La mansión, con sus paredes cubiertas de historias grabadas en cada rincón, parecía envuelta en una calma extraña desde el regreso de Damien. Pero para Aurora, esa calma era una máscara frágil que podía romperse en cualquier momento. Sabía que el embarazo había cambiado todo. No solo para ella, sino también para Damien y para todos los que luchaban a su lado. Su vínculo con él ahora era más profundo que nunca, pero también cargado de una responsabilidad abrumadora.Aurora despertó esa mañana con el suave murmullo de los árboles fuera de la ventana. El amanecer teñía la habitación con tonos cálidos, pero su corazón seguía cargado de inquietud. Desde que Damien regresó, había intentado evitar enfrentarse a la realidad de lo que estaba sucediendo en su cuerpo. Pero el vínculo que compartía con él hacía imposible esconderse.Damien entró a la habitación silenciosamente, como si no quisiera perturbar su momento de reflexión. Estaba impecable, aunque sus ojos, rojos como brasas, revelaban n
La mansión había pasado de ser un refugio temporal a convertirse en un punto estratégico. Mientras el grupo se preparaba para la próxima etapa de su enfrentamiento contra la Orden, las tensiones y emociones seguían latiendo bajo la superficie. Aurora, ahora más consciente de la responsabilidad que llevaba en su vientre, intentaba mantenerse fuerte. Damien, aunque tranquilo en apariencia, estaba más decidido que nunca a protegerlos a ambos.Aurora estaba en el jardín trasero, donde Matilde la había llevado para que respirara aire fresco y se relajara antes de la reunión del grupo. Las flores que rodeaban el área eran un recordatorio de la belleza que aún existía en el mundo, incluso en medio del caos.—Siempre vengo aquí cuando necesito claridad —dijo Matilde, rompiendo el silencio. Su cabello blanco brillaba bajo el sol mientras cortaba algunas hierbas. —Esta mansión ha visto muchas batallas, pero también muchas victorias. Y siempre creo que la luz regresa, incluso después de la noche
La mansión quedó en un silencio inquietante tras la partida de Damien y el grupo. Aurora permanecía en la entrada, viendo cómo el horizonte engullía a quienes había llegado a considerar su familia. Su mente estaba dividida entre la preocupación por el bienestar de Damien y su deber de proteger al hijo que crecía dentro de ella. La presencia de Matilde y Elias a su lado le daba cierto consuelo, pero la incertidumbre seguía pesando como una sombra.Aurora decidió pasar el día en el jardín, buscando la tranquilidad que las flores y el murmullo del viento le ofrecían. Matilde, siempre atenta, le llevó un té preparado con hierbas especiales.—Te ayudará a relajarte —dijo Matilde, colocándose junto a ella. La anciana parecía tener un sexto sentido para saber cuándo Aurora necesitaba apoyo.—Gracias, Matilde —respondió Aurora, con una sonrisa débil. —A veces me pregunto cómo has podido mantener la calma durante tantos años en medio de tanta oscuridad.Matilde soltó una risa suave, aunque sus
La mansión parecía más vacía con cada partida. Aurora, sentada junto a Matilde en el comedor, apenas podía concentrarse en la comida frente a ella. La ausencia de Damien era un peso constante en su mente, y ahora, la decisión de Lysander de unirse a él hacía que el aire se sintiera aún más denso.Matilde, siempre perceptiva, dejó una taza de té frente a Aurora. —No lo detendrás, querida. Lysander sabe lo que hace. Y Damien… él también sabe cuidarse.Aurora suspiró, acariciando distraídamente su vientre. —Lo sé. Pero no puedo evitar preocuparme. Todo se siente tan incierto.Matilde sonrió suavemente. —La incertidumbre siempre es parte de la vida. Pero confía en ellos. Y, sobre todo, confía en ti misma. Este bebé trae una fuerza que ni siquiera tú comprendes todavía.Antes de que Aurora pudiera responder, Lysander entró en la sala, vestido para la batalla. Su capa negra ondeaba detrás de él, y su expresión, aunque tranquila, estaba cargada de determinación. —Es hora, Aurora.Ella se lev
La calma aparente de la mansión de Damien comenzó a desmoronarse con cada día que pasaba sin noticias del grupo. Aurora, aunque agradecida por la compañía y el cuidado de Matilde, sentía el peso de la espera como una carga insoportable. Su conexión con Damien era un hilo tenue que la mantenía firme, pero la incertidumbre la atormentaba.Aurora despertó con el sol brillando a través de las cortinas de la habitación. Su cabello, suelto y desordenado, caía sobre sus hombros mientras se levantaba lentamente. Matilde entró en ese momento, llevando una bandeja con té y frutas frescas.—Te ves pálida, niña —dijo Matilde con preocupación, dejando la bandeja sobre la mesa. —¿Tuviste pesadillas otra vez?Aurora negó con la cabeza, pero sus ojos la delataban. —No exactamente. Siento que algo está por suceder. Es como si pudiera percibir la tensión en el aire, pero no sé qué significa.Matilde se acercó y colocó una mano en su hombro. —Eso es porque estás conectada con Damien. Él te necesita ahor
Aurora avanzaba por el sendero oscuro que conectaba la mansión de Damien con el mundo exterior. Aunque la distancia parecía interminable, la calidez de su conexión con él la mantenía firme. Cada paso era un recordatorio de la promesa que había hecho, no solo a Damien, sino también a sí misma y al hijo que llevaba dentro. La noche, aunque amenazante, parecía ceder ante el resplandor dorado que irradiaba de su magia.El viento helado soplaba entre los árboles mientras Aurora ajustaba la capa que Matilde le había entregado. Sus pensamientos estaban divididos entre la urgencia de llegar a Damien y la creciente sensación de que algo más grande se avecinaba. Su magia, aunque ahora más controlada, parecía responder a un llamado distante, como si la Fuente misma la estuviera guiando hacia su destino.Al amanecer, Aurora llegó a una pequeña aldea que parecía abandonada. Los edificios, desgastados por el tiempo, estaban cubiertos de una capa de polvo y ceniza. Sin embargo, no estaba sola. Una f
La mansión, usualmente un refugio seguro, ahora estaba envuelta en una tensión palpable. La aparición de Evangeline en el campo de batalla no había pasado desapercibida para nadie. Su oscura energía seguía resonando en el aire, como una amenaza que no podía ignorarse. El grupo se había reunido en la sala principal, buscando consuelo en la cercanía mientras planificaban su próximo movimiento.Damien, aún visiblemente agotado por la batalla, se apoyaba contra una pared mientras observaba a Aurora con una mezcla de preocupación y orgullo. Su mirada pasaba ocasionalmente por Lysander, quien permanecía cerca de Aurora, siempre listo para intervenir si algo sucedía. Aunque Damien confiaba en él, la creciente cercanía entre Lysander y Aurora despertaba un malestar que no podía ignorar.Matilde entró con una bandeja de té y hierbas, colocándola sobre la mesa con una sonrisa tranquila que contrastaba con la tensión del ambiente. —Todos necesitamos recuperar fuerzas —dijo con su tono maternal,
La mansión de Damien estaba envuelta en un silencio cargado, roto solo por el crujir ocasional de las maderas antiguas bajo los pasos de quienes intentaban encontrar un respiro en medio del caos. Aurora permanecía en la sala principal, mirando el fuego que chisporroteaba en la chimenea, mientras Matilde la observaba desde la cocina con una mirada sabia y protectora.El tiempo en la mansión había dado al grupo la oportunidad de recuperar fuerzas, pero no había calmado las dudas que pesaban sobre cada uno de ellos. La Orden estaba al acecho, y aunque los últimos enfrentamientos les habían dado una ligera ventaja, sabían que no podían bajar la guardia. Cada segundo que pasaba, el peligro se acercaba más.Damien entró en la sala, con una expresión tan seria que parecía cortar el aire. Tras él, Kael, Freya y Lysander tomaron sus lugares alrededor de la mesa, donde un mapa del territorio estaba extendido. Aurora giró su atención hacia ellos, sintiendo cómo su corazón se aceleraba al percibi