—¿¡Dónde estabas, carajo!? —le reclamó Alfonso entre dientes.—Por ahí —contestó Libia sin ahondar en explicaciones.—Te busqué como loco… —detuvo sus quejas y miró al frente. Unos penetrantes ojos lo hicieron estremecer al punto que casi moja los pantalones. Tiodor lo veía con el ceño fruncido, lo que lo hacía ver mil veces más aterrador. Libia volvió su cabeza en dirección a aquello que dejó a Alfonso con la boca abierta.—Señor Lison —pronunció su nombre con fingida inocencia—. Él es mi amigo, Alfonso Tacher.—Hola, un placer conocerlo —se apuró en decir aún con el nudo en la garganta, ofreciéndole su temblorosa mano.Lison ni se preocupó en responder, y se acomodó el saco.—¿Todo está bien, Libia? —le cuestionó con severidad.Ella, relajada, asintió con la cabeza. Alfonso podía portarse cual diva, pero no era un maltratador o un tipo de quien preocuparse.»¿Segura? ¿No quieres que te acompañe a tu hotel? —insistió.Libia negó con la cabeza, mientras lo miraba fijó. —Gracias —con
—Señorita Dubois, me urge localizar a su exesposo. Tengo que darle las noticias referentes al contrato, logré apresurar el papeleo.Emily rodó los ojos. Tiodor se mostraba tan indiferente en el tonto maquillaje que ni siquiera podía fingir un poco.—Hablaré con él —le aseguró a Mayorga.Así que canceló sus salidas por la tarde con tal de esperarlo. Tres horas después, cuando le informaron que llegó, se dirigió a confrontarlo a su cuarto.—¿Qué se te ofrece?—El pequeño hombrecillo se encuentra asustado porque no has firmado el contrato.—Si mi niego el que sale perdiendo soy yo, no entiendo la paranoia del enano —contestó de mala gana, desabotonando su camisa.Entonces, al mirar su reflejo borroso en el enorme televisor, revivió en su mente el día en el que se le ocurrió semejante bobería:«Él miraba con atención el cielo, mientras el viento le acariciaba las mejillas. Estirándose en el camastro reflexionando en lo molesto y aburrido que era salir con su familia.Ahora el principal p
Alfonso escuchaba con horror el relato de Libia.—No, ¡me niego rotundamente a que participes con esa línea barata! —Se pasó la mano por el cabello—. Todo lo que he trabajado se irá al carajo porque no puedes controlar tus hormonas.—Oye, no se trata de lo que crees —se defendió.—Es obvio que ese sujeto aterrador te prende —le dijo con obviedad—. Se te nota que eres muy de esas. —¿¡Perdón!? —Estrechó la mirada.—No te juzgo. Conozco a un tipo que le gusta que las scorts lo orinen en el sexo. Tener esos fetiches no lo hace un mal hombre. —Y cuáles son mis gustos, según tú —lo confrontó Libia. —Matones gigantes con cara de pocos amigos, sometiéndote bajó sus enormes y sudorosos cuerpos de delincuentes. La muchacha tragó saliva. En una etapa de su vida, claro que sí, pero luego de su horrible experiencia siendo secuestrada —de verdad—, decir libremente que esas cosas le atraían sería de alguien imbécil.»No te juzgo —le repitió Alfonso—. Solo no salpiques todo el esfuerzo por tus gu
En menos de una hora, recibió un mensaje de Alfonso, en donde, le pedía disculpas por su comportamiento y le suplicaba que no cortara lazos de amistad y menos laborales.Libia leyó el irrelevante texto recostada bocarriba en la cama, apoyando su peso sobre sus codos. Enseguida su teléfono vibró, era Tiodor. Esa emoción irracional se apoderó de ella, y su entrepierna se humedeció debido a los recuerdos que de nuevo azotaron su mente. Inhaló y exhaló, tratando de disipar esa extraña necesidad de verlo-poseerlo. Su recuerdo le provocaba tanta hipersexualidad, que la sofocaba.Sus ojos vieron el mensaje:“Hoy estoy disponible, por si sigues interesada en aquel restaurante de comida rápida”. Libia se pasó la mano por su melena castaña. No le iba a contestar. Quizá si no respondía a sus insinuaciones, él terminaría hartándose.***Cuatro días después.Tiodor le demostró que su éxito se debía a la persistencia y que no creía en la suerte. Pues no desistió en su idea de ir a ese estúpido r
Tres días después, Libia hablaba frente a la cámara sosteniendo una plancha de cabello, que prometía un efecto de salón en casa. La diferencia de otras menciones era la producción. Entre mayor cantidad de seguidores conseguía, las empresas de renombre se acercaban para ofrecer grandes sumas de dinero por publicidad.—Lo vamos a repetir por última vez —le explicó la editora.—Bien —contestó Libia sin estar del todo de acuerdo. Le dolía la espalda y las luces lastimaban su vista.Alfonso la observaba de lejos, su rostro serio escondía su molestia, pues ese asunto de Lison lo ponía mal. “¡Es un machista!, lo primero que te va a pedir cuando formalicen es que dejes los medios sociales”, le advirtió tras recibir el enorme arreglo de girasoles. Libia le aseguró que entre ellos no existía nada. No obstante, Alfonso era consciente del pequeño brillo en los ojos de la joven al hablar de él.—¿Puedo tomarme un descanso? —le preguntó a la mujer, sacándola de su concentración.La mujer se acomodó
Libia miraba por la ventana, tenía su atención fija en aquel terreno baldío frente a ella, en donde antes estaba un edificio de diez pisos destruido. En los últimos seis meses se cuestionó el porqué no era demolido. Y ante su inexistencia, sintió que algo le faltaba. —¿Todo está bien? —Tiodor la sujetó del hombro con delicadeza. Su visita resultó sorpresiva y grata.—Sí —aseguró Libia sin apartar su vista del lote.—¿Quieres comer? —No, estoy bien, no debías venir —se volvió hacia él—. No me creas tan frágil. Tiodor le acarició la barbilla con la yema de los dedos. —Nadie me ha obligado, estoy aquí porque quiero estar.Libia le sonrió, cerrando los ojos por unos segundos.—Gracias —le susurró, sintiendo cosquillas en el pecho.Ese día, Tiodor se fue a su departamento a altas horas de la noche. En ningún momento le dio a entender que fue con dobles intenciones, ya que de manera genuina se preocupaba por ella. Los días posteriores, ellos no perdieron comunicación.Alfonso se discu
Libia rememoraba los últimos eventos importantes de su vida: Firmó un contrato millonario con una marca de belleza para el cabello, llevaba junto a Tiodor unas cuantas semanas, por así decirse. Él le avisó que tendría que irse a Ipiranga, pero que en cuanto le fuera posible regresaría. Alfonso le consiguió otros tratos importantes con empresas.Él le envió un mensaje diciéndole que no era su intención irse de manera tan repentina, a lo que Libia le aseguró que no tenía que darle explicaciones. Muy dentro de sí, trataba de protegerse, repitiéndose el ya no ser la mendiga de antes.Ella recordó las veces que le sujetaba la barbilla y le plantaba suaves besos en los labios. No quería que su corazón se acelerara de esa forma, como si fuese un tambor al que golpean con demasiada fuerza. No obstante, negarse a esas sensaciones le resultaba imposible. ***En un parpadeo pasaron cinco días. Ante el montón de trabajo acumulado del que tuvo que hacerse cargo, se comunicó con Libia a través de
Tiodor rodó los ojos. —No encuentro el chiste.Libia no podía detener su risa, se limpió unas pequeñas lágrimas.Lison se cruzó de brazos, mirándola desafiante. Ella detuvo sus carcajadas.—¿Celoso? —preguntó Libia con una ceja arqueada, como si estuviera disfrutando de la situación.Tiodor frunció el ceño, tratando de ocultar sus sentimientos. —No sé de qué estás hablando —respondió desviando la mirada. Libia recordó las palabras de su psicólogo “no hagan drama donde no lo hay”. Se levantó del sofá, le puso su mano derecha en el pecho, y mirándolo, le dijo:—No lo tomes tan en serio. Alfonso es solo un amigo y socio, como te dije antes. Tú eres el único en mi mente en este momento —le aseguró.Tiodor sonrió de lado. Su expresión, que la mayor parte del tiempo era seria y fría, de repente brilló con calidez, mostrando un lado de él que rara vez dejaba ver.—Bueno, supongo que no puedo evitar ser un poco posesivo cuando se trata de ti —pensó en voz alta.El corazón de Libia latió co