En la pantalla se reproducía una recopilación de sus vídeos recientes, hasta llegar al primero que subió en esa red social.Las imágenes mostraban a una Libia destruida por la incertidumbre. En la grabación casera con su teléfono, contaba lo triste que la ponía el deterioro de su visión. Explicaba de forma sencillo que se sometería a una cirugía y que había un 65 % de probabilidad que la cosa saliera bien, pero ella temía por ese cuarenta y cinco. Añadiendo mayor cargo a sus hombros, estaba el hecho de que la empresa Musso iba a la quiebra por malos manejos financieros.—Soy muy miedosa y siempre lo he sido —explicaba con ojos hinchados—. Hubo un tiempo en mi vida que desee morir y ahora me arrepiento tanto de eso. Soy joven, y me torturé con la idea de que todo gira en torno a conseguir un hombre —respiró profundo—, en este momento me doy cuenta de que hay cosas de verdad trascendentes. Estoy a punto de perder la vista. »Y me arrepiento de tantos lugares que pudo conocer, y tantos ro
Quince días después…Libia observaba la caja que el portero acababa de subir a su apartamento. En la nota decía:Señorita Musso, es un honor enviarle una muestra de nuestros productos. Esperando que podamos realizar una colaboración, reconocemos que somos fanáticos de su contenido en los medios sociales. Deseamos pactar una cita con usted y verla en persona. Le dejamos los números y correos con los que se puede contactar con nosotros.¡Qué tenga un excelente día!P.D. Esperamos que en esta ocasión a la hora de agendar no confunda las fechas.Libia no le tomó importancia, dejó el papel encima de la mesa. Ni siquiera revisó el interior del paquete y se fue a recostar al sofá. Su dirección se filtró entre directores de marketing desde hace mucho y, cada tanto, diferentes marcas comerciales la buscaban para campañas de publicidad. Esperó algunos minutos a que la pastilla le quitará el dolor de vientre. Al sentirse menos inflamada, se dirigió a su comedor y comenzó a planear sus próximo
—¿Ron? —preguntó saliendo de su asombro.—Señorita Musso —respondió Benicio—. Un gusto mirarla de nuevo.—Lo mismo digo. —Se acercó y le dio unos golpecitos en el hombro.Su cerebro procesó la situación, si Ron estaba ahí, significaba que…—Vine a acompañar al señor Mayorga —se apresuró a explicar, demostrando que leía bien sus gestos.—Ya veo. —Esa declaración la llenaba de más dudas. ¿Sería que Ron encontró otro trabajo?—Sabes que eres bienvenido con nosotros —le dijo haciendo referencia a su hermano.—Gracias, yo sigo en mi antiguo empleo, este es un pedido especial —aclaró, teniendo cuidado de no mencionar el nombre de su jefe.Libia apenas le iba a contestar, cuando alguien la sujetaba del antebrazo.—El señor Leonel pregunta por ti, mi amor —le susurró Alfonso al oído.Las facciones de Benicio se contrajeron en una mueca de sorpresa mezclada con incomodidad.La joven se despidió y enseguida fue a atender sus responsabilidades.Sin querer, se creó una novela en su mente. Ron acom
—¿¡Dónde estabas, carajo!? —le reclamó Alfonso entre dientes.—Por ahí —contestó Libia sin ahondar en explicaciones.—Te busqué como loco… —detuvo sus quejas y miró al frente. Unos penetrantes ojos lo hicieron estremecer al punto que casi moja los pantalones. Tiodor lo veía con el ceño fruncido, lo que lo hacía ver mil veces más aterrador. Libia volvió su cabeza en dirección a aquello que dejó a Alfonso con la boca abierta.—Señor Lison —pronunció su nombre con fingida inocencia—. Él es mi amigo, Alfonso Tacher.—Hola, un placer conocerlo —se apuró en decir aún con el nudo en la garganta, ofreciéndole su temblorosa mano.Lison ni se preocupó en responder, y se acomodó el saco.—¿Todo está bien, Libia? —le cuestionó con severidad.Ella, relajada, asintió con la cabeza. Alfonso podía portarse cual diva, pero no era un maltratador o un tipo de quien preocuparse.»¿Segura? ¿No quieres que te acompañe a tu hotel? —insistió.Libia negó con la cabeza, mientras lo miraba fijó. —Gracias —con
—Señorita Dubois, me urge localizar a su exesposo. Tengo que darle las noticias referentes al contrato, logré apresurar el papeleo.Emily rodó los ojos. Tiodor se mostraba tan indiferente en el tonto maquillaje que ni siquiera podía fingir un poco.—Hablaré con él —le aseguró a Mayorga.Así que canceló sus salidas por la tarde con tal de esperarlo. Tres horas después, cuando le informaron que llegó, se dirigió a confrontarlo a su cuarto.—¿Qué se te ofrece?—El pequeño hombrecillo se encuentra asustado porque no has firmado el contrato.—Si mi niego el que sale perdiendo soy yo, no entiendo la paranoia del enano —contestó de mala gana, desabotonando su camisa.Entonces, al mirar su reflejo borroso en el enorme televisor, revivió en su mente el día en el que se le ocurrió semejante bobería:«Él miraba con atención el cielo, mientras el viento le acariciaba las mejillas. Estirándose en el camastro reflexionando en lo molesto y aburrido que era salir con su familia.Ahora el principal p
Alfonso escuchaba con horror el relato de Libia.—No, ¡me niego rotundamente a que participes con esa línea barata! —Se pasó la mano por el cabello—. Todo lo que he trabajado se irá al carajo porque no puedes controlar tus hormonas.—Oye, no se trata de lo que crees —se defendió.—Es obvio que ese sujeto aterrador te prende —le dijo con obviedad—. Se te nota que eres muy de esas. —¿¡Perdón!? —Estrechó la mirada.—No te juzgo. Conozco a un tipo que le gusta que las scorts lo orinen en el sexo. Tener esos fetiches no lo hace un mal hombre. —Y cuáles son mis gustos, según tú —lo confrontó Libia. —Matones gigantes con cara de pocos amigos, sometiéndote bajó sus enormes y sudorosos cuerpos de delincuentes. La muchacha tragó saliva. En una etapa de su vida, claro que sí, pero luego de su horrible experiencia siendo secuestrada —de verdad—, decir libremente que esas cosas le atraían sería de alguien imbécil.»No te juzgo —le repitió Alfonso—. Solo no salpiques todo el esfuerzo por tus gu
En menos de una hora, recibió un mensaje de Alfonso, en donde, le pedía disculpas por su comportamiento y le suplicaba que no cortara lazos de amistad y menos laborales.Libia leyó el irrelevante texto recostada bocarriba en la cama, apoyando su peso sobre sus codos. Enseguida su teléfono vibró, era Tiodor. Esa emoción irracional se apoderó de ella, y su entrepierna se humedeció debido a los recuerdos que de nuevo azotaron su mente. Inhaló y exhaló, tratando de disipar esa extraña necesidad de verlo-poseerlo. Su recuerdo le provocaba tanta hipersexualidad, que la sofocaba.Sus ojos vieron el mensaje:“Hoy estoy disponible, por si sigues interesada en aquel restaurante de comida rápida”. Libia se pasó la mano por su melena castaña. No le iba a contestar. Quizá si no respondía a sus insinuaciones, él terminaría hartándose.***Cuatro días después.Tiodor le demostró que su éxito se debía a la persistencia y que no creía en la suerte. Pues no desistió en su idea de ir a ese estúpido r
Tres días después, Libia hablaba frente a la cámara sosteniendo una plancha de cabello, que prometía un efecto de salón en casa. La diferencia de otras menciones era la producción. Entre mayor cantidad de seguidores conseguía, las empresas de renombre se acercaban para ofrecer grandes sumas de dinero por publicidad.—Lo vamos a repetir por última vez —le explicó la editora.—Bien —contestó Libia sin estar del todo de acuerdo. Le dolía la espalda y las luces lastimaban su vista.Alfonso la observaba de lejos, su rostro serio escondía su molestia, pues ese asunto de Lison lo ponía mal. “¡Es un machista!, lo primero que te va a pedir cuando formalicen es que dejes los medios sociales”, le advirtió tras recibir el enorme arreglo de girasoles. Libia le aseguró que entre ellos no existía nada. No obstante, Alfonso era consciente del pequeño brillo en los ojos de la joven al hablar de él.—¿Puedo tomarme un descanso? —le preguntó a la mujer, sacándola de su concentración.La mujer se acomodó