La amo

Vimos el ballet entre risas y comentarios graciosos, como una pareja normal.

Me sentía bien, nunca había hecho esto… bueno, nunca de esta manera, pero con Margaret me gustaba, me siento bien y me estaba divirtiendo, ayudaba olvidarme de toda la mierda que tengo por delante.

—Madre mía, esas chicas deben dejar una fortuna en pedicura —comentó Margaret anonadada, viendo a las bailarinas hacer un relevé.

Disfrutamos mucho el momento y luego cenamos una deliciosa comida, le conté Margaret de cuando era pequeño; por lo menos de mis años buenos, luego ya fui un auténtico grano en el culo para mis padres.

Verla reír era una maravilla y cuando la miraba, sentía una sensación potente y devastadora recorrer mi pecho.

Sentía muchas cosas por ella y cada minuto a su lado me daba cuenta de eso, ambos nos perdíamos mirándonos, sus ojos brillaban radiantes, calentándome el pecho con una extraña sensación que nunca había experimentado.

¿Será que ya le pasa lo mismo que a mí? ¿Puede una persona buena
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