El aire en la base abandonada seguía impregnado de un olor metálico, un vestigio de la batalla reciente. Aurora, todavía sintiendo la vibración de la magia en su piel, caminaba con paso firme junto a Damien, su mano entrelazada con la de él como si el contacto físico pudiera anclarla a la realidad.Pero la sensación de inquietud no desaparecía. Algo no encajaba. El Fragmento del Olvido debía estar sellado. Ella lo había hecho con su propia magia, pero si la Orden lo tenía en su poder, ¿qué había salido mal?Matilde había dicho que la conexión entre Aurora y la Fuente era fuerte, lo suficiente como para proteger lo que había sellado. Entonces, ¿por qué sentía que algo estaba roto?Mientras el grupo se reorganizaba, Vincent mantenía una postura rígida, con el ceño fruncido. Aurora notó que su mirada se desviaba hacia el suelo, como si estuviera ocultando algo. Una sensación de traición empezó a asentarse en su pecho.Damien se giró hacia Lysander. —Necesitamos movernos. No podemos queda
El aire en la mansión de Damien era pesado, cargado con una tensión que ninguno de ellos lograba disipar. Después de la confesión de Vincent, el grupo se encontraba dividido. La traición, intencional o no, siempre dejaba cicatrices profundas.Aurora estaba sentada en un sillón de la gran biblioteca, con la mirada perdida en la nada, mientras acariciaba inconscientemente su vientre. El bebé. Su hijo, la vida que crecía dentro de ella, era ahora el centro de todo. La razón por la que estaban en esta guerra, la clave de un poder ancestral que la Orden y esa nueva amenaza querían controlar o destruir.Damien estaba de pie junto a la chimenea, su postura tensa, sus colmillos apenas visibles mientras apretaba la mandíbula. No confiaba en Vincent. No podía confiar en alguien que había comprometido la seguridad de Aurora.Kael y Freya discutían en voz baja en la esquina de la sala, mientras Lysander simplemente observaba a Vincent con los brazos cruzados, su expresión indescifrable.Y Vincent
El silencio en la mansión de Damien era denso, interrumpido solo por el crepitar del fuego en la chimenea y el distante murmullo del viento contra las paredes de piedra. Aurora estaba de pie junto a una de las ventanas del gran salón, observando la luna reflejada en los jardines oscuros. La inmensidad de la noche se extendía ante ella, un manto de sombras y luces plateadas que parecían susurrar secretos olvidados. Su mente no dejaba de girar, atormentada por pensamientos que no podía disipar con facilidad.El aire dentro del salón era pesado, impregnado del olor a madera quemada y de la esencia familiar de Damien: una mezcla de bergamota, cuero y algo más profundo, más oscuro, que la hacía estremecer. Se abrazó a sí misma en un intento por disipar el frío que no provenía de la temperatura, sino de la inquietud que le roía el alma.Habían pasado días desde la última batalla, pero en su interior, la lucha continuaba. La presencia de Matilde, el descubrimiento de la habitación de Isabell
El aire en la mansión de Damien se había vuelto más pesado desde la revelación del Fragmento del Olvido. Aurora no podía sacudirse la sensación de que algo estaba a punto de romperse. Habían ganado tiempo con el sello que impuso sobre el artefacto, pero la Orden no era una organización que aceptara derrotas con facilidad. Volverían. Y lo harían con más fuerza. Damien lo sabía. Freya lo sabía. Todos lo sabían. Pero lo que nadie esperaba era que el golpe más doloroso vendría de alguien que estaba dentro de su propio círculo. La noche era fría y silenciosa, demasiado silenciosa. Damien estaba en su estudio, observando el mapa con los posibles escondites de la Orden. No le gustaba quedarse de brazos cruzados. Aunque la mansión estaba protegida por barreras mágicas, sabía que no eran impenetrables. Vincent entró sin previo aviso. —Sigues despierto —dijo con voz grave, caminando con paso tranquilo hasta quedar frente a la mesa. —Nunca bajo la guardia —respondió Damien, sin apartar la v
El fuego seguía consumiendo la mansión de Damien cuando el grupo se internó en el bosque. La luz de las llamas iluminaba sus espaldas, proyectando sombras distorsionadas entre los árboles, mientras sus pisadas se hundían en la tierra húmeda.El aire estaba cargado de cenizas y pérdida.Aurora sentía el peso del cansancio en su cuerpo, pero lo ignoraba. No había tiempo para llorar. No todavía. Damien, a su lado, avanzaba en silencio, con la mirada fija en el sendero. Su expresión era una máscara de piedra, pero sus ojos… Sus ojos ardían con una furia contenida.El sacrificio de Vincent aún pesaba sobre todos.Nadie hablaba. No había palabras suficientes para describir lo que sentían.Kael iba al frente, asegurándose de que el camino estuviera despejado, mientras Freya cubría la retaguardia, sosteniendo su arco con los nudillos blancos de la tensión. Matilde caminaba junto a Aurora, asegurándose de que no se rezagara. Aurora apenas la notaba.Sus pensamientos estaban atrapados en la ima
El refugio bajo tierra estaba sumido en un silencio pesado. La única luz provenía de los cristales incrustados en las paredes, lanzando destellos azulados que hacían que las sombras danzaran alrededor del grupo. Había una tensión latente en el aire, una energía que anunciaba el inminente enfrentamiento. Damien estaba de pie en la entrada de la cueva, observando el oscuro túnel que los llevaba hacia el exterior. Su mente estaba en otro lugar, calculando cada posible resultado de lo que estaba por suceder. La venganza no era suficiente. No esta vez. La Orden debía pagar. No solo por Vincent. Por todo. Kael se acercó, cruzando los brazos con expresión seria. —¿Estás seguro de esto? No podemos permitirnos otro error. Si atacamos sin estrategia, podríamos perder más de lo que ganaríamos. Damien lo miró de reojo. —La estrategia es simple: entramos, matamos a quien sea necesario y conseguimos información sobre los movimientos de la Orden. Freya resopló desde donde estaba afilando
El aire en la base de la Orden era sofocante. Demasiado denso. Demasiado lleno de secretos, de traiciones, de miedo. Aurora sentía el peso de la revelación aún latiendo en su pecho. Su bebé no era solo un niño.Era algo que la Orden quería. Algo que necesitaban.Damien la sostuvo con fuerza, sus dedos clavándose en su muñeca con una mezcla de protección y desesperación. No la dejaría ir. No la perdería.Pero Aurora sabía que no podían quedarse. No ahora.Vincent los observaba con la sombra de la culpa grabada en su rostro. Sabía que los había traicionado. Pero también sabía que lo había hecho por razones que ni siquiera él comprendía por completo.—No tienen mucho tiempo —susurró Vincent, su voz tensa. Rodeada de desesperación. —La Orden sabe que están aquí. Vendrán por ustedes.Damien soltó un gruñido bajo, como un animal acorralado. No iba a permitirlo. No mientras respirara.Kael desenvainó su espada, su mirada fija en Vincent. No confiaba en él. Nadie lo hacía.—Y dime, Vincent… —
El silencio después de la revelación del Guardián era una sombra espesa que se cernía sobre el grupo. Sacrificar al bebé.Aurora no podía dejar de sentir las palabras resonando en su mente, como un eco imposible de acallar. Su hijo… la llave para detener la guerra.No. No lo permitiría.Damien estaba a su lado, su mano aferrada a la suya con una fuerza casi dolorosa. Su mirada era un torbellino de emociones: furia, determinación, terror. Jamás permitiría que se llevaran a su hijo.—Nos vamos. Ahora. —dijo Damien con una voz que no admitía discusión.El Guardián los observó con paciencia, sin moverse de su posición en las sombras. No los detendría. No todavía.—Tómense su tiempo —dijo con voz calma. —Pero cuando la brecha se abra, regresarán.Aurora sintió su cuerpo tensarse. Sabía que estaba diciendo la verdad.Pero también sabía que no iba a quedarse de brazos cruzados y aceptar el destino que otros habían elegido por ella.Harían su propio camino.La FugaFreya y Kael aseguraron la