El camino hacia la sanación de Victor no fue lineal. Aunque había comenzado a integrar las diferentes partes de su personalidad, las sombras del pasado seguían acechando. La mente humana, pensó, es un laberinto oscuro, y uno nunca sabe cuántos pasajes ocultos existen hasta que se encuentra perdido en ellos.En sus primeras sesiones con la Dra. Harper, Victor comenzó a entender que su trastorno de identidad disociativa había sido una respuesta de protección, una forma en que su mente había intentado hacer frente al dolor y al trauma de su vida. Lo que no sabía era cuántos fragmentos de su ser se habían perdido en el proceso. Cada fragmento, cada alter ego, había sido una protección, pero también una distancia creciente de su verdadera esencia.A medida que pasaba el tiempo, Victor comenzó a trabajar en reconstruir esa identidad. La terapia no solo consistía en confrontar sus miedos o recordar los momentos oscuros de su vida. Era un proceso activo de descubrir qué lo hacía él. Se tratab
El proceso de sanación de Victor no solo había transformado su relación consigo mismo, sino también con los demás. Antes de su lucha interna, las relaciones en su vida habían sido superficiales, distantes. El trabajo lo consumía, y la batalla contra sus propios demonios lo mantenía apartado de las personas que realmente importaban. Pero ahora, con una nueva perspectiva, comenzaba a entender el verdadero valor de esas conexiones. Elena seguía siendo su roca, la persona que lo había apoyado sin preguntar, pero las tensiones entre ellos, aunque leves, no pasaban desapercibidas. Victor sabía que su recuperación también implicaba sanar su relación con ella. Había pasado tanto tiempo encerrado en su mundo interior que temía que su proceso de sanación pudiera alejarlo de las personas que más quería. Una tarde, después de una sesión particularmente intensa con la Dra. Harper, Victor se encontró con Elena en un café. Los dos se sentaron frente a una mesa, pero había algo diferente en el aire
La vida de Victor como detective ya no era la misma. Había un cambio palpable en la forma en que abordaba cada caso, cada pista. Su trabajo ya no era solo un escape, ni un medio para distraerse de la tormenta interna que siempre había arrastrado consigo. Ahora, cada caso era una oportunidad para aplicar lo que había aprendido en su propio viaje hacia la sanación: la importancia de la paciencia, de escuchar sin juzgar, y de no apresurarse a resolver las cosas antes de entenderlas completamente.La Dra. Harper siempre le decía que el proceso de sanación no consistía solo en introspección. También implicaba observar el mundo de manera diferente, aprender a trabajar con los demás, a integrar lo que estaba fuera de uno mismo. Y eso, pensó Victor, también aplicaba a su trabajo como detective.En su última investigación, un caso de asesinato en un barrio de Brooklyn, Victor empezó a notar algo distinto en sí mismo. Mientras interrograba a testigos y examinaba la escena del crimen, no se apre
A pesar de su crecimiento personal, Victor sabía que su verdadero desafío aún estaba por venir. La vida, con todos sus matices, seguía lanzándole pruebas que ponían a prueba no solo su fortaleza como detective, sino también su capacidad para seguir siendo el hombre que estaba aprendiendo a ser: uno más abierto, más consciente de sí mismo y más empático con los demás.Después de resolver el caso en Brooklyn, el ritmo de trabajo volvió a intensificarse. La policía le trajo más casos, más muertes, más tragedias. Pero esta vez, las cosas no eran tan simples. Había algo en el aire que lo inquietaba, algo que le decía que lo que estaba por suceder lo pondría a prueba de una manera diferente.Un día, mientras repasaba unos documentos en su oficina, el teléfono sonó. La voz de Rivas al otro lado de la línea le advirtió de inmediato que no era un caso común."Victor," dijo Rivas con tono grave, "tenemos una situación complicada. Es un caso que nos afecta directamente. Un agente de la policía h
La lluvia caía con furia sobre Nueva York, una tormenta que parecía no tener fin. Las luces de neón del centro parpadeaban en la distancia mientras Victor Crane se adentraba en un edificio abandonado, siguiendo los pasos de su equipo. Años de experiencia como detective le habían enseñado a no subestimar la escena de un crimen, pero algo en este caso le erizaba la piel.En el centro de la habitación, bajo la luz fría de una linterna, yacía el cuerpo. La víctima, un hombre de unos treinta años, tenía los ojos abiertos, fijos en un punto invisible. Victor se agachó lentamente, examinando las marcas precisas en el torso. Las heridas eran limpias, casi quirúrgicas, un patrón que había visto antes.“Es él”, murmuró, más para sí mismo que para los demás.“¿El mismo asesino?” preguntó un joven oficial detrás de él. Sus ojos delataban que aún no se acostumbraba a este tipo de escenas.Victor no respondió de inmediato. En lugar de eso, sacó un pequeño bloc de notas y comenzó a escribir observac
La mañana siguiente llegó con un pesado cielo gris, y la ciudad de Nueva York despertaba bajo una capa de neblina que parecía envolverlo todo. Victor Crane caminaba por las calles, su mente lejos del bullicio de la ciudad, ensimismado en los recuerdos que aún lo perseguían. Esa frase en el espejo, escrita con sangre… “Sabes quién soy, Victor.”No podía dejar de pensar en ella. Había algo tan personal en esas palabras que lo inquietaba más que los crímenes mismos. Se preguntaba si realmente el asesino sabía algo más que lo que parecía. ¿Estaba jugando con él? ¿O había algo más oscuro detrás de esas palabras?Su teléfono vibró, sacándolo de sus pensamientos. Era un mensaje de Elena."Victor, el mapa que encontraste tiene marcas de lugares específicos. Todos están dentro del barrio de West End. Se adjunta un informe más detallado."West End. Un distrito en las afueras de la ciudad, conocido por sus callejones oscuros y su población vulnerable. Victor sintió un nudo en el estómago. Era el
Victor no pudo dormir esa noche. La imagen de las fotos, el rostro de su yo más joven en el hospital psiquiátrico, lo perseguía como una sombra que se negaba a irse. ¿Por qué no recordaba nada de eso? Su cabeza daba vueltas, tratando de armar las piezas de un rompecabezas roto, pero cada intento solo lo dejaba más confundido.La mañana llegó sin respuestas. Victor se preparó para regresar a la comisaría, pero algo dentro de él le decía que no podía seguir ignorando lo que había encontrado. Decidió tomar un desvío, conduciendo hasta el viejo psiquiátrico del que hablaban las fotos. La institución estaba a las afueras de la ciudad, rodeada por un manto de niebla que lo hacía parecer aún más sombrío.Cuando llegó, se detuvo frente a las enormes puertas de hierro. La estructura de ladrillo se alzaba ante él, vieja y en ruinas, como un eco de un pasado que preferiría olvidar. Se acercó al portón, y al intentar abrirlo, la puerta crujió bajo su peso. Nada lo preparaba para lo que encontrarí
Victor se quedó allí, paralizado por un instante. El retrato en la mesa lo miraba fijamente con los ojos de un niño que no reconocía. Un niño llamado Victor Crane, que, según los informes, había sido un paciente en este hospital años atrás. ¿Cómo podía ser posible que no recordara nada de esto?La puerta de la salida se cerró con un golpe seco, y Victor sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. La sensación de estar atrapado se apoderó de él. Era como si estuviera dentro de una pesadilla de la que no podía despertar, un sueño donde las piezas de su vida se volvían cada vez más confusas.Escuchó el sonido de pasos rápidos acercándose a él. Se giró, y allí, al final del pasillo, vio una figura sombría. Al principio, pensó que era otro de los empleados del hospital, pero cuando la figura se acercó más, algo en ella le hizo detenerse. La silueta era familiar, pero no podía reconocerla.La figura dejó de moverse y, por un momento, Victor no supo qué hacer. La atmósfera se cargó d