Capítulo 32

El resto de la velada fue tranquila, disfrutaron dos películas consecutivas que provocó en ambos que se acercaran más hasta que estaban abrazando al otro. Las caricias que él le había regalado provocaron deseo en ella, pero quiso reprimirlos porque tenía miedo que luego el arquitecto usara su debilidad en su contra.

Milagros se entregó por completo cuando Alan besó su cuello y la hizo perder toda cordura. Él acostó a la joven sobre el sofá subiéndose encima para poder alcanzar su boca. Cuando él posaba sus labios sobre la piel de ella para besarla, sentía que se quebraría antes de tiempo. Intentó concentrarse en las caricias que le hacía en su espalda recorriéndola por encima de la ropa de arriba abajo y en dirección contraria, pero le resultaba difícil contenerse.

Lo tomó del cuello y lo miró directamente a los ojos.

—¡Te deseo! —susurró cerca de los labios del joven.

—Yo también te deseo, Mili —acordó él.

—¿Cuánto? —preguntó sugerente mientras bajaba su mano por el torso del arquite
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