí parecen unos verdaderos papá y mamá —dijo Dante, corriendo hacia ellos para abrazarlos a ambos.Enrico aprovechó el abrazo para deslizar un brazo alrededor de la cintura de Inés, acercándola un poco más mientras ella intentaba apartarse s
Enrico finalmente rompió el silencio, su voz tensa.—Sí, Carolina es mi hermana menor, —confirmó, su voz cargada de una mezcla de emociones.Inés miró entre los dos, claramente sorprendida por la revelación. —Pero... ¿Cómo? ¿Por qué nunca me lo dijiste? —preguntó, dirigiéndose a Carolina.Carolina suspiró profundamente. —Porque yo tampoco lo sabía hasta hace poco. Nuestra madre... nos ocultó muchas cosas… me hizo creer que mi padre nos había abandonado cuando al parecer fue ella quien salió huyendo.Enrico soltó una risa amarga. —¿Ocultar cosa? Eso es quedarse corto. Nos mintió durante años.—Por eso estoy aquí, —dijo Carolina, volviéndose hacia Enrico. —Necesito saber la versión de la historia de nuestro padre. ¿Por qué nuestra madre huyó? ¿Qué pasó realmente?Enrico se pasó una mano por el cabello, claramente incómodo. —Es una larga historia, Carolina. Y no estoy seguro de que te guste lo que vas a oír —expresó con seriedad.—No me importa, —insistió ella. —Necesito la verdad. T
Carolina, aunque todavía visiblemente afectada, asintió con determinación.—Si hay algo que pueda aclarar lo que pasó, tenemos que intentarlo —afirmó, su voz más firme.Enrico lideró el camino, y los tres se dirigieron a la habitación que había pertenecido al padre de Enrico. Era un lugar, aunque últimamente había entrado más de lo que había hecho años atrás. Y es que le daba la sensación de que las paredes de la habitación aguardaban ecos de la presencia imponente y aterradora de su progenitor.La habitación estaba perfectamente conservada, como si el tiempo se hubiera detenido allí. Los muebles de madera oscura, el escritorio con papeles desordenados y una vieja caja fuerte empotrada en la pared creaban un ambiente pesado, cargado de recuerdos.—¿Por dónde empezamos? —preguntó Carolina, mirando alrededor con incertidumbre.Enrico señaló el escritorio.—Revisemos los papeles primero. Si mi padre dejó algo escrito sobre María, probablemente esté allí.Los tres comenzaron a buscar entr
La noche había caído cuando los tres salieron de la habitación, llevando consigo el álbum, la carta y el diario. La finca estaba en silencio, salvo por los pasos que resonaban en los pasillos. Enrico, Carolina e Inés intercambiaban miradas cargadas de tensión. Sabían que estaban más cerca de la verdad, pero también que cada respuesta que encontraban tenía nuevas preguntas.Inés fue la primera en romper el silencio mientras caminaban hacia el salón.—Antes de que hablen con su abuelo, creo que deberían considerar algo más. Hay alguien más que podría saber la verdad.Carolina arqueó una ceja, deteniéndose en seco.—¿A quién te refieres?—Alguna otra persona que conociera lo que pasó, porque no sabemos qué puede haber detrás de todo —dijo Inés, dirigiéndose a Enrico.Él asintió, pensativo.—Sí, Ludovico, el padre de Tomasso. Él estuvo con nuestro padre, si alguien sabe algo sobre lo que pasó aparte de mi abuelo, fue él.Carolina frunció el ceño.—Entonces llama a Tomasso, vamos a hablar
El silencio que siguió a las palabras de Don Ludovico fue pesado, cargado de emociones contenidas. Carolina tenía los ojos llenos de lágrimas, luchando por procesar toda la información. Enrico, por su parte, parecía estar librando una batalla interna. Su rostro, una mezcla de dolor y furia.Inés, que había permanecido en silencio, finalmente habló:—Entonces, todo este tiempo... María estaba protegiéndote porque había una grave situación de peligro —dijo, mirando a Carolina y Enrico.Don Ludovico asintió lentamente.—Así es. María tuvo que tomar una decisión imposible. Dejar a su hijo para salvar a su hija. Y Domenico... él sacrificó su relación con la mujer que amaba y con su hija, para mantenerlas a salvo.Carolina se levantó de repente, caminando hacia la ventana. Su voz temblaba cuando habló.—Toda mi vida... pensé que mi padre nos había abandonado. Y resulta que él... —No pudo terminar la frase, un sollozo escapando de su garganta.Enrico se acercó a ella, colocando una mano en s
María tomó la carta con manos temblorosas, como si sostuviera un pedazo del pasado que había intentado enterrar durante años. Sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente mientras deslizaba un dedo sobre su nombre escrito en la caligrafía firme de Domenico.Carolina y Enrico la observaron en silencio, respetando el momento. Finalmente, María abrió el sobre y sacó la hoja cuidadosamente doblada. Su respiración se volvió irregular mientras leía en voz baja."María, No sé si algún día leerás esto, pero si lo haces, quiero que sepas que nunca dejé de amarte. Decidí dejarte ir porque sabía que no tenía otra opción. Nuestro mundo es cruel, y yo nunca podría garantizarte la paz y la seguridad que tanto mereces. Mi único deseo era protegerte, a ti y a nuestra hija. Me destrozó el alma verte partir, pero sé que fue lo correcto. Siempre estuve vigilándote desde lejos, asegurándome de que estuvieras bien, aunque nunca tuve el valor de acercarme. No porque no quisiera, sino porque sabía que mi