El silencio en la mansión de Damien era denso, interrumpido solo por el crepitar del fuego en la chimenea y el distante murmullo del viento contra las paredes de piedra. Aurora estaba de pie junto a una de las ventanas del gran salón, observando la luna reflejada en los jardines oscuros. La inmensidad de la noche se extendía ante ella, un manto de sombras y luces plateadas que parecían susurrar secretos olvidados. Su mente no dejaba de girar, atormentada por pensamientos que no podía disipar con facilidad.El aire dentro del salón era pesado, impregnado del olor a madera quemada y de la esencia familiar de Damien: una mezcla de bergamota, cuero y algo más profundo, más oscuro, que la hacía estremecer. Se abrazó a sí misma en un intento por disipar el frío que no provenía de la temperatura, sino de la inquietud que le roía el alma.Habían pasado días desde la última batalla, pero en su interior, la lucha continuaba. La presencia de Matilde, el descubrimiento de la habitación de Isabell
El aire en la mansión de Damien se había vuelto más pesado desde la revelación del Fragmento del Olvido. Aurora no podía sacudirse la sensación de que algo estaba a punto de romperse. Habían ganado tiempo con el sello que impuso sobre el artefacto, pero la Orden no era una organización que aceptara derrotas con facilidad. Volverían. Y lo harían con más fuerza. Damien lo sabía. Freya lo sabía. Todos lo sabían. Pero lo que nadie esperaba era que el golpe más doloroso vendría de alguien que estaba dentro de su propio círculo. La noche era fría y silenciosa, demasiado silenciosa. Damien estaba en su estudio, observando el mapa con los posibles escondites de la Orden. No le gustaba quedarse de brazos cruzados. Aunque la mansión estaba protegida por barreras mágicas, sabía que no eran impenetrables. Vincent entró sin previo aviso. —Sigues despierto —dijo con voz grave, caminando con paso tranquilo hasta quedar frente a la mesa. —Nunca bajo la guardia —respondió Damien, sin apartar la v
El fuego seguía consumiendo la mansión de Damien cuando el grupo se internó en el bosque. La luz de las llamas iluminaba sus espaldas, proyectando sombras distorsionadas entre los árboles, mientras sus pisadas se hundían en la tierra húmeda.El aire estaba cargado de cenizas y pérdida.Aurora sentía el peso del cansancio en su cuerpo, pero lo ignoraba. No había tiempo para llorar. No todavía. Damien, a su lado, avanzaba en silencio, con la mirada fija en el sendero. Su expresión era una máscara de piedra, pero sus ojos… Sus ojos ardían con una furia contenida.El sacrificio de Vincent aún pesaba sobre todos.Nadie hablaba. No había palabras suficientes para describir lo que sentían.Kael iba al frente, asegurándose de que el camino estuviera despejado, mientras Freya cubría la retaguardia, sosteniendo su arco con los nudillos blancos de la tensión. Matilde caminaba junto a Aurora, asegurándose de que no se rezagara. Aurora apenas la notaba.Sus pensamientos estaban atrapados en la ima
El refugio bajo tierra estaba sumido en un silencio pesado. La única luz provenía de los cristales incrustados en las paredes, lanzando destellos azulados que hacían que las sombras danzaran alrededor del grupo. Había una tensión latente en el aire, una energía que anunciaba el inminente enfrentamiento. Damien estaba de pie en la entrada de la cueva, observando el oscuro túnel que los llevaba hacia el exterior. Su mente estaba en otro lugar, calculando cada posible resultado de lo que estaba por suceder. La venganza no era suficiente. No esta vez. La Orden debía pagar. No solo por Vincent. Por todo. Kael se acercó, cruzando los brazos con expresión seria. —¿Estás seguro de esto? No podemos permitirnos otro error. Si atacamos sin estrategia, podríamos perder más de lo que ganaríamos. Damien lo miró de reojo. —La estrategia es simple: entramos, matamos a quien sea necesario y conseguimos información sobre los movimientos de la Orden. Freya resopló desde donde estaba afilando
El aire en la base de la Orden era sofocante. Demasiado denso. Demasiado lleno de secretos, de traiciones, de miedo. Aurora sentía el peso de la revelación aún latiendo en su pecho. Su bebé no era solo un niño.Era algo que la Orden quería. Algo que necesitaban.Damien la sostuvo con fuerza, sus dedos clavándose en su muñeca con una mezcla de protección y desesperación. No la dejaría ir. No la perdería.Pero Aurora sabía que no podían quedarse. No ahora.Vincent los observaba con la sombra de la culpa grabada en su rostro. Sabía que los había traicionado. Pero también sabía que lo había hecho por razones que ni siquiera él comprendía por completo.—No tienen mucho tiempo —susurró Vincent, su voz tensa. Rodeada de desesperación. —La Orden sabe que están aquí. Vendrán por ustedes.Damien soltó un gruñido bajo, como un animal acorralado. No iba a permitirlo. No mientras respirara.Kael desenvainó su espada, su mirada fija en Vincent. No confiaba en él. Nadie lo hacía.—Y dime, Vincent… —
El silencio después de la revelación del Guardián era una sombra espesa que se cernía sobre el grupo. Sacrificar al bebé.Aurora no podía dejar de sentir las palabras resonando en su mente, como un eco imposible de acallar. Su hijo… la llave para detener la guerra.No. No lo permitiría.Damien estaba a su lado, su mano aferrada a la suya con una fuerza casi dolorosa. Su mirada era un torbellino de emociones: furia, determinación, terror. Jamás permitiría que se llevaran a su hijo.—Nos vamos. Ahora. —dijo Damien con una voz que no admitía discusión.El Guardián los observó con paciencia, sin moverse de su posición en las sombras. No los detendría. No todavía.—Tómense su tiempo —dijo con voz calma. —Pero cuando la brecha se abra, regresarán.Aurora sintió su cuerpo tensarse. Sabía que estaba diciendo la verdad.Pero también sabía que no iba a quedarse de brazos cruzados y aceptar el destino que otros habían elegido por ella.Harían su propio camino.La FugaFreya y Kael aseguraron la
El amanecer asomaba tímidamente por el horizonte, derramando destellos anaranjados sobre la fortaleza que había servido como su refugio temporal. Aurora se encontraba en uno de los balcones, envuelta en un manto que apenas la protegía del frío matutino. Su mano descansaba sobre su vientre, sintiendo el leve latido de la vida que crecía en su interior. La criatura que llevaba dentro era tanto un símbolo de esperanza como un recordatorio constante del peligro que los rodeaba.Damien la observaba desde la distancia, apoyado contra la pared de piedra. Sus ojos rojos reflejaban una mezcla de admiración y preocupación. Sabía que Aurora no dormía bien, que sus pensamientos eran un torbellino de miedos y recuerdos, muchos de los cuales él mismo había contribuido a crear.Se acercó en silencio, rodeándola con sus brazos fuertes pero temblorosos por una emoción que rara vez dejaba ver.—No deberías estar aquí con este frío —susurró, su aliento cálido rozando la piel de su cuello.Aurora no se a
La noche se había asentado con un manto de silencio tenso sobre el campamento, solo interrumpido por el crujido de las llamas de la fogata. Aurora y Damien permanecían cerca uno del otro, el recuerdo de sus palabras compartidas resonando en el espacio entre ellos. Pero, incluso envueltos en la intimidad de su unión, la sombra de la amenaza persistía, acechando en cada rincón oscuro.Aurora se despertó sobresaltada, sudor frío en la frente y la respiración entrecortada. Había soñado con la Orden, con un ritual donde ella y su bebé eran sacrificados para liberar un poder inimaginable. El miedo se aferraba a su pecho como una garra invisible.Damien estaba a su lado en un instante, sus ojos rojos brillando con una preocupación que rara vez dejaba ver.—¿Otra pesadilla? —susurró, acariciándole la mejilla con la yema de los dedos.Aurora asintió, incapaz de hablar por un momento. Finalmente, murmuró:—No fue solo un sueño. Sentí que… era una advertencia.Damien frunció el ceño, su mente gi