Naira.Me quedé en silencio, sin poder decir nada, observando cómo empezaba a beber a toda prisa. La molestia en su rostro era evidente, y supe en ese instante que me iría fatal por no haberle obedecido. Sentí un nudo en la garganta al verlo, pero decidí no dejar que notara mi vulnerabilidad. Apenas tuve un momento de tregua en mis pensamientos, cuando aquella mujer se le acercó. Iba prácticamente desnuda, y en un acto descarado se subió encima de él mientras él apenas podía sostenerse de lo ebrio que estaba. Tragué saliva, mirando de reojo cómo su mano se deslizaba por la pierna de ella, acariciándola lentamente, mientras sus ojos se dirigían hacia mí con una mirada fría y calculadora, buscando provocarme.—Mírala— mencionó una voz ronca, llena de burla. —Observa cómo se hace, esta belleza sabe cómo complacerme.—Mi corazón latía con fuerza, pero me negué a bajar la mirada o a mostrar algún signo de derrota.La mujer intentó besarlo, pero él la frenó, colocando su mano entre ambos.
Karl.Sentía el estómago revuelto, como si un nudo de angustia lo estrujara desde dentro. Cerré los ojos y por un instante quise desaparecer, deseaba con todas mis fuerzas escapar de ese momento. Sin darme cuenta, mis manos se aferraron a su brazo, apretándolo con tal fuerza que parecía querer arrancárselo si eso significaba salvar mi vida.—Haré todo lo que quieras… todo lo que tú quieras, ¡por favor! —rogué, sintiendo que las palabras se ahogaban en mi garganta—. No me quites la vida… todavía… Piensa en ti, en todo lo que tienes. Él me miró desafiante, sus ojos oscuros y penetrantes, como si estuviera evaluando cada una de mis súplicas, cada palabra que dejaba salir desesperadamente. —Yo no pienso. No me importa todo lo que tengo… —respondió con frialdad—. Algún día, nada de lo que tengo será mío.Ese tono sombrío me heló la sangre. Antes de que pudiera reaccionar, él me sostuvo con firmeza la mandíbula, y sus labios se apoderaron de los míos con una fuerza que no daba lugar a nin
KarlDebería sentirme satisfecho con lo que acababa de hacer, con lograr que me deseara de la forma en que había planeado. Ese era mi objetivo desde el inicio. No permitiría que lo que estaba creciendo en mi interior por Naira me destruyera. Si alguien iba a terminar herido, sería ella primero, y luego, tal vez, yo. Mis labios recorrieron su piel expuesta, cada rincón, cada curva que se presentaba ante mí. Mis manos deslizaban el vestido lentamente, notaba cómo temblaba. Quería que temblara, que entendiera que esto debía suceder. Era la primera vez que deseaba poseer a alguien así, con este fuego que nunca había sentido. Con ella era diferente; nunca antes había experimentado tal ansia, ni con ninguna de las mujeres que frecuente. Ella sería la primera. La primera en hacerme sentir que, por fin, era plenamente un hombre.La miré, recorriendo con la vista el tono de su piel, sus formas perfectas. Intentaba odiarla, necesitaba odiarla, pero había algo dentro de mí que se resistía. Sin
NairaMe desperté mirando al techo, sin pestañear, paralizada por la avalancha de pensamientos que me acosaban. Mi cuerpo pesaba como si no me perteneciera, una extraña mezcla de cansancio y desconcierto me anclaba al colchón. Anoche perdí mi virginidad. El recuerdo aún estaba fresco, tan contradictorio como las emociones que provocaba en mí. Fue placentero, pero también doloroso, físico y emocional. ¿Cómo debía sentirme? Tapé mi rostro con las manos, intentando sofocar el torbellino de ideas. Sin embargo, las lágrimas brotaron, sin previo aviso, recorriendo mis mejillas como un torrente incontenible. Sentía que caía en un abismo oscuro, sola y sin salida.Tenía miedo. No sabía qué planes tenía Karl para mí. Él era impredecible, peligroso, un hombre capaz de cualquier cosa por mero placer más si se trata de dolor ¿Y si me mataba? No vería nunca más a mi mamá. Ese pensamiento me atormentaba más que cualquier otra cosa. Un golpe en la puerta me sacó de mi ensimismamiento. Me levanté co
Narrador.Naira observaba el caos desatarse en su hogar, como si la vida se empeñara en arrebatarle lo poco bueno que le quedaba. Su madre, entre lágrimas y desesperación, golpeaba con furia a su padrastro, quien se había endeudado con un mafioso de la élite y estaban cobrandole, sin embargo elle pedia a mi madre que lo pagara o que me mandara a buscar trabajo en los mejores bares y club de este sector.—Estás loco, tu gastaste ese dinero jugando y ahora me pides y mi hija y yo lo paguemos.—Pues quien más, tu debes pagarlo.El temor de lo que este hombre podía hacerle a su madre, era como una nube oscura. Naira permanecía inmóvil, sentada, observando la escena, sin palabras para el desastre que se desplegaba frente a ella. Su cuerpo estaba paralizado hasta que, de repente, un grito desgarrador escapó de su garganta al ver a su madre desplomarse sobre el suelo helado de su humilde vivienda.—¡Abre los ojos! ¡Por tu culpa, mi madre está así! —gritó Naira, desesperada, mientras su madre
KarlAño 1997.Mi mirada seguía perdida, fija en ese punto invisible. No había miedo, ni dolor, ni siquiera rabia. Cada golpe que me daba no tenía sentido, no para mí. Él se irritaba más al ver mi rostro vacío de emociones, desesperado por sacarme alguna reacción. Me pateó con furia, tumbándome en el suelo helado.—¡Maldito! Llora, quiero verte suplicar de dolor —gritaba, lleno de impotencia, pero yo nunca le daría el gusto. Yo soy Karl, y nada de lo que me haga puede afectarme. El dolor nunca me ha tocado, no en este cuerpo. En realidad, lo disfruto, porque si no puedo sentir nada por mí, al menos me reconforta ver a otros sufrir. Es lo único que me queda. Verlo sufrir de rabia.Cuando no pudo hacer nada más, se fue de la habitación, y yo solo quedé ahí recostado, tapé mi rostros y reí a carcajadas.***Salí de la aburrida habitación, y llegué a la cocina. Cleotilde al verme se acercó nerviosa.—Jovencito, su padre vendrá pronto. Debería encerrarse en su habitación, ya sabe cómo se p
Me encontraba lavando la ropa de mi madre y del insoportable de mi padrastro. Ya no soportaba más, ayer fui lavarle unas ropas a doña Beth. Sinceramente, este dia, me sentía demasiado cansada pero no tenía opción. Esa lavada me permitió conseguir el alimento para mi madre, así que no podía simplemente negarme y lave mucho, ya hoy estoy lavando lo de mama y de su marido. Deseaba poder escapar, irme lejos con mi madre, pero no tenía a dónde ir, por lo que deciste a ese pensamiento.Terminé de tender la ropa y me dirigí a mi pequeña habitación. Me detuve a pensar en qué hacer después. Dejé todo listo, pero justo cuando estaba por relajarme, la puerta de la habitación se abrió bruscamente y luego se cerró. Ricardo entro a mi habitación—Hola, querida hermanastra— replico con esa voz que tanto me molestaba.—¿Qué quieres? —le solté, sin esconder mi enfado.Se acercó más, y yo instintivamente retrocedí hasta la cama. A mi lado, la pequeña lámpara. La agarré con fuerza, sin quitarle los ojos
KarlCuando llegamos a mi mansión, le ordené a Mijael que bajara a la chica. Vi cómo se aferraba al asiento, intentando evitar lo inevitable, como si quedarse en el coche fuera a salvarla de lo que estaba por venir. Sus esfuerzos eran patéticos. Me acerqué con calma, casi disfrutando del momento. Coloqué mi mano bajo su quijada, obligándola a mirarme directamente a los ojos.—Aquí no mandas tú —le dije con esa frialdad que me sale tan natural—. Las cosas se hacen a mi manera. Fuiste entregada como pago, así que lamento decirte que tendrás que aguantarte. Si dices una palabra más, no tienes idea de lo que soy capaz de hacer.Noté cómo su pecho se agitaba de la rabia. A pesar de todo, se quedó callada. Era casi divertido. Estaba furiosa, pero no podía hacer nada. La miré detenidamente. Tenía un rostro angelical, una belleza que me resultaba irritante y fascinante al mismo tiempo, sus ojos eran unicos, parecia una diosa. No soportaba ver su piel tan pura e intacta, pero no podía negar lo