Cuando volvemos a entrar al interior de la casa los mellizos están en el pequeño salón esperándonos. No se muy bien cómo interpretar las miradas que me echan en ese momento, podrían ser de miedo o de curiosidad. O pueden estar planeando como quemarme el pelo mientras duermo. Tiemblo pensando si es posible que esos niños den más miedo que todas las películas de miedo juntas que he visto.
Es en ese momento en el estoy pensando sobre ello distraídamente cuando ocurre algo extraño. Un escalofrío recorre durante unos instantes la parte baja de mi cuello. Mi piel se eriza y me giro algo confusa desviando mi mirada hacia el fondo del salón. Mis ojos llegan hasta la cocina donde una sombra se proyecta sobre el suelo viejo de madera; la sigo de manera inconsciente, pero de un momento a otro cuando pienso que mis ojos llegan hasta el origen, realmente no hay nada. Mi mirada desciende una vez más, sin embargo, esta vez aquella sombra ha desaparecido. Arrugo el ceño sintiendo una mala sensación.
– ¿Eres la nueva niñera?
Aquella voz repentina es la que me trae de vuelta. Miro alrededor encontrándome de nuevo con los mellizos, los cuales se han adelantado varios pasos habiéndose colocado justo delante de mí. Ya me había fijado con anterioridad, pero sin duda su pelo completamente rubio y claro llama la atención. Sus pequeñas cabezas están alzadas mientras me observan de manera sospechosa. Abro la boca para responder, pero otro de ellos habla.
– No te queremos. – declara con voz arisca. Si no recordaba mal el que acababa de hablar es Milo, mientras que el de las gafas redondas es Nicolas. – Ya tenemos alguien que nos cuida.
Intento no poner los ojos en blanco. Lo último que quería era ser su niñera, en eso estábamos de acuerdo.
– Chicos, esta es Melissa. – interrumpe Tania con una pequeña sonrisa en sus labios aunque su mirada se torna severa. – Se quedará con nosotros durante el verano.
– ¿Dónde dormirá? – pregunta Milo dirigiéndole una mirada confusa a su madre.
– No hay espacio. – agrega Nicolas frunciendo sus labios. – Nuestra habitación está llena.
– Nico ni siquiera puede encontrar su cama debajo de toda la ropa.
Siento un pequeño pinchazo en la parte frontal de mi cabeza dándome cuenta de que aquello está empezando a darme jaqueca. No he pasado ni cinco minutos en esa casa y ya se que va a hacer un completo desastre.
– Va a tener su propia habitación. – aclara con voz neutra.
– ¿Va a dormir en el sótano?
Tiemblo sin poder evitarlo y es que una imagen de como será el sótano de aquella casa pasa por mi mente en ese instante. Con solo ver el estado general de aquel lugar puedo imaginarme como será. Desde luego preferiría quedarme debajo de un puente, gracias.
– ¿Puedo ir a mi habitación? – pregunto demasiado cansada y desesperada por estar unos momentos sola.
Tania asiente sin apagar su sonrisa.
.
.
Mi dormitorio resulta ser una pequeña habitación al fondo del pasillo de la planta de arriba. Lo único bueno es que la habitación de los engendros malignos está justo al lado contrario.
Mientras más lejos estuvieran de mí y de mi pelo, mejor.
Cuando Tania abre la puerta un extraño olor me golpea haciendo que arrugue la nariz sin poder evitarlo. Ella parece darse cuenta porque enseguida agacha un poco la cabeza y sus mejillas se sonrojan ligeramente.
– La habitación no se ha usado desde hace tiempo y...
Sus palabras se detienen ante un extraño sonido proveniente de la planta de abajo y veo como suspira con pesadez. Se despide rápidamente de mi para salir corriendo hacia las escaleras. Pasan unos segundos hasta que por fin entro a lo que será mi refugio durante los próximos meses.
Es pequeño, como toda la casa. Me fijo en el gran ventanal del fondo que se encuentra abierto en esos momentos, haciendo que una pequeña brisa se cuele en la habitación y mueva las cortinas. Hay un gran armario de madera bastante antiguo justo al entrar; me cruzo de brazos mientras mis ojos intentan calcular su longitud preguntándome si habrá sitio suficiente para toda mi ropa. Ladeo la cabeza, no lo creía. A parte de eso hay una pequeña cama y una mesita blanca sobre la que se posa una extraña lámpara con forma de animal. Eso es un... ¿caballo? No tengo idea realmente. Finalmente queda un pequeño escritorio también de madera vieja con un espejo; me acerco aunque mi reflejo apenas es visible por la capa de polvo que hay encima.
Suspiro sin poder evitarlo viéndome borrosa a través de aquel cristal.
No iba a sobrevivir a eso.
.
.
Fue un extraño ruido lo que me despierta esa misma noche. Con un leve gruñido mis ojos se abren, tardando un poco en acostumbrarse a la luz de la lámpara que había dejado encendida. Mi mirada rodea la habitación, pero todo parece normal hasta que de repente el sonido de lo que parece ser un trueno se escucha al otro lado del ventanal consiguiendo que mi mirada se detenga en los gruesos cristales que tiemblan debido al viento.
Se ha desatado una tormenta.
No se porque aquello hace que una extraña vibración atraviese mi piel. Respiro hondo a medida que poco a poco voy percatándome de hay algo raro. O eso pasa por mi mente al menos, aunque en realidad no hay nada. La luz que proyecta aquella lámpara en la habitación deja ver que todo es normal. Dudo, ¿qué es entonces aquella ajena sensación? Se parece a la que había tenido aquella misma mañana al llegar a la casa, sin embargo, en ese momento es mucho más intensa. Tomo aire de nuevo permitiendo que llene mis pulmones para tranquilizarme, a la vez que me convenzo a mi misma que estoy siendo una estúpida paranoica.
Que la casa tuviera quinientos años no significaba que me fuera a encontrar monstruos en ella.
Tengo que dejar de ver tantas películas de terror.
Vuelvo a tumbarme decidida olvidarme de ello, hasta que me doy cuenta de que no puedo dormir. Por mi estúpido que suene necesito ir al baño.
Gruño enfadada, lo último que quiero es salir de mi habitación para recorrer ese viejo y lúgubre pasillo. Pienso en aguantar, pero después de un rato que me doy cuenta que va a hacer imposible dormir. Salgo de la cama para ir directa hacia la puerta, mientras antes fuera antes volvería. El chirrido de las bisagras me acompaña mientras la abro y asomo la cabeza hacia el pasillo, el cual está desierto. Salgo poco a poco de la habitación a la vez que unos nervios repentinos me invaden. Trago saliva.
"No seas idiota. ¿Qué esperas que aparezca? ¿Un fantasma, un zombie, un...?"
Mis pensamientos se cortan cuando un pequeño sonido retumba a mi espalda. No me atrevo a mirar, en vez de eso hago lo mejor que puede hacer uno en esa situación.
Correr.
Sin pararme a pensar mis pies corren escaleras abajo sin detenerse.
.
He llegado a la cocina de menos de veinte segundos. Respiro con rapidez dejando que el aire entre y salga con fuerza mientras me coloco la mano en el pecho. Sin pensarlo había bajado hasta la planta de abajo. ¿Por qué demonios había ido hasta allí? Ahora me toca volver todo aquel camino en medio de la noche hasta mi habitación.
Mi mente se encuentra repitiéndome una y otra vez lo idiota que soy cuando de pronto el sonido de una puerta retumba. Me doy la vuelta temblando, harta de lo estúpida que estaba siendo mientras mi mano se mueve automáticamente buscando cualquier cosa para defenderme.
Cojo lo primero que encuentro encima de la encimera, que resulta ser una pequeña sartén de cocina ( algo que por supuesto asustaría hasta el último fantasma de la casa, donde va a parar) y la elevo. Me percato en ese instante que la puerta que da al jardín se encuentra abierta; mis ojos se mueven hasta que topan con la figura extraña de un chico en la oscuridad. Elevo aún más la sartén dando un paso atrás. La persona se mueve hacia delante dejando que la luz proveniente de fuera salpique su rostro.
Durante unos segundos sus ojos oscuros están puestos en lo que tengo entre manos hasta que instantes después suben hasta mi rostro. Aunque solo detiene la mirada ahí durante pocos segundos , porque después sus ojos vuelven a fijarse en la sartén. Con movimientos lentos eleva sus dos manos hasta la altura de su cabeza.
– No se si preguntarte quien demonios eres o exactamente donde piensas pegarme con eso.
Sus ojos vuelven a mirarme y en ese preciso momento tiemblo de pies a cabeza.
🏵🏵🏵🏵🏵🏵🏵🏵
Doy un paso sin quitarle la vista de encima. Desde aquella distancia la poca luz que invade la habitación desde la ventana me permite notar algunos de sus rasgos. No parece mucho más mayor que yo; su pelo negro le tapa casi por completo la frente mientras su rostro queda totalmente opacado por unos ojos profundamente oscuros. Mi mirada encuentra la suya haciendo que experimente una rara sensación, algo que hace que mi piel palpite de manera extraña. No sé si es por ese aire salvaje que parece rodearle o por el singular toque oscuro que adorna sus ojos. En ese preciso instante da un paso hacia a mí, consiguiendo que una especie de electricidad atraviese mi piel. – ¿Quién demonios eres? Aunque esa pregunta se forma clara en mi
Las palabras de Tania se mantienen en mi mente incluso cuando llego a mi habitación y me acuesto. ¿Compañero de piso? Intento hacer memoria. Tania no tiene más hijos, siempre que habíamos coincidido solo había conocido a los mellizos, es imposible que tenga un hijo tan mayor. Pero entonces, ¿quién es? Dijo que se llamaba Adam. ¿Vive también en la casa? ¿Por qué? ¿Y por qué demonios mi madre no me había advertido sobre eso? ¿Acaso no era bastante con dejarme con una mujer que apenas conozco y sus horribles hijos? Ahora también me toca lidiar con un imbécil. Lo reconozco, no soy buena con los desconocidos; llevo toda mi vida viviendo en el mismo lugar, rodeada por la misma gente. He tenido la misma mejor amiga desde los seis años, mis compañeros de clases nunca han variado sa
Después del episodio de la harina veo a Adam dos veces aunque ninguno de los dos dice nada. Creo que después de habernos llenado de harina mutuamente estamos en paz, o por lo menos, eso pienso .Cuando aquella tarde bajo a la cocina la encuentro completamente desierta. Las tripas me gruñen, pues no he comido nada desde la noche pasada y mi estómago me pide a gritos cualquier cosa que pueda echarme a la boca. Avanzo unos pasos sin saber muy bien cómo proceder. A ver, tampoco es que nunca haya preparado mi propia comida, no he vivido en una burbuja; se preparar huevos fritos bastante decentes. Al abrir el refrigerador lo primero que captan mis ojos son variostápers,unas cuantas pequeñas cajas de lo que parece comida precocinada y bastantes cartones de leche. Alzo las cejas, por mucho que mire no veo nada que me sirva por ninguna parte. ¿Qué clase de comidas hacen? A co
Lo que queda de semana pasa lenta. No he salido de la casa desde que llegué pues como sospechaba no parece haber mucho que hacer en aquel lugar. Por lo que Tania me ha dicho en el centro había varias tiendas, restaurantes y cafeterías, además de una gran iglesia, la cual parece ser una especie de pequeño punto turístico. Según ella es un buen lugar y la mayoría de gente suele reunirse en esa parte de la ciudad, sin embargo, a mi no me despierta ningún tipo de interés. Además ni siquiera conozco a nadie con quien ir. ¿Qué iba a ser sola por ahí sin conocer nada? Asimismo afectaba el hecho que desde que he llegado mi estado de ánimo ha estado por los suelos. Me paso los días en mi habitación intentando matar el aburrimiento hablando con mis amigas por teléfono o dibujando. Tania también insiste de vez en cuando en que coma y cene con ellos, pero yo opto por no hacerlo, con una vez f
Dejo a la niña en el suelo sin saber que demonios hacer. ¿Cuánto puede llorar un bebe? En algún momento se detendría, ¿no? Observo como eleva los brazos hacia a mi como si esperara que la volviera a coger. Ni hablar. Llora aún más si eso es posible. Miro hacia los lados notando que la situación se esta volviendo catastrófica. ¿Tendrá hambre? ¿Quiere que le cambie el pañal? Jamás en mi vida he cambiado uno. En ese momento me encuentro maldiciendo una y mil veces a Adam. Voy corriendo hacia la nevera y echo un vistazo al interior desesperadamente en busca de algo que me pueda servir. ¿Potitos? Gracias al cielo.
Es un sonido fuerte y sonoro lo que hace que abra finalmente los párpados aquella mañana. Resoplo contra la almohada segundos antes de girarme y estirar la mano hacia el aparato evitando las ganas de lanzarlo contra la puerta, en vez de eso lo llevo hasta mi oreja y respondo. – ¿Sí? Mi voz suena completamente ronca y extraña. Bostezo sin variar mi posición. – Cariño, que alegría escucharte por fin. El tono de mi madre desprende tanta alegría que hace que una pequeña parte de mi se sienta culpable enseguida, pues he estado ignorado sus mensajes desde que se había marchado abandonándome en aquella casa. No voy a negar que ha sido algo totalmente infantil de mi parte, pero tampoco voy a pretender que soy una chica mayor y madura. No lo soy en realidad. – Hola, mamá. Nuestra conversación no dura demasiado; básicamente hablamos de como le va en su trabajo, el cual por ahora no tenían demasiado que hacer hasta que llegaran mas gente a las in
Es un desastre, no puedo decirlo de otra manera. Uno de los mellizos comienza a llorar mientras el otro va corriendo a la cocina. Primero miro a uno y luego al otro, sin saber cual de los dos podía ser mas peligroso. Momentos después veo que Milo ha cogido una caja de lo que parecen ser chocolatinas y algo mas que no puedo ver bien en ese momento, aunque eso no es lo que causa que el pánico me inunde, mas bien es la sonrisa que brota de sus labios dándome la sensación de que acaba de hacer un trato con el mismísimo demonio en persona. - Deja eso ahora mismo - ordeno enseguida señalándolo con el dedo. Su sonrisa se ensancha aun mas provocando auténticos escalofríos en mi piel y en ese instante va corriendo en dirección hacia las escaleras. Intento detenerlo pero es mas rápido de lo que esperaba, se mueve con tal velocidad que en un par
Un grito me despierta aquella mañana y gruño contra la almohada sin haber despertado del todo aún. No me hace falta levantarme y abrir la puerta para saber de donde provenía aquel grito.Es Milo.O Nicolas.Desde hace dos días se han turnado para ir a despertarme por las mañanas, pues parece que les divierte ver como abro la puerta y los persigo escaleras abajo con cara de dormida y el pelo revuelto.Suspiro y me levanto sabiendo que a menos que abra la dichosa puerta no se detendrán. Como supuse al abrirla veo a Milo con