Disculpas

Nikolay

Subí las escaleras del edificio de mala muerte, dónde me citó Levy.

Esto podría ser bueno o malo, él me había dicho que había entrado a la cuenta de las Islas Caimán, que había encontrado algo importante que tenía que hablar conmigo.

Justo ahora, maldición.

Cuando llegué al cuarto piso, miré a través de las tres puertas, buscando la que tuviera una placa que dijera 4B.

Me acerca la puerta con la inscripción, con lo que parecía era la tinta de un plumón. Ignoré eso y toqué la puerta.

—¿Quién es? —preguntó una voz en ruso. La reconocí al instante, era Levy.

—Tú me citaste aquí, ¿quién más podría ser? —pregunté de mala gana en mi lengua materna.

Segundos después, la puerta se abrió.

Ni siquiera me molesté en mirar a Levy, me enfoqué en mirar a la pequeña rubia que había en sus brazos.

—¿En serio trajiste a tu hija?

—La niñera estaba ocupada, no podía hackear la cuenta desde mi casa, esa mierda es peligrosa, era más seguro aquí —se defendió y yo no despegaba mi mirada de la nena.
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