Ay, Ramsés, mas vale que seas sincero. Quizás te perdonen. Pero si Gala se entera de la peor manera, ni las lectoras te van a proteger jaja. Gracias por continuar leyendo chicuelas. Otro capitulo para ustedes. Me gustaria que todas dieran like para saber cuantas personas están leyendo.
— Tú jamás podrías parecerte a ella, Dios, es que… ni siquiera podrían ser iguales — le aseguró, pegando su frente a la suya, y es que a pesar del parecido físico que existía entre las hermanas De Lima, sus corazones eran completamente distintos, y Ramsés había comprendido eso después de conocer verdaderamente bien quién era su esposa.La mujer que amaba.— Pero ellas dicen que…— Son solo chismes de pueblo, solo eso — y la silenció con un dulce beso en los labios, logrando que con eso Gala dejara de preguntar, aunque la duda y la incertidumbre no abandonaron su pecho, y durante el camino, no dejó de preguntarse si él… había visto en ella a la mujer que una vez amó, y que no sabía si todavía amaba.Al llegar a la hacienda, Ramsés la obligó a descansar.— Por favor, prométeme que lo harás.— Pero me siento bien, en serio.— Gala, amor, necesito irme a trabajar sabiendo que vas a estar bien, no estaré tranquilo si no descansas — le pidió, entrelazando su mano a la suya.La dulce joven to
— No, María, yo no… — intentó decir la dulce Gala, contrariada por lo que acababa de decir María — ¿Por qué está diciendo es?María sonrió de forma suave y tomó las manos de la joven entre las suyas.— Muchacha, soy una persona vieja, y sé muy bien que dentro de ti, está formándose un pequeño ser.Gala negó, soltándose delicadamente de las manos de la mujer.— María, pero…— ¿Hace cuánto no menstrúas?En seguida, la joven hizo cálculos. Era muy regular en aquellos días del mes, y con lo que había estado pasando últimamente, había olvidado por completo que… ¡debió haber sido hace una semana! ¡Dios, una semana! ¡Era muchísimo! ¡Era…!— María… — se llevó una mano al vientre y otra a la boca para contener el asombro.— Tienes un brillo muy precioso en tu mirada, y tu cabello… luce más hermoso que antes. Además, ¿antes te gustaban las cerezas como ahora? — Gala negó, todavía temblando de susto, de miedo, de emociones encontradas en su pecho.— Dios, yo… esto es… María… ¿Qué se supone que de
El día de navidad llegó y la casa grande parecía otra. El ambiente vibraba con la emoción de los preparativos, propios de la fecha, y de la emoción de los empleados por al fin poder volver a celebrar aquella temporada tan especial. Por toda la casa grande se escuchaban risas, pasos apresurados y el eco de voces que coordinaban hasta el más mínimo detalle.Mientras tanto, en la habitación principal, Ramsés y Gala disfrutaban de un desayuno íntimo en la cama. La bandeja con panecillos, frutas y chocolate caliente quedó olvidada a un lado mientras ellos se perdían en besos y caricias. Ramsés no dejaba de sonreír mientras jugaba con un mechón de cabello de Gala.— Podía tenerte el día entero entre mis brazos — susurró el brasileño contra el hombro de su mujer.Gala rio dulcemente.— Aunque me encantaría, eso no podrá ser. Todos me esperan — comentó emocionada.Ramsés volteó los ojos, infantil.— Podrán arreglárselas sin ti.— Estoy segura de que sí, pero cuentan conmigo, y le prometí a Mar
Gala no supo cómo reaccionar, pero retrocedió intuitivamente, con los ojos empañados por la desilusión, y se llevó las manos al vientre, negando con la cabeza.Verla así lo destrozó.— Gala, mi amor, escúchame.— Ramsés, cariño… — la mujer que hace unos segundos lo rodeaba con demasiada familiaridad, se acercó a él, e intentó tomar su brazo, pero el rechazo fue demasiado esclarecedor.— Te pedí que te fueras.— Pero…— Lo digo en serio, retírate.La mujer, humillada y decepcionada por el rechazo del hombre que le gustaba, apretó los puños y salió de allí.En cuanto Ramsés volvió la vista al frente, descubrió que Gala ya no estaba.— No, no — se dijo a sí mismo. —. ¡Gala!Entró a la casa con la esperanza de alcanzarla, pero no la encontró, entonces escuchó un quejido.— ¡Ah! ¡Me duele! ¡Me duele!Los ojos de Ramsés se abrieron.— ¿Gala? — llamó, buscándola, y no fue hasta que alzó la vista cuando la vio sujetarse fuertemente de las escaleras que llevaban a las habitaciones. Corrió hacia
— ¿No… vas a decir nada? — preguntó Gala después de un largo y aterrador silencio. No podía descifrar nada en la mirada de Ramsés y eso la inquietaba.Ramsés se incorporó, atormentado, y se acercó a la ventana en busca del aire que de pronto le faltaba. Nerviosa, Gala se acercó a él a pasos tímidos.— Ramsés, por favor, di algo — rogó. Su voz de pronto llorosa.— ¿Qué tan… certero puede ser ese resultado? — preguntó en tono ronco, todavía sin mirarla —. ¿Hace cuánto debiste tener tu periodo?— Hace… dos semanas.Ramsés se pasó la mano por el rostro.— Entonces…. ¿no usabas ningún tipo de anticonceptivo?— No, pero, ¿Por qué estás preguntándome todo esto? ¿Es que… tú no quieres a este hijo? — preguntó destrozada. De pronto lágrimas bailando en sus ojos — Creí que esta noticia podría ser…Antes de que pudiera terminar de hablar, Ramsés se giró, acortó la distancia que los separaba y tomó sus mejillas antes de besarla profundamente.Gala ahogó un jadeo de asombro, pero se permitió saborea
Ramsés palideció, y todo de él comenzó a temblar.La noticia lo golpeó con la fuerza de un rayo. De repente, el mundo que había construido junto a Gala, lleno de promesas y sueños, comenzó a desmoronarse ante sus ojos. ¿Cómo podía ser que la mujer que había creído muerta, esa que se burló de él, regresara exactamente en el momento en que Gala y él comenzaban a vislumbrar un futuro como pareja?La furia y el enojo comenzaron a manifestarse en su interior como un volcán a punto de iniciar. Se sintió atrapado entre el amor que sentía por Gala y el resentimiento que lo consumía hacia Giulia y el pasado que creía enterrado. ¿Por qué ahora? ¿Por qué en este momento tan vulnerable?Ramsés respiró hondo, intentando calmarse y recordar la alegría que había sentido al conocer la noticia de la llegada de un hijo. Gala se merecía todo su amor, todo su apoyo, pero la sombra de Giulia se cernía amenazadora. No podía permitir que Gala sufriera, no otra vez. Nunca más. Él ya le había hecho daño. Y est
Durante los días siguientes, la burbuja de amor que habían construido alrededor del otro, se comenzó a oscurecer… y estaba a punto de desatar la peor tormenta de sus vidas.La ausencia de Ramsés, a pesar de mantenerse siempre presente en los pequeños detalles, Gala comenzó a notarla. Y aunque para ella se trataba de la preocupación del trabajo, algo en su interior le decía que había algo más. Pero no lo quería agobiar. Intentaba ser cariñosa y paciente con él, incluso, se ofrecía a ayudarlo en lo que necesitara.— Lo único que necesito es que cuides de ti y de nuestro hijo. ¿Puedes hacer eso por mí? — le preguntó en tono apagado, besando su hombro.Gala sonrió de forma dulce y asintió, devolviéndole el gesto.Después de eso, Ramsés recibió una llamada. Gala le dio privacidad.Se trataba de los investigadores, y es que desde aquella noticia, Ramsés se había obsesionado con cada paso que diera Giulia, pasos que la mantuvieran alejada de su mujer y su hijo, mientras él ganaba tiempo y val
El corazón de Gala estaba apabullado, y Ramsés no sabía qué diablos hacer para revertir ese daño.— ¿Cuándo piensas decírselo? ¡No pueden seguir así! — sugirió María, desconcertada con todo lo que estaba ocurriendo entre la joven pareja.Ramsés negó.— No voy a perderla, María. No voy a hacerlo y eso es lo que sucederá si… le digo la verdad.— No puedes mantenerla engañada toda la vida. Se enterará, tarde o temprano lo hará.Pero para él seguía siendo difícil. Gala era lo mejor que le había pasado en la vida. Ella era demasiado buena, tanto que… no la merecía.Sin decir nada, Ramsés salió de la cocina. Sabía que María tenía razón, por supuesto que la tenía, pero él… él todavía no era tan valiente para enfrentarse a su miedo más grande:El abandono de su mujer y su hijo.Apenas cruzó la puerta cuando Gala iba a entrar. Se encontraron frente a frente. Los últimos días apenas y cruzaban palabra, aunque él todo el tiempo se mantenía preocupado por ella y el bebé.— ¿Cómo estás? — le pregun