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Sombras de la Mente
Sombras de la Mente
Por: Cris
Capítulo 1: Huellas en la Oscuridad

La lluvia caía con furia sobre Nueva York, una tormenta que parecía no tener fin. Las luces de neón del centro parpadeaban en la distancia mientras Victor Crane se adentraba en un edificio abandonado, siguiendo los pasos de su equipo. Años de experiencia como detective le habían enseñado a no subestimar la escena de un crimen, pero algo en este caso le erizaba la piel.

En el centro de la habitación, bajo la luz fría de una linterna, yacía el cuerpo. La víctima, un hombre de unos treinta años, tenía los ojos abiertos, fijos en un punto invisible. Victor se agachó lentamente, examinando las marcas precisas en el torso. Las heridas eran limpias, casi quirúrgicas, un patrón que había visto antes.

“Es él”, murmuró, más para sí mismo que para los demás.

“¿El mismo asesino?” preguntó un joven oficial detrás de él. Sus ojos delataban que aún no se acostumbraba a este tipo de escenas.

Victor no respondió de inmediato. En lugar de eso, sacó un pequeño bloc de notas y comenzó a escribir observaciones. Tres cortes en diagonal. Distancia entre las heridas: exacta. Era una firma que el asesino había repetido en los últimos cuatro casos. Pero esta vez, algo era diferente.

“Crane, tienes que ver esto”, llamó otro oficial desde el extremo de la habitación.

Victor se levantó, dejando escapar un suspiro mientras guardaba su libreta en el bolsillo. Al girar la esquina, vio un espejo roto colgado de una pared. La superficie estaba manchada con sangre, y sobre ella había un mensaje escrito con letra irregular:

“Sabes quién soy, Victor.”

Por un momento, el ruido de la lluvia pareció desaparecer. Victor sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Era esto una broma? ¿O el asesino realmente sabía quién era él?

“¿Qué significa eso?” preguntó el oficial, señalando el mensaje.

“No lo sé”, respondió Victor, aunque una parte de él no estaba tan segura. La forma en que su nombre aparecía escrito, con una precisión que bordeaba lo personal, lo inquietaba profundamente.

Regresó al cuerpo, buscando alguna pista adicional. En uno de los bolsillos del abrigo de la víctima encontró un pedazo de papel doblado. Al abrirlo, descubrió un mapa de la ciudad con un punto marcado en rojo.

“Necesito que este mapa sea analizado de inmediato”, ordenó, entregándoselo a su asistente, Elena. Ella era la única persona en el equipo en la que confiaba plenamente, alguien que había demostrado su lealtad en innumerables casos.

“Claro, jefe”, dijo Elena, tomando el mapa y saliendo con prisa.

Victor se quedó unos minutos más, contemplando el cuerpo y el mensaje en el espejo. Algo en su interior comenzó a agitarse, una sensación que no lograba identificar. Por primera vez en años, sentía que el caso lo estaba afectando más de lo normal.

De regreso en su apartamento esa noche, Victor se dejó caer en el sillón con una taza de café. Encendió la lámpara de su escritorio y abrió el archivo del caso, revisando cada fotografía y cada nota. Había algo en la precisión de los crímenes, algo que le resultaba demasiado familiar, como si las imágenes le hablaran directamente.

Cerró los ojos por un momento, intentando calmar su mente. Entonces, un recuerdo vago cruzó su mente: un pasillo oscuro, el sonido de pasos apresurados, y un cuchillo brillando bajo la luz. Abrió los ojos de golpe, con el corazón acelerado.

“No”, murmuró. “Eso no tiene sentido.”

Pero el recuerdo no desapareció. Se quedó ahí, como una sombra persistente. Victor se levantó, caminando hacia el espejo del baño. Su reflejo le devolvió la mirada, pero por un instante fugaz, le pareció ver algo diferente en sus propios ojos. Algo que no era suyo.

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