—No sé si puedo hacer esto —admitió, evitando la mirada de Lysandra—. Es demasiado. Todo lo que descubrimos, lo que significa… y el hecho de que mi hermano está vinculado a este hombre. Es como si cada paso me acercara a algo que no quiero ver. Lysandra dejó escapar un pequeño suspiro, reduciendo la velocidad del auto mientras sus ojos permanecían fijos en la carretera. —Asteria, esto no es algo fácil —dijo con un tono calmado pero lleno de firmeza—. Nunca lo fue. Pero estás aquí porque tienes la fuerza para enfrentarlo, incluso si no lo ves ahora. Asteria finalmente levantó la mirada, encontrándose con el reflejo de los ojos de Lysandra en el espejo retrovisor. Había algo en su tono, en la seguridad tranquila con la que hablaba, que logró romper una parte de la barrera que se había formado en su pecho. —¿Y tú cómo lo haces? —preguntó Asteria, su voz quebrándose ligeramente—. ¿Cómo mantienes esa calma cuando parece que todo está a punto de derrumbarse? Lysandra giró ligeramente
Lysandra apretó ligeramente su mano antes de soltarla, un gesto que parecía cargar una promesa no dicha. Luego se giró, indicando el camino con un movimiento de la cabeza, pero algo en su postura mostraba que el momento también la había afectado, aunque jamás lo admitiera en voz alta. —Sigamos. El camino no se recorrerá solo —dijo Lysandra con su tono usual, pero aún había una calidez latente en sus palabras. Mientras ambas retomaban la marcha, el silencio que las acompañaba no estaba lleno de tensión, sino de algo más profundo: una conexión que, aunque no necesitaba explicarse, era imposible de ignorar. Cada paso las acercaba más a su objetivo y, de alguna manera, también entre ellas.La oscuridad de la noche comenzaba a ceder ante un suave brillo en el horizonte, anunciando el amanecer. Asteria se acomodó en el asiento del auto mientras Lysandra ajustaba su chaqueta y revisaba nuevamente el mapa que habían descifrado. El acertijo de las constelaciones seguía siendo un misterio e
Cuando Asteria terminó de ajustar el vendaje, dejó escapar un pequeño suspiro de alivio, aunque sus ojos seguían reflejando la preocupación que sentía. Sin pensarlo demasiado, levantó una mano y la colocó suavemente sobre la mejilla de Lysandra, sus dedos rozando la piel con una ternura que la detective no esperaba. —No vuelvas a hacerme esto —susurró Asteria, su voz temblando ligeramente—. No quiero verte herida otra vez. Lysandra se quedó inmóvil, sorprendida por el gesto. La calidez de la mano de Asteria contra su mejilla era reconfortante, pero también desarmante. Por un momento, la detective dejó caer la guardia que siempre mantenía, permitiendo que la sinceridad de Asteria la alcanzara. —Haré lo que sea necesario para mantenerte a salvo —respondió Lysandra, su voz baja pero firme. Asteria negó con la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de frustración y preocupación. —No se trata solo de mí. También tienes que cuidarte, Lysandra. No puedo hacerlo sola. La detecti
La puerta era pequeña y estaba parcialmente oculta por las ramas de un árbol que había crecido torcido con los años. Lysandra se detuvo frente a ella, inspeccionando la cerradura. Sacó una herramienta pequeña de su cinturón, y con movimientos rápidos y precisos, comenzó a trabajar en ella. —Esto no debería tomar mucho tiempo —murmuró, más para sí misma que para Asteria. Asteria se mantuvo alerta, sus ojos revisando los alrededores mientras el cachorro sacaba la cabeza de su chaqueta, como si también quisiera ver qué estaba pasando. La joven lo acarició distraídamente, pero su mente estaba completamente centrada en la figura de Lysandra. —¿Está todo bien? —preguntó Asteria en voz baja, inclinándose un poco hacia la detective. Lysandra giró su cabeza ligeramente hacia ella, con una sonrisa que apenas suavizaba la dureza de su expresión. —Está todo bajo control —respondió, pero antes de que pudiera añadir algo más, un clic suave indicó que la cerradura había cedido. Lysandra emp
—¿Crees que nos vieron? —preguntó Asteria en un susurro, su voz cargada de preocupación. Lysandra negó con la cabeza, sus ojos fijos en el camino que habían dejado atrás. —Si lo hicieron, no han encontrado el rastro aún —respondió—. Pero no podemos quedarnos aquí por mucho tiempo. Asteria asintió, aunque su respiración seguía siendo rápida. Mientras intentaba calmarse, sus ojos se dirigieron a Lysandra, quien presionaba nuevamente el vendaje de su hombro. La detective había evitado mostrar dolor todo el tiempo, pero Asteria podía verlo en su expresión, en los pequeños momentos de tensión que delataban su agotamiento. —¿Cómo está tu hombro? —preguntó Asteria finalmente, su voz cargada de preocupación. Lysandra le lanzó una mirada rápida, pero no respondió de inmediato. Había algo en la forma en que Asteria la miraba que la desarmaba, que le hacía querer soltar el peso que llevaba encima, aunque solo fuera por un momento. —Estaré bien —respondió finalmente, con un pequeño
Asteria permanecía sentada al borde de la cama, con las manos apretadas sobre su regazo como si intentara evitar que su nerviosismo se extendiera más allá de su cuerpo. Sus ojos seguían los movimientos torpes del cachorro que jugueteaba en la manta, pero su mente estaba atrapada en bucles interminables de recuerdos. El calor que aún persistía en sus mejillas era un recordatorio punzante, un eco ardiente del momento del cajón que no podía borrar, por mucho que lo intentara. Sentía como si aquel pequeño paquete hubiera dejado una marca invisible, pero imborrable, en su piel. La tensión en el aire se rompió cuando Lysandra habló. Su voz, siempre ligera pero cargada de curiosidad, atravesó el silencio como una daga suave pero precisa. —Entonces… —comenzó con un destello divertido en sus ojos—. ¿Qué había en ese cajón que te puso tan nerviosa? ¿Un bicho, quizás? Asteria sintió cómo su rostro se encendía al instante, el color inundando sus mejillas como si su vergüenza fuera un río desbo
Aunque aún sentía el nerviosismo por el encuentro con la mujer alta, Asteria no podía ignorar cómo Lysandra la había protegido. Cada gesto de la detective, cada palabra que había pronunciado con firmeza, seguía resonando en su mente como un eco persistente. Había algo en la manera en que Lysandra se había interpuesto entre ella y la mujer, algo que no podía explicarse únicamente como profesionalismo. La intensidad de su mirada y el tono cortante de su voz habían hablado de algo más profundo, algo que Asteria no se atrevía a nombrar. Sentada en el borde de la cama, Asteria intentaba encontrar las palabras para romper el silencio que llenaba la habitación. Pero cada vez que miraba a Lysandra, quien se había apoyado contra la pared con los brazos cruzados y una expresión tensa, parecía que el aire se volvía más pesado. La detective no había hablado desde que regresaron a la habitación, pero la rigidez en sus hombros y la manera en que mantenía la vista fija en algún punto indefinid
La luz de la mañana se filtraba a través de las enormes ventanas del salón, iluminando la opulencia que Asteria apenas notaba. En el aire flotaba una quietud pesada, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento. Frente a ella, sobre la mesa de mármol, descansaba una fotografía de Cadmus. Sonreía con una confianza desenfadada que ahora parecía un recuerdo lejano.Asteria cerró los ojos por un momento, intentando bloquear el eco de su ausencia. Pero el silencio era demasiado fuerte, y cada pensamiento se convertía en una espiral que volvía al mismo lugar: ¿Dónde estaba su hermano? ¿Por qué nadie podía ayudarla a encontrarlo? Con un suspiro entrecortado, se levantó y caminó hacia la cocina, buscando distraerse con el ruido mecánico de la cafetera.El timbre rompió la rutina. Asteria se congeló por un segundo ante de dirigirse hacia la puerta, su corazón latiendo con fuerza. Era temprano para visitas, demasiado temprano. Cuando abrió la puerta, se encontró con Nadia Veyra, su mejor a