La mansión parecía más vacía con cada partida. Aurora, sentada junto a Matilde en el comedor, apenas podía concentrarse en la comida frente a ella. La ausencia de Damien era un peso constante en su mente, y ahora, la decisión de Lysander de unirse a él hacía que el aire se sintiera aún más denso.Matilde, siempre perceptiva, dejó una taza de té frente a Aurora. —No lo detendrás, querida. Lysander sabe lo que hace. Y Damien… él también sabe cuidarse.Aurora suspiró, acariciando distraídamente su vientre. —Lo sé. Pero no puedo evitar preocuparme. Todo se siente tan incierto.Matilde sonrió suavemente. —La incertidumbre siempre es parte de la vida. Pero confía en ellos. Y, sobre todo, confía en ti misma. Este bebé trae una fuerza que ni siquiera tú comprendes todavía.Antes de que Aurora pudiera responder, Lysander entró en la sala, vestido para la batalla. Su capa negra ondeaba detrás de él, y su expresión, aunque tranquila, estaba cargada de determinación. —Es hora, Aurora.Ella se lev
La calma aparente de la mansión de Damien comenzó a desmoronarse con cada día que pasaba sin noticias del grupo. Aurora, aunque agradecida por la compañía y el cuidado de Matilde, sentía el peso de la espera como una carga insoportable. Su conexión con Damien era un hilo tenue que la mantenía firme, pero la incertidumbre la atormentaba.Aurora despertó con el sol brillando a través de las cortinas de la habitación. Su cabello, suelto y desordenado, caía sobre sus hombros mientras se levantaba lentamente. Matilde entró en ese momento, llevando una bandeja con té y frutas frescas.—Te ves pálida, niña —dijo Matilde con preocupación, dejando la bandeja sobre la mesa. —¿Tuviste pesadillas otra vez?Aurora negó con la cabeza, pero sus ojos la delataban. —No exactamente. Siento que algo está por suceder. Es como si pudiera percibir la tensión en el aire, pero no sé qué significa.Matilde se acercó y colocó una mano en su hombro. —Eso es porque estás conectada con Damien. Él te necesita ahor
Aurora avanzaba por el sendero oscuro que conectaba la mansión de Damien con el mundo exterior. Aunque la distancia parecía interminable, la calidez de su conexión con él la mantenía firme. Cada paso era un recordatorio de la promesa que había hecho, no solo a Damien, sino también a sí misma y al hijo que llevaba dentro. La noche, aunque amenazante, parecía ceder ante el resplandor dorado que irradiaba de su magia.El viento helado soplaba entre los árboles mientras Aurora ajustaba la capa que Matilde le había entregado. Sus pensamientos estaban divididos entre la urgencia de llegar a Damien y la creciente sensación de que algo más grande se avecinaba. Su magia, aunque ahora más controlada, parecía responder a un llamado distante, como si la Fuente misma la estuviera guiando hacia su destino.Al amanecer, Aurora llegó a una pequeña aldea que parecía abandonada. Los edificios, desgastados por el tiempo, estaban cubiertos de una capa de polvo y ceniza. Sin embargo, no estaba sola. Una f
La mansión, usualmente un refugio seguro, ahora estaba envuelta en una tensión palpable. La aparición de Evangeline en el campo de batalla no había pasado desapercibida para nadie. Su oscura energía seguía resonando en el aire, como una amenaza que no podía ignorarse. El grupo se había reunido en la sala principal, buscando consuelo en la cercanía mientras planificaban su próximo movimiento.Damien, aún visiblemente agotado por la batalla, se apoyaba contra una pared mientras observaba a Aurora con una mezcla de preocupación y orgullo. Su mirada pasaba ocasionalmente por Lysander, quien permanecía cerca de Aurora, siempre listo para intervenir si algo sucedía. Aunque Damien confiaba en él, la creciente cercanía entre Lysander y Aurora despertaba un malestar que no podía ignorar.Matilde entró con una bandeja de té y hierbas, colocándola sobre la mesa con una sonrisa tranquila que contrastaba con la tensión del ambiente. —Todos necesitamos recuperar fuerzas —dijo con su tono maternal,
La mansión de Damien estaba envuelta en un silencio cargado, roto solo por el crujir ocasional de las maderas antiguas bajo los pasos de quienes intentaban encontrar un respiro en medio del caos. Aurora permanecía en la sala principal, mirando el fuego que chisporroteaba en la chimenea, mientras Matilde la observaba desde la cocina con una mirada sabia y protectora.El tiempo en la mansión había dado al grupo la oportunidad de recuperar fuerzas, pero no había calmado las dudas que pesaban sobre cada uno de ellos. La Orden estaba al acecho, y aunque los últimos enfrentamientos les habían dado una ligera ventaja, sabían que no podían bajar la guardia. Cada segundo que pasaba, el peligro se acercaba más.Damien entró en la sala, con una expresión tan seria que parecía cortar el aire. Tras él, Kael, Freya y Lysander tomaron sus lugares alrededor de la mesa, donde un mapa del territorio estaba extendido. Aurora giró su atención hacia ellos, sintiendo cómo su corazón se aceleraba al percibi
La mansión parecía más vacía con la partida de Damien y el grupo. El silencio, que antes había sido un refugio, ahora se sentía opresivo. Aurora trataba de mantenerse ocupada, pero cada rincón de la mansión parecía guardar un recuerdo o una promesa rota. El aire estaba cargado de tensión, como si algo grande estuviera por suceder.En la cocina, Matilde estaba preparando una infusión especial para Aurora. La anciana movía sus manos con destreza, combinando hierbas que parecían brillar bajo la luz tenue del lugar. Aurora la observaba desde la mesa, jugueteando con una cucharilla mientras trataba de calmar su mente.—Toma, querida —dijo Matilde, colocando una taza frente a ella. —Esto te ayudará a relajarte. Es importante que mantengas la calma, por ti y por ese pequeño milagro que llevas dentro.Aurora sonrió débilmente y tomó un sorbo de la infusión. —Gracias, Matilde. No sé qué haríamos sin ti.Matilde la miró con ternura. —He servido a esta familia durante más años de los que puedo r
El aire en la mansión estaba tenso tras la llegada de Damien. Aunque su regreso debía haber traído calma, las emociones se mezclaban en cada rincón. Aurora sentía que algo estaba fuera de lugar, una vibración en el ambiente que le susurraba que los secretos aún estaban lejos de resolverse.Aurora despertó temprano, el sol apenas filtrándose por las pesadas cortinas de su habitación. Damien estaba junto a ella, su postura relajada mientras dormía. Pero Aurora no podía ignorar las preguntas que la atormentaban desde la noche anterior. La habitación que descubrió, el diario, las palabras de Lysander… todo parecía señalar que Damien había estado guardando algo importante.Cuando Damien abrió los ojos, encontró a Aurora sentada al borde de la cama, mirándolo con una mezcla de preocupación y determinación.—¿Qué ocurre? —preguntó, incorporándose lentamente.Aurora se giró hacia él, su voz cargada de seriedad. —Necesito que seas honesto conmigo, Damien. Sobre todo. Sobre la daga, sobre la ha
La mansión de Damien se había transformado en el centro de operaciones del grupo. Las horas se habían convertido en días mientras planeaban el próximo enfrentamiento contra la Orden. Sin embargo, el aire estaba cargado de algo más que estrategia; una tensión emocional y mágica parecía envolver a cada miembro del grupo.Aurora, ahora consciente de la conexión profunda entre ella, Damien y el hijo que llevaban juntos, sentía una determinación creciente. Sabía que no solo luchaban por sobrevivir, sino por construir un futuro donde su hijo pudiera nacer en paz.El salón principal estaba iluminado por la luz tenue de las velas cuando el grupo se reunió alrededor de un mapa extendido sobre una mesa de madera oscura. Damien, con su postura dominante pero tranquila, señalaba varias ubicaciones marcadas en rojo.—La Orden tiene tres bases principales aún activas. Si queremos debilitarlos, debemos atacar estas dos primeras. —Señaló puntos estratégicos al este y al sur del mapa. —Pero nuestra pr