La mansión de Damien estaba envuelta en un silencio cargado, roto solo por el crujir ocasional de las maderas antiguas bajo los pasos de quienes intentaban encontrar un respiro en medio del caos. Aurora permanecía en la sala principal, mirando el fuego que chisporroteaba en la chimenea, mientras Matilde la observaba desde la cocina con una mirada sabia y protectora.El tiempo en la mansión había dado al grupo la oportunidad de recuperar fuerzas, pero no había calmado las dudas que pesaban sobre cada uno de ellos. La Orden estaba al acecho, y aunque los últimos enfrentamientos les habían dado una ligera ventaja, sabían que no podían bajar la guardia. Cada segundo que pasaba, el peligro se acercaba más.Damien entró en la sala, con una expresión tan seria que parecía cortar el aire. Tras él, Kael, Freya y Lysander tomaron sus lugares alrededor de la mesa, donde un mapa del territorio estaba extendido. Aurora giró su atención hacia ellos, sintiendo cómo su corazón se aceleraba al percibi
La mansión parecía más vacía con la partida de Damien y el grupo. El silencio, que antes había sido un refugio, ahora se sentía opresivo. Aurora trataba de mantenerse ocupada, pero cada rincón de la mansión parecía guardar un recuerdo o una promesa rota. El aire estaba cargado de tensión, como si algo grande estuviera por suceder.En la cocina, Matilde estaba preparando una infusión especial para Aurora. La anciana movía sus manos con destreza, combinando hierbas que parecían brillar bajo la luz tenue del lugar. Aurora la observaba desde la mesa, jugueteando con una cucharilla mientras trataba de calmar su mente.—Toma, querida —dijo Matilde, colocando una taza frente a ella. —Esto te ayudará a relajarte. Es importante que mantengas la calma, por ti y por ese pequeño milagro que llevas dentro.Aurora sonrió débilmente y tomó un sorbo de la infusión. —Gracias, Matilde. No sé qué haríamos sin ti.Matilde la miró con ternura. —He servido a esta familia durante más años de los que puedo r
El aire en la mansión estaba tenso tras la llegada de Damien. Aunque su regreso debía haber traído calma, las emociones se mezclaban en cada rincón. Aurora sentía que algo estaba fuera de lugar, una vibración en el ambiente que le susurraba que los secretos aún estaban lejos de resolverse.Aurora despertó temprano, el sol apenas filtrándose por las pesadas cortinas de su habitación. Damien estaba junto a ella, su postura relajada mientras dormía. Pero Aurora no podía ignorar las preguntas que la atormentaban desde la noche anterior. La habitación que descubrió, el diario, las palabras de Lysander… todo parecía señalar que Damien había estado guardando algo importante.Cuando Damien abrió los ojos, encontró a Aurora sentada al borde de la cama, mirándolo con una mezcla de preocupación y determinación.—¿Qué ocurre? —preguntó, incorporándose lentamente.Aurora se giró hacia él, su voz cargada de seriedad. —Necesito que seas honesto conmigo, Damien. Sobre todo. Sobre la daga, sobre la ha
La mansión de Damien se había transformado en el centro de operaciones del grupo. Las horas se habían convertido en días mientras planeaban el próximo enfrentamiento contra la Orden. Sin embargo, el aire estaba cargado de algo más que estrategia; una tensión emocional y mágica parecía envolver a cada miembro del grupo.Aurora, ahora consciente de la conexión profunda entre ella, Damien y el hijo que llevaban juntos, sentía una determinación creciente. Sabía que no solo luchaban por sobrevivir, sino por construir un futuro donde su hijo pudiera nacer en paz.El salón principal estaba iluminado por la luz tenue de las velas cuando el grupo se reunió alrededor de un mapa extendido sobre una mesa de madera oscura. Damien, con su postura dominante pero tranquila, señalaba varias ubicaciones marcadas en rojo.—La Orden tiene tres bases principales aún activas. Si queremos debilitarlos, debemos atacar estas dos primeras. —Señaló puntos estratégicos al este y al sur del mapa. —Pero nuestra pr
La biblioteca de la mansión estaba envuelta en un silencio solemne, apenas roto por el crepitar de las llamas en la chimenea. Vincent se encontraba de pie junto a una ventana, observando la lluvia que golpeaba los cristales con una mirada distante. Había una tensión palpable en el aire, una mezcla de desconfianza y curiosidad por parte del grupo, que se mantenía a cierta distancia del recién llegado.Aurora, incapaz de ignorar el enigma que representaba Vincent, decidió enfrentarlo una vez más. Su instinto le decía que había más detrás de sus palabras calculadas y su porte elegante. Con pasos decididos, entró en la biblioteca, encontrándolo exactamente donde lo había visto la noche anterior.—¿Quién eres realmente, Vincent? —preguntó sin preámbulos, cruzando los brazos frente a su pecho. Sus ojos lo escrutaban, buscando cualquier rastro de verdad en su expresión.Vincent esbozó una sonrisa suave, aunque su mirada permanecía fija en la tormenta exterior. —¿Sabes, Aurora? Pocas personas
El aire de la madrugada era fresco, pero la tensión que se respiraba entre el grupo hacía que cualquier sensación de calma resultara efímera. Aurora estaba sentada en el salón principal, rodeada de mapas y pergaminos esparcidos sobre la mesa. A su lado, Damien discutía con Freya y Kael sobre los riesgos de la misión propuesta por Vincent. Todos parecían conscientes de que la decisión que tomaran en ese momento podría cambiar el curso de su lucha contra la Orden.Aurora permanecía en silencio, pero su mirada hablaba por ella. Desde el instante en que Vincent había revelado el alcance de su conocimiento sobre la Orden, supo que no podía quedarse atrás. A pesar de las advertencias de Damien y las dudas de Kael, estaba decidida a unirse a esta misión.—Es demasiado peligroso —insistió Damien, cruzándose de brazos frente a Aurora, su postura rígida y protectora. —Tú no vas, Aurora. No mientras estés embarazada.Aurora lo enfrentó, su voz serena pero firme. —¿Y qué pasa si esto es lo que ne
El aire en el interior de la base era denso y pesado, cargado con una energía que parecía vibrar en las paredes de piedra oscura. Cada paso que el grupo daba resonaba con un eco profundo, como si el lugar mismo estuviera vivo, observándolos desde las sombras. Aurora sentía cómo su magia se agitaba inquieta en su interior, una respuesta instintiva a la amenaza latente que los rodeaba. Damien, siempre cerca de ella, mantenía su espada desenvainada, sus ojos rojos escaneando cada rincón.Freya y Kael caminaban detrás, atentos a cualquier movimiento sospechoso. Vincent lideraba el grupo, su postura tensa pero determinada. A pesar de la desconfianza que algunos aún sentían hacia él, había demostrado ser un aliado valioso en el enfrentamiento previo. Sin embargo, todos sabían que el peligro apenas comenzaba.La base estaba diseñada como un laberinto. Pasillos interminables se extendían en todas direcciones, adornados con inscripciones en lenguas antiguas y símbolos que parecían pulsar con u
El aire estaba impregnado de una tensión densa mientras el grupo avanzaba entre los escombros de la base de la Orden. La salida había sido más sencilla de lo que esperaban, lo que solo aumentaba la sospecha de que algo no estaba bien. Aurora, todavía sostenida por Damien, sentía el cansancio pulsar en cada fibra de su cuerpo, pero su mente seguía alerta. Sabía que el fragmento sellado no significaba el final de su misión, sino el inicio de algo aún más grande.La noche había caído, y la mansión de Damien se convirtió nuevamente en su refugio. Matilde los recibió con una mezcla de alivio y preocupación en el rostro. Su mirada se posó en Aurora, recorriéndola con ojos analíticos antes de asentir.—Estás agotada, niña. Ven, te prepararé algo para reponer fuerzas —dijo con su tono severo, pero con el cariño que la caracterizaba.Aurora apenas tuvo tiempo de protestar antes de ser arrastrada hacia el comedor, donde Matilde ya tenía un caldo caliente esperándola. Mientras tanto, Damien se q