Sustituta ¿Yo?
Sustituta ¿Yo?
Por: Lau
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La lluvia caía estrepitosamente por la ciudad. Todos corrían de un lado a otro intentando protegerse de las inclemencias del clima. Lara estaba entre estos transeúntes que habían sido pescados desprevenidos y a los que la tormenta los había agarrado sin siquiera un paraguas con el que cubrirse. Sabía manejar muy bien, pero no había podido terminar de juntar el dinero suficiente como para comprar un auto, ni siquiera de los más económicos.

Ella caminaba de todos modos con una gran sonrisa en los labios. Este día era su cumpleaños. Hoy cumplía un año más de vida y ya contaba con 21. Se sentía plena, segura y cálida a pesar del inclemente clima.

Sabía que en su casa la esperaba su amado esposo, el hombre al que amaba profundamente y con el que llevaba siete meses de feliz matrimonio. Aunque debía reconocer que él no era el hombre más cariñoso del mundo, por el contrario, era frío y distante con ella, pero de todos modos ella así lo amaba.

Se habían conocido en la empresa de la que Aarón era el CEO, él había comenzado a cortejarla ni bien la vio cuando ingresó como pasante y ella no tardó mucho en sucumbir a su asedio. Fue amor a primera vista para los dos al parecer.

Hoy él se había ido temprano y no la había llamado ni enviado mensajes en todo el día. No era que la mensajeara a menudo, pero sí de vez en cuando, uno que otro mensaje le llegaba. Ese día era especial, y no la había saludado aún ¿Lo habrá olvidado? No imposible, él no le haría eso. De seguro le tiene una gran sorpresa preparada en casa, es por eso que debe apresurarse a llegar lo antes posible.

Ella trabaja aún en la misma empresa, ahora está en una de las oficinas administrativas. Su puesto es muy sencillo, pese a que se graduó con honores en administración en tiempo record, ya que le tomó menos tiempo que al común de las personas. En realidad, esperaba que él le diera un trabajo un poco mejor, después de todo es su esposa, pero en cambio la metió en una de las oficinas escondidas del lugar. Estaba en la sección de correo. Ella debía encargarse de que todo funcionara como correspondía en ese sector, y de allí jamás se movía.

Al llegar a su casa Lara se sorprendió y no gratamente. El lugar estaba desierto, no había una sola alma allí. Su marido no había pisado la casa ya que todo estaba absolutamente igual a como lo había dejado al salir con rumbo al trabajo donde tampoco lo vio en todo el día, aunque no era extraño ya que nadie sabía que estaban casados y su oficinita estaba en un lugar muy poco concurrido y lejos del movimiento real de personas importantes.

Miró todo a su alrededor y frunció el ceño, desconcertada ¿Dónde podría estar Aarón? Se adentró en la habitación y se sacó los zapatos, y luego la ropa mojada. Esperaba no sufrir de una gripe por haber estado tanto tiempo bajo la lluvia. Se metió a la ducha y dejó que el agua caliente la mojara por completo y comenzara a dar calor a su frío cuerpo.

Al salir del baño se puso su pijama y se acostó a dormir. Aún estaba un poco frío y ella quería tomar calor lo más rápido posible. Repasó en su mente los implementos que poseía en su botiquín, necesitaba recordar si tenía antipiréticos, siempre había que estar preparado por las dudas.

La noche de Lara fue larga, aterradoramente larga. Su cuerpo comenzó a temblar al poco tiempo de acostarse y la fiebre comenzó a subir de manera estrepitosa. Se tomó las pastillas y miró la hora, era sumamente tarde y aún él no llegaba ¿Le habrá pasado algo? Las llamadas que le realizaba no eran atendidas, incluso parecía que en determinado momento el teléfono fue apagado. Ella estaba desesperada y se sentía fatal. Estaba sola, en el día de su cumpleaños, y el dolor inundó su cuerpo y su alma por igual.

Lo amaba profundamente, pero a veces, pensaba que él no sentía lo mismo. Por su mente pasó el hecho de que jamás la presentó a su familia, a pesar de ser su esposa y llevar dos años juntos. No la trataba con amor, solo parecía feliz cuando se adentraba en ella y, por el contrario, esos eran los momentos más frustrantes y dolorosos para una pobre Lara que solo parecía sentir dolor y el contacto sexual se convertía en una tortura y no en un acto de placer. Sabía que la del problema era ella, ya se lo había dicho muchas veces Aaron, e incluso la obligaba a asistir cada mes a la doctora que le inyectaba el anticonceptivo.

Si lo consideraba bien, su matrimonio era muy anormal. Suponía que era totalmente su culpa por no poder satisfacerlo como él se merecía.

Pensó en llamar a la policía, pero consideró que él podía molestarse ya que no le gustaba que ella interfiriera con su vida. Ya habían discutido por ese motivo en otras oportunidades. Incluso esta no era la primera vez que él desaparecía.

Sus hermosos ojitos comenzaron a picar y se fueron llenando de lágrimas. Se sentía sola y desamparada. De pronto el frío en el alma superaba al que sentía a causa de la fiebre.  Nuevamente considero que estaba enferma y sola.

La noche transcurrió con calma. La fiebre iba y venía y ella intentaba dormir un poco. El sol comenzó a asomar su cara por el horizonte y ella abrió un poco los ojos.  Tomó su teléfono, intentaría comunicarse nuevamente con él, quería decirle que estaba enferma y le sería imposible asistir a su trabajo. Tendría que tomarse el día, aunque era algo que no le gustaba.  Esperó la hora adecuada y llamó a la oficina de recursos humanos para informar de su ausencia. Había intentado innumerables veces comunicarse con él, pero siempre era lo mismo así que desistió. Esperaba poder saber pronto qué era lo que ocurría.

La encargada de recursos humanos era una mujer joven, con la que se llevaba de maravilla. Ella entendió muy bien la mala condición en la que se encontraba la pobre Lara. Pero no pudo dejar de chismear.

_ No te preocupes, hoy es un día bastante tranquilo, parece que el presidente está muy enamorado porque llegó muy sonriente esta mañana. No sabemos quién será la mujer que lo tenga tan feliz, pero es algo bastante bueno.

Lara sintió un sonido estruendoso, era como si un edificio entero cayera tras una gran explosión, pero la realidad es que lo único que había caído era su espíritu. Algo malo estaba pasando y ella lo sabía muy bien. Temblaba de manera incontrolable y no era por la fiebre sino por lo que acababa de escuchar. Él estaba en la empresa y más feliz que nunca habiéndose olvidado por completo de ella, dejándola sola y abandonada en el día de su cumpleaños.

Se acurrucó en su cama y volvió a cubrirse con las mantas. Lo mejor era tratar de dormir para que al día siguiente estuviera repuesta y pudiera ponerse nuevamente en pie. Pensó que más adelante debería levantarse para preparar algo de comida, ya que tampoco cenó la noche anterior, pero no tenía fuerzas para nada realmente. Ese día era muy gris para ella, más que gris, negro y solo quería que se terminara lo antes posible. Necesitaba pensar que todo esto era solo un mal sueño…solo eso.

“—“

Aarón Miller ingresaba como todo un dios a Industrias Miller. Él se sentía en ese momento el rey del mundo y consideraba que nada podía opacar esa felicidad. Sólo había un trámite que debía hacer para poder comenzar, por fin, a vivir la vida que él deseaba junto con el amor de su vida. Su Amelia había regresado, pensó que nunca lo haría, pero el día anterior, como un ángel, ella había entrado por la puerta de su oficina.

De pronto sintió como todo a su alrededor cobraba una luz diferente. Ella era su amor, el único que había tenido y sentía que ahora había vuelto a la vida después de estar muerto durante esos interminables años.

El único inconveniente que encontraba era su esposa. Amelia no debía saber nunca que él se había casado con otra, que había encontrado a una sustituta, alguien que calentara su cama y calmara sus deseos más oscuros ¿Se sentía mal por usarla? No en lo absoluto, ella había gozado durante esos meses de la fortuna de ser su esposa, aunque nunca nadie lo supiera, también le había dado trabajo, uno que era bastante bueno y estable, algo que no le hubiera sido para nada fácil de conseguir sin su ayuda. Además, que le daría una jugosa compensación por haber estado casada con él. Eso sería lo más práctico y de esa manera se ahorraría el que ella hiciera algún escándalo. Debía evitar a toda costa que su precioso ángel supiera que se había casado.

No quería hacerlo al principio, pero Lara se hacía la noble y pura y ella no habría aceptado ser su amante, por lo que tuvo que darle un falso título. Falso porque nunca pensaba sacarla a la luz. Claro que él sabía que lo único que le importaba a Lara era la posición y el dinero. Las mujeres como ellas solo quieren casarse con un hombre rico y vivir bien ¿Sino por qué otro motivo habría aceptado tan rápido ser su novia y luego su esposa? ¿Amor? Sí, absoluto amor, pero al dinero.

El único camino ahora era el divorcio. Uno que le dejaría a ella la jugosa compensación que le daría por esos meses de matrimonio. Era lo más que podía hacer después de todo, debía de pagar por sus excelentes servicios prestados.

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