Estos dos están dándose mucho mucho amor!!! Nos encanta. Gracias por leer. Recuerden comentar, reseñar y dar like para mas capítulos.
El día de navidad llegó y la casa grande parecía otra. El ambiente vibraba con la emoción de los preparativos, propios de la fecha, y de la emoción de los empleados por al fin poder volver a celebrar aquella temporada tan especial. Por toda la casa grande se escuchaban risas, pasos apresurados y el eco de voces que coordinaban hasta el más mínimo detalle.Mientras tanto, en la habitación principal, Ramsés y Gala disfrutaban de un desayuno íntimo en la cama. La bandeja con panecillos, frutas y chocolate caliente quedó olvidada a un lado mientras ellos se perdían en besos y caricias. Ramsés no dejaba de sonreír mientras jugaba con un mechón de cabello de Gala.— Podía tenerte el día entero entre mis brazos — susurró el brasileño contra el hombro de su mujer.Gala rio dulcemente.— Aunque me encantaría, eso no podrá ser. Todos me esperan — comentó emocionada.Ramsés volteó los ojos, infantil.— Podrán arreglárselas sin ti.— Estoy segura de que sí, pero cuentan conmigo, y le prometí a Mar
Gala no supo cómo reaccionar, pero retrocedió intuitivamente, con los ojos empañados por la desilusión, y se llevó las manos al vientre, negando con la cabeza.Verla así lo destrozó.— Gala, mi amor, escúchame.— Ramsés, cariño… — la mujer que hace unos segundos lo rodeaba con demasiada familiaridad, se acercó a él, e intentó tomar su brazo, pero el rechazo fue demasiado esclarecedor.— Te pedí que te fueras.— Pero…— Lo digo en serio, retírate.La mujer, humillada y decepcionada por el rechazo del hombre que le gustaba, apretó los puños y salió de allí.En cuanto Ramsés volvió la vista al frente, descubrió que Gala ya no estaba.— No, no — se dijo a sí mismo. —. ¡Gala!Entró a la casa con la esperanza de alcanzarla, pero no la encontró, entonces escuchó un quejido.— ¡Ah! ¡Me duele! ¡Me duele!Los ojos de Ramsés se abrieron.— ¿Gala? — llamó, buscándola, y no fue hasta que alzó la vista cuando la vio sujetarse fuertemente de las escaleras que llevaban a las habitaciones. Corrió hacia
— ¿No… vas a decir nada? — preguntó Gala después de un largo y aterrador silencio. No podía descifrar nada en la mirada de Ramsés y eso la inquietaba.Ramsés se incorporó, atormentado, y se acercó a la ventana en busca del aire que de pronto le faltaba. Nerviosa, Gala se acercó a él a pasos tímidos.— Ramsés, por favor, di algo — rogó. Su voz de pronto llorosa.— ¿Qué tan… certero puede ser ese resultado? — preguntó en tono ronco, todavía sin mirarla —. ¿Hace cuánto debiste tener tu periodo?— Hace… dos semanas.Ramsés se pasó la mano por el rostro.— Entonces…. ¿no usabas ningún tipo de anticonceptivo?— No, pero, ¿Por qué estás preguntándome todo esto? ¿Es que… tú no quieres a este hijo? — preguntó destrozada. De pronto lágrimas bailando en sus ojos — Creí que esta noticia podría ser…Antes de que pudiera terminar de hablar, Ramsés se giró, acortó la distancia que los separaba y tomó sus mejillas antes de besarla profundamente.Gala ahogó un jadeo de asombro, pero se permitió saborea
Ramsés palideció, y todo de él comenzó a temblar.La noticia lo golpeó con la fuerza de un rayo. De repente, el mundo que había construido junto a Gala, lleno de promesas y sueños, comenzó a desmoronarse ante sus ojos. ¿Cómo podía ser que la mujer que había creído muerta, esa que se burló de él, regresara exactamente en el momento en que Gala y él comenzaban a vislumbrar un futuro como pareja?La furia y el enojo comenzaron a manifestarse en su interior como un volcán a punto de iniciar. Se sintió atrapado entre el amor que sentía por Gala y el resentimiento que lo consumía hacia Giulia y el pasado que creía enterrado. ¿Por qué ahora? ¿Por qué en este momento tan vulnerable?Ramsés respiró hondo, intentando calmarse y recordar la alegría que había sentido al conocer la noticia de la llegada de un hijo. Gala se merecía todo su amor, todo su apoyo, pero la sombra de Giulia se cernía amenazadora. No podía permitir que Gala sufriera, no otra vez. Nunca más. Él ya le había hecho daño. Y est
Durante los días siguientes, la burbuja de amor que habían construido alrededor del otro, se comenzó a oscurecer… y estaba a punto de desatar la peor tormenta de sus vidas.La ausencia de Ramsés, a pesar de mantenerse siempre presente en los pequeños detalles, Gala comenzó a notarla. Y aunque para ella se trataba de la preocupación del trabajo, algo en su interior le decía que había algo más. Pero no lo quería agobiar. Intentaba ser cariñosa y paciente con él, incluso, se ofrecía a ayudarlo en lo que necesitara.— Lo único que necesito es que cuides de ti y de nuestro hijo. ¿Puedes hacer eso por mí? — le preguntó en tono apagado, besando su hombro.Gala sonrió de forma dulce y asintió, devolviéndole el gesto.Después de eso, Ramsés recibió una llamada. Gala le dio privacidad.Se trataba de los investigadores, y es que desde aquella noticia, Ramsés se había obsesionado con cada paso que diera Giulia, pasos que la mantuvieran alejada de su mujer y su hijo, mientras él ganaba tiempo y val
El corazón de Gala estaba apabullado, y Ramsés no sabía qué diablos hacer para revertir ese daño.— ¿Cuándo piensas decírselo? ¡No pueden seguir así! — sugirió María, desconcertada con todo lo que estaba ocurriendo entre la joven pareja.Ramsés negó.— No voy a perderla, María. No voy a hacerlo y eso es lo que sucederá si… le digo la verdad.— No puedes mantenerla engañada toda la vida. Se enterará, tarde o temprano lo hará.Pero para él seguía siendo difícil. Gala era lo mejor que le había pasado en la vida. Ella era demasiado buena, tanto que… no la merecía.Sin decir nada, Ramsés salió de la cocina. Sabía que María tenía razón, por supuesto que la tenía, pero él… él todavía no era tan valiente para enfrentarse a su miedo más grande:El abandono de su mujer y su hijo.Apenas cruzó la puerta cuando Gala iba a entrar. Se encontraron frente a frente. Los últimos días apenas y cruzaban palabra, aunque él todo el tiempo se mantenía preocupado por ella y el bebé.— ¿Cómo estás? — le pregu
Desde entonces, las horas se deslizaron lentamente en la hacienda, con un silencio que parecía premonitorio. Ramsés estaba en su despacho, mirando fijamente un vaso de whisky que no había tocado. La confesión que iba a hacerle a Gala se sentía como un peso insoportable. Durante días había repasado las palabras que usaría, pero ninguna parecía suficiente. "Voy a perderla", pensó, y el dolor de esa idea lo atravesó como un cuchillo.Decidido, dejó el vaso sobre la mesa sin probarlo y salió hacia el salón donde habían acordado verse. Ramsés despejó toda su agenda para esa tarde; no había espacio para más distracciones. Gala era lo único que importaba, y la verdad debía salir a la luz, aunque lo destruyera.Cuando llegó al salón, lo encontró vacío. El aire estaba impregnado de un aroma suave a jazmín, el favorito de Gala, que parecía envolverlo en una mezcla de paz y angustia. Se sentó en uno de los sofás, sus manos temblaban ligeramente. Sabía que Gala llegaría en cualquier momento.Poco
Lágrimas calientes se derramaban por las mejillas de Gala sin control.Las palabras de su propia hermana calando dentro de su ser, llegando a lo más profundo de ella, destrozándola vértebra por vértebra, pero nada fue tan doloroso cuando miró a Ramsés, con la vista empañada y el corazón en la mano, y le preguntó con ingenua valentía:— ¿Es… verdad? — su voz temblaba.Ramsés, temblando de impotencia, la miró descompuesto.— Gala, mi amor… — pero las palabras no salieron de su boca, y aunque hubiese deseado desmentir a Giulia con todo su ser, así de cruel como ella lo contaba, así era.Su miserable plan había sido despiadado.Gala se llevó las manos a la boca, ahogando un jadeo de horror. En ella había esperanza de que todo fuese mentira, pero él… él acababa de confirmar que era verdad.— Gala…— ¡No te acerques! — ella lo rechazó con temple, limpiándose con enojo las lágrimas. Abatida, desconsolada. El hombre que amaba, acababa de romperle el corazón en cientos de pedacitos.— Tienes q