Cuando Asteria terminó de ajustar el vendaje, dejó escapar un pequeño suspiro de alivio, aunque sus ojos seguían reflejando la preocupación que sentía. Sin pensarlo demasiado, levantó una mano y la colocó suavemente sobre la mejilla de Lysandra, sus dedos rozando la piel con una ternura que la detective no esperaba. —No vuelvas a hacerme esto —susurró Asteria, su voz temblando ligeramente—. No quiero verte herida otra vez. Lysandra se quedó inmóvil, sorprendida por el gesto. La calidez de la mano de Asteria contra su mejilla era reconfortante, pero también desarmante. Por un momento, la detective dejó caer la guardia que siempre mantenía, permitiendo que la sinceridad de Asteria la alcanzara. —Haré lo que sea necesario para mantenerte a salvo —respondió Lysandra, su voz baja pero firme. Asteria negó con la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de frustración y preocupación. —No se trata solo de mí. También tienes que cuidarte, Lysandra. No puedo hacerlo sola. La detecti
La puerta era pequeña y estaba parcialmente oculta por las ramas de un árbol que había crecido torcido con los años. Lysandra se detuvo frente a ella, inspeccionando la cerradura. Sacó una herramienta pequeña de su cinturón, y con movimientos rápidos y precisos, comenzó a trabajar en ella. —Esto no debería tomar mucho tiempo —murmuró, más para sí misma que para Asteria. Asteria se mantuvo alerta, sus ojos revisando los alrededores mientras el cachorro sacaba la cabeza de su chaqueta, como si también quisiera ver qué estaba pasando. La joven lo acarició distraídamente, pero su mente estaba completamente centrada en la figura de Lysandra. —¿Está todo bien? —preguntó Asteria en voz baja, inclinándose un poco hacia la detective. Lysandra giró su cabeza ligeramente hacia ella, con una sonrisa que apenas suavizaba la dureza de su expresión. —Está todo bajo control —respondió, pero antes de que pudiera añadir algo más, un clic suave indicó que la cerradura había cedido. Lysandra emp
—¿Crees que nos vieron? —preguntó Asteria en un susurro, su voz cargada de preocupación. Lysandra negó con la cabeza, sus ojos fijos en el camino que habían dejado atrás. —Si lo hicieron, no han encontrado el rastro aún —respondió—. Pero no podemos quedarnos aquí por mucho tiempo. Asteria asintió, aunque su respiración seguía siendo rápida. Mientras intentaba calmarse, sus ojos se dirigieron a Lysandra, quien presionaba nuevamente el vendaje de su hombro. La detective había evitado mostrar dolor todo el tiempo, pero Asteria podía verlo en su expresión, en los pequeños momentos de tensión que delataban su agotamiento. —¿Cómo está tu hombro? —preguntó Asteria finalmente, su voz cargada de preocupación. Lysandra le lanzó una mirada rápida, pero no respondió de inmediato. Había algo en la forma en que Asteria la miraba que la desarmaba, que le hacía querer soltar el peso que llevaba encima, aunque solo fuera por un momento. —Estaré bien —respondió finalmente, con un pequeño
Asteria permanecía sentada al borde de la cama, con las manos apretadas sobre su regazo como si intentara evitar que su nerviosismo se extendiera más allá de su cuerpo. Sus ojos seguían los movimientos torpes del cachorro que jugueteaba en la manta, pero su mente estaba atrapada en bucles interminables de recuerdos. El calor que aún persistía en sus mejillas era un recordatorio punzante, un eco ardiente del momento del cajón que no podía borrar, por mucho que lo intentara. Sentía como si aquel pequeño paquete hubiera dejado una marca invisible, pero imborrable, en su piel. La tensión en el aire se rompió cuando Lysandra habló. Su voz, siempre ligera pero cargada de curiosidad, atravesó el silencio como una daga suave pero precisa. —Entonces… —comenzó con un destello divertido en sus ojos—. ¿Qué había en ese cajón que te puso tan nerviosa? ¿Un bicho, quizás? Asteria sintió cómo su rostro se encendía al instante, el color inundando sus mejillas como si su vergüenza fuera un río desbo
Aunque aún sentía el nerviosismo por el encuentro con la mujer alta, Asteria no podía ignorar cómo Lysandra la había protegido. Cada gesto de la detective, cada palabra que había pronunciado con firmeza, seguía resonando en su mente como un eco persistente. Había algo en la manera en que Lysandra se había interpuesto entre ella y la mujer, algo que no podía explicarse únicamente como profesionalismo. La intensidad de su mirada y el tono cortante de su voz habían hablado de algo más profundo, algo que Asteria no se atrevía a nombrar. Sentada en el borde de la cama, Asteria intentaba encontrar las palabras para romper el silencio que llenaba la habitación. Pero cada vez que miraba a Lysandra, quien se había apoyado contra la pared con los brazos cruzados y una expresión tensa, parecía que el aire se volvía más pesado. La detective no había hablado desde que regresaron a la habitación, pero la rigidez en sus hombros y la manera en que mantenía la vista fija en algún punto indefinid
La luz de la mañana se filtraba a través de las enormes ventanas del salón, iluminando la opulencia que Asteria apenas notaba. En el aire flotaba una quietud pesada, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento. Frente a ella, sobre la mesa de mármol, descansaba una fotografía de Cadmus. Sonreía con una confianza desenfadada que ahora parecía un recuerdo lejano.Asteria cerró los ojos por un momento, intentando bloquear el eco de su ausencia. Pero el silencio era demasiado fuerte, y cada pensamiento se convertía en una espiral que volvía al mismo lugar: ¿Dónde estaba su hermano? ¿Por qué nadie podía ayudarla a encontrarlo? Con un suspiro entrecortado, se levantó y caminó hacia la cocina, buscando distraerse con el ruido mecánico de la cafetera.El timbre rompió la rutina. Asteria se congeló por un segundo ante de dirigirse hacia la puerta, su corazón latiendo con fuerza. Era temprano para visitas, demasiado temprano. Cuando abrió la puerta, se encontró con Nadia Veyra, su mejor a
Desde las sombras emergió una figura, alta y amenazante, con pasos deliberados que reverberaban en el espacio vacío. El aire parecía haberse congelado mientras las dos se preparaban para lo inevitable.—No deberías estar aquí —gruñó el hombre, su voz profunda reverberando como un eco siniestro.Lysandra avanzó un paso, su postura relajada pero alerta, como una pantera lista para atacar. Su voz, cuando habló, fue baja pero cargada de autoridad.—Y tú no deberías estar siguiéndonos. Pero aquí estamos. Así que, ¿por qué no vuelves por donde viniste antes de que esto termine mal para alguien? —Su mirada era afilada como una navaja, y en ella había una advertencia que incluso el hombre pareció entender.Pero en vez de retroceder, el desconocido continuó avanzando. Fue Lysandra quien rompió la inmovilidad, empujando a Asteria detrás de ella con un movimiento rápido.—Quédate atrás —ordenó, su tono lo suficientemente firme para no aceptar discusión.Asteria, aunque incómoda por la situación,
Finalmente, Lysandra logró desestabilizarlo con una patada en la rodilla que lo hizo caer al suelo. Pero el hombre delgado ya había recuperado su posición y se lanzaba hacia ella con un cuchillo. Lysandra reaccionó con rapidez, desviando el arma con su antebrazo y empujándolo con fuerza hacia un montón de escombros.—¡Lysandra! —gritó Asteria desde el auto, su voz cargada de preocupación.La detective la miró brevemente, un destello de satisfacción cruzando sus ojos antes de correr hacia el vehículo. Cuando Lysandra llegó al auto, se subió rápidamente y cerró la puerta de golpe.—Tenemos que irnos —dijo mientras encendía el motor y aceleraba, dejando a los atacantes atrás.El silencio dentro del vehículo era tan pesado como el aire del parque. Asteria miró a Lysandra, con el corazón aún latiendo con fuerza.—Gracias —murmuró, sin saber qué más decir.Lysandra soltó un pequeño suspiro y se permitió una leve sonrisa.—Por eso te dije que no vinieras sola —respondió, su tono suave pero c