La mansión de Damien se había transformado en el centro de operaciones del grupo. Las horas se habían convertido en días mientras planeaban el próximo enfrentamiento contra la Orden. Sin embargo, el aire estaba cargado de algo más que estrategia; una tensión emocional y mágica parecía envolver a cada miembro del grupo.Aurora, ahora consciente de la conexión profunda entre ella, Damien y el hijo que llevaban juntos, sentía una determinación creciente. Sabía que no solo luchaban por sobrevivir, sino por construir un futuro donde su hijo pudiera nacer en paz.El salón principal estaba iluminado por la luz tenue de las velas cuando el grupo se reunió alrededor de un mapa extendido sobre una mesa de madera oscura. Damien, con su postura dominante pero tranquila, señalaba varias ubicaciones marcadas en rojo.—La Orden tiene tres bases principales aún activas. Si queremos debilitarlos, debemos atacar estas dos primeras. —Señaló puntos estratégicos al este y al sur del mapa. —Pero nuestra pr
La biblioteca de la mansión estaba envuelta en un silencio solemne, apenas roto por el crepitar de las llamas en la chimenea. Vincent se encontraba de pie junto a una ventana, observando la lluvia que golpeaba los cristales con una mirada distante. Había una tensión palpable en el aire, una mezcla de desconfianza y curiosidad por parte del grupo, que se mantenía a cierta distancia del recién llegado.Aurora, incapaz de ignorar el enigma que representaba Vincent, decidió enfrentarlo una vez más. Su instinto le decía que había más detrás de sus palabras calculadas y su porte elegante. Con pasos decididos, entró en la biblioteca, encontrándolo exactamente donde lo había visto la noche anterior.—¿Quién eres realmente, Vincent? —preguntó sin preámbulos, cruzando los brazos frente a su pecho. Sus ojos lo escrutaban, buscando cualquier rastro de verdad en su expresión.Vincent esbozó una sonrisa suave, aunque su mirada permanecía fija en la tormenta exterior. —¿Sabes, Aurora? Pocas personas
El aire de la madrugada era fresco, pero la tensión que se respiraba entre el grupo hacía que cualquier sensación de calma resultara efímera. Aurora estaba sentada en el salón principal, rodeada de mapas y pergaminos esparcidos sobre la mesa. A su lado, Damien discutía con Freya y Kael sobre los riesgos de la misión propuesta por Vincent. Todos parecían conscientes de que la decisión que tomaran en ese momento podría cambiar el curso de su lucha contra la Orden.Aurora permanecía en silencio, pero su mirada hablaba por ella. Desde el instante en que Vincent había revelado el alcance de su conocimiento sobre la Orden, supo que no podía quedarse atrás. A pesar de las advertencias de Damien y las dudas de Kael, estaba decidida a unirse a esta misión.—Es demasiado peligroso —insistió Damien, cruzándose de brazos frente a Aurora, su postura rígida y protectora. —Tú no vas, Aurora. No mientras estés embarazada.Aurora lo enfrentó, su voz serena pero firme. —¿Y qué pasa si esto es lo que ne
El aire en el interior de la base era denso y pesado, cargado con una energía que parecía vibrar en las paredes de piedra oscura. Cada paso que el grupo daba resonaba con un eco profundo, como si el lugar mismo estuviera vivo, observándolos desde las sombras. Aurora sentía cómo su magia se agitaba inquieta en su interior, una respuesta instintiva a la amenaza latente que los rodeaba. Damien, siempre cerca de ella, mantenía su espada desenvainada, sus ojos rojos escaneando cada rincón.Freya y Kael caminaban detrás, atentos a cualquier movimiento sospechoso. Vincent lideraba el grupo, su postura tensa pero determinada. A pesar de la desconfianza que algunos aún sentían hacia él, había demostrado ser un aliado valioso en el enfrentamiento previo. Sin embargo, todos sabían que el peligro apenas comenzaba.La base estaba diseñada como un laberinto. Pasillos interminables se extendían en todas direcciones, adornados con inscripciones en lenguas antiguas y símbolos que parecían pulsar con u
El aire estaba impregnado de una tensión densa mientras el grupo avanzaba entre los escombros de la base de la Orden. La salida había sido más sencilla de lo que esperaban, lo que solo aumentaba la sospecha de que algo no estaba bien. Aurora, todavía sostenida por Damien, sentía el cansancio pulsar en cada fibra de su cuerpo, pero su mente seguía alerta. Sabía que el fragmento sellado no significaba el final de su misión, sino el inicio de algo aún más grande.La noche había caído, y la mansión de Damien se convirtió nuevamente en su refugio. Matilde los recibió con una mezcla de alivio y preocupación en el rostro. Su mirada se posó en Aurora, recorriéndola con ojos analíticos antes de asentir.—Estás agotada, niña. Ven, te prepararé algo para reponer fuerzas —dijo con su tono severo, pero con el cariño que la caracterizaba.Aurora apenas tuvo tiempo de protestar antes de ser arrastrada hacia el comedor, donde Matilde ya tenía un caldo caliente esperándola. Mientras tanto, Damien se q
El aire en la base abandonada seguía impregnado de un olor metálico, un vestigio de la batalla reciente. Aurora, todavía sintiendo la vibración de la magia en su piel, caminaba con paso firme junto a Damien, su mano entrelazada con la de él como si el contacto físico pudiera anclarla a la realidad.Pero la sensación de inquietud no desaparecía. Algo no encajaba. El Fragmento del Olvido debía estar sellado. Ella lo había hecho con su propia magia, pero si la Orden lo tenía en su poder, ¿qué había salido mal?Matilde había dicho que la conexión entre Aurora y la Fuente era fuerte, lo suficiente como para proteger lo que había sellado. Entonces, ¿por qué sentía que algo estaba roto?Mientras el grupo se reorganizaba, Vincent mantenía una postura rígida, con el ceño fruncido. Aurora notó que su mirada se desviaba hacia el suelo, como si estuviera ocultando algo. Una sensación de traición empezó a asentarse en su pecho.Damien se giró hacia Lysander. —Necesitamos movernos. No podemos queda
El aire en la mansión de Damien era pesado, cargado con una tensión que ninguno de ellos lograba disipar. Después de la confesión de Vincent, el grupo se encontraba dividido. La traición, intencional o no, siempre dejaba cicatrices profundas.Aurora estaba sentada en un sillón de la gran biblioteca, con la mirada perdida en la nada, mientras acariciaba inconscientemente su vientre. El bebé. Su hijo, la vida que crecía dentro de ella, era ahora el centro de todo. La razón por la que estaban en esta guerra, la clave de un poder ancestral que la Orden y esa nueva amenaza querían controlar o destruir.Damien estaba de pie junto a la chimenea, su postura tensa, sus colmillos apenas visibles mientras apretaba la mandíbula. No confiaba en Vincent. No podía confiar en alguien que había comprometido la seguridad de Aurora.Kael y Freya discutían en voz baja en la esquina de la sala, mientras Lysander simplemente observaba a Vincent con los brazos cruzados, su expresión indescifrable.Y Vincent
El silencio en la mansión de Damien era denso, interrumpido solo por el crepitar del fuego en la chimenea y el distante murmullo del viento contra las paredes de piedra. Aurora estaba de pie junto a una de las ventanas del gran salón, observando la luna reflejada en los jardines oscuros. La inmensidad de la noche se extendía ante ella, un manto de sombras y luces plateadas que parecían susurrar secretos olvidados. Su mente no dejaba de girar, atormentada por pensamientos que no podía disipar con facilidad.El aire dentro del salón era pesado, impregnado del olor a madera quemada y de la esencia familiar de Damien: una mezcla de bergamota, cuero y algo más profundo, más oscuro, que la hacía estremecer. Se abrazó a sí misma en un intento por disipar el frío que no provenía de la temperatura, sino de la inquietud que le roía el alma.Habían pasado días desde la última batalla, pero en su interior, la lucha continuaba. La presencia de Matilde, el descubrimiento de la habitación de Isabell