Un par de semanas después, Tiodor se encontraba sumergido en la culpa, «va a mejorar», le habían repetido incontables veces. ¿Era demasiado extraño querer permanecer en su vida? Quizá sí, luego de ver el trato tan íntimo que tenía con Lucas. Cada visita le daba la sensación de ponerse en medio de ellos y, por más que el chico jugara a ser el hombre perfecto, los celos se le notaban a kilómetros.Pese al drama del pasado, ella se mostraba a gusto ante presencia. Siendo la parlanchina de siempre, aun con su pequeño impedimento del habla. No obstante, la lujuria que alguna vez los unió, se esfumó y fue sustituida por la conmiseración.Aun así, no se liberaba de esa necesidad de estar a su lado.Cada día, ella daba avances significativos. Entonces, pasó un mes.*****—Señor Lison —saludó Lucas con hostilidad, a estas alturas, era evidente que no se soportaban el uno al otro.—Señor Simón —respondió con sorna.El más joven puso los ojos en blanco, ambos caminaron por el pasillo hasta llega
Lison continuaba visitando a Libia, a veces le regalaba pequeñas macetas con girasoles. La chica no se cansaba de explicarle lo pésimo qué se le daba la jardinería y por consecuencia las plantas que tocaba morían.No obstante, su mente iba y venía en el conflictivo triángulo amoroso que odiaba. Ya no tenía la edad para portarse fantasiosa. Ahora buscaba un hombre que la amara, la respetara y no fuera un cabrón mujeriego. Sin duda, Lucas siempre sería su mejor opción. Pero Lison era Lison, aun con su agria actitud, romper el raro vínculo que crearon la ponía mal. Se lamentó por su jodido deseo de ser la heroína de los tipos malos.—Voy a ir soltando de a poco. ¡Vamos Libia, no eres la protagonista de alguna novela de vampiros! —se dijo frente al espejo, sorprendida de lo diferente que se percibía a sí misma.Movió la cabeza de un lado a otro, y se siguió peinando, debía haber algo que hacer con el hueco sin cabello que le dejaron para suturar su herida. Esa noche iría a la cena familiar
Lucas investigaba cada pequeño detalle del jardín Olmeda, la capacidad, los paquetes complejos, algunas contras del establecimiento, ese día debía salir perfecto. Libia le confesó que uno de sus deseos es celebrar su casamiento al aire libre, y que su decoración esté llena de flores amarillas, blancas y rojas.—¿Qué le parece, señor? —cuestionó con amabilidad la encargada de darles el recorrido.—Es hermoso, pero mi prometida es quien tiene la última palabra. — Observó a la distancia el rostro de Libia embelesada mirando un arco decorado con hermosas orquídeas.La muchacha se veía adorable, sonrojada y sonriente. Por desgracia, el recuerdo que tanto luchó por reprimir, emergió en su interior: Libia con los orbes rojos, bañada en un incontrolable lloro. No preguntó nada, se limitó a abrazarla con fuerza. Al día siguiente, cuando su prometida se despertó, le ofreció disculpas. Él no quiso indagar, pues temía conocer una verdad dolorosa; sin embargo, lo lógico es que se trataba de Tiodor
En el distrito de Ipiranga el cielo presentaba una apariencia nebulosa y difusa. Las gotas finas empapaban el monumento a la independencia, una estructura espectacular y majestuosa que constaba de un obelisco de gran altura.Tiodor miraba en dirección a la ventana, su anarquía mental le ocasionó migraña.Nunca ocultó su pasión por los negocios, sin embargo, en estos últimos meses, trabajar parecía ser lo único para lo que vivía.Emily le llamó treinta veces al celular y acudió a su casa en cinco ocasiones con la esperanza de verlo y todo en balde. Lison no daba la cara, ni siquiera contestaba a sus mensajes. A lo largo de su proceso de divorcio estuvieron más unidos que en ese momento. Es como si ella se hubiese convertido en una enfermedad letal y contagiosa.“¿Lison qué carajo te ocurre? ¿Qué te hice?”, mandó el mensaje esperanzada en obtener una respuesta. Necesitaba su ayuda, pues se quedó sin empleo y por ende sin efectivo.Por desgracia, el tipo ni prestó atención a su móvil, su
Trescientos sesenta y cinco días se fueron volando. Ahora que veía el precioso anillo de dieciocho quilates que le regaló su ex prometido, el recuerdo le dibujó una sonrisa genuina en sus labios. Las lágrimas se terminaron. El tiempo le dio la razón, su elección había sido acertada.Luego del innecesario drama, no perdió comunicación con Lucas, quien llevaba una semana saliendo con una linda chica que conoció en unos cursos de psicología. Por desgracia su relación con Natalia no dejaba de fracturarse y luchaba contra el sentimiento de culpa. Si ella no la quería en su vida, debía aceptarlo.En cuestiones del amor, se cerró y se volvió selectiva. Ya no se enganchaba con sujetos de mierda. Priorizaba su salud mental, trabajando en aceptar sus errores y perdonarse a sí misma.—Está muy pensativa —Arturo contempló el semblante de la joven con detenimiento.—Este día cumpliría un año de casada.—Oh. —Desvió la mirada, ¿qué podía decir?—Lo digo como algo positivo, nunca me arrepiento de h
Tiodor se encontraba sentado en la silla, examinando los documentos acerca de su proyecto de colaboración.Sarah le recordó de la cita que su hermano, Marco, había pedido dos semanas antes. «¿Qué querrá este imbécil?», se preguntó.Soltó un suspiro y regresó al trabajo. Una notificación lo hizo agarrar el móvil. Cerró los ojos negando con la cabeza, dejó el celular en el escritorio y siguió con sus tareas importantes.Se involucró en las innumerables dosis de material que requeriría, costos, calidad y proveedores. Entonces el teléfono de la oficina volvió a sonar.—¿Qué? —contestó de mala gana.—Señor Lison, su hermano ha llegado.—Hazlo pasar —dijo, seguido cortó la llamada de manera abrupta.Una figura masculina ingresó a la habitación, con una sonrisa de lado.—Feliz cumpleaños, gruñón —canturreó Marco, mostrando un pedazo de pastel de chocolate.—No te hubieras molestado —dijo Tiodor con voz mecánica.—Es un gusto…—No, en serio, no te hubieras molestado. —En esta ocasión el fa
En la pantalla se reproducía una recopilación de sus vídeos recientes, hasta llegar al primero que subió en esa red social.Las imágenes mostraban a una Libia destruida por la incertidumbre. En la grabación casera con su teléfono, contaba lo triste que la ponía el deterioro de su visión. Explicaba de forma sencillo que se sometería a una cirugía y que había un 65 % de probabilidad que la cosa saliera bien, pero ella temía por ese cuarenta y cinco. Añadiendo mayor cargo a sus hombros, estaba el hecho de que la empresa Musso iba a la quiebra por malos manejos financieros.—Soy muy miedosa y siempre lo he sido —explicaba con ojos hinchados—. Hubo un tiempo en mi vida que desee morir y ahora me arrepiento tanto de eso. Soy joven, y me torturé con la idea de que todo gira en torno a conseguir un hombre —respiró profundo—, en este momento me doy cuenta de que hay cosas de verdad trascendentes. Estoy a punto de perder la vista. »Y me arrepiento de tantos lugares que pudo conocer, y tantos ro
Quince días después…Libia observaba la caja que el portero acababa de subir a su apartamento. En la nota decía:Señorita Musso, es un honor enviarle una muestra de nuestros productos. Esperando que podamos realizar una colaboración, reconocemos que somos fanáticos de su contenido en los medios sociales. Deseamos pactar una cita con usted y verla en persona. Le dejamos los números y correos con los que se puede contactar con nosotros.¡Qué tenga un excelente día!P.D. Esperamos que en esta ocasión a la hora de agendar no confunda las fechas.Libia no le tomó importancia, dejó el papel encima de la mesa. Ni siquiera revisó el interior del paquete y se fue a recostar al sofá. Su dirección se filtró entre directores de marketing desde hace mucho y, cada tanto, diferentes marcas comerciales la buscaban para campañas de publicidad. Esperó algunos minutos a que la pastilla le quitará el dolor de vientre. Al sentirse menos inflamada, se dirigió a su comedor y comenzó a planear sus próximo