Nikolay Cerré la puerta detrás de mí y seguí a mi madre hacia el pasillo, ella le dio la espalda a la pared y se cruzó de brazos, antes de mirarme sin decir nada.Su silencio hizo que yo comenzara a hablar.—¿Qué haces aquí? ¿Has venido a atormentar a Margaret?, porque no voy a permitir eso —le advertí y vi cómo mi madre elevó su cejas.—¿Atormentar? Dios santo, Nikolay, no nos hemos visto en casi un año, ¿y es lo primero que tienes que decirle a tu madre?—Te llamé —le recordé y la vi mirar en otra dirección, antes de pasar una mano por su cabello rubio perfectamente peinado.—Deberías agradecer que yo esté aquí en vez de tu padre, él no tiene nada bonito que decir sobre tu mujer, ni de su hermano; por no mencionar la guerra que decidiste tomar como si fuera tuya.—No la llamaría guerra —opiné, antes de cruzar mis brazos—. ¿Hasta cuándo te quedas?—Hasta que se me dé la gana de irme —espetó seca—. Estoy en un hotel en el centro de la ciudad, quiero conocer un poco más esa chica tuya
NikolaySubí las escaleras del edificio de mala muerte, dónde me citó Levy.Esto podría ser bueno o malo, él me había dicho que había entrado a la cuenta de las Islas Caimán, que había encontrado algo importante que tenía que hablar conmigo.Justo ahora, maldición.Cuando llegué al cuarto piso, miré a través de las tres puertas, buscando la que tuviera una placa que dijera 4B.Me acerca la puerta con la inscripción, con lo que parecía era la tinta de un plumón. Ignoré eso y toqué la puerta.—¿Quién es? —preguntó una voz en ruso. La reconocí al instante, era Levy. —Tú me citaste aquí, ¿quién más podría ser? —pregunté de mala gana en mi lengua materna.Segundos después, la puerta se abrió.Ni siquiera me molesté en mirar a Levy, me enfoqué en mirar a la pequeña rubia que había en sus brazos.—¿En serio trajiste a tu hija?—La niñera estaba ocupada, no podía hackear la cuenta desde mi casa, esa mierda es peligrosa, era más seguro aquí —se defendió y yo no despegaba mi mirada de la nena.
Salí del edificio y crucé la calle para entrar a la tienda.La campanilla sonó tan pronto entré, y una mujer mayor con rasgos asiáticos, elevó su cejas.Me dirigí hacia ella y escaneé las botellas de licor que tenía detrás de ella. Me tendió la botella de vodka a la derecha, pero la ignoré.Cigarrillos. Eso era lo que iba a comprar.El alcohol solo me iba hacer perder mi cordura más rápido. —¿Tiene Malboro rojo? —pregunté, sintiendo la piel de mi cuello calentarse cada vez más.Joder. ¿Qué había hecho? ¿En qué carajos pensaba?Mi celular vibró una vez más y decidí atenderlo.—Nikolay —respondí, sin molestarme en ver quién llamaba.—Cariño, ¿enviaste por casualidad Terminator a recogernos?Inmediatamente me relajé con la voz de Margaret.Joder, la necesitaba, no quería estar aquí. Quería estar con ella, desnuda en nuestra cama.Sí, ese era el mejor plan. El mejor plan de toda la historia —Se llama Carl y sí, nena, lo envié por ustedes. No es parte de la banda, pero es una de mis hombr
Margaret —¿20 mil dólares? —exclamó Sasha a través del teléfono—. ¿Estás segura que no es menos?—Ya hice la cuenta tres veces —respondí—. Hasta hace 4 meses, las cuentas estaban a la perfección, faltan 20 mil de los grandes.—¿No te habrás equivocado? —Sabes que los números nunca me han mentido.Había dejado a la madre de Alex en su hotel, sus palabras aún sonaban en mi cabeza.—Ella quería que Nikolay aceptara a Levy de nuevo y que yo lo convenciera.Pero yo no iba a ser eso, no podía. No era lo correcto, Alex era grande y podía tomar sus propias decisiones. Él no necesitaba de mí para eso.Pero una cosa era pensarlo y otra cosa completamente diferente, decirle a Victoria Ivanova que no.La mujer me aterraba.—Háblame del departamento. ¿Es de ensueño? ¿Cuántos cuartos tiene?—De ensueño es poco —repliqué, jugando con el collar en mi cuello—. Sasha, este departamento tiene dos y pisos de donde vengo, esto no es más que un sueño.—Y tu ruso se está dando esa vida de ensueño —dijo m
—Tengo que decirte algo —murmuró una agitada y desnuda Margaret, recostada boca abajo junto a mí.—Cariño, si me dices que vas por una ronda cuatro, seriamente voy a perder mi mente —advirtió, haciéndome reír—. ¿Es porque sonaba raro hoy? Sonrío un poco y dejé un beso en su frente. Joder, qué hermosa esta mujer.—Son dos cosas, una de ellas tiene que ver con lo de hoy —murmuró y la vi ponerse de pie, caminando hacia el clóset.Elevé mis cejas con impresión, al ver qué había ropa mía y suya colgada.—Nena, no tienes porqué hacer eso —dije suavemente.—Tenía tiempo, aparte me gusta sentirme útil —me dijo ella, antes de tomar una camiseta negra mía y deslizarla sobre su cuerpo.—¿Por qué ya no estás desnuda?—¿Te puedes concentrar viéndome desnuda? —replicó y yo gruñí.—No.—Ahí está tu respuesta.—Voy a empezar con la más insignificante: Fernando está muerto.—¿Perdón?Miré el rostro ahora pálido de Margaret, la vi caminar lentamente hacia mí, hasta que se sentó. Seguía igual de inexpre
—¿Nikolay?—¿Mmh?—¿Estás despierto?—Después de 4 rondas, apenas estoy consciente —murmuró y yo me mordí el labio.¿Le digo ahora sobre los 20 mil?Es un buen momento, está casi dormido y completamente exhausto, no va a matar a alguien en ese estado.—¿A mi jefe le gustaría vodka? —susurré en su oído y escuché a Nikolay reír.—¿Alguna razón para hacerme tan feliz hoy?—¿Me has dicho interesada? —alcé una ceja. —No, hice una pregunta nada más.—Bueno, tengo que decir algo —dije nerviosa. —¿Es bueno o malo?—No te va gustar —no iba a comenzar a mentir.—Solo dilo —murmuró.Tomé una bocanada de aire.—Hice las cuentas de los cuatro establecimientos tres veces; la cafetería del centro, el restaurante italiano y la ferretería cuadran perfectamente, pero la cafetería Salamanca, emm, falta un poquito.—¿Qué tan poquito? —mis palabras parecen alterarlo.—20.—20 dólares, centavos. ¿20 qué?—20 mil —murmuré.—20 mil no es poquito, Margaret.—Bien, entonces falta mucho.***NikolayMiré a Ma
Nikolay —¿Quieres que vayamos a cenar el miércoles a Heatman? Hacen una función y luego una cena —Margaret asintió, con una gran sonrisa.Le ha gustado la idea. "Bien Nikolay vas por buen camino".—Me encantaría —aceptó con una gran sonrisa, y un precioso rubor en las mejillas.La verdad, me gustaba mucho esta mujer y su olor me tenía en otro planeta.—Hueles divinamente, Margaret.Me apretó su brazo y yo caí rendido a sus pies, tenía ganas de secuestrarla y no dejarla marchar jamás. Todo el asunto de mi madre se había resuelto más o menos, pero le había dejado claro quién era mi mujer y que estaría de acuerdo con mis decisiones, no con las de ella.Por supuesto no le gustó mucho, pero aceptó mis términos un poco a regañadientes y decidí contarle a mi mujer lo que había pasado, quedando muy feliz y al parecer, se había olvidado de que quería matar al jodido contador.Tenía que encargarme de ese asunto, y viajar sin mi mujer no era mi pasatiempo favorito, pero no iba a exponerla a tod
Vimos el ballet entre risas y comentarios graciosos, como una pareja normal.Me sentía bien, nunca había hecho esto… bueno, nunca de esta manera, pero con Margaret me gustaba, me siento bien y me estaba divirtiendo, ayudaba olvidarme de toda la mierda que tengo por delante.—Madre mía, esas chicas deben dejar una fortuna en pedicura —comentó Margaret anonadada, viendo a las bailarinas hacer un relevé.Disfrutamos mucho el momento y luego cenamos una deliciosa comida, le conté Margaret de cuando era pequeño; por lo menos de mis años buenos, luego ya fui un auténtico grano en el culo para mis padres.Verla reír era una maravilla y cuando la miraba, sentía una sensación potente y devastadora recorrer mi pecho. Sentía muchas cosas por ella y cada minuto a su lado me daba cuenta de eso, ambos nos perdíamos mirándonos, sus ojos brillaban radiantes, calentándome el pecho con una extraña sensación que nunca había experimentado.¿Será que ya le pasa lo mismo que a mí? ¿Puede una persona buena